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NACIONALES

Por qué leemos (o no leemos) en México

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Opinión, por Fernando Plascencia //

Entiendo que en nuestro país no ha habido ninguna buena razón para leer. Algunos políticos y artistas decidieron en algún tiempo que no era importante leer, sino ver. A partir de eso, la historia la hemos visto contada en los muros y basta ir a edificios históricos y a razón de pinceladas se puede aprehender qué somos y qué representamos.

Entonces, ¿para qué leer? El pueblo mexicano no ha sido pueblo grueso de lectores, sino intentos de atestar las letras de pronto, en un suspiro.

Esta semana aparecieron en la prensa notas sobre la lectura y que por alguna razón, vive su peor año. Aunque son un tanto imprecisas, porque el peor año fue el 2023, con 68.5 % de población lectora, lo que sí es que el número ha ido a la baja desde que existe MOLEC, en 2015. Cada vez que escucho esto, por fortuna, leo que recién se rehabilitó una biblioteca pública, como tesoro de obras y lugar de imaginación interminable.

Pero, ¿por qué en México se lee tan poco? Una respuesta que sí tuvo valor y decisión fue cuando se dijo que en nuestro país no se sabía leer y se emprendió una cruzada por la alfabetización. Eso fue hace decenas de años, hoy seguimos preguntando lo mismo, pero la misma respuesta ya no vale. Sostienen múltiples escritores y grandes lectores, que la disposición a la lectura se ejercita, no que se nace con ella.

Si no estamos leyendo, personas adultas, sobre todo, cómo haremos que las próximas generaciones lean, quién les dirá que eso es deseable, por no decir bueno, quién les dará a probar La Ilíada, La Eneida, En busca del tiempo perdido o libros de ciencia tan importantes como El origen de las especies.

Xavier Melgarejo estudió al pueblo más lector del mundo, Finlandia, y nos dejó escrita su visión. Una de las ideas centrales radica en elegir al profesorado más apto para enseñar a leer a las niñas y niños, y a contagiar la pasión por leer. Si los adultos no estamos leyendo, ¿cómo podremos con esa carga tan poderosa?

Pero quizás sea una exageración, el mundo entero tiene ese problema. España atraviesa una aporía, Miquel Echarri la describió, hay más lectores jóvenes en su país, pero no quieren leer libros académicos, de importantes escritores como Ernst Gombrich; otro más, en universidades de prestigio estadounidenses las y los estudiantes se alejan de lecturas clásicas.

Muchas veces se pensó, lo pensó y escribió – en Si queremos lectores, dejemos de obligar a leer – Juan Domingo Argüelles que la solución era evitar la lectura a palos. Venimos de décadas de lectura obligada en México y sin duda esta continúa.

Las lecturas obligadas son parte de nuestra cultura; leemos todas y todos lo mismo, y generaciones enteras pueden conversar sobre textos decenarios. Dedicación a la lectura de libros de texto, vocales metidas a palos. Recibimos una condena lectora, mientras la tecnología avanza y hoy en día se leen más tuits y post de redes que libros de texto.

Los grandes lectores de nuestro país, los que han devorado libros y libros, normalmente crecieron en ambientes de lectura familiar, con bibliotecas heredadas. ¿Existirán casos fuera de ese universo de herencia del libro? Porque hemos sabido que en México, si algo se hereda y está destinado para permanecer en familia, es el dinero.

Aunque, claro que hay excepciones de grandes lectores, donde en sus casas no hubo nunca un libro, una revista o una computadora con internet, la pregunta es cómo multiplicarlos, cómo lo hacemos para que esto sea una repetición constante.

He revisado casos donde pueblos pequeños vencen a la apatía por la lectura, con apuestas de sacar la biblioteca pública al aire libre. Si la lectura tiene sus peores momentos, hay que reconocer qué es lo que está ocurriendo y qué es lo que tenemos que hacer. Aunque para definirlo, tenemos que empezar a convencernos para qué leer, porque tenemos muchos motivos, pero ninguno visible en acciones que reflejen su realidad.

Si lo que falta es ponernos de acuerdo, pues pongámonos de acuerdo y definamos el sentido de la lectura nacional. Porque podemos apoyarnos en las categorías de Michele Petit para caracterizar los registros y ponerle mayor atención a uno que a otro.

Si no sabemos para qué debemos leer estamos fritos. La lectura en muchas partes funciona como elemento religioso activo, sigamos el ejemplo de Finlandia, donde es fundamental leer y comprender las sagradas escrituras, así como su interpretación. Leer, como han señalado, sirve para muchas cosas, pero si no sabemos para qué, difícilmente llegaremos a un objetivo.

Desde que inició MOLEC no hemos subido de los 4 libros de promedio por año por cada mexicano. Yo sé de muchas personas que con facilidad leen 4 libros por mes, que no solo son literatura, sino historia, libros populares y decenas de poemas mensuales, repetidos y nuevos.

Yo no sé ustedes, pero cada que leo o escribo sobre lectura, quisiera que tuviéramos una idea clara que nos diga para qué sirve leer y que si es que sirve para algo, tengamos claro qué vamos a hacer para que se lea más, porque los libros impresos y la tecnología ya nos rebasaron.

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