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NACIONALES

¿Proyecto en marcha?

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Opinión, por Luis Manuel Robles Naya //

Todas las mañanas la señora presidente nos habla de un proyecto de nación que su grupo, partido o movimiento, hasta ahora solo ha perfilado. A los ojos críticos de estudiosos de la política se distinguen ribetes de totalitarismo. Y si por fuera parece, por dentro también.

No hay otra forma de interpretar las acciones realizadas tras la elección presidencial de 2024, y los preparativos para la misma ejecutados desde el poder cooptando al INE y colonizando al Tribunal Electoral Federal.

Ambos validaron una ilegal mayoría legislativa y avalan, sobre todo el Tribunal, la elección de ministros, magistrados y jueces con la cual construirán un Poder Judicial a modo. Nada que pueda oponerse por las vías legales a las determinaciones presidenciales, pues también han hecho nugatoria la legislación sobre el amparo.

Ni siquiera el pétalo de una crítica puede manchar la pureza del movimiento pues para eso ya se ha presentado la Ley de Telecomunicaciones que confiere a la nueva Agencia de Transformación Digital y Telecomunicaciones el poder de sacar del aire a cualquier plataforma digital por “incumplimiento a disposiciones u obligaciones previstas en las respectivas normativas que les sean aplicables”, normativas que pondrá la misma agencia cuyo poder le permitirá decidir lo que podremos ver, compartir, escuchar por radio, televisión y redes sociales.

Con la desaparición de organismos autónomos e independientes, desde presidencia nos dicen que están recuperando atribuciones del Estado, lo que implica que será el gobierno el que autorice o quite concesiones, como antaño, antes que la democracia les permitiera asaltar al poder.

La señora presidente niega que su gobierno sea autoritario y censor, pero el discurso no se corresponde con los hechos. Hipersensible a la crítica, reacciona con la misma receta que su antecesor descalificando al crítico sin dar respuesta al cuestionamiento o recurriendo al argumento de que así lo quiere el pueblo, cuando el pueblo apenas si está enterado de cómo han legislado, no solo para concentrar el poder y quitarle contrapesos, sino también para perpetuarse en el mismo.

Se debe reconocer que no tienen el menor riesgo de perderlo en el corto plazo, la oposición está extraviada, sin propuesta, y sus líderes asidos a los restos del naufragio para sobrevivir solamente. Sin embargo, el empeño que pone este gobierno en asegurarse todos los medios para controlar la vida política y económica del país habla de un movimiento que llegó para quedarse.

El problema grave que tienen en ese planteamiento es que su base conceptual es la misma que operó hace cincuenta años, cuando la actual presidente combatía el modelo y al régimen desde las aulas universitarias. Repetir el modelo, aun queriendo modernizarlo, es reincidir en el error de fondo. Hace cincuenta años, el régimen sobrestimó los recursos y potencialidad del Estado y el dispendio lo llevó a las crisis económicas sin posibilidad de mantener las políticas asistenciales que le daban equilibrio y permanencia.

Los tecnócratas que siguieron equilibraron el barco financiero, pero perdieron el balance social. Hoy privilegian la recuperación de ese balance a través del retorno del estado benefactor, con el claro objetivo de consolidar una base electoral suficiente para mantenerse en el poder.

Como antaño, hay una sobreestimación del potencial financiero del estado y una subestimación del entorno económico mundial. Lograr mantener los programas sociales con los ingresos actuales y estimar con optimismo que la inversión privada logrará el crecimiento necesario para que la recaudación resuelva el déficit y soporte el crecimiento geométrico de la población beneficiaria de los programas asistenciales, sin recurrir a más deuda, suena a buenos propósitos más que a realismo.

La esperanza está puesta en el Plan México, el cual requiere un horizonte que va más allá del presente sexenio. Necesita una clase empresarial comprometida, la cual es escasa, y generar las condiciones para que, los inversionistas, que ven sólo los réditos y las ganancias, tengan confianza y seguridad. Estas dos últimas palabras son la clave para que la inversión llegue, sin embargo, ni la elección judicial ni la nueva política de seguridad pueden garantizarlas.

Por otra parte, durante los próximos cuatro años, la economía nacional dependerá del comportamiento de la estadounidense y hay demasiada incertidumbre, lo que mantiene la inversión allá y aquí, severamente contraída, y sin inversión no hay pensión.

El movimiento en el poder está consiguiendo bases legales y estructurales para conservar el poder. Lo está ejerciendo absolutamente con pleno control del andamiaje institucional y las estructuras republicanas, sin embargo, el país que quiere construir para los pobres no podrá hacerlo solo con eso. Un verdadero proyecto nacional se construye desde la pluralidad.

Excluir, denostar, despreciar y anatemizar a quien piensa diferente son elementos del totalitarismo que tanto niegan y un autoritarismo que disfrutan, aunque lo nieguen. Tal vez no lo creen, pero se han transformado en el monstruo totalitario que combatían. Traen el espejo truqueado.

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