OPINIÓN
¿A dónde va la 4T?
Opinión, por Luis Manuel Robles Naya //
Cumplido un año, el actual régimen, ha dejado claro que su intención es transformar al país y tiene los elementos para ello; un respaldo popular representado por los 30 millones de votos obtenidos, una Cámara de Diputados en la que, a través de alianzas ha construido una absoluta mayoría y una oposición disminuida, carente de propuestas y liderazgos. Tiene además prisa para, como lo ha manifestado el presidente López Obrador, hacer irreversible dicha transformación.
En ese afán, desde la integración de la legislatura, se emitieron 4 decretos que modifican desde la colocación de los colores de la banda presidencial, hasta los límites del salario de los servidores públicos. Ya en el ejercicio del poder, se han publicado 59 decretos más, mediante los cuales se han promulgado 11 leyes, y se han reformado, adicionado y derogado 15 artículos constitucionales. Esto equivale a la emisión de un decreto cada seis días, en una frenética carrera legislativa, que sin embargo no ha incidido en esa transformación profunda a la que se aspira. El motivo puede encontrarse en la materia de esa fiebre legisladora. Once nuevas leyes, que cubren un muy amplio espectro de cuestiones, desde la Ley federal de austeridad, a normar el uso de la fuerza pública, el registro de detenciones, crear la Guardia Nacional, darle estructura orgánica a la Fiscalía General de la República, y normar la educación naval, el Sistema para la carrera de las maestras y maestros, la mejora continua de la educación, y los pueblos indígenas.
Reformas constitucionales a los artículos 3, 31 y 73 en materia educativa, reformas al Artículo 19 en materia de prisión preventiva oficiosa, al Artículo 22 y la fracción XXX del Artículo 73 en materia de extinción de dominio y diversas disposiciones más de la Constitución en materia de Guardia Nacional.
En la euforia legislativa se han reformado, adicionado y/o derogado, no menos de 30 leyes y más de cuatro códigos que inciden en cultura física y deporte, Ingresos sobre hidrocarburos, el ISR, IVA e IEPS, responsabilidad administrativa de servidores públicos, el presupuesto y responsabilidad hacendaria, el Seguro Social en materia de trabajadoras del hogar, y sígale usted con más temas como el turismo, el BANSEFI, el matrimonio infantil, el ISSSTE, el desarrollo rural, las cámaras empresariales y hasta el mercado de valores. Como puede apreciarse, una verdadera miscelánea legislativa.
Cabría esperar que ante semejante actividad legislativa, algo hubiera cambiado ya, sin embargo a la fecha solo se puede entender como una respuesta al impulso personal del titular del ejecutivo, al que no parece responderle, en igual forma su gabinete, el que el propio presidente ha definido como un elefante al que cuesta trabajo mover.
No existe proporción entre esta producción legislativa y las acciones que debieran respaldar el proyecto transformador. Cierto es que se requiere tiempo y un año no es suficiente para aterrizar, no obstante sigue sin conocerse una hoja de ruta, o sistema de evaluación que permita determinar las metas que materialicen esos propósitos plasmados, hasta hoy, en leyes y discursos.
La innegable voluntad del presidente definitivamente requiere de un eje articulador más allá de su propia intención. El alud de reformas parece no tener un concierto u obedecer a un plan expresamente escrito, con metas, tiempos y estrategias. Es claro que él pone la intención, más no se ve quien pueda poner la acción en un gabinete que ni responde a las indicaciones presidenciales ni atina a estructurar programas verificables.
La información cuantitativa de la acción gubernamental fluye desordenadamente, se responde mal e ignora las solicitudes de información, por lo tanto no es posible validar si están cumpliendo las instrucciones o hacen como que cumplen.
Por eso la pregunta, ¿A dónde va la 4T?, ¿Cuál es el horizonte de la transformación y como se llega?, sin instrumentos confiables de medición y verificación de resultados lo único medible es la percepción ciudadana y esta se encuentra, a un año de distancia, dividida, desorientada pero aún esperanzada de que pueda haber un cambio en la realidad nacional.
Esto es fruto de la desordenada información que proporciona la conferencia mañanera, en la que el presidente explota ese voto de confianza que le otorgó la población y la realidad se estrella ante los otros datos, imprecisos, inverificables y hasta contradictorios, pero que generan la percepción de que se está cambiando, que la transformación va. En el fondo, queda la impresión de que éste, es un gobierno de un solo hombre, que mueve, instruye y ordena a la administración desde el atril de las conferencias mañaneras.
Cambian leyes, se crean nuevas, se modifica el entramado institucional pero este país se sigue moviendo en la dirección que marca un hombre que quiere transformar al país inspirado en retazos de la historia. Hay visión y diagnóstico, con los cuales se puede coincidir, falta orden y sensatez, sobra voluntarismo y autarquía.
