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NACIONALES

Primer Informe de Gobierno: Septiembre histórico, el parteaguas de la justicia y el liderazgo de Sheinbaum

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– Opinión, por Pedro Vargas Ávalos

Con el comienzo del mes de septiembre se registraron varios actos de suma trascendencia para nuestra patria, de tal manera que podemos afirmar que tal lapso es un parteaguas de México. Este término es utilizado en sentido figurativo entre los mexicanos, significando que un suceso o momento determinado marcan un antes y después de una época o período.

Un hecho culminante se refiere al primer informe del sexenio de la flamante Presidenta de la República, Claudia Sheinbaum Pardo (CSP), el cual se llevó a cabo en dos actos: inicialmente en Palacio Nacional donde lo rindió verbalmente; el segundo paso fue en el Congreso General (es decir, en sesión tanto de diputados como de senadores) y que se encargó de entregar materialmente la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez Velázquez.

Recordemos que CSP es la primera mujer que encabeza el poder ejecutivo de la nación; en consecuencia, su informe inaugural reviste gran trascendencia. Su breve resumen, ella lo expresó: sin dejar de admitir problemas y retos, vamos bien e iremos mejor.

El segundo de los acontecimientos divisorios de época se refiere al Poder Judicial Federal, que conlleva implicaciones con los correspondientes de las entidades federativas, dentro de las cuales lamentablemente Jalisco aún no se inscribe.

Como es conocido, desde hace meses el tema de la reforma judicial ocupó espacios y atenciones a lo largo y ancho del país. El sistema de elecciones libres, directas y secretas por la ciudadanía para la designación de las ministras y ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación; las magistraturas de la Sala Superior y las Salas Regionales del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación; así como las magistradas y magistrados del Tribunal de Disciplina Judicial; y las magistradas y los magistrados de circuito y juezas y jueces de distrito, quedó incorporado en la Suprema Ley de la Nación, el 15 de septiembre de 2024 cuando se publicó en el Diario Oficial de la Federación el decreto por el que se reformó la Constitución Política en materia de reforma al Poder Judicial.

Con la elección del uno de junio reciente, se cumplieron aquellas disposiciones constitucionales, y así se cambió el sistema burocrático-político para integrar la cabeza del poder judicial, o sea, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJ) y a todo el Poder Judicial de la Federación (PJF). A partir de esa fecha estelar, fue la ciudadanía quien dijo quiénes serían no solo los ministros de la SCJ, sino los magistrados y jueces de este poder encargado de impartir justicia.

Su culminación fue a partir del uno del mes patrio, cuando se instaló la nueva SCJ, teniendo como invitados de honor a los representantes de la Cámara de Diputados y de la de los Senadores, además de la titular del poder ejecutivo federal, algo que hacía mucho no se veía, debido a las diferencias entre la extitular de la fenecida SCJ y varios de sus camaradas ministros, con los legisladores y el ejecutivo.

Los nueve ministros -en lugar de once, como se componía la anterior Corte- son: Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación: Ministro Hugo Aguilar Ortiz, con los siguientes ministros(a)s: Lenia Batres Guadarrama, Yasmín Esquivel Mossa, Loretta Ortiz Ahlf, María Estela Ríos González, Sara Irene Herrerías Guerra, Giovanni Azael Figueroa Mejía, Irving Espinosa Betanzo y Arístides Rodrigo Guerrero García. Su periodo será de doce años, aunque en esta ocasión tienen variaciones distintas, lo que se adecuará hasta 2033.

La presidencia de la Suprema Corte rotará cada dos años entre los ministros, según el número de votos obtenidos en su elección. Como dato significativo, la nueva indumentaria de los ministros incorporará distintivos tradicionales de pueblos indígenas como un gesto de inclusión y diversidad cultural de México; otro acto muy simbólico, fue la apertura de la puerta principal de la SCJ, cerrada por los problemas de los anteriores ministros.

Por cierto, ahora ya no existen Salas -como antes-, por lo que todo asunto competencia de la SCJ, lo resolverá el pleno en sesión pública, debiéndose divulgar previamente los proyectos de resolución, lo cual antes se hacía privadamente: ahora, el pueblo estará informado de como actuará la Corte.

