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OPINIÓN

¿Cómo te llamas? o ¿Quién eres?

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La Educación, por Isabel Alejandra María Venegas //

Le mostré uno de los cuestionarios para la evaluación digitalizada y me dijo: “No olvides hacer las declaraciones de manejo de datos personales”. Efectivamente era un tema que en ese momento yo no había contemplado; debía considerar la importancia de clasificar y proteger los datos que hacen identificable a una persona, con atención muy especial a los elementos que son sensibles, y que pueden por ejemplo, poner en riesgo de discriminación a alguien.

Ciertamente los profesores hemos manejado esa información (o así debió ser) desde siempre, de tal manera que se pudiera hacer un acompañamiento efectivo de los alumnos; se supondría que el profesor debería conocer la situación socio-cultural, identificar canales de aprendizaje, situación socio-económica, elementos de orientación vocacional, etc., para que una vez entendido el entorno real de los chicos, se pudiera hacer el diseño de los ambientes de aprendizaje pertinentes a cada caso, o por lo menos, a la mayoría de la del grupo con el que se está trabajando.

¿Por qué entonces no habíamos reflexionado sobre nuestra responsabilidad como docentes? ¿Qué sucedía con nuestros registros y fichas descriptivas? Tal vez la principal razón es la digitalización. Una cosa es que yo tuviera la información lista para los procesos que estaba realizando, y otra muy diferente es que las aplicaciones tecnológicas faciliten el acopio de información, su organización, su procesamiento, pero al mismo tiempo su “peligrosa” difusión.

Así que fui a platicarlo con algunos colegas, quienes inmediatamente coincidieron con la importancia desde la perspectiva utilitaria de esa información; más de alguna empresa pudiera acceder a bases de datos, consiguiendo así un campo de acción para aplicar estrategias de venta y colocación de productos de forma mucho más efectiva. Pongamos el caso de los nombres de niños de tercero de secundaria que, en un cuestionario ponen de manifiesto que no tienen interés por estudiar la preparatoria en una escuela pública, pero además el análisis socio-económico evidencia el poder adquisitivo de la familia, de tal forma que se vuelve un estudiante potencial para escuelas de nivel medio superior en el sector privado. “Un gran poder, conlleva una gran responsabilidad”: Franklin Roosevelt.

Pero me gustaría pensar en el tema más allá del pragmatismo y la utilización, vamos a analizarlo mejor por la representación. Yo recuerdo (y muy probablemente a ti también te tocó) vivir alguna dinámica de integración, en donde el expositor te llevaba a un diálogo más o menos así:

Expositor. – ¿Y tú quién eres?

Participante. -Mi nombre es Juan.

Expositor. -No, yo no quiero saber tu nombre, quiero saber ¿Tú, quién eres?

Participante. -Yo soy Abogado.

Expositor. -No, esa es la carrera que elegiste estudiar ¿Tú, quién eres?

Participante. -Yo soy el menor de tres hijos de María Pérez

Expositor. – No, esas son tus circunstancias, ¿Tú quién eres?

Por más que siguieras escarbando en tu descripción personal, todo habría sido una construcción social y finalmente todo serías tú mismo; ese nombre, esa carrera y esos apellidos ¡Sí eres tú! Se trata pues de reconocer que con ciertos elementos vamos simbolizando muchas cosas, pero que la representación que le damos a esos caracteres va a tener que ver en gran medida, con la capacidad de abstracción con la que nos vamos desarrollando. Ese nombre, tu imagen o tu firma, te representa parcialmente, pero a la vez, en su totalidad.

Consideremos a “Ω” podemos tomarla por la simbología del concepto de “finitud”, Omega te debería llevar a la reflexión de la conciencia que tenemos sobre el principio y fin de las cosas, quizá hasta un pensamiento espiritual y teologal, o por otro lado, decir simplemente que es una letra griega; así sucede con tu nombre, es la representación de todo lo que ha sido tu historia, los que te han precedido con esos apellidos, lo que te ha implicado estudiar, trabajar, soñar, aspirar, caerte y levantar; es una narración que queda simbolizada con unas cuantas letras que se plasman en cada formulario que llenas hasta para pagar el predial o inscribirte al siguiente curso escolar.

Darle la dimensión a los datos de las personas, desde una perspectiva de trascendencia filosófica y antropológica, nos ayuda a caminar hacia el entendimiento del ser y su construcción individual y social.

Todavía hoy nos encontramos con profesores que llaman a sus estudiantes por un número; si bien es cierto que un símbolo puede representar muchísimas cosas y que, en la medida en la que incentivemos nuestro pensamiento abstracto, esa construcción se vuelve mucho más rica, también es verdad que los profesores debemos de ir por la representación más amplia del individuo, esa que contempla los elementos de todo su contexto, y ayudarle para que a partir de que el niño se asuma desde su realidad, entienda que puede transformarla y mejorarla en todos los aspectos.

Encaminados a entender el tema del valor de la información, es importante señalar que todo aquello que te identifica como el ser humano único e irrepetible que eres, se considera como información personal: tu huella dactilar u ocular, el ADN, etc. Nuestros estudiantes deben fortalecer el proceso de apreciación a sí mismos y al próximo, es decir, retomar una cultura de ética y valor por la persona, justo hoy en el que los chicos envían imágenes íntimas, vídeos, o incluso hacen “memes” con fotografías tomadas sin autorización de cualquier persona con la que conviven (compañeros, administrativos, docentes, operativos, etc.)

Juntos debemos avanzar hacia una cultura en la que se entiende lo vulnerable que puede ser exponer a alguien por su ideología, por sus creencias religiosas, por su condición de salud, etc., en tanto no arribamos a esa sociedad de respeto y tolerancia real, porque paradójicamente mientras estamos en la era del conocimiento, desconocemos el valor de la persona por sí misma.

Mat. y M. en C. Isabel Alejandra María Venegas Salazar

E-mail: isa_venegas@hotmail.com

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