NACIONALES
Partidos que no entienden

Opinión, por Luis Manuel Robles Naya //
Casi concluida la temporada electoral, todos los partidos políticos, salvo los que pierden el registro, se declaran ganadores. Festejan victorias pírricas; Morena porque logró aumentar su presencia territorial con 11 gubernaturas, mientras la alianza opositora celebra el haber impedido que el partido en el gobierno alcanzara mayoría calificada incrementando el número de curules alcanzadas.
Pero, más allá del equilibrio de fuerzas y de las expresiones numéricas, es evidente que lo que se pierde es calidad en la arena política mexicana. Circunscrita a ser el escenario para la disputa feroz por el poder, es notorio el escaso interés por el ciudadano y la miseria ideológica de las dirigencias partidistas.
En la reciente elección la contienda se convirtió en un referéndum gubernamental y las fuerzas se alinearon a favor o en contra del proyecto presidencial. Triste papel el desempeñado por esa alianza opositora, unida en el papel, desunida en la tierra, dedicada a luchar contra la propuesta gubernamental, sin articular otra propia, sólida y compartida. En su pobreza intelectual capitalizan el voto del descontento, lucran con el error del contrario y no con su propio acierto. Hoy se disponen a ser una fuerza opositora, uniendo sus debilidades, dispuestos a la concertación si se aviene a sus intereses, sin presentar alternativas propias.
Los resultados no deben servir para el autoengaño, en términos reales solo Movimiento Ciudadano crece en 3 puntos respecto a 2018, Morena en cambio, perdió 3 puntos, el PAN obtuvo 0.3, y el PRI creció 1.3 su votación y eso les basta para declararse triunfadores y ufanarse de haber impedido el crecimiento del autoritarismo y restablecer el equilibrio de poderes.
No hay motivo para esa complacencia, los instrumentos del poder dentro de la cámara siguen en manos del partido del gobierno y la alianza legislativa que formaron recientemente, como prolongación de la electoral, es tan frágil como fuerte es su vocación por el poder y el privilegio de sus intereses. Inmersos como están, los partidos y sus dirigencias en la disputa por espacios de poder, han perdido la capacidad y el interés de analizar el resultado.
La conclusión es evidente, el electorado quiere la transformación tanto como rechaza la imposición como método y busca el equilibrio. Insistir en la polarización, en la exacerbación de las diferencias y evadir las coincidencias, nulifica las posibilidades de construir condiciones de crecimiento y desarrollo social.
El escenario que se avizora no abona a la necesidad de encontrar una opción que reconcilie al país, que no siga ni se solidifique el muro construido con la explotación de la desigualdad y el discurso del rencor social que privó en la reciente elección. Es necesario reconocer que el proyecto gubernamental de transformación está mal diseñado e instrumentado, que las políticas asistenciales y de bienestar son insuficientes, sufren de inmediatismo y están contaminadas por la rentabilidad electoral. Que carece de soportes firmes para el desarrollo futuro y que solo ajusta para hacer llevadera la precariedad económica de los más vulnerables, pero no para elevar sus niveles reales de bienestar y favorecer el ascenso social, la mejoría del ingreso por la seguridad del empleo y la igualdad del salario.
Las manifestaciones triunfalistas, tras la elección, revelan la mezquindad que priva en la política actual y la incapacidad de los partidos y del gobierno, de interpretar y acatar la voluntad ciudadana, necesitada hoy más que nunca, de que las fuerzas políticas, sociales y económicas construyan un proyecto incluyente y viable de transformación con equilibrio social, donde no se priorice a un segmento sobre otros.
No es acicateando el miedo a la transformación como se avanza, como tampoco el hacer diferenciaciones clasistas. Tampoco es transformación la destrucción de lo construido ni las vueltas al pasado. El país requiere una perspectiva diferente que solo puede ser alcanzada cambiando la visión absolutista de los triunfadores; perpetuar la contienda electoral sin analizar y entender los resultados profundos, la voluntad popular detrás de los números, es negarse a la posibilidad de un acuerdo nacional con una perspectiva general, ni sectaria ni dogmática, simplemente consensada y compartida.