Y como precisó el presidente Hugo Aguilar O: habrá cercanía con el pueblo, austeridad dentro de la Constitución, equilibrada separación de poderes y transparencia integral.

Ese mismo día, el pleno de la SCJ nombró a los miembros del Órgano de Administración Judicial (OAJ) del Poder Judicial de la Federación, siendo ellos: José Alberto Gallegos Ramírez, Lorena Josefina Pérez Romo y Catalina Ramírez Hernández; el legislativo había nominado a Surit Berenice Romero Domínguez y el ejecutivo a Néstor Vargas Solano, quien fungirá como Presidente por los primeros dos años.

Con este acto prácticamente quedó extinto el Consejo de la Judicatura Federal (CJF), cuerpo que durante 30 años administró lo relativo al PJF, con excepción de los ministros de la SCJ, con resultados magros y muy opacos. La OAJ tendrá a su cargo la carrera judicial, la organización territorial y por materias de tribunales y juzgados, la elaboración y vigilancia del presupuesto —con la prohibición de crear fideicomisos no previstos en la ley, lo que antes era muy común y mucho defendieron los ministros que se fueron—, la reasignación de adscripciones, el cambio de sedes judiciales y la expedición de acuerdos generales.

Asimismo, garantizará la seguridad de los juzgadores en casos relacionados con delincuencia organizada, teniendo facultades concentradoras en asuntos vinculados con violaciones graves de derechos humanos, siempre que lo requiera la SCJ.

También estará al frente de la Escuela Nacional de Formación Judicial y del Instituto Federal de Defensoría Pública, entidad que debe ser muy fortificada para que cumpla su esencial función de apoyar al pueblo para lograr se le haga justicia. Sus integrantes durarán seis años en el cargo, sin posibilidad de reelección, y la presidencia será rotatoria bianualmente.

Otro momento histórico es con referencia al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación -TEPJF-, el cual venía funcionando con cinco magistrados, debiendo ser siete. Ahora, ya se integró cabal desde el martes antedicho, al agregarse los dos magistrados electos en junio: Claudia Valle Aguilasocho y Gilberto de Guzmán Bátiz, quienes se unen a los magistrados Mónica Aralí Soto Fregoso (actual presidenta), Felipe de la Mata Pizaña, Felipe Alfredo Fuentes Barrera, Janine Otálora Malassis y Reyes Rodríguez Mondragón.

La magistrada Soto Fregoso, declaró que “este tribunal está preparado como siempre lo ha hecho para cumplir con su deber. Contamos ahora con un pleno integrado por magistradas y magistrados que seguirán garantizando decisiones independientes, imparciales, inclusivas y transparentes”. De igual manera, dio la bienvenida a las quince magistradas y magistrados que conformarán las cinco salas regionales de este tribunal tan importante para la vida democrática de la república.

La renovación total de los organismos directivos del PJF, se completó el martes dos del presente mes, al tomar posesión los miembros del «Tribunal de Disciplina Judicial», órgano encargado de evaluar y dar seguimiento al desempeño de las y los impartidores de Justicia federales en esta insólita etapa. Ahora si se incluye a los mismos ministros de la SCJ, lo cual antes no sucedía, dándoles un papel de intocables. La sesión de instalación fue encabezada por la Magistrada presidenta Celia Maya García, cargo que obtuvo al haber sido la candidata con mayor número de votos recibidos en la elección judicial del pasado uno de Junio, destino que ejercerá por dos años; el Pleno se completa con las Magistradas Eva Verónica de Gyvés Zárate e Indira Isabel García Pérez, así como los Magistrados Bernardo Bátiz Vázquez y Rufino H. León Tovar.

La magistrada Maya refirió: «no se debe tolerar que haya conductas inadecuadas o indolentes en la administración de justicia no es admisible la impunidad de los malos juzgadores. Es inaceptable el retardo de la resolución de los asuntos sometidos al conocimiento de la judicatura».

