NACIONALES
Incertidumbre

Opinión, por Luis Manuel Robles Naya //
En la tradición política mexicana, cada cambio sexenal del gobierno significaba una puerta para la esperanza de un cambio. Era la virtud que tenía el PRI que manejaba una política pendular entre el centro y la izquierda nacionalista según la situación del país lo ameritaba.
Cárdenas, impulsor de políticas sociales revolucionarias, nacionalistas, dio paso a Manuel Ávila Camacho, conciliador que busco mejorar relaciones con el clero, empresarios y con los EUA en contraste con las políticas cardenistas, y por cierto fue el creador del IMSSS. A él le siguió Miguel Alemán Valdez que se abrió a la industrialización y al modernismo y tras su acelerado gobierno transmitió la banda presidencial a Adolfo Ruiz Cortines que hizo un gobierno conservador y prudente, estabilizador y así se fueron dando los contrastes, pues a él le siguió López Mateos más activo y popular, comparado con la figura de Díaz Ordaz y luego el abrupto contraste con Luis Echeverría.
A ellos siguió el periodo de las turbulencias financieras y la esperanza se cifró en López Portillo, que en contrario agravó la crisis económica del echeverrismo. Para administrar la crisis se decidió entregar la responsabilidad a Miguel de la Madrid que tras sus intentos de estabilización cedió la administración a Carlos Salinas que logró la recuperación económica e incorporó a México a la economía global.
A partir de ahí hubo continuidad en la política económica, exitosamente pues se lograron evitar las crisis sexenales, sin embargo, la política social se quedó corta y el crecimiento económico no logró una repartición más justa de la riqueza. La muerte de Luis Donaldo Colosio terminó con ese ciclo de política pendular, donde un gobierno compensaba las deficiencias del anterior, lo que hubiera sucedido de no terminar trágicamente.
Con la alternancia, Vicente Fox, seguido de Felipe Calderón, no hicieron diferencia en cuanto a política social, los desequilibrios sociales se agudizaron y finalmente, Enrique Peña Nieto con un gobierno frívolo sin habilidades políticas, más que las adquiridas en un grupo político ortodoxo más dado a la corrupción que a la atención de las carencias regionales, prolongaron lo que se ha llamado el periodo neoliberal.
Fueron 24 años de continuidad que cancelaron las esperanzas de cambio que sexenalmente se daban y por ello el acierto de Morena al llamarse “la esperanza de México”. El pueblo votó por la esperanza que representaba un gobierno de distinto sello, sin embargo, esta nueva alternancia solo ha logrado cambiar la esperanza por la incertidumbre.
La nueva clase política gobernante, formada en la marginalidad opositora, sin experiencia de gobierno y con un bagaje ideológico anticuado e inoperante, ha transitado sin un proyecto claro para el país, implementando un amplio catálogo de ocurrencias apoyados por un séquito de chapulines abyectos incrustados en el servil poder legislativo. El logro rescatable es haber tratado de combatir la desigualdad y la pobreza; lo censurable, es haberlo hecho vaciando las arcas públicas, disminuyendo las capacidades institucionales y provocando el mayor déficit presupuestal del siglo.
El sexenio anunciado como el de la austeridad, resultó el más dispendioso, el que gasta más de lo que ingresa, pero mantiene el humor social favorable por la entrega de dinero en efectivo a las familias a costa de clausurar las posibilidades de movilidad social de varias generaciones.
La continuidad que se anuncia no presagia un cambio de política, ni siquiera un vaivén sexenal que compense las deficiencias del antecesor, como fuera la práctica priista. El afán de trascendencia personal del presidente que deja el cargo, deja también una herencia de incertidumbre. El empecinamiento en asegurarse la conservación del poder y el acrecentamiento del mismo, habrá de dejar al poder ejecutivo sin contrapesos democráticos y con la tentación del autoritarismo sobre los hombros de la sucesora.
Siempre en política lo que se niega termina sucediendo y el presidente ha sido enfático y reiterativo en asegurar que no influirá. No será así. La sucesora no muestra aún una personalidad propia y sí una subordinación absoluta, así ya sea presidenta electa. No hay una señal que permita avizorar que se habrán de corregir los errores y deficiencias de la administración saliente. Antes, al contrario, la desconfianza y la incertidumbre sobre el futuro del país han llegado ya a los circuitos financieros nacionales e internacionales.
La duda sobre la estabilidad del régimen surge de la precariedad económica, no de la política. La oposición no existe, perdió su base social por causa de liderazgos vacíos que perdieron su base de apoyo, pero aseguraron sus prebendas personales. Los empresarios seguirán privilegiando la seguridad de sus negocios y la inversión tímidamente seguirá llegando pues no es despreciable un mercado de 130 millones de consumidores. Economía de consumo, que habrá de durar mientras las remesas no paren y el erario aguante, el crecimiento habrá de esperar a que se desvanezca la incertidumbre.
