OPINIÓN
Educar en la verguenza y el arrojo

Educación, por Isabel Alejandra Venegas //
Cuando Victoria Camps decía que al escribir su libro El Gobierno de las emociones, el capítulo que más le había costado trabajo redactar había sido el de “la vergüenza”, tal vez hasta se quedaba corta, ciertamente es algo muy complicado de abordar. En lo personal me llamó la atención cuando menciona: Es que todos sabemos que para que una sociedad viva de manera sana, necesita tener vergüenza, pero también es cierto que ese ha sido el mecanismo de muchos para humillar, hacer vejaciones y producir mucho sufrimiento.
Mi mente se quedó en la primer premisa ¿Es verdaderamente importante para la sociedad educar cuidando que haya pudor, recato o vergüenza? ¿Cómo es que en ello va parte de la supervivencia de una sociedad sana y en equilibrio emocional? Porque para la segunda parte no queda ninguna duda de que cuando se le ha utilizado para humillar a otros y como mecanismo de control social, el empobrecimiento cultural ha sido contundente.
Te propongo un ejercicio de razonamiento; supongamos la siguiente tesis: Es falso que se debe educar en la vergüenza a la sociedad moderna. Para hacer el análisis habrá que identificar las características principales de la sociedad actual en este sentido:
Las implicaciones de estrategias de una mercadotecnia voraz, han acentuado la cosificación del ser humano y ese concepto ha provocado un serio impacto en la conceptualización de la persona, lo que conlleva a la erotización de casi todo el ecosistema mediático. La hipersexualización en los contenidos de difusión masiva ha marcado una gran diferencia con los esquemas que se tenían anteriormente al verse liberados de la censura.
Por otro lado, la democratización de los medios de comunicación, ha hecho que los consumidores se conviertan también en productores de contenido; ahora los jóvenes no solo consumen materiales altamente erotizados sino que con el ánimo de que su impacto fuera mayor, comenzaron a subir a las redes cualquier cantidad de imágenes, videos, mensajes, charlas, que llevaban implícito o explícito la expresión de la exacerbada nueva virtud. Se volvieron entonces prosumidores (productores y consumidores a la vez).
Un fenómeno que nace con la nueva forma de comunicación es la pornificación y se refiere a la manera en que se transforma algo al estar en contacto con la pornografía, porque según Pamela Paul, es más fácil conseguir pornografía que ignorarla; así cualquier cosa que toca la empata y la imita. Todo se ve reflejado en ese espejo de placer inmediato que resulta sumamente atractivo y que pone ahora en el extremo contrario a quien no se atreve a exhibirse. Ahora pretender parecer recatado resulta bochornoso, y quienes verbalizan ideas de abstinencia o auto-control sexual son reos de burlas y críticas.
Dichas características tienen un elemento en común: La auto-promoción, que el otro me vea; así es como cada quien juega un papel crucial en una carrera descomunal por la aprobación; se sube una foto esperando una cantidad determinada de “likes”, pero esa consideración está sujeta al juicio de valor del otro, y no siempre coincide con nuestras expectativas.
Se va concediendo un peso desmedido a la mirada de los otros, mientras que esa mirada solo contempla el exterior, cosa que no es imputable al otro, sino a la sociedad entera que ha venido diluyendo el valor de la interioridad. La hipersexualización y el prosumo no propician vínculos fuertes, sino a meras relaciones sensacionales que tienen todo su valor, no en las personas sino en las sensaciones que generan; el sujeto se vincula con lo otro, da igual que sea sujeto u objeto, para la pornificación todo lo otro es cosa que tiene valor en cuanto que resulta excitante y sensual.
Esta materialización en la apreciación del ser humano vulnera a la sociedad de tal forma que va dejando evidencias a través de las redes sociales, y en el devenir de las relaciones cotidianas; será por eso que las características de la violencia escolar, no corresponden con lo que nosotros conocimos como parte del mismo ejercicio de aprender a relacionarnos. Las nuevas generaciones están viviendo en un dinamismo mucho más cruel y devastador, esa es la respuesta para quienes creen que el Bullying siempre ha existido y que los niños simplemente tienen que aprender a ser tan fuertes como nosotros lo fuimos en nuestro paso por la escuela.
