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La presentación de parte del gabinete de Sheinbaum: Los elegidos, entre la lealtad y la capacidad

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Crónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco //

En un país acostumbrado a medir la valía de sus funcionarios por la devoción al líder supremo, los recientes nombramientos presidenciales marcan un punto de inflexión que pocos se atreverían a ignorar.

La presidenta electa, Claudia Sheinbaum, parece decidida a romper con la inercia de la lealtad ciega que caracterizó al gobierno saliente de Andrés Manuel López Obrador. Los signos de los primeros nombramientos indican un viraje hacia la competencia y la capacidad, relegando la fidelidad a un segundo plano.

El jueves, se desvelaron los nombres de seis funcionarios que asumirán puestos clave en el gabinete de Sheinbaum, y sus competencias son innegables. Las designaciones de Marcelo Ebrard en Economía y Juan Ramón de la Fuente en Relaciones Exteriores eran previsibles, casi inevitables.

Marcelo Ebrard, quien durante el mandato de López Obrador fue el rostro visible de las negociaciones con el gobierno de Donald Trump para evitar los aranceles a las exportaciones mexicanas, también se destacó en la gestión de la compra de vacunas contra el Covid-19 y las controvertidas pipas de Pemex, destinadas a combatir el desabasto de gasolina y el huachicol. Por cierto, estas últimas quedaron envueltas en un manto de misterio, sin resultados visibles.

Por otro lado, Juan Ramón de la Fuente finalmente obtiene el cargo que anheló durante esta administración. Tras la renuncia de Ebrard a la Cancillería, De la Fuente esperaba ser el sucesor natural, pero no fue así. Abandonó su puesto como embajador de México ante la ONU para unirse a la campaña de Sheinbaum, desempeñando un papel crucial en los foros temáticos y la transición.

Con su nueva responsabilidad, De la Fuente se enfrenta a varios desafíos urgentes:

Buscar la coherencia en la política exterior pues durante el sexenio de López Obrador, se ha faltado al respeto a los principios de la política exterior, oscilando entre la no intervención y la injerencia descarada en asuntos ajenos. Es necesario desideologizar las relaciones con América Latina, dejando de lado la perspectiva de una izquierda que no beneficia la diversidad de regímenes en la región. Hemos caído en la hipocresía al condonar violaciones de derechos humanos en países como El Salvador, Cuba, Venezuela y Nicaragua, mientras exigimos respeto para los mexicanos en Estados Unidos.

La relación con Estados Unidos requiere un reinicio en temas clave como migración, seguridad, narcotráfico y comercio. La revisión del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá es imperativa, especialmente en los apartados de energía e industria automotriz. Marcelo Ebrard, en su gestión, malinterpretó el concepto de negociación, cediendo ante burlas y humillaciones.

Las negociaciones con la Unión Europea, pues es prioritario reactivar el tratado de libre comercio y cooperación con la UE, estancado por problemas energéticos. Recuperar el terreno perdido en Europa diversificaría nuestras relaciones globales, olvidadas durante el sexenio de López Obrador.

La asesoría y el consejo, De la Fuente debe rodearse de miembros distinguidos del servicio exterior mexicano, desplazados desde los días de Ebrard. Nuestras embajadas y consulados deben volver a ser posiciones estratégicas para el crecimiento internacional, no premios de consolación.

En este panorama, se dibuja una esperanza renovada para México, donde por lo menos, hombres y mujeres, armados con su saber y experiencia, conducirán el país hacia un futuro más próspero y justo. La crónica de nuestro tiempo comienza a escribirse con trazos de esperanza y tal vez, por fin, de justicia.

EL DOBLE JUEGO DE MARCELO EBRARD

Lo cierto es que, la política mexicana siempre ha sido un terreno fértil para la ironía y el cinismo, y aunque la mayoría de los analistas u opinólogos políticos no quieran ahora escribir de esto, la verdad es que, pocas veces se había visto un caso tan paradigmático como el de Marcelo Ebrard. Recién llegado al Senado como plurinominal, Ebrard tendrá que pedir licencia para aceptar el cargo de secretario de Economía en el gabinete de Claudia Sheinbaum. Sí, la misma Sheinbaum a quien Ebrard acusó de fraude en la contienda interna por la candidatura presidencial de Morena.

Lo más preocupante no es solo la flexibilidad moral de Ebrard y su gran habilidad para la genuflexión que, le permiten estar dispuesto a doblarse hasta el suelo por un puesto, sino las implicaciones de su partida. Al dejar su escaño en el Senado, abre la puerta a su suplente, Emmanuel Reyes Carmona, conocido por su fidelidad a Naasón Joaquín García.

La relación de la 4T con La Luz del Mundo no es nueva. Martí Batres, actual jefe de Gobierno sustituto, no tuvo reparo en vestirse de gala para un homenaje a los líderes de esta iglesia en Bellas Artes. Pero lo de Ebrard sorprende por su descarada contradicción.

Es irónico, por decir lo menos, que Ebrard acepte unirse al gabinete de Sheinbaum después de haber descalificado públicamente su triunfo en las internas de Morena. Denunció una descarada operación de Estado en su favor, acusó escandalosos acarreos a sus mítines, la abundancia de mantas, lonas y bardas promoviendo su imagen, y el uso indiscriminado de programas sociales y de los llamados Siervos de la Nación. Incluso desconoció el resultado y amenazó con presentar pruebas al INE sobre el dispendio de recursos.

Ebrard fue la única «corcholata» que se negó a levantarle la mano a Sheinbaum, y advirtió que buscaría otra opción política, prometiendo estar en las boletas el 2 de junio. Sin embargo, ni se fue ni rechazó la candidatura a senador, y hoy celebra que lo hayan distinguido con la Secretaría de Economía. En política, se dice, hay que comer deshechos sin hacer gestos, y Marcelo es un vivo ejemplo.

Pero no es el único en esa situación. Ernestina Godoy, incapaz de reelegirse como fiscal de la CDMX, será la consejera jurídica de la Presidencia y dejará su escaño en el Senado a su suplente, Karen Castrejón, presidenta del Partido Verde.

La crítica es inevitable. La promesa de un cambio radical se ve empañada por los mismos vicios que se prometía erradicar. El cinismo político parece no tener límites en la 4T, y el futuro se vislumbra con más de lo mismo: poder a cualquier costo y lealtades cambiantes como el viento. Marcelo Ebrard, en su papel de sobreviviente político, es el ejemplo perfecto de cómo en política, los principios son flexibles y las promesas, efímeras.

En la narrativa de nuestra política, Ebrard se erige como un personaje tragicómico, un actor que, a pesar de sus palabras grandilocuentes y promesas de integridad, no puede evitar caer en las mismas trampas de las que acusa a sus adversarios. Mientras tanto, los mexicanos observan con escepticismo y desilusión, viendo cómo las viejas prácticas políticas se reciclan bajo nuevos nombres y promesas. La crónica de nuestro tiempo sigue siendo escrita con tintes de traición y desengaño, en un escenario donde la lealtad se vende al mejor postor y la capacidad se mide por la habilidad de navegar las turbulentas aguas de la política mexicana.

En X @DEPACHECO

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