OPINIÓN
Alfaro: Del reconocimiento a convertirse en quimera fugaz
 
																								
												
												
											De Frente al Poder, por Óscar Ábrego //
A ver, que no se pierda la objetividad. Es cierto, del ingeniero Enrique Alfaro se puede hacer un largo listado de los inquietantes rasgos de su personalidad y sobre su peculiar estilo para ejercer el poder que le brinda ser el gobernador. Sin embargo nadie, ni siquiera sus detractores, adversarios y quienes hemos sido agraviados por él estamos en condiciones de regatearle el mérito de haber construido -prácticamente desde la nada- una poderosa estructura.
De hecho, debemos reconocerle que no puede entenderse el crecimiento de Movimiento Ciudadano sin su liderazgo y la tremenda capacidad que todavía conserva para acordar con diversos grupos e integrar a su equipo personajes de capacidad e integridad comprobada como Teresa Brito o Xavier Orendain, por citar un par de casos.
En cuanto al primer cerco, es decir, la pedante corte naranja que lo escolta, es preciso admitir que a pesar de la ausencia de Ismael del Toro, ha sabido resolver los conflictos internos y las insidias promovidas por los que sostienen un vínculo inquebrantable de lealtad hacia él y los grandes negocios.
Es bastante lo que podemos cuestionar de Alfaro. Yo, que lo conocí poco antes de que se incorporara a su primera responsabilidad en el gobierno de Tlajomulco, he atestiguado –hoy de lejos- su notoria mutación. De ser un joven impetuoso y eventualmente hasta con chispazos de simpatía y gracia, saltó a la polaridad de la intolerancia y el rencor. Pero de cualquier modo, eso no significa que desconozcamos que es un tipo echado para adelante. Y eso es una cualidad de los hombres dispuestos a triunfar.
Ya que resulta evidente el comienzo del declive del llamado alfarismo, será muy interesante estar atentos a la estrategia trazada por él y sus incondicionales para mantener los espacios conquistados en la última década.
Por lo pronto sabemos que su operador estrella, Clemente Castañeda, tiene la encomienda de involucrarse con mayor profundidad en la grilla local con al menos tres objetivos clave: posicionar su nombre más allá del círculo rojo; contener el avance de Pablo Lemus al interior del partido, y salvaguardar el liderazgo moral de su patrón.
Dicho de otra forma: la misión de la aristocracia anaranjada que dirige Enrique Alfaro puede reducirse a lo siguiente: preservar y extender sus dominios en Jalisco y otras latitudes del territorio mexicano.
Claro que lograrlo es en extremo complicado. En lo nacional falló en su intento por liderar a la oposición contra el lopezobradorismo; mientras que aquí, el brutal fracaso en temas de seguridad y salud, así como la permanente sospecha de que su gobierno atiene más los asuntos lucrativos que las demandas sociales, es un lastre muy pesado de llevar.
Ahora bien, aunque lo anterior, soy de los que piensa que la terquedad y determinación de Alfaro Ramírez lo llevará a ocupar un lugar importante en el ajedrez político del país. No hay duda de ello. Pero, ¿le alcanzará para ser candidato presidencial? Francamente no lo creo. Aún sin considerar la pobre posición que ocupa en las encuestas, todo apunta a que al final MC se sumará a una gigantesca coalición multipartidista para enfrentar a Morena.
Así las cosas, conforme avance el tiempo, la intención de Enrique Alfaro por convertirse en abanderado a la presidencia de la República, se desvanecerá como lo que es, una quimera fugaz.

