MUNDO
Cambios globales desde El Vaticano: Paz en Ucrania, ¿el primer milagro de Francisco?

Política Global, por Jorge López Portillo Basave //
El sábado pasado, en un hecho extraordinario, la Basílica de San Pedro en Roma fue escenario de un encuentro privado entre los presidentes Donald Trump y Volodímir Zelenski, quienes se reunieron durante la ceremonia funeraria del Papa Francisco. Sentados en sillas reservadas para cardenales, ambos líderes discutieron avances en un posible acuerdo de paz entre Rusia y Ucrania, mediado por Estados Unidos.
Esta reunión, la primera desde un tenso encuentro en Washington donde Trump acusó a Zelenski de desagradecido y canceló una comida planeada, marcó un momento clave. Trump aseguró que Estados Unidos ya tiene los puntos aceptados por Rusia, pero Ucrania aún debe aprobarlos. Zelenski busca garantías de una paz duradera, la recuperación de territorios ocupados y no reconocer la anexión de Crimea por Rusia en 2014. Aunque los detalles de las demandas de Putin y las concesiones de Zelenski no son públicos, el encuentro en un lugar tan simbólico resalta su relevancia.
La reunión, celebrada a los pies de la imagen del Bautismo de Jesús y cerca del ataúd de Francisco, parece haber sido influida por el Papa, quien, según reportes, logró que Trump escuchara las preocupaciones de Zelenski sobre las intenciones de Putin, mientras ambos reconocieron “grandes avances” en su diálogo. Vladimir Putin, aunque no asistió, envió condolencias por la muerte del Papa. Horas después, la misa funeraria reunió a más de 140 jefes de Estado, líderes de las 23 Iglesias Católicas del Este y el Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Griega.
El contexto religioso añadió una dimensión única: Putin, ortodoxo; Zelenski, de origen judío pero no practicante; y Trump, protestante, con acercamientos al catolicismo, dialogaron en un espacio sagrado. Trump aprovechó el viaje para criticar los recientes ataques rusos a civiles y advirtió que, sin un acuerdo, Estados Unidos se retiraría y sancionaría a la parte que no actúe de buena fe.
La reunión podría ser recordada como el “Acuerdo de San Pedro”, convocado por el legado de Francisco I, quien, a pesar de su conocida tensión con Trump, logró reunir a estos líderes en su último acto. Como San Pedro y San Pablo, que pese a sus diferencias murieron por una causa común, Trump, Zelenski y Putin podrían encontrar inspiración para la paz. Trump busca detener la “absurda matanza” en Ucrania, Zelenski exige garantías contra futuros ataques rusos, y Putin quiere limitar la expansión de la OTAN.
La muerte de Francisco, lejos de ser un fin, se convirtió en un catalizador. Su capacidad para convocar a líderes de distintas creencias —incluido el líder de la Iglesia Rusa, ausente, pero representado— sugiere que incluso en tensiones globales, como las de Rusia-Ucrania o China-Estados Unidos, el diálogo es posible. No siempre estuve de acuerdo con Francisco en temas delicados, pero reconozco su sacrificio y su legado. Como cardenal, Bergoglio decía: “Al orar, no solo debemos rogar por nuestras miserias, sino exaltar la grandeza y misericordia de Dios, adorándolo como Único y Verdadero”.
Aprovecho para recordar las cuatro basílicas papales de Roma: San Juan de Letrán, la catedral de los Papas; Santa María la Mayor, dedicada a la Virgen; San Pablo Extramuros; y San Pedro. Francisco pidió ser enterrado en Santa María la Mayor, junto a siete papas, San Jerónimo —traductor de la Biblia al latín— y reliquias como un fragmento del pesebre de Belén. Esta basílica, un pilar de la Curia Romana, resguarda tesoros de fe y arte, incluyendo obras de Miguel Ángel.
El 2025 será un año crucial. La guerra en Ucrania podría culminar en paz o escalar a un conflicto mayor. El dólar podría perder su hegemonía, y la rivalidad entre China y Estados Unidos definirá la potencia del siglo. Además, el cónclave decidirá si el próximo Papa será más liberal, conservador o incluso el “temido” candidato de piel negra. Dios nos da libertad, como lo hizo con sus apóstoles, y el futuro dependerá de esas decisiones.
