NACIONALES
PAN: En busca de una identidad
– Opinión, por Iván Arrazola
No es casual que la suerte que corra el Partido Acción Nacional (PAN) determine, en buena medida, el rumbo político del país en los próximos años. En medio de un contexto de alta polarización, desconfianza en las instituciones y desafección ciudadana, el PAN —uno de los partidos más antiguos del sistema político mexicano— enfrenta el reto de redefinirse para sobrevivir políticamente.
La cuestión central es si podrá reconstruir una identidad que le permita recuperar credibilidad, liderazgo y capacidad de competencia electoral.
Tras la derrota en las elecciones presidenciales de 2024, el proceso de reorganización interna ha sido complejo. El partido busca proyectar una nueva imagen de cara a los procesos electorales venideros, con la intención de presentarse como una alternativa viable frente al predominio de Morena.
En este contexto, causó gran expectación la presentación que se realizó en la Ciudad de México, donde se anunció el fin de las alianzas que caracterizaron al PAN en los dos últimos procesos federales.
Dichas coaliciones, lejos de fortalecerlo, derivaron en resultados desfavorables. Sin embargo, resulta evidente que, sin la suma de fuerzas opositoras, será difícil competir en un entorno dominado por un partido hegemónico.
Desde el gobierno, la presidenta Claudia Sheinbaum reaccionó con dureza al relanzamiento panista. En primer lugar, criticó el momento del anuncio, señalando que “podrían haber esperado quince días hasta que la emergencia se levantara; eso habla de su falta de sensibilidad”. Posteriormente, restó importancia a la renovación del partido al afirmar que “es en el mismo lugar y con la misma gente”.
Estas declaraciones reflejan una estrategia discursiva recurrente del régimen: usar las conferencias matutinas como plataforma de confrontación política. La presidenta combina su papel de jefa de Estado y de gobierno para descalificar a sus adversarios, mientras evita hacer autocrítica sobre los excesos o irregularidades dentro de su propio partido.
Una de las cartas que Acción Nacional ha puesto sobre la mesa es la posibilidad de una alianza con Movimiento Ciudadano (MC), dejando fuera al PRI. Aunque aún no hay acuerdo, esta eventual coalición sería estratégica para ambos partidos, especialmente considerando el crecimiento de MC a nivel nacional.
Sin embargo, la presidenta Sheinbaum ha desestimado la posibilidad, acusando a ambos de “querer lavarse la cara” y representar “los intereses del viejo régimen neoliberal”.
También ha criticado la incongruencia de MC al pretender unirse al PAN, calificando al partido naranja como una fuerza que “sigue representando a la vieja política”. En el fondo, lo que el oficialismo intenta es impedir que la oposición construya un frente competitivo; de ahí que le resulte funcional que cada partido camine por separado.
No obstante, el problema de Acción Nacional es más profundo. En el plano interno, existen contradicciones evidentes. Por ejemplo, mientras la dirigencia estatal de Nuevo León ha manifestado su intención de mantener alianza con el PRI para enfrentar a MC, liderazgos nacionales como Santiago Taboada han advertido que esa decisión debe tomarse desde la dirigencia nacional. Estas tensiones reflejan la falta de cohesión y de una estrategia unificada.
Por otro lado, el intento de “ciudadanizar” al partido mediante la apertura a candidaturas independientes, el registro a través de una aplicación móvil e incluso incentivos como rifas de celulares, ha generado más escepticismo que entusiasmo. Aunque también se ha planteado la implementación de elecciones primarias abiertas y encuestas para definir candidaturas, persisten dudas sobre la viabilidad y transparencia de estos mecanismos.
En el fondo, Acción Nacional enfrenta una crisis de liderazgo e identidad. Sus principales figuras e invitados especiales al evento —como Xóchitl Gálvez, Ricardo Anaya y Santiago Creel— representan el pasado reciente más que una renovación genuina. Si la “nueva etapa” del PAN aspira a tener credibilidad, deberá incorporar verdaderos cuadros jóvenes y rostros frescos que conecten con la ciudadanía, y no limitarse a una simulación mediática.
Asimismo, el partido requiere una postura más firme ante las decisiones del actual régimen. Su pasividad en momentos críticos, como la votación de la reforma judicial o la falta de una postura clara frente a casos de corrupción de administraciones panistas, como el de Genaro García Luna, ha debilitado su autoridad moral. Esa falta de autocrítica impide al PAN reconstruir la confianza ciudadana que perdió durante sus años de gobierno.
Más allá de cambios cosméticos, el PAN necesita una renovación profunda que vaya más allá del discurso. Si realmente busca recuperar su papel como contrapeso político, debe asumir un compromiso ético serio con la transparencia, la rendición de cuentas y la redefinición de su ideario.
El lema “Patria, familia y libertad” solo cobrará sentido si el partido logra explicar qué valores y propuestas concretas lo sustentan en el México del siglo XXI. De lo contrario, su destino será volver a ser una oposición testimonial, irrelevante en las decisiones que marcarán el futuro del país.