El OAJ dio otro paso que prueba el cambio notable que experimenta el PJF: ya aprobó reducir los sueldos netos mensuales establecidos para ministros de la Suprema Corte de Justicia, magistrados de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), magistrados del Tribunal de Disciplina Judicial, magistrados de Circuito, así como los de jueces de Distrito y magistrados integrantes del OAJ.

Esto va en consonancia con lo que anunció en su discurso de toma de posesión el ministro Hugo Aguilar Ortiz, quien sostuvo que se revisarían las pensiones de los ministros en retiro, actualmente de hasta 385 mil pesos mensuales, así como eliminar seguros médicos privados, jubilaciones anticipadas y otros gastos superfluos, sustituyéndolos por los servicios del ISSSTE.

Todo apunta a la idea de que la austeridad no implique precariedad, sino la erradicación del dispendio y del nepotismo. En pocas palabras, ahora si se procurará que cada peso fortalezca a los juzgados, con el fin de reducir rezagos, modernizar procesos y digitalizar la justicia.

Finalmente, apuntamos que en el Senado también rindieron protesta los magistrados y jueces (en total 462 personas magistradas de circuito y 384 como jueza(e)s de distrito) electos el pasado 1 de junio, con lo que se consumó la integración del PJF. Por excepción hay unos pocos que lo harán ulteriormente, y desde luego, la otra mitad de juzgadores que serán electos en 2027.

La gran mayoría de mexicanos esperamos que el período que señala el parteaguas de la justicia nacional sea verdaderamente un tiempo de genuina renovación integral del Poder Judicial Federal.

Disentimos de lo que expresaron los miembros de las oposiciones: los priistas de Alito, que ni siquiera acudieron a la rendición de protesta de los juzgadores, pues ese inefable personaje aseveró que “La elección judicial es el fracaso más grande que hay” y se hizo para el gobierno apoderarse del PJF ; por su lado, Movimiento Ciudadano por medio del tapatío Clemente Castañeda, aseguró que el régimen oficialista “nos engañó con la verdad”, porque se aprovechó del malestar generalizado de las y los mexicanos para “capturar políticamente” al Poder Judicial.

En el mismo sentido, el panista Ricardo Anaya señaló que “no tiene legitimidad de origen la autoridad que surge de un proceso fraudulento plagado de irregularidades”. Las oposiciones y sus rancias posturas, que según las encuestas de hace años a la fecha, los tiene en el cabús del tren de la democracia.

La Presidenta CSP, afirmó en una mañanera: Los ministros, magistrados y juzgadores electos, “tienen que dar ejemplo de profesionalismo, de impartición de justicia… un ejemplo de que hay cambios, de honestidad, de honradez, de transparencia. Hoy son elegidos por el pueblo. Ahora les corresponde a ellas y a ellos… dar un ejemplo a México y al mundo de que puede haber un sistema de justicia diferente… que no responda a intereses particulares ni a privilegios, sino a la necesidad de garantizar justicia imparcial y cercana al pueblo”.

Esto hablando en plata pura, es el parteaguas de la justicia que los mexicanos esperamos: Desterrar el hecho y la idea de que en México solo tienen acceso a la justicia quienes tienen influencias, poder o dinero. A los mexicanos se nos tiene una deuda histórica de justicia, y ahora se llegó el momento de pagarla.

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MUNDO

El dilema mexicano: Entre Caracas, Pekín y Washington

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– Opinión, por Miguel Anaya

México tiene la mala costumbre de creer que los conflictos internacionales son películas que se ven desde la butaca, con palomitas en mano y distancia segura. Pero lo que hoy ocurre en el Caribe, con barcos estadounidenses hundiendo lanchas venezolanas y un Nicolás Maduro agitando la bandera de resistencia, no es un espectáculo ajeno: es una tormenta que, tarde o temprano, alcanzará nuestras costas.

La posible intervención de Estados Unidos en Venezuela —sea directa o disfrazada de “operativo contra el narcotráfico”— nos recuerda varias cosas incómodas. La primera: que Washington sigue viendo a América como su jardín trasero, y que cuando la Casa Blanca mueve barcos y marines hacia el sur, México queda automáticamente dentro del perímetro de seguridad. No se nos pregunta si queremos, se nos asume dentro del esquema.

