NACIONALES
Paradoja

Opinión, por Luis Manuel Robles Naya //
Una dictadura perfecta tendría la apariencia de una democracia, pero sería básicamente una prisión sin muros en la que los presos ni siquiera soñarían con escapar. Sería esencialmente un sistema de esclavitud, en el que, gracias al consumo y al entretenimiento, los esclavos amarían su servidumbre.
ALDOUS HUXLEY, UN MUNDO FELIZ
En México estamos viviendo una gran paradoja. Cada acto de gobierno encierra una, el propio gobierno se ha vuelto una paradoja de sí mismo. El titular del poder ejecutivo, que juró cumplir y hacer cumplir la Constitución, que afirmó que todo por la razón y el derecho, ahora afirma que ante la ley primero la justicia, su muy particular concepto de lo justo.
Un gobierno que se ostenta como demócrata se empeña en acosar a las instituciones democráticas que aplican la ley y que no se pliegan a sus decisiones políticas, que utiliza la acepción abstracta de pueblo para referirse al tercio de votantes que lo eligió ignorando al resto, que opina que sean las encuestas y no la ley las que orienten las decisiones de los tribunales, simplemente no es gobierno, es un partidario.
La gran paradoja de este gobierno, es que se reputa como demócrata sin serlo, como incorruptible pero corrupto, como austero pero despilfarrador, como defensor de los pobres pero destructor del sistema diseñado para servirles, preocupado por los vulnerables pero desarticulador de los institutos y organismos que los asisten.
Puntualicemos; para este gobierno hay democracia si las instituciones favorecen a sus designios, poco importa que el INE haya validado la conducta correcta de trece de los candidatos de su partido a gubernaturas estatales, si otros dos, por violar dolosamente la ley evitaron informar el origen del financiamiento de sus campañas y fueron sancionados.
La actuación del INE, que supervisó y validó las precampañas no solo de los aspirantes a gubernaturas sino de todos los participantes en la más grande jornada electoral, merece ser descalificada y satanizada, solo por aplicar estrictamente la ley a dos de sus preferidos.
Este gobierno se dice incorruptible, pero el 75% de sus compras y asignaciones de obra se han hecho por adjudicación directa y las instituciones para combatir y prevenir la corrupción son ignoradas, dejadas sin presupuesto e inoperantes. La renuencia a entregar información y el ataque constante al Instituto de Acceso a la Información, evidencian su falta de transparencia.
Presume austeridad vendiendo aviones y camionetas, reduciendo presupuesto y eliminando organismos y programas, pero despilfarra recursos cancelando obras por las que tiene que pagar onerosas compensaciones, no atiende la enorme fuga que representa la falta de supervisión y deficientes reglas de operación de programas como Sembrando Vida o los dedicados a jóvenes, madres solteras y becas, que son el distintivo de esta administración y han sido observados por la Auditoría Superior de la Federación. El propio CONEVAL ha reportado enormes fallas tanto en su implementación como en la falta de resultados.
Es incomprensible, o paradójico, para seguir con la línea del título, que la atención a los pobres tenga como ruta principal la donación de dinero, mientras se cancelan las vías para el ascenso social y la disminución de la desigualdad por el esfuerzo productivo. La pobreza solo puede ser combatida con el crecimiento, con la generación de riqueza para ser distribuida por las dos únicas vías factibles, el gobierno y el mercado. Lo incomprensible es que la política asistencial derive en una utilización política clasista y maniquea en la que ser pobre es sinónimo de justo y ser rico de todo lo contrario.
La paradoja del régimen es que no es tal. Es la voluntad de un solo hombre imponiendo sus convicciones, con la utilización perversa de las herramientas del poder. Nadie que se oponga a sus designios escapa del escrutinio de sus armas preferidas. El SAT, la Unidad de Inteligencia Financiera, la “autónoma” Fiscalía General de la República, la Cámara de Diputados y la Secretaría de la Función Pública, son la nueva inquisición.
Una esperanza ha dado el poder judicial la semana anterior con sus fallos apegados a la ley en el tema electoral, pero una golondrina no hace verano y pudo haber sido solamente una muestra de independencia para legitimar futuras decisiones. Recordemos que todas las reformas impulsadas que han sido aprobadas por el poder legislativo, “sin cambiarles ni una coma”, aún se encuentran sin resolver en la máxima instancia. La colonización del poder judicial sigue su curso y falta aún ver si realmente se evitará que en la Corte mande un presidente “carnal” a modo.
El gobierno se ahoga en sus propias contradicciones y paradójicamente, ha sido un miembro distinguido del partido en el poder, Porfirio Muñoz Ledo, el que se ha encargado de señalarlas. Y tenía que ser él, uno de ellos, ahora marginado por su partido, el que evidenciara la arrogante soberbia del presidente y su partido para los cuales, no existe ley ni tribunales justos si no se pliegan a sus deseos.