MISERICORDIA SOBRE LA VENGANZA
En un tono personal, ayer celebramos la Divina Misericordia, instaurada por San Juan Pablo II. Dios me ha mostrado infinita misericordia, librándome de más de tres docenas de casos legales en mi contra, todos ganados, incluido el último en 2024. Aunque inicialmente busqué justicia contra quienes me difamaron —Idelfonso Guajardo, Mario Cantú, Lourdes Mendoza y sus aliados—, he decidido no demandarlos. La inocencia que Dios me ha permitido demostrar es suficiente. Comparto esto para reafirmar mi compromiso con la misericordia sobre la venganza.
MUNDO
Una lección desde Oriente

Opinión, por Miguel Anaya //
Después de concluir los días santos, nos integramos nuevamente a la vida productiva. Esto conlleva hacer y dejar de hacer ciertas cosas. Los necesarios días de descanso se convirtieron en días de reflexión. Esa reflexión nos lleva a pensar cómo vivimos, qué rol desempeñamos en la sociedad, hacia dónde queremos ir en lo individual y colectivo. El leer a algunos autores y observar la realidad nos lleva a algunas ideas.
Vivimos en la era del “hiper”. Hiperconectados, hiperinformados, hiperestimulados. Nuestra sociedad occidental ha cruzado un umbral donde todo debe ser inmediato, visible y viral. Estamos atrapados en un flujo incesante de datos, imágenes y mensajes que configuran un ecosistema social marcado por la prisa, la competencia y la búsqueda de reconocimiento constante. Esta hiperactividad cultural no ha traído consigo mayor bienestar, sino una angustia silenciosa que se manifiesta en la soledad, el aislamiento y una desconexión cada vez mayor con el otro.
Byung-Chul Han, filósofo surcoreano afincado en Alemania, lo ha señalado como la sociedad de rendimiento —donde todos somos empresarios de nosotros mismos— misma que nos ha llevado a la autoexplotación. El sujeto moderno ya no es dominado por el otro, sino por sí mismo. Vive bajo la ilusión de la libertad mientras carga con la presión de ser productivo, deseable, visible, viral. En este contexto, el “yo” se vuelve el único centro de valor. La empatía se diluye. La cooperación, esa vieja virtud que sustentaba comunidades, se vuelve sospechosa o irrelevante.
El hipersexualismo en redes, la hiperexposición de vidas editadas, el culto al éxito individual y a la constante validación externa han terminado por generar una cultura de hedonismo fragmentado, donde los vínculos son débiles, temporales y funcionales. Todo se consume, incluso las relaciones humanas. Y al perder lo sólido —la comunidad, el sentido de pertenencia, la tradición—, nos volvemos náufragos emocionales en un océano de estímulos sin dirección.
En contraste, al otro lado del mundo, en el Oriente, China ha desarrollado un modelo distinto. No exento de contradicciones ni críticas, lo cierto es que el pueblo chino ha logrado avances extraordinarios en cohesión social, tecnología, infraestructura y crecimiento económico, sin abandonar del todo ciertos principios civilizatorios que les han acompañado por siglos. En tiempos recientes, han emprendido una campaña cultural y educativa que apela al orgullo nacional, al respeto por los ancianos, al valor del esfuerzo colectivo y a la continuidad de su historia.
En China, el concepto de “armonía” no es una palabra hueca. Está inscrito en su filosofía, en su urbanismo, en su manera de entender la vida pública. La cooperación no es vista como debilidad ni como pérdida de autonomía, sino como el engranaje natural para lograr el bienestar común. La familia, la comunidad y el Estado se entienden como esferas que se retroalimentan.
Por supuesto, este modelo también enfrenta tensiones con la modernidad, pero lo hace sin renunciar a una narrativa identitaria fuerte. Esa que recuerda al ciudadano que su éxito personal no tiene sentido si no es útil para el colectivo.
Mientras tanto, en Occidente, nos encontramos en una encrucijada. Hemos elevado el individualismo a dogma. Hemos confundido libertad con aislamiento, deseo con consumo, visibilidad con valor. Creemos que escalar significa dejar atrás a los demás, que ayudar es signo de debilidad, y que colaborar es una pérdida de tiempo frente a la inmediatez del éxito.
Pero necesitamos despertar. No se trata de romantizar otros modelos ni de ignorar los desafíos que enfrentan. Se trata de reaprender algo esencial: el ser humano florece en comunidad. El otro no es un obstáculo, sino una posibilidad. La cooperación es la única vía sostenible para construir un futuro más justo, más sano, más habitable.