La segunda: que cada bomba que caiga en el Caribe traerá repercusiones en nuestras fronteras. No se necesita ser un experto en migración para imaginar lo que significaría una oleada de venezolanos huyendo de un conflicto bélico. Ya con los flujos actuales, el Estado mexicano colapsa en recursos y paciencia social; con una guerra en Sudamérica, el caos migratorio se multiplicaría. Y, como siempre, la presión no llegaría solo de los migrantes, sino de Estados Unidos exigiendo que México sea muro, policía y albergue al mismo tiempo.

El aspecto económico tampoco es menor. Si Venezuela, el país con las mayores reservas probadas de petróleo en el mundo, se incendia, el mercado energético se agita. Podría ser una oportunidad para que México venda más crudo, pero también un riesgo de volatilidad y chantaje. Estados Unidos exigiría “solidaridad energética” a cambio de no apretarnos más en otros frentes. Y mientras tanto, China, Rusia y Corea del Norte —muy juntos, muy sonrientes en el reciente desfile de Pekín— lanzarían el mensaje de que existe un bloque alternativo para quienes no se sometan al viejo orden. Un coqueteo tentador, pero peligroso, porque México no puede darse el lujo de enemistarse con su principal socio comercial y cultural.

¿Y qué papel debe jugar la presidenta Sheinbaum? Aquí es donde la película se vuelve mexicana. Sheinbaum no puede limitarse al guion tradicional de “neutralidad” y “no intervención”, fórmulas diplomáticas que sirven en conferencias de prensa, pero no en medio de una crisis migratoria, militar y energética.

México debe anticiparse: diseñar políticas de contención migratoria con dignidad y sin colapso; blindar su economía para resistir turbulencias externas; y, sobre todo, plantear una estrategia clara frente a Washington. Porque la historia nos dice que, cuando el imperio se pone nervioso, México no es invitado a opinar: es arrastrado.

El dilema es cruel, pero inevitable: si nos alineamos ciegamente con Estados Unidos, perdemos margen de soberanía; si coqueteamos demasiado con Pekín y Moscú, arriesgamos represalias inmediatas. Lo que no podemos hacer es fingir que nada pasa. Porque cuando los cañones apuntan hacia el sur y las banderas ondean en Pekín, lo que está en juego no es la geopolítica abstracta, sino nuestra seguridad, nuestras fronteras y nuestra estabilidad interna. Una situación geopolítica muy complicada que deberá resolverse.

En suma, México no tiene opción de hacerse el distraído: lo que se juega en el Caribe no es un pleito lejano entre Maduro y Trump, sino un recordatorio brutal de que la geopolítica siempre cobra factura. El estado mexicano deberá decidir si quiere ser jugador con estrategia o simple ficha movida por inercia.

Y aunque la tentación nacional sea encogerse de hombros y decir “eso es problema de ellos”, lo cierto es que cuando los cañones rugen en el sur, los migrantes caminan hacia el norte y entre tanto, el centro tiembla. Lo irónico es que México siempre quiso ser neutral; lo triste es que, en este tablero, la neutralidad es el nombre elegante de la indefensión.

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MUNDO

Tejiendo lo colectivo: La política más allá del individuo

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– A título personal, por Armando Morquecho Camacho

En la mitología griega, existe un relato fascinante sobre las Moiras, esas tres hermanas encargadas de hilar, medir y cortar el destino de los hombres; de hecho, probablemente muchos más las recuerden por la famosa película de Disney: Hércules, donde son representadas por esas figuras enigmáticas y divertidas de un solo ojo que en algún punto de la película amenazan la vida de la amada de Hércules.

En esta historia, Cloto hilaba la hebra de la vida, Láquesis la medía y Átropos la cortaba cuando llegaba el final. Lo interesante de esta narración no es únicamente su carácter fatalista, sino la metáfora que encierra: ninguna hebra aislada tenía sentido por sí misma. El tejido de la vida es posible porque cada hilo se entrelaza con otros, formando un entramado que da consistencia a la existencia.