Es cierto que para muchos, la pérdida de la vergüenza ha supuesto (en un entendido a priori) la liberación a muchos tabúes, y que grupos significativamente agraviados como el de las mujeres por ejemplo, debieron ser principales beneficiarios de tales procesos de inculturación, sin embargo sabemos que el progreso, la liberación y el empoderamiento de la mujer no se ha dado como tal, dado que un daño especialmente a ese género se produce con la pérdida del valor intrínseco de la persona, cuando se moldean expectativas reducidas a estándares erotizados y mercantilistas; lo mismo que con los niños, porque no cuentan con herramientas suficientes para hacer un juicio crítico y procesar así las situaciones artificiosas que se le presentan.
Si bien es cierto que la liberación no se ha logrado a cabalidad, habrá que considerar que su principal detonante fue el atrevimiento. Atreverse a hablar, a exponer la necesidad de expresar con toda libertad la vida en su más amplia gama de sensaciones y emociones, parece que es una causa justa y correcta, sin embargo el antónimo de el “atrevimiento” es justamente “la vergüenza” y la descripción de la evaluación del momento cultural por el que atraviesa nuestra sociedad, hace más que evidente la necesidad de mantener el equilibrio.
Tres propiedades de la vergüenza:
-
La vergüenza dependiente: Es aquella que está en función de la moda o cánones que imponen un esquema de varol; elementos que no solemos percatarnos de que están ahí, pero que si no se cumplen nos hacen sentir feos, desaprobados, con pena de no ser tan bellos o plenos como se está estipulado.
-
La vergüenza independiente: Considera a los otros como un grupo ajeno a él, y se encuentra más bello o bueno en relación a ellos. En este tipo de situaciones la mayoría emprende una competencia desmedida en la que la infelicidad es casi un resultado seguro; la capacidad estará en juego de otros, y aunque se trate de ayudar o de generar bondad, será finalmente para lucir como la mejor persona del entorno. seguramente te habrás dado cuenta que también en esta forma hay una suerte de dependencia cuando se habla de “estar en función de”.
-
La vergüenza interdependiente: Cuando es la calidad humana de sus vínculos lo que le genera la bondad y belleza, esto es que se preocupa por cuidar la relación con los que lo rodean, y solo sufre cuando se da cuenta que está fallando en cultivar y edificar cosas buenas para que esa relación no se dañe ni se corrompa.
La descripción de la situación actual, pone de manifiesto un proceso evolutivo en el que se magnificó el interés por el atrevimiento pero que descuidó el valor de la interioridad, equilibrio que se protege con una cultura de la vergüenza considerada con madurez, esto es, que identifica plenamente aquella que está en función de la interdependencia, con lo cual se fortalecen los lazos comunitarios y se protege la visión de la persona per se, reduce con tendencia a anular lo que implica la dependiente e independiente, características que a pesar de haber desarrollado una cultura de arrojo social son manifestaciones de sojuzgamiento permanente y cada vez más cruel.
Identificar las circunstancias que estamos viviendo; transitar entre el atrevimiento y la vergüenza, entre el cinismo y la modestia, implica administrar ambas entidades, conociendo sus implicaciones y reflexionando sobre el proceso histórico que ya hemos atravesado y las aspiraciones que tenemos para mejorar, con lo cual se está definiendo a la educación y se contradice la tesis que se había propuesto. Dado que esa tesis estaba en negativo, al momento de contradecirla se tiene una doble negación, lo que la convierte en una afirmación y eso es, Lo Que Queríamos Demostrar (LQQD), ¡Lógica hijo!
Mat. y M. en C. Isabel Alejandra María Venegas Salazar
isa venegas@hotmail.com
Julio, 2019
JALISCO
A más de 79 mil jaliscienses llega “Yo Jalisco” en 39 municipios

– Por Mario Ávila
Desde su inicio en mayo, las Brigadas “Yo Jalisco” han acercado servicios de salud, asesoría legal y programas sociales a 79 mil 880 personas en 39 municipios del estado, consolidándose como una estrategia integral para reducir desigualdades y atender a comunidades de difícil acceso.
