NACIONALES
¿Quién habla por mi?
Opinión, por Luis Manuel Robles Naya //
Hace nueve meses que el proceso electoral para renovar la Cámara de Diputados está abierto y desde hace dos los candidatos propuestos por una decena de partidos, hacen campaña general y dos meses antes hubo precampañas y a pesar de todo ese tiempo, de los miles de mensajes en radio, televisión y redes sociales, no encuentro a ningún candidato, esos que habrán de representarnos en el Congreso, que hable por mí y de mí.
Hablan entre ellos y te piden que elijas entre el malo y el peor, convencidos, unos de que están haciendo bien las cosas y otros diciendo lo contrario. Me queda claro que la elección no trata de elegir representantes, sino de una batalla por el poder político en razón de lo cual, el discurso se ha polarizado y la elección convertido en un referéndum a la forma de gobierno, en una tácita aceptación o negación, de un cambio de régimen que nadie pidió, pero que el gobernante impulsa convencido de su verdad, encandilado por su utopía.
El resultado posible de este juego de pulsos es un poder político dividido y tres años más de enfrentamientos estériles, otro sexenio perdido, seis años de estancamiento que, en el mundo globalizado y dinámico equivalen a retroceso. Los escenarios electorales no prevén una derrota del oficialismo y un escenario probable es, que la presencia opositora obligue a la búsqueda de consensos legislativos que, de no lograrse, llevarán a la paralización o en grado extremo a la radicalización del gobierno que conducirá su actuación a decretazos.
La contienda política está planteada para que en esta elección se vote por representantes de los partidos políticos y no de los ciudadanos, y eso es en sí mismo alarmante. El partido en el poder dice representar a la masa de pobres e interpreta y propone, mantenerlos en la línea de pobreza soportable con base en subsidios clientelares, lo que puede y parece ser, aceptable para ellos pues mantienen su respaldo a la figura presidencial.
La oposición por su parte, que debiera abanderar a las clases medias, despreciadas y hasta denostadas por el actual régimen, no logra construir una propuesta distinta al pasado ya rechazado en la anterior elección presidencial. Paradójicamente, propone futuro volviendo al pasado reciente, mientras que el oficialismo retrocede hacia un tiempo más atrás, cuando “fuimos felices” en la abundancia petrolera. Definitivamente no es un escenario agradable para nadie, ni para los pobres condenados a la misma o peor condición por la cancelación de sus oportunidades de ascenso social y económico, ni para las clases medias constreñidas por la falta de crecimiento económico, la disminución del empleo y la estatización de la economía.
En el escenario político nacional no hay lugar ya para el ciudadano. La democracia participativa se ha quedado en una figura retórica utilizada por el jefe del ejecutivo para darle “legitimidad” a sus decisiones con consultas ciudadanas partidizadas, parciales e ilegales.
Los partidos políticos se han convertido en franquicias de grupos para la defensa de sus intereses y para la obtención y conservación de puestos públicos, carentes de democracia interna, lejanos de su militancia.
¿Quién puede hablar por mí en ese escenario? Definitivamente no lo hace el Partido Encuentro Social que teniendo una plataforma supuestamente moral y de valores tradicionales, se alía con otros que promueven el aborto, matrimonios igualitarios y legalización de drogas; tampoco hablan por mí las Redes Sociales Progresistas que lo mismo postulan enmascarados que comerciantes de pornografía; o el Partido Verde que en cada elección comercializa su apoyo, o el Partido del Trabajo, mercenarios al servicio del poder. Todos ellos integrando una caterva de vividores de la política imponiendo legisladores que suman, algunos, hasta cuatro sexenios saltando de curul en curul.
Tampoco habla por mí la alianza oportunista de adversarios ideológicos ancestrales como el PAN, el PRI y el PRD que parecen no darse cuenta de que sus militantes y simpatizantes les dieron la espalda en 2018 hartos de su desinterés, de la falta de democracia interna y de la ambición y corrupción de los usufructuarios de la marca, y que ahora apuestan a que regresen por las fallas del gobierno.
Yo esperaría que mi partido ahora recuperara su filosofía, ese liberalismo social que impulsaba el desarrollo regional y el involucramiento de la sociedad en la toma de decisiones, en la supervisión y participación social en las obras de sus comunidades, en la planeación a largo plazo con visión de país moderno y competitivo, que propiciara un federalismo equitativo, que combine potencialidades regionales para darnos un desarrollo compartido que contribuya a reducir la desigualdad, que ponga orden en las administraciones estatales en el uso del recurso federal, que construya un frente único estados y federación para combatir la inseguridad y a la delincuencia organizada, pero lamentablemente eso nadie lo está diciendo y nadie lo hará, porque no encuentro en la ensalada política nacional, nadie que pueda, o quiera, hablar por mí.