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Estabilidad, el lujo que no conocimos

-Opinión, por Miguel Anaya
Para quienes nacimos entre los ochenta tardíos y los noventa, el concepto de “normalidad” es un espejismo. Nuestra historia reciente es una sucesión de sacudidas que no nos han dado tregua, como si la vida viniera con un manual de supervivencia en lugar de un plan de futuro.
El primer golpe llegó en 1994. Ese año se acabó la sensación de seguridad y estabilidad de la mayoría, pues el asesinato del candidato presidencial más carismático de los últimos años evaporó esas ideas; por si fuera poco, la crisis de diciembre de aquel año dinamitó las aspiraciones de toda una generación de padres que habían creído en el progreso económico sostenido.
El famoso “Efecto Tequila” qué duró todo 1995 y más, no solo devaluó el peso, también sembró una lección que no hemos olvidado: todo lo que crees seguro puede desplomarse en cuestión de días.
Apenas nos recuperábamos del mareo financiero, y en 2001, las Torres Gemelas cayeron en un ataque que cambió para siempre la forma en que el mundo se mueve. A partir de ahí, cruzar fronteras dejó de ser un trámite burocrático y se volvió un acto de sospecha perpetua. La globalización siguió, pero ahora con miedo incluido.
En México, 2008 marcó un punto de no retorno. El gobierno federal declaró la guerra contra el narcotráfico, y la violencia dejó de ser un tema lejano para instalarse en la vida diaria; 17 años han pasado… Ese mismo año, el colapso de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos arrastró a la economía mundial, cancelando proyectos, empleos y certezas. Los titulares no daban descanso: el virus AH1N1 llegó al país en 2009 para recordarnos que también las pandemias estaban en el menú.
Los años siguientes fueron una mezcla de balaceras, fosas, secuestros, recesiones, desplomes del petróleo y la sensación permanente de que “ahora sí tocamos fondo”, hasta que el COVID-19 demostró que siempre puede haber un sótano más profundo. Dos años de pandemia dejaron más que pérdidas humanas: apagaron planes, aceleraron migraciones, y nos hicieron replantear qué significa vivir, trabajar y relacionarnos.
Por si fuera poco, al tablero global se sumó la guerra comercial entre Estados Unidos y China, que, aunque parezca lejana, golpea nuestros bolsillos cada vez que sube el precio de un teléfono, chip o de una pieza de maquinaria.
El resultado de todo esto es una generación, y la que viene detrás, sin aspiraciones a largo plazo, porque el largo plazo no existe. La casa propia es una quimera, la jubilación un chiste cruel, y los hijos una decisión que se posterga indefinidamente. Los valores han cambiado: el ahorro cede ante la idea de la inmediatez, la estabilidad ante la necesidad de adaptación constante y el patriotismo ante la globalización.
Construir un país requiere una visión colectiva que piense en proyectos para las próximas décadas, pero ¿cómo pedirla a quienes han vivido en estado de emergencia desde que tienen memoria? La consecuencia más peligrosa no es solo la falta de propiedad o estabilidad: es que hemos normalizado vivir al día, y un país que vive al día, también envejece al día.
Los millenials y la generación Z no son el futuro, son el presente. Un presente que dejó de pensar en prospectiva, en grandes proyectos, absorbido por la inmediatez, la escasez y el muy bajo sentido de pertenencia.
Quizá la verdadera tragedia no es la guerra e incertidumbre que hemos vivido de manera continua, sino que ya no sabemos imaginar un tiempo de paz y estabilidad. Quizá el verdadero reto es convencer a estas generaciones de que vale la pena imaginar, luchar y trabajar por un país de estabilidad y progreso, idea que, al día de hoy, parece una entelequia.
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La eterna lucha intestina

-Conciencia con Texto, por José Carlos Legaspi Íñiguez
¿La lucha intestina en Morena es para aplicar los principios e ideales de la 4T, para retomar el rumbo que sirvió de estandarte para acceder al poder? ¿Acaso es una pugna entre malos y buenos? ¿Es solamente un reacomodo de las calabazas, una vez que la carreta va caminando?
Siempre es lo mismo. Cuando el PRI mandaba, los que perdían la contienda presidencial, por ejemplo, trataban de evitar el principal castigo: la banca; pero la banca donde no había sueldo, presupuesto ni negocios con el gobierno en turno. A la menor provocación, los “extraviados” renunciaban a sus lealtades y se sumaban ipso facto al carro del triunfador. A veces se les levantaba el castigo; otras veces sufrían el infierno de “vivir en el error”.