El esfuerzo coordinado entre distintas dependencias estatales ha permitido otorgar más de 39 mil atenciones médicas, 2 mil 962 servicios de la Procuraduría Social, 28 mil 390 trámites del Registro Civil, mil 323 del INEEJAD, 5 mil 344 apoyos del DIF Jalisco y 2 mil 34 refrendos de licencias por parte de la Secretaría de Transporte.
Andrea Blanco Calderón, coordinadora general estratégica de Desarrollo Social, resaltó que las brigadas buscan garantizar el acceso a servicios públicos esenciales, desde la expedición de actas de nacimiento hasta la renovación de licencias de conducir. “Cada persona que participa tiene una meta compartida: reducir la brecha de desigualdad en el acceso a los servicios”, expresó.
Por su parte, Karina Hermosillo Ramírez, coordinadora general de Gestión del Territorio, destacó que el componente de movilidad y conectividad también se fortalece con proyectos como el Plan Carretero Estatal, que en 2025 habrá intervenido 3 mil 500 kilómetros de los más de 4 mil 500 que integran la red estatal.
Entre los nuevos servicios, se anunció la incorporación de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STyPS), que brindará asesoría jurídica y vinculación laboral. Su titular, Ricardo Barbosa Ascensio, explicó que la dependencia busca acercar la justicia laboral a todos los municipios, especialmente a aquellos que no cuentan con centros de conciliación.
El director del OPD Servicios de Salud Jalisco, Héctor Hugo Bravo Hernández, informó que las brigadas han proporcionado consultas médicas, detecciones de cáncer, pruebas de VIH y sífilis, vacunación, salud bucal y esterilización de mascotas, entre otros servicios.
Asimismo, Héctor Pizano Ramos, procurador Social del Estado, subrayó el valor humano detrás de cada atención brindada: “Cada servicio no solo es un trámite; es una persona que recupera su identidad o una familia que accede a la justicia”, señaló.
El Registro Civil de Jalisco ha expedido 26 mil 370 actas gratuitas, mientras que el INEEJAD ha ofrecido más de mil servicios educativos mediante su “camión escuela”, que permite certificar estudios de primaria y secundaria.
JALISCO
Reforma judicial en Jalisco: Entre la soberbia política y la oportunidad

– Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac
La reforma judicial en Jalisco enfrenta un momento crítico. Las fuerzas políticas, atrapadas en intereses partidistas y sin acuerdos, tienen el desafío de construir un sistema que inspire confianza y certidumbre a los jaliscienses.
La falta de diálogo, la soberbia y las alianzas oportunistas amenazan con repetir errores del pasado, mientras el gobernador Pablo Lemus impulsa un modelo que elimine el reparto político de jueces. ¿Podrán los partidos priorizar la justicia sobre cálculos electorales o seguirán atrapados en los juegos del poder?
RECHAZO CIUDADANO A LA POLITIZACIÓN JUDICIAL
El reciente proceso de reforma judicial federal dejó una lección clara en Jalisco: con una abstención del 92.97% –la segunda más alta del país tras Guanajuato–, los ciudadanos rechazaron enérgicamente la politización del Poder Judicial.
Las reformas impulsadas por Morena a nivel federal, y replicadas en algunos estados, son percibidas como una toma de poder disfrazada de “democratización”. Esta desconfianza ciudadana es un mensaje contundente que la oposición local –Morena, PAN y PRI– parece ignorar al avanzar en una reforma sin consenso amplio, excluyendo a Movimiento Ciudadano (MC), que cuenta con 11 de los 38 escaños en el Congreso del Estado.
Esta exclusión, calificada como un “madruguete” legislativo, ignora la lección del descontento popular y arriesga generar otra reforma fallida, marcada por baja participación y una creciente percepción de control político sobre la justicia.
En marzo, este espacio destacó la oportunidad de una reforma “al estilo Jalisco”, propuesta por el gobernador Pablo Lemus para desterrar el modelo de “cuotas y cuates”. Este enfoque, basado en filtros académicos y ciudadanos, buscaba garantizar una justicia imparcial.