Es tiempo no de declaraciones triunfalistas sino de reconocer que nadie logró nada por sus aciertos. El gobierno perdió a la clase media por los errores del presidente y su discurso sectario, y los partidos de oposición ganaron unas cuantas curules y perdieron la oportunidad de presentar al electorado una propuesta diferente al encono del rencor y el aprovechamiento del mal humor social.
México merece más, el electorado lo está afirmando en las urnas, quiere una transformación con equilibrio, quiere fuerzas políticas capaces de ponerse de acuerdo en lo esencial y no solo bandos escenificando pleitos de taberna en el congreso nacional.
Urge que las fuerzas políticas se reinventen, que entiendan que el electorado eligió seguir con la transformación pero con matices, que no les dio más que la oportunidad de que dialoguen y encuentren puntos de convergencia. Decir que ganaron es autocomplacencia que solo habrá de llevarlos a perder la poca confianza que aún tienen los ciudadanos en su representatividad.
MUNDO
Rechaza ser deportado Hernán Bermúdez Requena de Paraguay

– Por Francisco Junco
Hernán Bermúdez Requena, el ex secretario de Seguridad Pública, nombrado por el entonces Gobernador de Tabasco, Adán Augusto López, ahora senador de la República, rechazó ser extraditado a México.
Durante la audiencia inicial, donde un juez dictó prisión preventiva, se le ofreció la extradición voluntaria, pero Bermúdez Requena, presunto líder del cartel de “La Barredora”, no aceptó.
Ahora se iniciará un proceso ordinario, que podría tardar hasta 60 días, en tanto, Bermúdez Requena, continuará bajo la custodia de la Secretaría Nacional Antidrogas de Paraguay.
En tanto, en México se informó que la Fiscalía General de la República ya presentó la solicitud de extradición contra Hernán Bermúdez Requena al gobierno guaraní.
“El Abuelo” o “El Comandante H”, como se le conoce al exfuncionario del gobierno del morenista Adán Augusto López en Tabasco, e identificado como el presunto líder del Cártel de “La Barredora”, fue detenido la madrugada del sábado, en Paraguay, en una residencia ubicada en la zona exclusiva de Marino Roque Alonso, donde permanecía escondido.
Este fin de semana, el presidente Santiago Peña, dio a conocer, en un pequeño video de 45 segundos, cómo fue el arresto de Bermúdez Requena.
En las imágenes, primero se ven aspectos de la residencia, se ve cómo las fuerzas especiales, revisaron la finca y derribaron la puerta, suben una escalera y someten a ex secretario de seguridad, lo encañonaron y lo tiraron al suelo, donde lo tenían sometido, bocabajo y un elemento le pone un pie en la espalda.
Después, el presunto líder de La Barredora, quien cuenta con una ficha roja activa de la Interpol, aparece sentado en un sillón con ropa deportiva, pelo más largo y canoso, barba larga.
Cuenta con una orden de captura en México por asociación delictuosa, extorsión y secuestro exprés.
En el video, se muestra que en la residencia, donde permanecía escondido, había fajos de dólares y guaraníes, moneda uruguaya, así como joyas, tarjetas bancarias, identificaciones y una camioneta de alta gama.
Manuel Doltane, titular de Asuntos Internacionales de la Fiscalía de Paraguay, reveló que Bermúdez, entró de manera ilegal al país.
Y es que en febrero de este año, después de hacer pública la orden de aprehensión en su contra, el ex funcionario estatal huyó del país.
De acuerdo con las autoridades, viajó primero a Panamá, después a España, más tarde a Brasil, para terminar en Paraguay.
En medios locales del país sudamericano, como el diario ABC, informaron que la detención del ex funcionario de Adán Augusto López, se logró, gracias a que en el mes de julio se detuvo a Gerardo Bermúdez Arreola, sobrino del presunto líder de “La Barredora”.