ENTREVISTAS
Francisco Reséndiz Neri, candidato a juez de distrito: Juzgar con pasión, servir con independencia

Por Francisco Junco //
“Quiero seguir siendo juez porque es mi vocación y mi pasión. No busco poder, sino servir”, afirma con convicción Francisco Reséndiz Neri, Juez Séptimo de Distrito en Jalisco, mientras enfrenta un proceso inédito en México: la elección popular de jueces el 1 de junio de 2025.
Con más de 20 años en el Poder Judicial y nueve como titular en materia penal, Reséndiz, identificado con el número 25, defiende su trayectoria y su amor por los derechos humanos como su principal carta de presentación.
Un camino desde abajo
Reséndiz comenzó en los escalones más bajos del sistema judicial, como meritorio, haciendo copias y aprendiendo desde la base. Su carrera incluye roles como actuario penal, secretario del Supremo Tribunal de Justicia de Jalisco, y juez federal en materia de cateos y arraigos en la Ciudad de México, hasta llegar a la titularidad del Juzgado Séptimo de Distrito.
“Me mueve, el hecho de que creo que esto tiene que mejorar en la selección y que se requerirán personas de experiencia, personas independientes, que contribuyan a que subsista lo que es propiamente la división de poderes, la democracia como la conocemos actualmente, porque la defensa más cercana que tiene el ciudadano y todas las personas contra cualquier acto arbitrario, es precisamente el juicio de amparo, único en el mundo que permite anular cualquier acto”, señala, destacando su compromiso con la división de poderes y la democracia.
Retos de una elección sin precedentes
En entrevista con Conciencia Pública, Reséndiz aborda con franqueza los desafíos de esta elección. “Será difícil que la gente vote con cientos de nombres en una boleta, sin partidos ni propuestas tangibles”, admite. Reconoce riesgos, como la posible influencia de poderes fácticos, incluido el crimen organizado, pero insiste en que la solución es simple: “Apegarse a la ley, al caso concreto y a la Constitución”. Su experiencia, dice, es su escudo contra presiones externas.
Dilemas judiciales
Francisco Reséndiz Neri reconoce que uno de los grandes dilemas actuales en la labor jurisdiccional es la falta de una postura clara de la Suprema Corte respecto a la jerarquía entre los tratados internacionales y la Constitución.
“Muchos jueces, actuando de manera fundada, han establecido que debe prevalecer el tratado sobre la Constitución en ciertos casos, especialmente cuando se trata de derechos humanos”, explica. Sin embargo, esa práctica ha generado reacciones del poder legislativo, que habla de afectaciones a la soberanía nacional. “El problema es que cuando un juez aplica el tratado por encima de la Constitución, aunque sea para proteger derechos humanos, puede ser señalado o etiquetado, y eso no debería pasar”, señala.
Una justicia humana y equitativa
Cuenta cómo, en un caso de abuso sexual contra un menor, “coincidía la edad con la de mi hija. Estás tentado a echarle más cosas, pero no puedes. Tienes que ser objetivo. No puedes decidir por lo que sientes” y reafirmó que la objetividad no lo aleja de la empatía, “hay que ponerse en los zapatos de los otros. Todos tienen un proyecto de vida, todos merecen respeto”.
Propuestas claras
¿Por qué votar por él? Reséndiz enumera tres razones:
“Quiero que votes por mí porque tienes derecho a una persona capacitada. Quiero que votes por mí porque tienes derecho a una persona que ha administrado justicia y que tiene noción de lo que es o son los actos injustos. Y, tres, quiero que votes por mí porque siempre dialogaré por la protección de los derechos de las personas. Esa es mi directriz”, subraya.
Deuda histórica con las víctimas
Para Reséndiz Neri, el sistema penal mexicano tiene una deuda histórica con las víctimas, “el sistema ha privilegiado la forma sobre el fondo”, lamenta. Y pone un ejemplo elocuente, “no es lo mismo liberar a alguien porque no se leyó un derecho a tiempo, que porque no se comprobó su responsabilidad. Hay que cuidar las formas, sí, pero sin perder de vista la justicia de fondo”, apunta. Desde esa visión, Francisco Reséndiz cree necesario revisar la legislación para que no se convierta en un laberinto que sirva como impunidad.
El juez habla con firmeza sobre temas que no todos tocan con tanta claridad, por ejemplo, aseguró que la diversidad llegó para quedarse. “No puede haber discriminación por preferencia sexual, por origen étnico o por discapacidad. Es una deuda histórica que tenemos con los grupos vulnerables”. Defiende los protocolos para juzgar con perspectiva de género, y asegura que su compromiso es procurar una justicia que no sólo sea formalmente igual, sino sustantivamente justa.
En un México donde la desconfianza hacia las instituciones prevalece, Reséndiz ofrece su trayectoria: nueve años como titular del Juzgado Séptimo de Distrito y una carrera forjada en la experiencia.
En la inédita elección de jueces del 1 de junio de 2025, lamenta no poder prometer resultados tangibles como un político que ofrece obras públicas. “Solo prometo proteger los derechos de quienes lleguen a mi juzgado, porque así lo manda la Constitución”, asegura con convicción. “No lo hago por poder, sino por deber”.
