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OPINIÓN

Echeverría y la perversidad del poder

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Mujeres y Hombres del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac //

Lo que es la vida y lo pequeños y diminutos que somos los seres humanos. Es el caso del ex presidente de México, Luis Echeverría Álvarez, quien falleciera el pasado viernes a los 100 años de edad.

Echeverría me recuerda mi adolescencia en mi natal Hermosillo. Fue un personaje que polarizó al país durante su mandato de 1970 a 1976. Sus políticas populistas, demagogas, estatistas, le hicieron un gran daño a México.

Es considerado uno de los personajes más tenebrosos y truculentos que han pasado por la Presidencia de México en los últimos 50 años. Fue el beneficiario de dos matanzas: la de Tlatelolco el 2 de octubre de 1968, cuando estaba al frente de la Secretaría de Gobernación y manejaba la política interna y la del Jueves de Corpus el 10 de junio de 1971 que pasó a la historia como “El Halconazo”, cuando ya estaba al frente de la Presidencia.

Hubo mucho derramamiento de sangre inocente. Lo del 68 llevó a Echeverría a convertirse en el candidato del PRI a la Presidencia de México, ya que a él se le señala de haber movido los hilos del poder para su beneficio.

REHÉN DE SU PERVERSIDAD

¿De qué le sirvió a Echeverría acumular tanto poder si las últimas dos décadas seguramente fueron un infierno al ser rehén de lo que sembró, convirtiéndose en uno de los personajes de la política más despreciados, cuando tenía que estar recluido en su casona de San Jerónimo?

Echeverría siempre negó haber estado detrás de estas represiones, pero en el imaginario popular quedó la idea de que haber sido el autor intelectual.

El ex presidente fue llevado a juicio durante el gobierno del Presidente Vicente Fox, fuedó exonerado, pero no porque hubiera sido declarado inocente por la justicia, sino porque el delito del que se le acusaba había prescrito al expirar en 1985.

LA MATANZA DE SAN IGNACIO RÍO MUERTO

En Sonora en aquella época llegó al Gobierno del Estado un joven que se le reconocía un gran talento político y carisma, Carlos Armando Biebrich Torres, era del círculo cercano de Echeverría y tanto lo apreciaba el Presidente que ordenó reformar la Constitución de Sonora para hacerlo candidato a la gubernatura, ya que no alcanzaba la edad para ser Gobernador, tenía 33 años.

Sin embargo, poco le duraría el gusto a Biebrich al convertirse en víctima de las intrigas palaciegas que terminaron porque cayera de los afectos del Presidente al ser acusado de estar aliado a la oligarquía sonorense. La forma como lo quitaron fue armarle un conflicto en la zona de San Ignacio Río Muerto (Valle del Yaqui) con invasión de tierras, donde se reprimió a campesinos, hubo muertos y entraría Augusto Villanueva y Félix Barra García, movilizando a miles de ejidatarios para exigir la renuncia del gobernador que fue defenestrado, indicador de lo perverso del personaje referido.

Biebrich, además de ser expulsado del Olimpo, fue perseguido y tuvo que huir para no pisar la cárcel, lo cual lo documentó muy bien el periodista Jesús Blancornelas -ambos ya fallecidos- en aquel libro titulado “Biebrich, Crónica de una infamia”.

Después como venganza contra los sonorense por apoyar a Biebrich, Echeverría publicaría un decreto para expropiar amplias zonas agrícolas del Valle del Yaquí y repartir esas tierras a campesinos de otros estados del país.

La imagen que dejó Echeverría entre los sonorenses fue de ser un personaje de horca y cuchillo, que para satisfacer sus deseos de poder, no le importó la muerte de gente inocente, como sucedió en San Ignacio Río Muerto.

SU SUEÑO DE GRANDILOCUENCIA

Echeverría tenía delirio de grandeza y se creyó ser de otro mundo. Pretendió convertirse en líder del entonces llamado Tercer Mundo, con su Carta de Derechos Económicos de los Estados, la cual promocionó en aquellas giras por países pobres, llevando el mensaje, tratándose de erigirse en un líder mundial, intento que

fracasó al encontrar la muralla de los Estados Unidos cuando el político mexicano intentó alcanzar la Secretaría General de la ONU.

CONCENTRACIÓN DE PODER

Durante su sexenio llegó a concentrar demasiado poder. Cuando dejó la Presidencia de México y le pasó la estafeta a su amigo de juventud, José López Portillo, se vivió un alivio en el país, lo que fue festejado en muchas regiones al considerarlo un gobernante nefasto que generó pobreza y atraso, con sus políticas contrarias a la libre empresa.

El sucesor era completamente diferente a Echeverría, le sobraba ingenuidad y le faltaba malicia. La primer gran decisión que tomó fue sacar a su sucesor de México -como lo hizo Lázaro Cárdenas con Calles- al mandarlo de embajador plenipotenciario a las Islas Fiji (un archipiélago de más de 300 islas en el Pacífico Sur). Y así de un día para otro le arrebataron el poder.

Los últimos años Echeverría pasó encerrado y arrinconado en su casa, sin poder acudir a ningún evento público, ese fue su castigo, muerto en vida, que debe ser lo peor, cuando el señor se sintió todopoderoso.

La lección final es que a todos tarde o temprano nos llega nuestro momento, somos mortales y en el panteón nos emparejamos, donde todos somos iguales.

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