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JALISCO

Por una transformación no ficticia

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Conciencia con Texto, por José Carlos Legaspi Íñiguez //

Una vez acomodadas las calabazas en la carreta, lo menos que podemos esperar los ciudadasnos es que nuestras autoridades, municipales, estatales y federales, superen la mediocridad y ofrezcan mejores y más eficaces formas de gobernar. No será muy difícil averiguar quién o quiénes estarán pensando sólo en su carrera política, quien en los huesos futuros y quién en la verdadera naturaleza de la política, como propiciadora del bien común.

Da muy mala espina que los legisladores, federales y estatales estén en manos de un único partido. Al no tener contrapeso real, las facciones mayoritarias pueden hacer y deshacer lo que les venga en gana, siempre “en nombre del pueblo” al que algunos tildan de sabio, lo que es muy, pero muy cuestionable.

Si algo se ha manipulado hasta la saciedad es a la sociedad cuando, por fórmulas matemáticas convenencieras, creadas por políticos, se le obliga a aceptar como “legítimas” las decisiones de un puñado de sátrapas que, cínicamente, se consideran la única, la verdadera e inmaculada “voz” del pueblo.

Si en verdad hubiera espíritu político de beneficio social, los politicastros que nos gobiernan deberían haber propiciado la democracia representativa en todos y cada uno de los órganos de gobierno y con entereza, rectitud, honradez y honestidad (que parece lo mismo, pero no es igual) abandonar la codicia de gobernar con una visión única, totalitaria, dictatorial.

Los mexicasnos sabemos lo que significa tener gobiernos desequilibrados, en todos los sentidos posibles. Hemos padecido la dictablanda (Vargas Llosa dixit) del PRI; hemos sufrido el totalitarismo de un partido hegemónico, que no permitía la mínima voz discordante; que no titubeó en destruir al equilibrio sano… generador de progreso y equidad, así como de asnificar al grueso de la población con propaganda subliminal o abiertamente en los medios de información.

Tras años de lucha de algunos partidos y librepensadores de oposición, así como de ciudadasnos organizados para generar equilibrios con los gobernantes, se creía superada la prueba que prevaleció alrededor de 70 años con los colores de México y las siglas del PRI.

Es cierto, nada ni nadie es perfecto. Tanto el hegemónico partido, hecho gobierno o viceversa, así como los partidos de oposición, tienen y tendrán defectos, pero los electores siempre esperan que sean los mínimos, pero parecen los mismos.

La reversa también es cambio, canturreaban los golondrinos de la grilla cuando los gobiernos fueron de “los conservadores”. Se aludía a la ideología pues se consideraban retrógradas algunas medidas gubernamentales más que nada.

Hoy día, la regresión es la agresión a todo, cuando menos una gran parte de lo que los ciudadasnos, englobados dentro o fuera de los partidos políticos, lograron a fuerza de mazazos sociales. Los “progresistas” han dado muestras de ir al revés. Su reloj, como el de Penélopri, se paró en los felices años de totalitarismo y caciquismo emanado de la Revolución.

No sólo MORENA añora esa etapa; los demás partidos, en pleno siglo 21, maniobran para lograr la sospechosa y amañada unanimidad que, invariablemente, conduce al estancamiento nacional.

¿Cómo es que la sociedad mexicana permite o ha permitido este regresar al pasado sin pensar en el futuro? ¿Cómo es que el partido en el poder en nombre de 35 millones de votantes se apropia de la voluntad de 120 millones de personas? Lo peor… ¿cómo es que sigue adelante esta manera maniquea de manejar al país sin que se frene el daño que, indefectiblemente se hace a las formas democráticas de gobernar?

Y si, como dicen los espirituales, “como es arriba es abajo”, en Jalisco no cantamos mal las rancheras. Tenemos un congreso local muy a modo para que el gobernador proponga lo que se le venga en gana y sus diputados, que no del pueblo, lo aprueben.

Con esa perspectiva política, poca es la esperanza de acceder a los gobiernos democráticos que tanto nos han vendido con palabrería los verdaderos detentadores del poder en nuestro país: los partidos políticos. Mismos que tienen en su ADN al sistema que el PRI ejerció en sus 70 años de poder. Mientras siga esa manera de actuar, seguiremos esperando un cambio verdadero, una transformación que no sea ficticia.

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