OPINIÓN
De transferencias y distorsiones
Opinión, por Luis Manuel Robles Naya //
El gobierno actual ha hecho de las transferencias de efectivo su manera simple de combatir la desigualdad en el ingreso de las familias mexicanas y con ello introduce un grave elemento de distorsión en el desarrollo económico, condenándolo a un estancamiento largo y por consecuencia a una prolongación y agravamiento de la desigualdad que intenta combatir.
Las diferentes modalidades de transferir dinero que ha instrumentado, modifican sustancialmente la oferta de trabajo. ¿Para qué trabajar si con un empleo, una beca educativa y un apoyo para adultos mayores se tiene asegurado el sustento familiar? La generalidad de las transferencias está impactando seriamente a la economía y al desarrollo y las consecuencias empiezan a manifestarse.
Concebidas únicamente como una forma de incrementar el ingreso, se desentienden del hecho de que introducen presiones crecientes a las finanzas públicas que dependen del ingreso fiscal y este a su vez, de los impuestos generados por la actividad económica, que a su vez depende del empleo y que este presenta desigualdades en el salario que generalmente responde a las competencias y preparación del empleado. A menor preparación, menor productividad, a menor productividad menor producción de satisfactores, mayores riesgos de inflación y disminución de los ingresos presupuestales con los cuales mantener la política asistencialista.
Una de las importantes distorsiones que introduce esta política asistencialista y electorera, está en la generación de capital humano; según Harvard Bussiness Review, el 70% de los empleados afirmaron que no dominan las habilidades necesarias para hacer su trabajo y en la actualidad, se está dejando a cargo de las empresas la capacitación, las cuales lo hacen, sin embargo primero se debe ser empleado y por lógica iniciar con los más bajos niveles de salario, cuando existe ese empleo y se puede acceder él.
Adicionalmente, se acaba de dar a conocer una disminución de más de 350 mil inscripciones en el bachillerato y se desconoce la evolución de las escuelas existentes para capacitación para el trabajo, faltaría además, agregar las deserciones y la incorporación a la informalidad de jóvenes recién egresados sin oportunidades de empleo, pues en este rubro aún no se recuperan los niveles que se tenían en 2018.
Los planes educativos que se han dado a conocer, hacen énfasis en una “educación humanista, espiritual, desprovista de la competitividad ambiciosa del sistema neoliberal” y hace mucho que no se sabe nada de las acciones de la Secretaría del Trabajo para mejorar la capacitación y las aptitudes laborales de los trabajadores asalariados.
En el combate, o supuesto combate, a la desigualdad, se elude o ignora, que una de las principales manifestaciones de la desigualdad se da precisamente en el ingreso por el salario que en mucho depende del capital humano, su formación y preparación para el mercado laboral, y no se observan acciones sobre este particular. El crecimiento del ingreso por el salario se explica por el progreso de la calificación laboral. Ahora bien, la brecha de calificación laboral existente en nuestro país es evidente entre los asalariados del norte y los del sur y de nada servirá que los esfuerzos gubernamentales por llevar inversión e infraestructura al sureste del país, si no se complementa con la preparación del capital humano en la población que se intenta beneficiar. No será un tren construido por decreto o por capricho, ni un corredor transístmico y sus diez parques industriales lo que detone el desarrollo de esas comunidades si en ellas no existe el capital humano que los pueda aprovechar.
Las distorsiones y contradicciones del proyecto de desarrollo gubernamental saltan a la vista, creando círculos de autodestrucción de sus propias intenciones. Hacer del Estado mexicano el padre putativo de amplios sectores poblacionales es condenar a la economía al subdesarrollo y genera un fenómeno endogámico en el que el propio Estado se puede consumir, creando miseria en vez de eliminarla. Con programas que premian al agricultor que deja de sembrar grano para sembrar árboles, con jóvenes que pierden el estímulo por estudiar, con familias que ven resuelto su ingreso sin que tengan que producir nada con su trabajo y con una educación que se niega a preparar a los individuos para enfrentar un mercado global competitivo y cada vez más especializado, es difícil que se pueda alcanzar niveles de desarrollo y generar satisfactores suficientes para mantener a una sociedad creciente y demandante.
El capitalismo, o neoliberalismo como insisten en llamarlo, tiene muchos defectos y genera desequilibrios, pero definitivamente no es el asistencialismo el que habrá de evitarlos o resolverlos. La redistribución justa y eficaz de la riqueza tiene que venir del reforzamiento de las capacidades regulatorias del Estado, de la generación de condiciones que promuevan la movilidad social y no de su intervención paternalista y generosa envuelta en discursos electoreros y transferencias de efectivo. Se requiere de una visión más profunda que no se quede en el horizonte de la próxima elección.
La presión social se encuentra contenida por el efecto de las transferencias de efectivo y el crecimiento de las remesas que envían los connacionales, pero es necesario preguntarse qué tanto se puede sostener este clima social artificial sin un crecimiento, sostenido y suficiente, para satisfacer a ésta y a las generaciones futuras.

Javier Abud Osuna
25 de mayo de 2022 at 10:24
Luis Manuel, es un artículo excelente e ilustrativo de las consecuencias regresivas para la sociedad y economía que impulsan las transferencias de efectivo bajo los programas sociales asistenciales. Hay muchos ejemplos de países, Singapur y Corea del Sur por citar algunos, que han apostado desde mediados del siglo pasado a privilegiar la educación en general y la capacitación actualizada en tecnología de la información, con el resultado de que ambas naciones son desarrolladas desde hace varios decenios.