NACIONALES
Se rasga bandera gigante en Guanajuato

– Por Francisco Junco
En la explanada del Congreso del Estado de Guanajuato, donde se conmemoraba el inicio de la Independencia, la gigantesca bandera monumental que suele ondear con orgullo se desgarró mientras era izada.
Una ráfaga de viento tensó la tela y provocó la primera rasgadura cerca del mástil; segundos después, otra bocanada de aire convirtió el estandarte en un lienzo vulnerable que cedió completamente ante la fuerza de la naturaleza.
El sonido seco del desgarre y el movimiento incontrolable de la bandera detuvieron por un instante el ritmo del acto cívico. Entre los asistentes se percibió un silencio respetuoso, mientras manos ágiles trataban de recuperar la tela antes de que tocara el suelo, consciente de que cualquier contacto con el pavimento sería una falta a la dignidad del símbolo nacional.
El protocolo indica que una bandera monumental dañada no debe desecharse ni manipularse de manera cualquiera. La norma establece que su retiro se realiza mediante una ceremonia solemne de incineración, un acto respetuoso que mantiene la dignidad del lábaro patrio, además de que su manejo está bajo la supervisión de autoridades competentes, como la Sedena.
La Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales, junto con normativas estatales, recuerda que la enseña no debe alterarse ni tocar el suelo.
Por ello, las autoridades presentes aseguraron que la bandera sería tratada siguiendo los procedimientos oficiales, garantizando que el símbolo nacional continúe recibiendo el respeto que merece incluso al final de su vida útil.
Al concluir la ceremonia, el acto continuó sin la bandera en el asta, pero con la certeza de que la experiencia sirve como lección: proteger los símbolos requiere previsión, cuidado técnico y respeto por la ley.
Cuando la próxima bandera monumental vuelva a ondear, su imagen será recordatorio de que los colores que representan a México merecen siempre una custodia digna.
JALISCO
Más de 3 mil 200 marcas de tequila dan sabor a las fiestas patrias

– Por Francisco Junco
En el marco de las celebraciones de septiembre, el tequila se convierte en protagonista indiscutible de la mesa mexicana. No solo es la bebida nacional por excelencia, sino un emblema de identidad, cultura y tradición que representa a México ante el mundo con la fuerza de su historia y el sabor de su tierra.
De acuerdo con cifras del Consejo Regulador del Tequila (CRT), actualmente existen 3 mil 211 marcas registradas, vinculadas a 213 productores autorizados, lo que demuestra la amplitud y versatilidad de esta bebida que acompaña con orgullo a la gastronomía nacional.
“De esta agroindustria tequilera dependen más de 100 mil familias; hoy es un producto que se comercializa en más de 120 países y, por supuesto, está sujeto a un cumplimiento normativo muy minucioso. Cada gota es inspeccionada, certificada y analizada por el Consejo Regulador del Tequila”, destacó María Bertha Becerra, responsable de aseguramiento de producto terminado en el CRT.
El recorrido del tequila es también una historia de manos mexicanas. Desde los campos de agave azul, pasando por las destilerías, envasadoras y centros de distribución, miles de trabajadores imprimen tradición, conocimiento y pasión en cada etapa de su producción.
“Tenemos cinco clases: blanco, joven, reposado, añejo y extra añejo, además de dos categorías: tequila y tequila 100% de agave”, explicó Becerra, al recordar la diversidad que ofrece esta bebida reconocida como la primera Denominación de Origen de México.
Además de ser un símbolo, es una de las bebidas más reguladas del planeta. Desde 1994, el CRT supervisa cada fase de su producción conforme a la Norma Oficial Mexicana NOM-006-SCFI-2012, garantizando calidad y autenticidad en cada botella que se consume dentro y fuera del país.
Con más de 200 municipios protegidos por la Denominación de Origen, repartidos entre Jalisco, Michoacán, Tamaulipas, Nayarit y Guanajuato, el tequila es mucho más que un acompañante de las fiestas patrias: es el espíritu de México que une a generaciones y brinda al mundo un motivo más para decir: ¡Qué viva México y qué viva el tequila!