Lo usual era que el régimen que llegaba nuevo en cada sexenio trataba de borrar todo lo que su antecesor había hecho: bueno o malo. Usaban lo peor de los antecesores, como bandera para desprestigiar.
Los priistas eran feroces en esos lances. Eran caníbales despiadados. Eran sus reglas del juego. Llegaron los panistas al poder. Los “tradicionales” fueron hechos a un lado por los “pragmáticos” que se metieron como la humedad al partido hasta hacer desaparecer, casi, a los idealistas opositores de siempre.
Los neopanistas de alguna manera repitieron lo que los priistas dejaron como impronta. Los blanquiazules se hicieron al lado de quienes detentaron el poder; dejaron principios e ideales en sus discursos y se alinearon con quienes repartieron puestos públicos, diputaciones, senadurías y… negocios.
Es decir, esto que se ve en Morena es la misma película que se ha proyectado desde los tiempos de Obregón, al que le impidieron reelegirse de manera contundente.
Plutarco Elías Calles, más sagaz que don Álvaro, puso presidentes a modo para seguir gobernando, hasta que Lázaro Cárdenas desmanteló su red de poder que incluía diputados, gobernadores, senadores, jefes de cuarteles militares.
A algunos se les compró su lealtad, a otros hubo que amenazarlos; también hubo violencia contra los más callistas. Al final, cuando El Turco fue enviado como paquete exprés a Los Ángeles, California, surgió la “unidad patriótica” en torno al Tlatoani en el poder.
Esa estrategia se repitió, parece que se sigue repitiendo, con priistas, panistas, perredistas, porque es parte del sistema político que se implementó en México desde que la Revolución se bajó del caballo.
Para consuelo de muchos, no solo en nuestra nación se estilan estas guerras intestinas. Países de todo el orbe pueden dar testimonio de las maneras poco éticas, inmorales, también, de comprar o agenciarse ideologías, militantes y voluntades populares por parte de quienes detentan el poder.
En Morena subsiste el caciquismo. Es innegable que la influencia de AMLO rige la agenda política de la 4T. Tanto por su habilidad para maniobrar política, social y mediáticamente, como por los favores que sus allegados y seguidores le deben. (une más la complicidad que la sangre).
Quien piense que será fácil que el Peje se vaya a casita a darle pan a las palomas, no sabe el grado de maquiavelismo de López Obrador.
Los “golpes” hacia lopezobradoristas connotados (Alfonso Romo Garza, de Vector, su hijo Andy, Adán Augusto y los dilapidadores Monreal, Mario Delgado Carrillo, damas y caballeros con ropa y gadgets de costo millonario y…el infaltable, Fernández Noroña) más los “trapos sucios” que se acumulen en las próximas semanas darán un panorama sobre cómo los neomorenistas tratan de deshacerse de los “conservadores” (los que quieren conservar poder y prebendas allende su sexenio).
Nadie sabe en qué van a parar estas luchas intestinas. Lo que es evidente aún para los más cegatones, es que Morena se debate en una encrucijada: siguen bajo la “tutela” del máximo líder de la transformación o se impone el estilo personal de gobernar de la presidente y su grupo político.
¿Hasta qué punto serán determinantes los “cantos gregorianos” de los Chapitos, el Mayo Zambada y demás “cantantes” que den otros datos a quienes les están “soplando” anomalías a quienes tienen la responsabilidad de conducir a México?
Por lo pronto, no se asuste si de repente los acérrimos lopezobradoristas se lanzan en contra de su “líder moral”; o que surjan “corrientes” dentro del partido, llevando como bandera la ortodoxia de la que se ha desviado la 4T.
Cómo maniobren política y socialmente quienes buscan sacudirse la tutela tabasqueña; cómo y con qué “seduzcan” a los indecisos; cómo les hagan manita de puerco a los “ultra pejistas” y cómo se justifique ante la opinión pública hacer a un lado al tótem, será lo que pueda cambiar los modos y maneras o… dejar seguir la Cuarta Transformación según el plan original de la efigie morenista.
Así que, se advierten nuevas revelaciones no muy agradables de personajes de Morena. El contraataque no se hará esperar. La pax romana que supondría el continuismo de la 4T está por quebrarse. ¿Lograrán superar sus notables diferencias los pejistas y neomorenistas? ¿Habrá depuración de elementos vía jubilación,” expulsación” o exposición de ciertos excesos contrarios a la propaganda morenista de austeridad, honradez e integridad?