CARTÓN POLÍTICO
Herida abierta
NACIONALES
Daniel Cosío Villegas y el dominio presidencial

Conciencia con Texto, por José Carlos Legaspi Íñiguez //
Muy certero el dicho aquel de “quien no conoce la historia está condenado a repetirla”.
Daniel Cosío Villegas, historiador, economista, catedrático, intelectual reconocido por tirios y troyanos, escribió varios libros que dieron luz para comprender cómo se hizo y cómo funcionó el Sistema Político Mexicano, confeccionado por revolucionarios, entre los que sobresalen, Álvaro Obregón, Venustiano Carranza, Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas y otros.
Don Daniel Cosío Villegas, quien tuvo que aclarar la mentirijilla que propagó de haber nacido en Colima, en 1900, cuando en verdad nació en la Ciudad de México en 1898, estableció en varios de sus libros, ensayos y textos, que México vivió alrededor de 70 años un sistema autoritario, presidencial y con un partido dominante.
Habrá que estar muy atentos a lo escrito por este sociólogo y diplomático que desnudó y encabritó a no pocos miembros de la élite que gobernó nuestro país desde que la Revolución se bajó del caballo hasta que llegó Fox con sus botas piteadas.
Don Daniel consideró que los poderes metaconstitucionales, de por sí concesionados en la Magna Carta de 1917, motivaron la Centralización del Poder en los rubros de política, economía y geografía. Esta concentración fue perversa, centralista y castrante para el resto de las entidades de la República. Tiempos hubo que en política “no se movía una hoja del árbol” sin la aprobación del Presidente de la República (así con mayúsculas) porque su poder era inmenso, total y arbitrario.
La subordinación de las autoridades municipales, estatales, así como de los poderes Legislativo y Judicial, al omnímodo poder presidencial se tornó, incluso, patético, absurdo y kafkiano.
El presidente priista en turno era un dios sexenal, que hacía y deshacía según su voluntad, su ánimo y sus intereses personales y de grupo. ¡Ay de aquél o aquellos que osaran ir en contra de la voluntad del todopoderoso presidente! Le esperaba cárcel, muerte política o… de veras.
Con esas condicionantes se canceló así la actividad política como factor de movilidad social; brilló la ausencia de un programa político claro y se apoderó del poder el oportunismo descarado y descarnado de las huestes “hienas” que pululan siempre buscando la carroña que dejan los “leones” de la grilla.
Un factor más fue el partido único, mediante el cual se legitimaron los cambios sexenales para aparentar la democracia hacia afuera, hacia los observadores mundiales. Mientras se mostraba esa falsa careta democrática al interior del partidazo y de otros partidos paleros, se practicaba la sumisión total al detentador del poder político.
Don Daniel Cosío Villegas publicó en 1972, bajo el auspicio de la Universidad de Texas, su ensayo “El sistema político mexicano, las posibilidades de cambio”.
Estableció que la creación del Partido Nacional Revolucionario, ideado en 1920, pero nacido hasta 1929, fue creado para eliminar el caudillismo de los neopolíticos postrevolucionarios, la mayoría hombres de armas, y así disminuir la violencia. Esto generó la “pax post revolución”, con el beneficio de sentar bases sólidas de la economía y algunos programas con objetivos sociales.
Octavio Paz, premio Nóbel de Literatura, solía decir que Cosío Villegas, “nos hizo conscientes de la dignidad humana”. Cosío Villegas fue director de la Escuela de Economía de la UNAM en 1933. Fue el primer director del Fondo de Cultura Económica, de 1934 a 1948 y presidente del Colegio de México de 1957 a 1963. Justamente don Daniel, siendo diplomático en Portugal, sugirió al entonces presidente Lázaro Cárdenas del Río, traer a México a los intelectuales españoles perseguidos por Francisco Franco por su afán republicano.
Ellos, los refugiados españoles fundaron la Casa de España, a la postre convertida en el Colegio de México. En 1943 el presidente Manuel Ávila Camacho aprueba y se crea el Colegio Nacional. Entre sus iniciadores está don Daniel Cosío Villegas y los jaliscienses, José Clemente Orozco, Enrique González Martínez, Mariano Azuela, acompañados por Manuel Sandoval Vallarta, Carlos Chávez, Alfonso Reyes, Alfonso y Antonio Caso, Ignacio Ochoterena, Diego Rivera, José Vasconcelos e Ignacio Chávez.
Cosío Villegas estableció que “el dominio presidencial mata todo espíritu cívico y convierte la vida política del país en una farsa profundamente aburrida”.
A este gran pensador mexicano se le consideró un liberal constitucionalista. Sus palabras parecieran resonar en estos tiempos de regresión al tiempo en que el sistema político mexicano se regía por el autoritarismo, la descalificación de los adversarios, la sumisión de los poderes, la compra de voluntades, el absolutismo y totalitarismo encarnado en un partido único al servicio del presidente en turno.
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