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Juventud y participación

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Opinión, por Luis Manuel Robles Naya //

La juventud siempre empuja, la juventud siempre vence y la salvación de España de su juventud depende”, Miguel Hernández. Esta estrofa contenida en el poema “Llamo a la juventud” del poeta Miguel Hernández, bien pudiera tener aplicación en el México de hoy.

Es claro que no es el tiempo ni la circunstancia en la que el poeta escribió su llamado, no hay una guerra civil como en su España, aunque sí hay bandos, formalmente descritos en cada conferencia matutina presidencial y sí, hay una disputa por el futuro de la república, obligando a decidir entre la supervivencia del régimen de derecho e instituciones o la instauración de un régimen autoritario y déspota para el que la ley es un estorbo y las instituciones obstáculo para sus pretensiones absolutistas.

Hoy la sangre que derrama nuestra juventud está contenida en la cifra escandalosa de desaparecidos y asesinados, mayormente jóvenes, en la lucha entre organizaciones criminales, y por ello, el llamado de Hernández se actualiza, no para solicitar a la juventud que ofrezca la vida por una causa sino para que, la pasión propia, característica de la edad, se encauce. En el trasfondo del poema, más allá de su vehemencia trágica, hay un llamado a la participación, al involucramiento comprometido con y por una causa, y por ello el tomarlo como analogía para esta colaboración.

El motivo surge por la concomitancia de dos sucesos: el primero por la aparición en el diario El Financiero de dos colaboraciones de Alejandro Moreno los días 17 y 24 de febrero con el tema de la cultura política basadas en encuestas de esa casa editorial; y el segundo al observar la participación en las concentraciones del domingo 26 de febrero convocadas para defender a una institución y a la Constitución.

En ambos casos, resalta la poca participación de los jóvenes, el escaso involucramiento en la política y en la definición de aspectos que definitivamente impactan e impactarán en su futuro inmediato. En general, los jóvenes son el gran déficit en la cultura participativa, tan necesaria hoy para consolidar un régimen de libertades y democracia, y para construir un mundo a su medida, un país para el siglo XXI que no puede existir mientras en el gobierno y en las esferas de decisión se mira hacia el pasado.

Es paradójico y debiera interesar a las nuevas generaciones, que seamos los mayores los que participemos más y tratemos de decidir lo que es mejor para las nuevas generaciones, y muchos lo hacemos con un criterio de herencia para hijos y nietos, pero no es suficiente.

Según el estudio de El Financiero, apenas un 30% de jóvenes participan en movimientos políticos, contra un 70% de los segmentos de mayor edad, y un 50% de los jóvenes no se siente orgulloso de participar en las elecciones.

Los adultos, especialmente los adultos mayores, vemos con alarma esa indiferencia y no concebimos que los jóvenes no tomen conciencia de que lo que se está definiendo en el sistema democrático mexicano, tiene más que ver con su futuro que con el nuestro y que se nieguen a ser ellos mismos los que diseñen el mundo en el que habrán de hacerse viejos.

Ver la escasa participación de jóvenes en las concentraciones a favor del INE desalienta, pero razonando un poco más podemos encontrar algunas justificaciones, como el hecho de que el segmento de jóvenes entre 18 y 30 años no fueron testigos de la manipulación electoral del gobierno en casi la totalidad del siglo XX, pues llevamos más de lo que va del siglo XXI con estabilidad política, fruto de comicios ciudadanizados, y de la profesionalización e independencia del organismo constituido para eso.

Para ellos, los jóvenes, esta no es una causa propia, aunque indirectamente lo sea por lo que significa que a la conducción de los gobiernos electos sigan llegando políticos que no los entienden y partidos que no los representan. En ellos no permea el discurso presidencial basado en el resentimiento, en el cobro de supuestos agravios por un, también supuesto, fraude electoral en su perjuicio, sucedido 16 años atrás. Ellos han vivido en la normalidad democrática y no alcanzan a dimensionar los efectos del retroceso propuesto.

Por ello, el rescate del llamado de Miguel Hernández, para motivar a la juventud a una mayor participación no solo para defender lo bueno que existe en el mundo actual, sino para que formen parte hoy de su propio mañana.

Está demostrado que no serán los partidos actuales los que los motiven; tendrán que ser sus propias causas, esas que no llevan ni a los partidos ni a los foros de debate por no sentirse representados, pero la participación no se pide, se arrebata, máxime cuando el mundo en el cual nacieron y se desarrollan está retrocediendo, por causa de un gobierno cerrado al diálogo y a la participación democrática, a etapas donde el autoritarismo decidía lo que debías creer, lo que debías ver y oír, lo que debías leer y a quien habías de elegir.

Es un mundo, una nación que los menores de 30 años no vieron ni padecieron y no deberían tener que padecerlo hoy. Por eso ahora como Miguel Hernández hay que hacer un llamado a la juventud.

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