Por eso la política debería funcionar de la misma manera. No se trata de un solo individuo que define la ruta de una sociedad, sino de la capacidad de entrelazar múltiples hilos —experiencias, voces, demandas, historias— hasta construir un tejido común y, por ende, un movimiento plural articulado a través de causas que unan. Por eso, cuando olvidamos que la política es ante todo una tarea colectiva, corremos el riesgo de reducirla a un espectáculo personalista en el que se sobrevalora la figura del líder y se subestima la fuerza de la comunidad.

Nuestra cultura política ha sido moldeada por el mito del héroe. Desde tiempos antiguos, se nos ha enseñado a imaginar a los grandes líderes como Aquiles o Ulises: figuras que, gracias a su valor o astucia, logran conquistar batallas imposibles. El héroe se presenta como la encarnación de la voluntad y del destino de todo un pueblo. Sin embargo, esa visión, aunque seductora, es profundamente peligrosa cuando se traslada al ámbito de lo público.

Cuando la política se concentra en un solo rostro, en un nombre que se convierte en marca, se desdibuja la noción de comunidad y, por ende, el poder deja de responder a las necesidades colectivas, si no a la lógica de la autopreservación del líder, construyendo así una narrativa en la que la ciudadanía deja de ser protagonista y pasa a ser espectadora. Y sin ciudadanía activa, la democracia se vuelve frágil.

La democracia, en su sentido más profundo, no consiste en depositar un voto cada cierto tiempo, de hecho, la propia Constitución de nuestro país define a la democracia como un estilo de vida y una tarea constante a través de la cual se debe priorizar la construcción del destino común y el progreso constante.

En ese contexto, la democracia significa reconocernos como parte de una trama compartida, como hilos que sostienen un mismo tejido. Las grandes transformaciones políticas no han surgido de la genialidad de un individuo aislado, sino del esfuerzo conjunto de comunidades que se organizaron para reclamar justicia, igualdad o libertad.

El movimiento obrero del siglo XIX, las luchas feministas que han cambiado estructuras jurídicas y culturales, o los procesos de descolonización del siglo XX no habrían sido posibles sin una visión de lo colectivo. Ninguna de esas causas prosperó porque alguien decidiera “iluminar” a los demás, sino porque miles de voces se entrelazaron hasta hacerse escuchar como un clamor ineludible.

En contraposición, cuando los proyectos políticos se sostienen únicamente en figuras individuales, se vuelven endebles. La historia está llena de ejemplos de líderes que, al caer en desgracia, arrastraron consigo a toda una estructura de gobierno, esto debido a que un tejido construido en torno a un solo hilo inevitablemente se rompe.

Hoy vemos cómo muchas democracias sufren precisamente de este mal. La política se reduce a una competencia de carisma, o de opiniones mediáticas y controversiales que buscan dividir desde la confrontación; basta con ver a Ricardo Salinas Pliego. Lo colectivo queda relegado. Y lo más alarmante: la ciudadanía se acostumbra a delegar su responsabilidad, convencida de que “otro” debe resolverlo todo.

Por eso, la tarea urgente es volver a tejer comunidad, y eso a su vez implica repensar los espacios políticos no como arenas de competencia individual, sino como laboratorios de cooperación. Significa promover el diálogo, la escucha y la corresponsabilidad. En un mundo donde las redes sociales amplifican el protagonismo del individuo, necesitamos contrarrestar esa tendencia con proyectos que valoren lo común por encima del ego personal.

Construir política desde lo colectivo no significa anular la individualidad, sino integrarla en un horizonte compartido. Como en el telar de las Moiras, cada hebra conserva su singularidad, pero cobra sentido únicamente al entrelazarse con las demás.

El gran reto de nuestro tiempo es que vivimos en sociedades fragmentadas, donde la desconfianza se ha instalado como norma. Desconfianza hacia las instituciones, hacia los partidos, hacia los otros ciudadanos. Y sin confianza no hay tejido posible. La política colectiva requiere precisamente lo contrario: la certeza de que lo común vale la pena, de que cooperar produce más frutos que competir sin tregua.

Eso demanda nuevas formas de organización social y política. Demandará partidos que funcionen menos como maquinarias electorales y más como espacios de deliberación ciudadana. Demandará gobiernos que consulten y construyan con la gente, no solo para la gente. Y demandará ciudadanos que asuman su papel no como espectadores, sino como coautores del destino común.