Foros coordinados por el jurista Arturo Zamora, con la participación de universidades, empresarios, organizaciones sociales y ciudadanos, sentaron las bases para un sistema judicial transparente. Sin embargo, la oposición parece desoír este llamado, optando por priorizar intereses políticos sobre el bien común, perpetuando un esquema que compromete la confianza en el Poder Judicial.
LA ALIANZA ANTINATURAL
La coalición opositora en el Congreso –Morena, PAN y PRI– resulta desconcertante por su contradicción. Estos partidos, que en su momento criticaron la reforma judicial federal por su riesgo de politizar la justicia, ahora se alían en Jalisco en un aparente intento de debilitar al gobierno de MC.
¿Qué motiva esta unión? ¿Es un simple malestar con Lemus o un cálculo electoral para erosionar el dominio de MC, que ha consolidado su liderazgo en el estado?
La alianza, lejos de estar motivada por la transparencia o la imparcialidad, parece diseñada para golpear al gobierno estatal, ignorando el llamado de Lemus a una “armonización ciudadana” construida con la colaboración de barras de abogados, universidades y sociedad civil.
El modelo actual del Poder Judicial en Jalisco, dominado por complicidades políticas entre PAN, PRI y MC, es insostenible. Lemus ha reiterado su compromiso para acabar con este sistema de cuotas que pone precio a la justicia, un esquema que ha generado un sentimiento generalizado de desconfianza entre abogados y ciudadanos que interactúan con el Poder Judicial.
Sin embargo, la oposición, al avanzar sin un diálogo inclusivo, perpetúa un sistema que traiciona la confianza ciudadana.
La pregunta es inevitable: ¿realmente están comprometidos Morena, PAN y PRI con una reforma que beneficie a los jaliscienses, o buscan solo un ajuste de cuentas políticas?
Esta unión oportunista no solo contradice sus posturas previas, sino que arriesga el futuro de una justicia imparcial en el estado.
HACIA UNA REFORMA GENUINA
La operación política del gobierno de Jalisco ha mostrado deficiencias. En un Congreso donde ninguna fuerza política cuenta con los 26 votos necesarios para aprobar una reforma constitucional, Lemus ha tenido que intervenir directamente para evitar el estancamiento.
La sociedad jalisciense demanda una reforma moderna, confiable y alejada de elecciones populistas que comprometan la experiencia y profesionalismo judicial.
La oposición tiene en sus manos una oportunidad histórica para construir una justicia al servicio de los ciudadanos, no de grupos de poder que operan como mafias dentro del Poder Judicial.
El gobernador ha propuesto un diálogo abierto, inclusivo y basado en la participación de expertos y ciudadanos. Sin embargo, la rigidez de la oposición amenaza con mantener la parálisis legislativa, atrapada en posiciones maniqueas que priorizan el revanchismo político sobre el interés público.
Los próximos días serán cruciales para alcanzar acuerdos que rompan con el modelo de cuotas, fortalezcan la imparcialidad y respondan al clamor ciudadano por una justicia accesible. Jalisco no puede permitirse otra reforma fallida que profundice la desconfianza en sus instituciones.
UN LLAMADO A LA RESPONSABILIDAD COLECTIVA
La justicia en Jalisco no puede seguir siendo rehén de intereses partidistas. Morena, PAN, PRI y MC deben dejar atrás la soberbia y abrazar la humildad para construir un diálogo genuino.
La ciudadanía, como verdadero juez de este proceso, espera una reforma que restaure la confianza en el Poder Judicial, no que alimente la percepción de control político. Esta es una oportunidad única para que los partidos trasciendan los juegos del poder y construyan un legado que honre a los jaliscienses.
Que escuchen el mandato de las urnas y trabajen juntos por una justicia accesible, imparcial y libre de componendas. El futuro de Jalisco depende de que esta reforma sea un reflejo de los valores de sus ciudadanos, no de las ambiciones de sus políticos.
JALISCO
Entre el mea culpa y el cálculo: El descuido en Casa Jalisco

– Crónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco
En Jalisco la política no se cuece: hierve. La reforma judicial levantó la tapa y escapó el vapor de lo obvio: en Casa Jalisco hubo descuido. Pablo Lemus lo admitió con retraso y promesa: “me meteré personalmente a reconstruir la relación”. Traducción en castellano llano: falló el operador, se enmoheció el diálogo y los números no dan.
