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NACIONALES

Plan Sonora para explotar el litio: Biden, López Obrador y Trudeau, un análisis sobre la cumbre

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

Del 9 al 11 de enero tuvo lugar en nuestro país la décima edición de la Cumbre de Líderes de América del Norte que unió y sentó en una misma mesa a López Obrador, Biden y Justin Trudeau, esto con la finalidad de que los mandatarios pudieran concretar acuerdos benéficos para sus respectivas naciones.

No obstante, aunque los acuerdos fueron bastante interesantes, es necesario señalar que también se requerirá de mucha voluntad política por parte de todos los involucrados para hacerlos valer y así evitar que estos no terminen en letra muerta producto de un simple evento que no llegó a más que una simple cortesía política y diplomática con nuestros vecinos.

¿Qué temas se abordaron en la cumbre?

En primera instancia se abordaron temas relacionados con los derechos humanos, conversaciones que dieron como resultado la Declaración de Justicia e Igualdad entre México, Canadá y Estados Unidos.

Con esta declaración, lo que se procura es generar mayores condiciones de acceso a la justicia sin distinción alguna, tema en el que claramente es México el país que tiene una deuda más grande que nuestros vecinos.

Aunado a esto, con la declaración los tres países suman sus voluntades en la lucha contra el racismo que existe, especialmente frente a todas las comunidades indígenas y/o grupos autóctonos en la región, grupos cuyas historias suelen estar rodeadas de discriminación y segregación sistemática.

En segundo lugar, este evento también sirvió como foro para que los tres mandatarios limaran asperezas en temas de carácter tanto económico como energético, priorizando su relación como bloque económico, pero también mandando un mensaje de unión y de ánimos de colaboración para explotar las cualidades da cada una de sus economías, esto en bien de la región.

Referente a este tema, lejos de las opiniones fatídicas y derrotistas que se pueden leer en algunos medios, es necesario destacar la voluntad de las tres naciones de llegar a acuerdos económicos, sobre todo cuando la recesión económica acecha los mercados.

Debemos recordar que, en un contexto de crisis económica, la unión, el dialogo y los acuerdos claros pueden ser lo que nos separe de tocar fondo.

En ese orden de ideas, el Plan Sonora resulta alentador, ya que a través de este plan, se plantea la explotación de litio a partir de un crédito dado por Estados Unidos con facilidades de 48 mil millones de dólares y el equipo necesario para su explotación, esto con la intención de fomentar la industria de explotación del litio, esto apuntando a la electromovilidad y para así tratar de convertir a los autos eléctricos en una herramienta más asequible, esto de tal forma que nos permita refrendar compromisos en materia ambiental.

Ahora bien, aunque esto puede incentivar la economía en nuestro país deberemos de tener mucho cuidado y en lo que respecta a la oposición, ésta deberá convertirse en una gran fiscalizadora, ya que hoy más que nunca y estando tan cerca de dos procesos electorales, es necesario garantizar que los recursos en potencia serán empleados para el fin para el cual fueron otorgados.

Sin embargo, no creo que todos los temas de conversación tocados durante esta cumbre hayan sido abordados con mucha diplomacia, ya que más allá del tema económico y energético, el enorme elefante blanco en la habitación se encuentra en los temas relacionados con la seguridad, mismos que han sido los causantes de los momentos más álgidos de la relación entre México y Estados Unidos, especialmente después de que nuestro país anunciara la contratación de una empresa ligada al gobierno chino para vigilar la frontera, tema en el que el Gobierno de Joe Biden bajo ninguna circunstancia puede ser permisivo.

Para contrarrestar esto, Joe Biden propuso un proyecto de innovación tecnológica en la frontera para poder tener más supervisión sobre todo lo que entra y sale de su frontera con México, específicamente lo relacionado con el fentanilo, droga sintética cuyo principal control proviene de China quien trafica con ella y que se ha convertido en el objeto de deseo del crimen organizado y también de organizaciones terroristas, razón principal por la cual Estados Unidos tiene un especial interés en el tema al considerarlo de seguridad nacional.