Volver a mirar al otro, a construir redes verdaderas más allá de los likes, a compartir en vez de competir, es un acto de resistencia frente a la lógica del “yo primero”. Necesitamos recuperar el valor de lo común. Apostar por un progreso que no sacrifique lo humano en el altar del algoritmo.
Quizá haya llegado el momento de detenernos un instante. De respirar. De mirar con honestidad nuestras relaciones y nuestras ambiciones para preguntarnos: ¿a dónde queremos llegar? ¿con quiénes? ¿y a costa de qué?
La cooperación no es solo una estrategia de supervivencia. Es una forma de trascendencia. Una manera de recordar que nuestro mayor logro como especie no ha sido dominar la naturaleza, sino ayudarnos unos a otros a vivir con dignidad. Es momento de que el yo abra el espacio al nosotros.
MUNDO
Ausencias sensibles, el mundo sin Francisco

Opinión, por Pedro Vargas Ávalos //
(Desde Ciudad del Vaticano). Era el Domingo de Resurrección y el Papa Francisco, quien había salido de un padecimiento de neumonía, contra los pronósticos médicos, laboró. Dos eventos destacaron: recibir al vicepresidente de Estados Unidos, J.D. Vance, reiterando su actitud generosa al atenderlo por la noche, sorpresivamente, y bendecir a la ciudad y al mundo (urbi et orbi) con lo que demostró su amor a la humanidad entera.
Esos actos trascendentes fueron el testamento del Papa de los pobres, de los débiles y de los pecadores por entero, donde corren parejos migrantes, magnates, víctimas de las injusticias y gobernantes soberbios o indolentes.
El gran líder espiritual conmovió al orbe en vida, con su incesante lucha por las causas nobles. Con su lamentable marcha acaecida la mañana del lunes 21, cimbró a todos los pueblos, que condolidos, mostraron su tristeza.
El sepelio del sucesor de Pedro, el pescador de almas, fue elocuente prueba de la admiración que supo ganar en su pontificado de poco más de 12 años: jefes de Estado, primeros ministros, jerarquías de toda orden, manifestaron su reconocimiento como máximo vocero de los derechos humanos.
El hecho anterior también deja bien claro, que la ausencia del universal Francisco, deja a la tierra en lamentable orfandad de liderazgo espiritual, tan necesario en estos tiempos de materialismo, hedonismo y decadencia moral.
Las juventudes lo extrañarán, pues, fue su mentor, poeta, heraldo; sustituirlo será labor de romanos.
¿Y quién exhortará a las potencias para que impere la paz universal? Porque sin su presencia, el apocalipsis de la guerra se agiganta.
En sus honras fúnebres, hubo esfuerzos por conjurar la contienda de Ucrania; el hecho nos proyecta al desaparecido Pontífice como trasunto del legendario Cid Campeador, quien lograba triunfos después de fallecido.
Ahora añoraremos al Papa peregrino, el que visitó como evangelista visionario todos los rumbos del planeta.
Innovador de la Iglesia Católica, revolucionó hasta su sepelio: sin féretro impactante y con inhumación como él, sencilla y austera, severa del magnífico Vaticano, imitó la sobriedad de los apóstoles y se le inhumó en la basílica de Santa María La Mayor, correspondiente de la mexicanísima santa María de Guadalupe, que él tanto veneró.
Humilde, por elección fue toda su vida; quien le suceda como Vicario de Cristo, debe retomar esa bandera, que implica actuar como patriarca, ser misionero y orientar como maestro. En tal papel, pidió perdón por sus equívocos y por los gobiernos que, a título de evangelizar, conquistaron, asesinando y colonizaron con atropellos y despojos.
Ahora habrá un Cónclave, donde 133 cardenales votarán para nominar al sucesor de Francisco, el argentino más célebre y el latinoamericano más universal. Este Colegio Cardenalicio lo integran 70 nacionalidades. Son la continuación de la cumbre internacional que fueron las exequias del ilustre Jorge Mario Bergoglio, quien siendo jesuita adoptó el nombre del pobrecillo de Asís: Francisco.
La humanidad confía en que pronto surja quien enarbole la cruz y el estandarte, símbolos potentes de amor y paz, tan indispensables para nuestro atribulado globo.