Quizá ha llegado el momento de desplazar al héroe individual y recuperar la épica de lo colectivo. No necesitamos más relatos donde un líder salva a todos; necesitamos narrativas donde todos nos salvamos a nosotros mismos al reconocernos como parte de la misma trama.

Así como en la Grecia antigua el mito de las Moiras recordaba que ningún destino estaba aislado del conjunto, hoy debemos recordar que ningún proyecto político puede sostenerse en soledad. La política que realmente transforma es aquella que se teje desde abajo, desde los barrios, desde los colectivos, desde las voces diversas que encuentran en la pluralidad su mayor riqueza.

La política futura debe ser colectiva para fortalecer la democracia y enfrentar desafíos. Apostar por el individualismo arriesga liderazgos frágiles y sociedades divididas, debilitando el tejido común.

Si, en cambio, entendemos que nuestro destino depende de la fortaleza del tejido, podremos enfrentar con mayor solidez los desafíos de nuestro tiempo: la desigualdad, la crisis climática, la violencia, la polarización.

El hilo aislado se rompe con facilidad; el tejido entrelazado resiste el paso del tiempo. Esa es la lección que la mitología griega, con su sabiduría ancestral, nos recuerda. Y esa es la lección que deberíamos aplicar a la política: dejar de pensar en términos de “yo” para construir un sólido “nosotros”.

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NACIONALES

Lo que está en juego para tu vejez: Conoce lo mejor de dos mundos, Ley 73 vs Ley 97

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– Consejos para tu jubilación, por Arturo Pérez Díaz

La jubilación es una etapa inevitable, pero su calidad depende en gran medida de las decisiones que se tomen desde hoy. O te informas sobre tu ahorro en la Afore y los esquemas de pensión que aplican a tu caso, o te expones a vivir una vejez llena de complicaciones financieras.

Quienes llegan a la tercera edad sin ingresos estables enfrentan limitaciones graves para cubrir necesidades básicas de salud, dado que la tercera edad requiere muchos cuidados y los costos de un hospital privado pueden dejar en la bancarrota una familia.

De ahí la importancia de conocer cómo funciona el sistema de pensiones en México y cuáles son las alternativas que ofrece, dependiendo del año en que cada trabajador inició su vida laboral.

EL SISTEMA DE PENSIONES EN MÉXICO

México cuenta actualmente con dos regímenes principales de pensión: la Ley del Seguro Social de 1973 (Ley 73) y la Ley del Seguro Social de 1997 (Ley 97). La diferencia fundamental entre ambos es la forma en que se determina la pensión.

La Ley 73 garantiza un beneficio definido; es decir, el monto de la pensión depende principalmente de las semanas cotizadas, la edad y el salario base promedio de cotización en los últimos cinco años. En contraste, la Ley 97 funciona bajo un esquema de cuentas individuales: la pensión se calcula con base en el ahorro acumulado en la Afore, los rendimientos generados y, las semanas cotizadas.

Este año 2025, los trabajadores nacidos en 1965, ya cumplieron 60 años, por lo que se encuentran en un momento crucial, ya pueden jubilarse bajo el régimen de la Ley 73, que sigue ofreciendo ventajas notables frente a la Ley 97.

LOS BENEFICIOS DE JUBILARSE BAJO LA LEY 73

El primer gran beneficio de la Ley 73 es la cantidad mínima de semanas necesarias para pensionarse: solo 500 semanas, equivalentes a 9 años con 7 meses de trabajo. Esto representa una oportunidad invaluable para miles de trabajadores que, aunque no tuvieron largas trayectorias laborales, sí lograron acumular años de cotización.

De tal forma que una persona de 55 años que solo trabajó afiliado al IMSS de los 20 a los 30 años de edad, 25 años después, puede retomar su expediente del Seguro Social, reactivarse e ir por una pensión, aunque sea del mínimo garantizado. Muchos lo dicen a tarifas de este año 2025, una pensión mínima de 9,400 pesos, ¿dónde estaban?