Dicho esto, en un balance general, tal y como lo comenté al principio, para hacer valer estos acuerdos, hará falta voluntad política, pero esto no solamente implica la voluntad de alguna de las partes para cumplir, sino también la voluntad de alguna de las partes de no desviarse del camino.

En ese sentido, esta cumbre fue una probadita para México de todo lo que puede salir bien, siempre y cuando se mantengan del lado de América del Norte y no volteen a ver con ojos de deseo a los modelos autoritaritos que reinan en China y en Rusia, naciones a las que en más de una ocasión se les han hecho, como dirían por ahí, ojitos.

México tiene una gran capacidad económica, y dentro de la región, nuestra relevancia es menor ya que de nosotros depende también que muchos de estos acuerdos tan importantes se cumplan, simplemente se requiere disciplina política y visión para saber explotar de la mejor manera nuestra posición.

Pero sin lugar a duda, el gran vencedor de esta reunión se llama Joe Biden, que aunque muchos no lo crean ha roto algunos esquemas y ha cambiado algunos paradigmas al cambiar radicalmente su estrategia para hacerle frente a su rival económico China y a su rival político e ideológico Rusia.

El cambio de juego de Biden es notorio. El mandatario demócrata ha apostado por el dialogo con sus vecinos y sus aliados, se ha olvidado de la confrontación hostil de Trump y de una manera más sutil ha comenzado a borrar el legado del extremismo republicano que tanto daño le causó a Estados Unidos.

En su guerra contra China y Rusia, Biden necesita aliados, especialmente a sus vecinos, los cuales, pueden ayudarlo a atender problemas internos como la migración y el trasiego de drogas, problemas que son un desgaste para el gobierno demócrata y que por lo tanto son un distractor que le impiden enfocarse en los verdaderos enemigos de cara a su proceso electoral en el 2024.

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ENTREVISTAS

Francisco Reséndiz Neri, candidato a juez de distrito: Juzgar con pasión, servir con independencia

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Por Francisco Junco //

“Quiero seguir siendo juez porque es mi vocación y mi pasión. No busco poder, sino servir”, afirma con convicción Francisco Reséndiz Neri, Juez Séptimo de Distrito en Jalisco, mientras enfrenta un proceso inédito en México: la elección popular de jueces el 1 de junio de 2025.

Con más de 20 años en el Poder Judicial y nueve como titular en materia penal, Reséndiz, identificado con el número 25, defiende su trayectoria y su amor por los derechos humanos como su principal carta de presentación.

Un camino desde abajo

Reséndiz comenzó en los escalones más bajos del sistema judicial, como meritorio, haciendo copias y aprendiendo desde la base. Su carrera incluye roles como actuario penal, secretario del Supremo Tribunal de Justicia de Jalisco, y juez federal en materia de cateos y arraigos en la Ciudad de México, hasta llegar a la titularidad del Juzgado Séptimo de Distrito.

“Me mueve, el hecho de que creo que esto tiene que mejorar en la selección y que se requerirán personas de experiencia, personas independientes, que contribuyan a que subsista lo que es propiamente la división de poderes, la democracia como la conocemos actualmente, porque la defensa más cercana que tiene el ciudadano y todas las personas contra cualquier acto arbitrario, es precisamente el juicio de amparo, único en el mundo que permite anular cualquier acto”, señala, destacando su compromiso con la división de poderes y la democracia.

Retos de una elección sin precedentes

En entrevista con Conciencia Pública, Reséndiz aborda con franqueza los desafíos de esta elección. “Será difícil que la gente vote con cientos de nombres en una boleta, sin partidos ni propuestas tangibles”, admite. Reconoce riesgos, como la posible influencia de poderes fácticos, incluido el crimen organizado, pero insiste en que la solución es simple: “Apegarse a la ley, al caso concreto y a la Constitución”. Su experiencia, dice, es su escudo contra presiones externas.

