OPINIÓN
Derechos humanos 2.0
Desde los Campos del Poder, por Benjamín Mora Gómez //
“Las personas que no están abiertas al cambio seguramente se perderán del y en el futuro”, Benjamín Mora Gómez.
Tenemos el derecho de ser diferentes, mereciendo el mismo trato de dignidad que quienes se empeñan en ser iguales. Esto, tan elemental, no se entiende en los regímenes totalitarios, de ahí su peligro y el temor que a millones nos generan.
Tenemos el derecho de ser distintos, de sumar a un gran proyecto de nación y patria, y de innovar en todo lo público y de gobierno. Tenemos el derecho de descodificar las creencias que han impedido mirar con ojos de mayor comprensión y amor a los derechos humanos.
De acuerdo con Naciones Unidas, estos son algunos de los derechos humanos fundamentales: el derecho a la vida y a la libertad; a no estar sometido ni a esclavitud ni a torturas; a la libertad de opinión y de expresión; a la educación y al trabajo. Todos merecemos comprenderlos y estar en capacidad para exigirlos y gozarlos.
Lo que nos caracteriza es lo somos: Seres con voluntad de auto descubrirnos ante nosotros mismos y ante los demás, como especie y personas, diferenciándonos unos de otros sin dejar de maravillarnos de nuestras coincidencias. De este propósito hablaré.
En Psicología existe una teoría que me encanta: De la Disonancia Cognitiva. Vale revisarla. Ahora, de cara a las elecciones de este 2024, debemos trabajar para dar consonancia a todo acto de gobierno, único capaz de violar nuestros los derechos humanos. Cuando un particular atenta en contra de mi vida es, posiblemente, un asesino; cuando lo realiza un gobernante, éste atenta en contra de mi derecho humano a la vida.
Nacemos con ciertos dones que identificamos como personalidades, inteligencias sociales y formas de pensamiento que nos permitirían competir con éxito, siempre y cuándo les demos rumbo y potenciemos gracias a habilidades y capacidades cognitivas adquiridas y desarrolladas, siguiendo un plan de vida con principios y valores sólidos que orientan nuestra afectividad y nos ayuden a templar nuestros deseos; en esta noble tarea, nosotros somos sus principales responsables; sin embargo, los gobernantes deben allanar de obstáculos. Las circunstancias externas son también determinantes de nuestros resultados. Don José Ortega y Gasset lo explicó de manera maravillosa: “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”.
De un entorno más justo, el Estado es su principal responsable. Desde una visión prospectiva, el Estado y los gobiernos deben revertir todo rescoldo de injusticia social, generando confianza e inspirando hacia mejores estadios de vida.
Durante el primero de los debates acordados entre los tres candidatos a la gubernatura de Jalisco -Laura Haro, Claudia Delgadillo y Pablo Lemus- nos hablaron de su entender de los derechos humanos. Me hubiese gustado escucharlos hablar de la dignidad de la persona como la base de los derechos humanos y de la seguridad.
Todos estamos llamados a convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos, potenciando nuestras personalidades, inteligencias sociales y formas de pensamiento. De sus posibles combinaciones pueden resultar seres extraordinarios que merecen alcanzar el mayor sentido de logro. Los gobiernos están obligados, insisto, a desarrollar planes y políticas públicas, así como asignar recursos e implementar programas a fin de superar toda circunstancia de injusticia y desigualdad, segregación e inequidad, iniquidad y abuso, que limite a cualquier ciudadano.
Ante nosotros solo tenemos dos opciones: La madurez o la inmadurez, como personas, sociedades y gobiernos. Por la primera, se aspira solo a aquello digno, y se lanza en su logro con toda fuerza y tenacidad, evitando la dispersión. En la segunda, se va detrás de los deseos según van apareciendo y luego los va desechando. En psicología se considera a la voluntad y la afectividad como las joyas de la corona de una vida de altamente satisfactoria y de éxito.
Las mujeres y hombres que nos son referentes de lo ideal, tuvieron algo en común: Jamás se rindieron ante lo inmediato y falaz, sino que siempre supieron aplazar sus recompensas más elevadas y dignas. Supieron esperar y supieron continuar. Entendieron que el éxito viene después de muchos intentos fallidos. Buscaron respuestas verdaderas a preguntas cada vez mejor planteadas.
A la dignidad se le honra. La dignidad es nuestro valor más íntimo. Nadie puede atentar en contra de nuestra dignidad sin lastimar su propia dignidad; y que quede claro, dignidad y respeto NO son lo mismo.
La dignidad trasciende a todos los demás derechos humanos. En razón de esa dignidad, reconocemos una identidad universal que a todos nos une; gracias a ella, comprendemos el deseo muy humano de ser vistos, escuchados y tratados de manera justa y de sentirnos seguro en el mundo.
La dignidad tiene el potencial de cambiar el mundo, pero solo si personas como tú y yo, de de gobiernos democráticos se suman a un nuevo entendimiento de los derechos humanos. De hecho, el primer paso está en reconocer nuestro derecho de ser diferentes y, desde esta singularidad, sumando a un propósito de humanización de siglos atrás y siglos por delante.
