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MUNDO

La revolución de octubre

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Opinión, por Miguel Ángel Anaya //

Se conoce como la Revolución de Octubre al movimiento ruso armado qué instauró el socialismo en aquel país en el año de 1917, dichos sucesos no ocurrieron en el mes de octubre, sino a inicios de noviembre, sin embargo, cuando se desencadenó todo, el imperio ruso utilizaba el calendario juliano y según ese almanaque, la fecha era 25 de octubre, no obstante, para occidente que utiliza el calendario gregoriano, la fecha era 7 de noviembre.

La revolución rusa tuvo como líder a Vladimir Lenin, fundador y líder del Partido Comunista, quien fue un estudiante destacado durante la secundaria pero que fue expulsado de la facultad de Derecho por encabezar reuniones estudiantiles secretas donde se proponían complots contra al imperio gobernante.

Cuando el mundo comenzó la Primera Guerra Mundial, Lenin vio la oportunidad de convertir (al menos en el discurso), una guerra entre naciones en una revolución de clases y así fue como en 1917 la insurgencia encabezada por Vladimir logró la abdicación del Zar Nicolás II y se instaló un gobierno provisional, para 1922 se consolidó la Unión Soviética y así inició el sistema comunista que gobernó durante décadas a aquel país.

Lo que siguió en la URSS es por todos conocido, después de la Segunda Guerra Mundial comenzó la llamada Guerra Fría que no fue sino un conflicto económico-ideológico para intentar demostrar que los zurdos eran mejores que los derechos y viceversa.

Entre los capítulos de la Guerra Fría qué fue ganada por Estados Unidos y el capitalismo encontraremos la llegada a la Luna, la “occidentalización” de América y algunos países de Europa, la creación y posterior derrumbe del muro de Berlín, etc. Al final la lección es que tanto el capitalismo como el comunismo tienen sus propios problemas, sin embargo, la pobreza y marginación se reproduce más y más rápido en los sistemas comunistas.

El mundo actual se configura de manera diferente. Estados Unidos sigue promoviendo el capitalismo, sin embargo, el gobierno mete más la mano con regulaciones sanitarias y de cuidado del medio ambiente, por su parte los países que se decían comunistas como Rusia o China hoy han entrado a una economía de mercado que les ha permitido crecer y sacar de la pobreza a millones de sus habitantes.

A pesar de que la Revolución Socialista se dio hace más de 100 años y de que las grandes potencias utilizan sistemas mixtos para llevar sus gobiernos y sus economías, en México seguimos atrapados en el discurso de izquierdas contra derechas, de liberales contra conservadores, de fifís contra chairos, etcétera. El mundo se configura de nuevas maneras y México sigue enredado en un discurso anacrónico que promueven algunos y que escuchan muchos.

El problema del discurso de la lucha de clases es que con la excusa de promover la conciencia social se difunde el rencor y se siembra la discordia, pues la idea no es crecer para que todos progresen, si no hundir al que está mejor, buscando la igualdad de pobreza y no la escalera de la superación.

Un ejemplo, para los años ochenta Rusia tenía un nivel de pobreza extrema y marginación cercano al 50% y en la China comunista rondaba el 80%, hoy, abriéndose al mundo, ambos países han reducido estos indicadores llegando al 9 y 10% de pobreza extrema respectivamente, no es lo ideal, pero se ha avanzado bastante.

Insisto, no hay sistema perfecto y los que han demostrado funcionar mejor son aquellos que son mixtos; si una enseñanza nos dejó la Revolución de Octubre es que el discurso de satanizar a las clases medias y altas, la intromisión de un partido totalitario y el uso de la fuerza pública contra los que piensan diferente deja estragos sociales y económicos que llevan años de reparar.

México está a tiempo de evitar los discursos radicales, de consensar, de buscar sistemas que generen riqueza y la distribuyan mejor desde la productividad, la tecnología y la inversión pública y privada, de construir un discurso de conciliación donde quepamos todos. La semana pasada mencioné que vivimos momentos históricos, es tiempo de que los líderes y las lideresas lo entiendan y se comporten como estadistas.

 

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