OPINIÓN
Delitos de lesa humanidad: Delirios y ofuscaciones de un presidente
Comuna México, por Benjamín Mora Gómez //
Al leer la página de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados, encontré que comete crímenes de lesa humanidad quien lleva a cabo actos inhumanos que atenten contra la integridad de las personas; entonces, me pregunto, qué motivó a la creación del coronavirus causante del Covid-19 y, por tanto, también me pregunto, si quienes crearon el coronavirus, supuestamente chinos, son también culpables de los millones de enfermos y cientos de miles de muertes y por tanto, sujetos de juicio por crímenes de lesa humanidad, y si, el gobierno chino tendría alguna responsabilidad pues, es bien sabido que, en aquella nación nada sucede sin la aprobación o complacencia gubernamental.
El primer pecado, según el Génesis, fue querer ser como dioses. En China, quienes crearon el coronavirus jugaron a ser dioses y se volvieron demonios, y son culpables, por tanto, de los miles de enfermos y muertes y las crisis emocionales y económicas que sufrimos millones de mujeres y hombres en el mundo. ¿Quién presentará la primera demanda penal y económica en contra de quien resulte responsable en China?
En México, a diario mueren cientos de hombres y mujeres por Covid-19 por una política gubernamental errática de salud; enfermos y muertos por graves irresponsabilidades de un presidente que se niega a detener su refinería y tren, y destinar sus recursos en la aplicación de pruebas rápidas a población general que detecten a tiempo a personas infectadas de Covid-19, y eviten su muerte cruel, evitando mayores contagios. Así las cosas, me pregunto, si en el escenario antes explicado pudiera considerarse como inhumana la actitud presidencial hacia los miles de enfermos y muertos y, por tanto, posible causa de a un crimen de lesa humanidad.
En Jalisco, sufrimos de un gobernador incapaz de entender que la Salud Pública es asunto de Estado y gobierno al que no puede renunciar y dejar en manos de cada ciudadano, sin caer en causal de acción penal. ¿Cuál será su siguiente renuncia, a la responsabilidad de dar seguridad ciudadana, de la que es incapaz, o al cargo que parece empequeñecerlo?
En este escenario de asombro y terror, los mexicanos llegaremos a la mitad de 2020.
No hay duda, los resultados del gobierno de Andrés Manuel López Obrador son malos y el pronóstico es que empeorarán a niveles de hundimiento de nuestra economía y confrontación social profunda y casi insalvable; digámoslo claro: radicalizada; Andrés Manuel es un hombre incapaz y terco. Ante ello, la incertidumbre electoral en 2021, consustancial en toda democracia, le hace vivir situaciones estresantes y emotivas de incomodidad que lo ha llevado a inventarse un Bloque Opositor Amplio y anunciarlo en sus delirantes mañaneras. Sabe, pero no lo comprende, que, si pierde en 2021, su 4T naufragará y en 2022 su mandato podría serle revocado.
López Obrador sufre de un trastorno obsesivo compulsivo manifestado en pensamientos persistentes y repetitivos que acompañan sus mañaneras con rituales, evidentemente enfermizos y cobardes, de repartir culpas de sus ineficiencias e irresponsabilidades: Mafias del poder, enemigos de México y opositores a su 4T, resumidos en los complots de siempre.
Nuestro futuro común, como nación, ha sufrido diversos infartos con la llegada de la Cuarta Transformación de López Obrador: Un aeropuerto extraordinario cancelado, unas estancias infantiles cerradas, la desaparición del Seguro Popular, la fallida marcha atrás a las energías limpias, etc. López Obrador no alcanza a tomar conciencia de los daños que ha provocado ni del malestar social que crece. En su pequeñez liliputiense, cree que ha detenido el avance de los enemigos de México y no mira las razones de la evolución de su impopularidad entre los ricos, la clase media y los pobres, y las críticas mundiales.
Desde su inicio en lo público, López Obrador se ha caracterizado por ser un hombre profundamente antisocial pues siempre ha quebrantado las normas y los intereses sociales sin importarle el daño provocado, y ahora, como presidente, maneja a sus huestes al antojo de sus impulsos meta legales. López Obrador no ha madurado psicosocialmente; no ha logrado controlar sus impulsos; no ha intentado la supresión de su agresión verbal y emocional; no ha asumido responsabilidad alguna sobre su mandato presidencial, por sus actos y obligaciones constitucionales, y sigue resistiéndose al diálogo con quienes no comparten sus ideal, visiones y delirios.
Como eterno Peter Pan, López Obrador guía sus valores y motivaciones por una eterna emancipación. Su patrón de conducta es, inevitablemente, desinhibido e inestable, aunque persistentemente terco. Es predecible: Siempre agresivo, aunque diga que es un hombre de amor y paz; siempre impulsivo y siempre carente del control de sus emociones.
Estoy convencido de que Andrés Manuel López Obrador posee una personalidad antisocial: frío al elegir y estigmatizar a sus enemigos –o están conmigo o están en mi contra aunque sea una verdad de Perogrullo-; con una carencia ética y moral casi total como cuando incendió pozos petroleros en su natal Tabasco o se hizo del gobierno del Distrito Federal sin tener la residencia legal obligada para poder ser candidato; ausente de ética como cuando acusó de corrupción en la asignación de los contratos del aeropuerto propuesto para Texcoco y jamás logró probarlo ni dio marcha atrás; manipulador, al tomar decisiones a mano alzada en plazas públicas en asuntos de la mayor trascendencia nacional o en consultas públicas carentes de toda legalidad y valor científico.
En este gravísimo escenario, nos abriremos a la economía y competencia global cuando el Covid-19 sigue con altos grados de peligrosidad y contagio, en medio de un escenario de dos gobiernos incapaces: el federal de López Obrador y el de Jalisco de Alfaro. Mal augurio.
E-mail: benja_mora@yahoo.com