Roma, 24/IV/2025
MUNDO
Continúa la incertidumbre

Opinión, por Luis Manuel Robles Naya //
Incertidumbre es el costo de la arrogancia de un mandatario que disfruta alardear, incluso desde una posición débil o difícil de sostener. Hablar de una posición débil del país más poderoso del mundo puede que no sea exacto a la luz del poderío económico que tiene; sin embargo, se justifica por la misma razón que lo llevó a fijar aranceles a todo el mundo y a poner distancia con sus socios y aliados tradicionales.
Donald Trump ha reconocido que hay un déficit importante en las finanzas públicas estadounidenses, que su deuda externa es alta y que se paga mucho a los tenedores de bonos del tesoro por las altas tasas de interés. Reconoce que el gigante está herido, no de muerte, pero sangra y quiere dejar de hacerlo. Sus asesores económicos le han propuesto varias vías para recomponer la situación financiera, lo que lo ha llevado a entablar una virtual guerra comercial, que aparentemente no está ganando.
La estrategia de fijar aranceles masivos con el fin de utilizar el poder económico de Esrados Unidos para sentarse a negociar con otras potencias y naciones, condiciones que equilibren la balanza comercial estadounidense y hacer posible que las finanzas nacionales se nivelen con una mayor recaudación, introdujo al mundo en la antesala de un nuevo orden económico y a la vez en un ambiente de inseguridad, desconfianza e incertidumbre. El socio y amigo se volvió usurero, prepotente y exigente, además de proteccionista en un mundo globalizado.
La estrategia no parece estar funcionando como lo pensaron. La reacción del mercado de valores y particularmente la de China, le han obligado a suavizar las medidas arancelarias mediante pausas, aplazamientos y liberaciones, como en el caso de los chips y artículos electrónicos. En el duelo con la potencia asiática Trump ha sido el primero en parpadear y negociar con China es ahora imprescindible pero las condiciones no serán como él lo imaginó. Sin embargo, mantiene el discurso soberbio con el resto de las naciones y aunado con sus mensajes en redes sociales siembra mayor desconfianza en el antes confiable socio comercial.
Más allá del orgullo que siente el presidente Trump porque vayan a “besarle el trasero” los mandatarios de otras naciones, se advierte una gran incertidumbre mundial ante el nuevo orden que parece querer configurar. Su veleidoso e impredecible proceder provoca cuando menos cautela en los proyectos de inversión y actúan inversamente a su propósito de relanzar las manufacturas en su propio país.
México resiente el clima de desconfianza, pues la ventana del nearshoring se cierra y la inversión privada no llega, lo que pega en la línea de flotación del régimen, necesitado de disminuir su déficit en las finanzas y a la vez de incrementar el ingreso para sufragar el gasto de los programas sociales sin acudir a más deuda.
Esta es una tormenta que se veía venir y la prudencia con que se está enfrentando amaina los efectos inmediatos, pero nos condena a vivir en incertidumbre permanente, pendientes del humor de un gobernante que con ocurrencias tiene al mundo expectante e inseguro.
No será un sexenio fácil para Claudia Sheinbaum obligada a complacer las exigencias del vecino y limitada por la herencia recibida del anterior gobierno. Hace bien al recurrir a un discurso nacionalista y en defensa de la soberanía pues eso le da popularidad y un marco de respaldo que la estructura política le regatea. Sin capital político propio, aún tiene que recurrir a los halagos al anterior para dar la imagen de unidad en el movimiento. Tal vez lo mejor que le pudo suceder, para su imagen y función, es el tener que lidiar con el tejedor de zozobra pues eso la convierte en guía y líder en un asunto en el que la presencia del anterior es nula.
En el futuro inmediato, el escenario será complicado, pues los factores de incertidumbre se acumulan. Además del factor Trump, injerencista e impredecible, tiene la sombra de un proceso de elección de juzgadores y composición de un nuevo Poder Judicial que arroja más dudas que certezas y sobre todo la herencia de un andamiaje político en proceso de construcción en el que el liderazgo es compartido con un fantasma y las fuerzas políticas buscan consolidar ínsulas de poder.
En el escenario actual es urgente que resuelva o deje medianamente atendido, (no se sabe que se le ocurra al vecino) el tema de aranceles y negociación del TMEC, pues luego seguirá la prueba del año electoral de 2027 con elección de gobernador en 16 estados y ya desde ahora se están brincando las trancas algunos aspirantes y sus padrinos.
En cualquier escenario, político, económico o administrativo, la incertidumbre persiste y la prudencia que ahora se muestra puede no ser suficiente para lo que se avizora.
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