En el Congreso solo rige una gramática: 26 votos.
La oposición (Morena, PAN, PRI, Hagamos, Futuro y PT) no los juntan.
El Ejecutivo, menos.
Resultado: “cabildeo” exprés, citas por separado, romería de coordinadores entre Hidalgo 222 y Palacio. No es diálogo; es caza de tres o cuatro voluntades que ajustan una Constitución.
Cuando no hay proyecto, se busca coartada: José Luis Tostado, coordinador de MC, puesto en la picota por el “descuido”. En la coda aparece el secretario de Gobierno, Salvador Zamora. Desde Casa Jalisco matizan: no habrá cabezas… por ahora. Habrá “afinación”. Misma partitura, distinto volumen.
-
El Gobierno acepta desconexión con opositores.
-
La oposición presume mayoría de maniobra y exige que el Gobernador dé la cara en el Legislativo.
-
La IP suplica “no politizar” lo que, por definición, es político: quién nombra, evalúa y disciplina a juezas y jueces.
-
La riña real no es la “tómbola” de desempate (cortina de humo), sino el control de filtros, la integración de jurados y sus lealtades.
Conclusión provisoria: la “reforma técnica” huele a reparto fino. No suena a reforma de Estado, sino a ajuste para ganar eficacia… y previsibilidad política.
Los opositores invitan a Lemus al Congreso; mientras, en Casa Jalisco operan en carriles paralelos: reuniones uno a uno, promesas, calendarios, guiños. “No es dividirlos —dicen—; es dar a cada uno su lugar”. Manual conocido: personalizar, fragmentar, diferir el texto. Cuando llegue el proyecto “conciliado”, el espacio para el escrutinio ya habrá cerrado.
Además, dos magistraturas en el alambre. Si el martes no hay designación, la afirmativa ficta ratifica a quienes hoy ocupan el asiento. El reloj —no la razón— es el arma. O amarran ya, o se quedan con lo que hay. Esto no es arquitectura constitucional; es relojería política.
Coparmex y COMCE piden sacar la reforma de la grilla. Comprensible; sin certeza, no hay inversión que resista. Pero “despolitizar” una reforma política es un oxímoron útil. Lo serio sería: minutas públicas; criterios de selección verificables; perfiles y conflictos de interés a la vista; cronograma que no dependa del humor de la mesa. Menos tribuna, más trazabilidad.
El Gobernador acepta el error; no explica su causa. Se dice que hubo disposición; faltó oficio. Y el déficit de oficio se paga caro: se erosiona la confianza entre poderes, se fortalecen los extremos y la ley se vuelve rehén del chantaje de la parálisis. En el pantano, el incentivo deja de ser institucional y se vuelve coyuntural.
Prometen “apretones de tuercas”. En papel: “un solo texto”. En práctica: expediente con zonas grises, diseño de gobernanza bajo llave y dos nombramientos que amarran hoy e hipotecan mañana. Si cierran en corto, saldrá una reforma hecha al tamaño del equilibrio de turno; si abren el proceso, quizá alcance para una reforma que sobreviva gobiernos.
Convertir a Jalisco en el “Silicon Valley mexicano” requiere más que parques y pitch decks: requiere un Poder Judicial independiente, profesional y previsible. El capital tolera impuestos; lo que no tolera es incertidumbre. Y la certeza no nace de tómbolas ni de boletines, sino de reglas claras, procesos públicos y decisiones revisables.
La crisis legislativa obligó a todos a mostrar la mano: el Ejecutivo admitió que perdió el control fino, la oposición evidenció que, sin MC, puede marcar agenda, pero no coronarla, la IP recordó que sin garantías no hay relato de progreso que aguante. Falta lo principal: que la ciudadanía vea, en tiempo real, cómo y por qué se cambiará la justicia que la toca a diario.