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La letra pequeña

-Opinión, por Luis Manuel Robles Naya
Después de la llamada entre los presidentes Claudia Sheinbaum y Donald Trump que logró una nueva prórroga para la entrada en vigor de aranceles generalizados, la comunicación oficial resalta que no aumentan las tarifas, que se salvaguarda el TMEC y se dan 90 días más para un acuerdo de más largo plazo, así como la hábil política de “cabeza fría” y prudencia que ha mantenido la parte mexicana.
El énfasis en resaltar la extensión por 90 días para la entrada en vigor de los aranceles y la utilidad de ese espacio para continuar con las negociaciones, sin decir cuáles, resulta extraño si la víspera Marcelo Ebrard dijo que se había hecho todo lo que se tenía que hacer.
Debiéramos entender entonces que habrían resultado temas nuevos en la llamada telefónica que tendrían que negociarse, pero eso no es explícito en el comunicado mexicano.
Otra cosa es lo comunicado por el lado estadounidense, que destaca el compromiso del gobierno mexicano para remover las barreras no arancelarias. No habla de negociaciones, da por hecho el acuerdo en un tema que no aparece en el comunicado mexicano, que lo elude.
Las barreras no arancelarias son las restricciones comerciales que establecen los gobiernos para controlar y evitar, en su caso, el flujo de bienes o servicios provenientes del exterior, por ejemplo, normas técnicas, cuotas de importación, regulaciones fitosanitarias, límites a la inversión extranjera, etc.
Muchas de estas regulaciones ya están contempladas en el TMEC solo respecto de los temas y productos y servicios que lo integran; sin embargo, el gobierno de los EUA no se está refiriendo a ellas en su comunicado, sino a la TOTALIDAD de las barreras no arancelarias existentes muchas impuestas en el sexenio anterior.
Nada informa el gobierno mexicano sobre los litigios y arbitrajes que por violaciones al TMEC han interpuesto empresas internacionales a resultas de las determinaciones de AMLO ante organismos internacionales, y seguramente tampoco habrá de informar sobre lo que se acuerde en las negociaciones convenidas en la conversación telefónica de los presidentes.
Claudia Sheinbaum ha hablado solamente de un acuerdo en materia de seguridad, desviando la atención sobre el tema económico y recalca cuatro ambiguos puntos: Respeto a la soberanía; respeto a la integridad territorial; confianza mutua y colaboración y cooperación.
Es claro que eso sirve para la retórica nacionalista, abonando a la imagen presidencial, pero minimiza el tema de las barreras no arancelarias, por el que habrá que hacer concesiones que vulneran ese nacionalismo y soberanía.
La política de fortalecimiento para Pemex, recientemente dada a conocer, ya incluye veladamente la intención de dar marcha atrás a determinaciones como la prohibición del fracking para la extracción de gas, lo que fuera satanizado por AMLO.
Las condiciones impuestas por el gobierno estadounidense con el tema de las barreras no arancelarias implican rectificar decisiones tomadas en el sexenio anterior que obligan a que la presidente haga gala de funambulismo político y maneje con más prudencia la palabra soberanía.
Podemos decir que el voluntarismo de Donald Trump impulsó este acuerdo y obligó a la presidente Sheinbaum a aceptarlo, pero hay algo que seguramente nuestros secretarios de relaciones exteriores y de comercio, así como los asesores presidenciales (si los tiene), no ignoran, y si lo hacen, pecan de ligereza en su aproximación al problema.
A diferencia de lo que sucedió en México el sexenio anterior, las condiciones que impuso Trump no son caprichos ni ocurrencias. Estados Unidos quiere fortalecer su predominio comercial ante la amenazante y creciente presencia China. Voces en el Congreso de EEUU e instituciones respetables han trazado acciones y rutas que Trump está siguiendo.
El “Project 2025’s Mandate for Leadership: The Conservative Promise”, preparado por la Heritage Foundation, establece como prioridad eliminar barreras que evitan el acceso en el extranjero a productos estadounidenses, tales como las impuestas por el gobierno mexicano a la importación de maíz y otros referentes a los biotecnológicos en el sector agropecuario, sin excluir al sector energético, al de los biológicos y medicinas y productos estratégicos como el litio.
Es una política de interés nacional que Trump está siguiendo y en la cual no habrá la flexibilidad que el gobierno mexicano espera.
Creo que la cabeza fría y la prudencia tendrán que manejarse también al interior de nuestro país pues cada barrera eliminada en sectores económicos estratégicos afecta al discurso nacionalista de la 4T, de por sí ya tachado de incongruente en su prédica de austeridad, lo que poco a poco desdibuja la cara del movimiento.
En los hechos, las barreras no arancelarias resultaron ser la letra pequeña en el acuerdo comunicado por el gobierno mexicano, letra pequeña para nosotros, pero no para Trump que sigue avanzando en su objetivo de mejorar los ingresos y fortalecer la hegemonía comercial de su país.