Además, bajo este régimen es posible incrementar la pensión a través de aportaciones voluntarias, que pueden llegar hasta el equivalente a 25 veces la UMA. Esto abre la posibilidad de alcanzar pensiones mucho más elevadas, incluso superiores a los 80 mil pesos mensuales, en casos de personas que lograron cotizar durante más de 35 años y aprovecharon esquemas de incorporación voluntaria, en sus modalidades 10 y 40.

LA AVALANCHA DE LA GENERACIÓN LEY 97

Actualmente, son pocas las personas que buscan jubilarse bajo la Ley 97. La generación de trabajadores que nació en 1979 es la que, en términos generales, se enfrentará de lleno al nuevo esquema. Quienes nacieron ese año y comenzaron a trabajar desde los 18 años, lo hicieron bajo la Ley de 1997. Hoy tienen 46 años de edad, y les faltan aproximadamente 14 años para alcanzar la edad mínima de retiro.

Esto significa que será en el año 2039 cuando el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) enfrente un colapso administrativo, al recibir un mar de solicitudes de pensión bajo la Ley 97. México entrará entonces, en la frontera del año 2040, con una profunda transformación del sistema de pensiones dado que ese grupo poblacional es enorme.

Entonces, las jubilaciones representarán una carga muy elevada, lo que obligará a los trabajadores a depender de rentas vitalicias contratadas con instituciones privadas, así como de planes personales de retiro. Estos planes, ofrecidos hoy como una “maravilla de jubilación”, prometen pagos atractivos, siempre y cuando los trabajadores ahorren con disciplina. Por ejemplo, un plan de 4 mil pesos mensuales de ahorro durante 20 años puede traducirse en pensiones complementarias significativas.

EL MOMENTO DE DECIDIR ES HOY

El llamado más urgente es para quienes hoy tienen 55 años de edad. Este grupo tiene aproximadamente 250 semanas por delante para planear una jubilación estratégica.

Existen mecanismos dentro del propio IMSS que permiten elevar el salario base de cotización, por ejemplo, a través de la Modalidad 40 (Continuación Voluntaria en el Régimen Obligatorio). Esto significa que una persona que en su vida laboral activa cotizó con un sueldo promedio de tres salarios mínimos puede alcanzar una cotización mucho más alta, incluso hasta 25 UMA.

LO QUE ESTÁ EN JUEGO PARA TU VEJEZ

La diferencia entre vivir una vejez digna y tranquila o enfrentar carencias permanentes, radica en atender la jubilación a tiempo, cinco años previos es lo adecuado, porque toma en cuenta que el sistema de salud público se encuentra colapsado ya, y los costos médicos en instituciones privadas aumentan cada año y un tratamiento en cualquier hospital privado puede dejar a la familia en banca rota.

La buena noticia es que todavía hay margen para actuar, siempre que se tomen decisiones informadas: revisar tu estado de cuenta en la Afore, consultar tu número de semanas cotizadas en el IMSS, revisar si tienes conservación de derechos, evaluar si calificas para el régimen de la Ley 73, y en su caso, aprovechar las oportunidades de aumentar tu pensión mediante aportaciones voluntarias o mecanismos de incorporación.

INFÓRMATE Y ACTÚA

El panorama de las pensiones en México refleja un futuro complejo: la transición de la Ley 73 a la Ley 97 marcará un antes y un después en la seguridad social del país. Quienes hoy pueden jubilarse bajo la Ley 73 deben valorar las ventajas de este régimen, mientras que las generaciones más jóvenes tienen que asumir que su retiro dependerá principalmente de su propio ahorro y de la disciplina con que administren su vida laboral.

Si tienes entre 55 y 60 años, aún estás a tiempo de diseñar una estrategia que te permita mejorar tu pensión y asegurar un ingreso digno en tu vejez.

Si necesitas orientación personalizada sobre tu situación en materia de seguridad social, busca asesoría profesional. Con información correcta y una planeación adecuada, es posible transformar la incertidumbre en certeza.

E-mail: amper61@hotmail.com

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Arturo Pérez Díaz, es periodista independiente, ha sido docente de Política, Opinión Pública y Mercadotecnia Política, así como asesor profesional de Comunicación Pública.

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