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MUNDO

Amenaza de la supervivencia humana: La naturaleza depredadora del poder imperial

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– Actualidad, por Alberto Gómez R.

(Parte 2) El caso de Irak ofrece quizás el ejemplo más claro de saqueo contemporáneo bajo pretextos falsos. La invasión de 2003, justificada con las inexistentes armas de destrucción masiva, permitió a Estados Unidos y sus aliados controlar las segundas mayores reservas petroleras del mundo, con aproximadamente «45 mil millones de barriles explotables».

Veinte años después de la invasión, como documenta uno de los artículos analizados, Irak sigue siendo un país devastado física, económica y socialmente. Un habitante de Bagdad resume así la situación: «Los estadounidenses vinieron y dijeron, les daremos todo lo que necesiten: raciones de alimentos completas, caminos pavimentados, sistemas de alcantarillado y electricidad. Nada de esto sucedió. Simplemente vinieron, destruyeron el país, robaron la riqueza y luego se fueron».

La corrupción sistémica que siguió a la invasión ha sido identificada como uno de los mecanismos clave para el saqueo de los recursos iraquíes. Según Transparencia Internacional, Irak ocupa el puesto 157 de 180 países en el índice de corrupción. Esta corrupción no es accidental, sino estructural al proceso de dominación imperial, que requiere de élites locales colaboracionistas que faciliten la extracción de recursos.

Paradójicamente, a pesar de ser el quinto país del mundo en reservas de petróleo y el segundo dentro de la OPEP, Irak es incapaz de proveer servicios básicos a su población. La economía permanece estancada, con una tasa de desempleo que ha pasado del 8,9% en 2002 al 16,5% en la actualidad 6. El petróleo representa el 95% de los ingresos federales, pero esta riqueza no se traduce en bienestar para la población.

Patrón similar se observa en los casos de Libia y Siria, donde intervenciones directas o por poderes creados por los intereses estadounidenses han destruido estados funcionales que poseían importantes recursos energéticos, reservas de agua o ubicaciones geoestratégicas clave. En ambos casos, como en Irak, la destrucción de la infraestructura estatal ha facilitado el saqueo de recursos y la transferencia de riquezas hacia corporaciones occidentales.

VENEZUELA EN LA MIRA: EL PATRÓN QUE SE REPITE

Venezuela posee las mayores reservas petroleras certificadas del mundo, superiores incluso a las de Arabia Saudita, además de inmensas reservas de gas natural, oro, coltán, diamantes y otros recursos estratégicos. Esta abundancia de riquezas naturales, en lugar de ser una bendición, se ha convertido en una maldición que atrae las ambiciones imperiales.

El patrón de acoso contra Venezuela sigue una lógica similar a la observada previamente en Panamá, Irak y Libia. Se comienza con una campaña de demonización del liderazgo político, continuando con sanciones económicas que asfixian la economía y generan malestar social, para luego justificar intervenciones más directas bajo pretextos humanitarios o de lucha contra el narcotráfico.

NORUEGA: EL PRETEXTO NARCOTERRORISTA

Como en el caso de Noriega en Panamá, el gobierno venezolano ha sido acusado de narcotráfico y terrorismo, acusaciones que expertos independientes consideran ampliamente exageradas o directamente falsas. La militarización del Caribe bajo el pretexto de combatir el narcotráfico, con despliegues de buques, aviones y miles de militares estadounidenses, evoca memorias preocupantes de lo sucedido en Panamá en 1989.

Distintos analistas señalan que «el régimen (de Nicolás Maduro) teme una incursión más allá del mar e incluso miente asegurando que tiene más de 4 millones de milicianos dispuestos a defender a la dictadura, cuando en realidad esa fuerza miliciana no existe» Esta retórica recuerda a la utilizada contra Saddam Hussein antes de la invasión de Irak, cuando se exageraba la amenaza de sus armas de destrucción masiva.

LA GUERRA ECONÓMICA Y LAS SANCIONES COMO ARMA

Un componente clave de la estrategia contra Venezuela ha sido el uso de sanciones económicas comprehensivas que constituyen, según expertos en derecho internacional, medidas coercitivas unilaterales prohibidas por la Carta de las Naciones Unidas. Estas sanciones, que impiden a Venezuela exportar petróleo e importar alimentos y medicinas, han tenido un efecto devastador sobre la economía y la población civil.

El uso de sanciones como arma de guerra económica representa una evolución de los métodos imperiales tradicionales, permitiendo lograr objetivos similares a los de una invasión militar, pero con costos políticos menores y un rechazo internacional más moderado.

Estados Unidos muestra hoy claras señales de declive relativo en el escenario global. El ascenso de China, la consolidación de bloques regionales alternativos y el fracaso relativo de sus intervenciones militares más recientes indican que la unipolaridad ha llegado a su fin. En las primeras décadas del siglo XXI, Estados Unidos ha sido la primera potencia mundial en términos de PIB nominal, fuerza militar y tecnológica, pero ya en el comienzo del siglo XXI, China surgió con fuerza como otro país susceptible de poder desafiar el poderío estadounidense, y lo está haciendo.

La historia enseña que los imperios en declive suelen volverse más agresivos y peligrosos en sus intentos por mantener la hegemonía, como un animal herido de muerte. La transición hegemónica rara vez ocurre de manera pacífica, y el riesgo de conflictos de gran escala aumenta en estos periodos de reacomodo global. La tendencia a la guerra, cuando una potencia emergente amenaza con desplazar a una potencia hegemónica existente es lo que se llama la “trampa de Tucídides”.

El saqueo imperial, que ha tomado formas diferentes a lo largo de los siglos, permanece como una constante en las relaciones internacionales. Desde los tributos exigidos por los antiguos imperios a sus territorios conquistados, hasta las sanciones económicas y las guerras por procuración del siglo XXI, la lógica de extracción violenta de recursos persiste como característica del sistema internacional.

La comunidad global enfrenta el desafío de construir un nuevo orden basado en la cooperación y el respeto mutuo, superando la lógica depredadora que ha caracterizado a los imperios a través de la historia. La alternativa es perpetuar un ciclo de violencia y saqueo que, en la nueva era nuclear, amenaza la propia supervivencia de la humanidad.

Este artículo está dedicado a las incontables víctimas del imperialismo a lo largo de la historia, desde los habitantes de Babilonia hasta los niños de Fallujah.

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