Dilemas judiciales

Francisco Reséndiz Neri reconoce que uno de los grandes dilemas actuales en la labor jurisdiccional es la falta de una postura clara de la Suprema Corte respecto a la jerarquía entre los tratados internacionales y la Constitución.

“Muchos jueces, actuando de manera fundada, han establecido que debe prevalecer el tratado sobre la Constitución en ciertos casos, especialmente cuando se trata de derechos humanos”, explica. Sin embargo, esa práctica ha generado reacciones del poder legislativo, que habla de afectaciones a la soberanía nacional. “El problema es que cuando un juez aplica el tratado por encima de la Constitución, aunque sea para proteger derechos humanos, puede ser señalado o etiquetado, y eso no debería pasar”, señala.

Una justicia humana y equitativa

Cuenta cómo, en un caso de abuso sexual contra un menor, “coincidía la edad con la de mi hija. Estás tentado a echarle más cosas, pero no puedes. Tienes que ser objetivo. No puedes decidir por lo que sientes” y reafirmó que la objetividad no lo aleja de la empatía, “hay que ponerse en los zapatos de los otros. Todos tienen un proyecto de vida, todos merecen respeto”.

Propuestas claras

¿Por qué votar por él? Reséndiz enumera tres razones:

“Quiero que votes por mí porque tienes derecho a una persona capacitada. Quiero que votes por mí porque tienes derecho a una persona que ha administrado justicia y que tiene noción de lo que es o son los actos injustos. Y, tres, quiero que votes por mí porque siempre dialogaré por la protección de los derechos de las personas. Esa es mi directriz”, subraya.

Deuda histórica con las víctimas

Para Reséndiz Neri, el sistema penal mexicano tiene una deuda histórica con las víctimas, “el sistema ha privilegiado la forma sobre el fondo”, lamenta. Y pone un ejemplo elocuente, “no es lo mismo liberar a alguien porque no se leyó un derecho a tiempo, que porque no se comprobó su responsabilidad. Hay que cuidar las formas, sí, pero sin perder de vista la justicia de fondo”, apunta. Desde esa visión, Francisco Reséndiz cree necesario revisar la legislación para que no se convierta en un laberinto que sirva como impunidad.

El juez habla con firmeza sobre temas que no todos tocan con tanta claridad, por ejemplo, aseguró que la diversidad llegó para quedarse. “No puede haber discriminación por preferencia sexual, por origen étnico o por discapacidad. Es una deuda histórica que tenemos con los grupos vulnerables”. Defiende los protocolos para juzgar con perspectiva de género, y asegura que su compromiso es procurar una justicia que no sólo sea formalmente igual, sino sustantivamente justa.

En un México donde la desconfianza hacia las instituciones prevalece, Reséndiz ofrece su trayectoria: nueve años como titular del Juzgado Séptimo de Distrito y una carrera forjada en la experiencia.

En la inédita elección de jueces del 1 de junio de 2025, lamenta no poder prometer resultados tangibles como un político que ofrece obras públicas. “Solo prometo proteger los derechos de quienes lleguen a mi juzgado, porque así lo manda la Constitución”, asegura con convicción. “No lo hago por poder, sino por deber”.

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CARTÓN POLÍTICO

Herida abierta

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NACIONALES

Daniel Cosío Villegas y el dominio presidencial

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Conciencia con Texto, por José Carlos Legaspi Íñiguez //

Muy certero el dicho aquel de “quien no conoce la historia está condenado a repetirla”.

Daniel Cosío Villegas, historiador, economista, catedrático, intelectual reconocido por tirios y troyanos, escribió varios libros que dieron luz para comprender cómo se hizo y cómo funcionó el Sistema Político Mexicano, confeccionado por revolucionarios, entre los que sobresalen, Álvaro Obregón, Venustiano Carranza, Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas y otros.

Don Daniel Cosío Villegas, quien tuvo que aclarar la mentirijilla que propagó de haber nacido en Colima, en 1900, cuando en verdad nació en la Ciudad de México en 1898, estableció en varios de sus libros, ensayos y textos, que México vivió alrededor de 70 años un sistema autoritario, presidencial y con un partido dominante.

Habrá que estar muy atentos a lo escrito por este sociólogo y diplomático que desnudó y encabritó a no pocos miembros de la élite que gobernó nuestro país desde que la Revolución se bajó del caballo hasta que llegó Fox con sus botas piteadas.

Don Daniel consideró que los poderes metaconstitucionales, de por sí concesionados en la Magna Carta de 1917, motivaron la Centralización del Poder en los rubros de política, economía y geografía. Esta concentración fue perversa, centralista y castrante para el resto de las entidades de la República. Tiempos hubo que en política “no se movía una hoja del árbol” sin la aprobación del Presidente de la República (así con mayúsculas) porque su poder era inmenso, total y arbitrario.

La subordinación de las autoridades municipales, estatales, así como de los poderes Legislativo y Judicial, al omnímodo poder presidencial se tornó, incluso, patético, absurdo y kafkiano.

El presidente priista en turno era un dios sexenal, que hacía y deshacía según su voluntad, su ánimo y sus intereses personales y de grupo. ¡Ay de aquél o aquellos que osaran ir en contra de la voluntad del todopoderoso presidente! Le esperaba cárcel, muerte política o… de veras.

Con esas condicionantes se canceló así la actividad política como factor de movilidad social; brilló la ausencia de un programa político claro y se apoderó del poder el oportunismo descarado y descarnado de las huestes “hienas” que pululan siempre buscando la carroña que dejan los “leones” de la grilla.

Un factor más fue el partido único, mediante el cual se legitimaron los cambios sexenales para aparentar la democracia hacia afuera, hacia los observadores mundiales. Mientras se mostraba esa falsa careta democrática al interior del partidazo y de otros partidos paleros, se practicaba la sumisión total al detentador del poder político.

Don Daniel Cosío Villegas publicó en 1972, bajo el auspicio de la Universidad de Texas, su ensayo “El sistema político mexicano, las posibilidades de cambio”.

Estableció que la creación del Partido Nacional Revolucionario, ideado en 1920, pero nacido hasta 1929, fue creado para eliminar el caudillismo de los neopolíticos postrevolucionarios, la mayoría hombres de armas, y así disminuir la violencia. Esto generó la “pax post revolución”, con el beneficio de sentar bases sólidas de la economía y algunos programas con objetivos sociales.

Octavio Paz, premio Nóbel de Literatura, solía decir que Cosío Villegas, “nos hizo conscientes de la dignidad humana”. Cosío Villegas fue director de la Escuela de Economía de la UNAM en 1933. Fue el primer director del Fondo de Cultura Económica, de 1934 a 1948 y presidente del Colegio de México de 1957 a 1963. Justamente don Daniel, siendo diplomático en Portugal, sugirió al entonces presidente Lázaro Cárdenas del Río, traer a México a los intelectuales españoles perseguidos por Francisco Franco por su afán republicano.

Ellos, los refugiados españoles fundaron la Casa de España, a la postre convertida en el Colegio de México. En 1943 el presidente Manuel Ávila Camacho aprueba y se crea el Colegio Nacional. Entre sus iniciadores está don Daniel Cosío Villegas y los jaliscienses, José Clemente Orozco, Enrique González Martínez, Mariano Azuela, acompañados por Manuel Sandoval Vallarta, Carlos Chávez, Alfonso Reyes, Alfonso y Antonio Caso, Ignacio Ochoterena, Diego Rivera, José Vasconcelos e Ignacio Chávez.

Cosío Villegas estableció que “el dominio presidencial mata todo espíritu cívico y convierte la vida política del país en una farsa profundamente aburrida”.

A este gran pensador mexicano se le consideró un liberal constitucionalista. Sus palabras parecieran resonar en estos tiempos de regresión al tiempo en que el sistema político mexicano se regía por el autoritarismo, la descalificación de los adversarios, la sumisión de los poderes, la compra de voluntades, el absolutismo y totalitarismo encarnado en un partido único al servicio del presidente en turno.

 

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