La historia enseña que las reformas cocinadas en silencio terminan gritando en los tribunales. Prudencia no es callar: es abrir puertas, encender luces y dejar que la aritmética se escriba con tinta pública. Solo así el mea culpa pasa de pose a corrección. Solo así la reforma será reforma, y no reparto con fecha de caducidad.
En X @DEPACHECOS
NACIONALES
La conquista que no termina

– Opinión, por Miguel Anaya
Siempre me ha parecido curioso que, quinientos treinta y tres años después, sigamos hablando de la Conquista como si hubiera ocurrido ayer, como si Hernán Cortés acabara de desembarcar en Veracruz con la mirada puesta en Tenochtitlán y el corazón lleno de encomiendas. No deja de ser fascinante la capacidad mexicana de contar la historia, no como tragedia, sino como pretexto.
Se nos enseñó que fuimos cruelmente conquistados. Lo aceptamos con un dramatismo casi teatral, como si los pueblos originarios hubieran sido un solo cúmulo de inocencias y los españoles, solamente un ejército de codicia y brutalidad.
Pero la realidad, siempre tan poco romántica, fue más compleja: hubo alianzas, traiciones, intereses, cálculos y, sobre todo, normalidad. La conquista no fue una excepción, fue la regla de una época donde conquistar territorios era tan legítimo como hoy hacer fusiones empresariales o acuerdos comerciales.
El poder siempre ha tenido el mismo rostro, solo cambia sus formas.
Nos empeñamos en sentirnos víctimas eternas. Reclamamos por la Conquista como si estuviéramos esperando una disculpa de los siglos XVI o XVII. Exigimos perdón retroactivo, pero la historia, aunque a veces cruel, no tiene oficina de quejas. Lo único que hace es avanzar, mezclando a vencedores y vencidos hasta que se olvida de qué lado viene cada quién. De esa mezcla —dolorosa, contradictoria, fecunda— nació México.
Porque, aunque duela, México no es lo que quedó de los mexicas, ni lo que impusieron los españoles: es lo que ambos se vieron obligados a inventar. Un país mestizo, con dioses de piedra y vírgenes de yeso, con voces indígenas en el eco del español y una fe que huele a copal y a incienso. Esa es nuestra conquista: haber sobrevivido al choque de mundos sin dejar de ser un poco de ambos.
Lo que llamamos sincretismo no fue solo una mezcla cultural; fue una estrategia de supervivencia. Los pueblos indígenas no desaparecieron: se mimetizaron, aprendieron el idioma del invasor y escondieron a sus dioses detrás de santos. Los españoles no triunfaron del todo: quedaron atrapados en una tierra que los absorbió, que los hizo perder el acento y, en muchos casos, amar más esta tierra que la propia. De esa contradicción nació nuestra identidad: un mestizaje que no se elige, pero que se asume.
A pesar de lo anterior, hay quienes añoran un pasado indígena idealizado, como si los mexicas hubieran sido una comuna perfecta; otros sueñan con una Europa que nunca los reconocerá como su reflejo. Ambos extremos son falsos, pero cómodos en la narrativa: uno ofrece la inocencia, el otro la superioridad.
El mestizaje, en cambio, exige madurez: aceptar que venimos de una violencia, pero también de una creación; de una herida, pero también de una fecundidad.
Quizá lo que más nos cueste reconocer es que seguimos conquistándonos unos a otros, porque así es el mundo, porque así es la humanidad. Los nuevos conquistadores hablan diversos idiomas y prometen inversiones; la riqueza ya no se mide en lingotes, sino en clics, bitcoins y contratos. Las conquistas no se acabaron, se digitalizaron.
Por su parte, México sigue celebrando el Día de la Raza sin saber muy bien qué raza celebra, o marchando por la Independencia confundiéndola con la revolución, porque en el imaginario popular, cabe casi todo. Tal vez esa sea nuestra mayor conquista: haber aprendido a vivir en medio de la contradicción.
No somos víctimas ni victimarios; somos descendientes de ambos. Al final, hay que entender y aceptar nuestro pasado para abandonar la narrativa de la victimización y abrazar el discurso del desarrollo, pues toda nación es el resultado de una conquista: la del tiempo sobre la memoria, la del sistema sobre el individuo, la del extraño que traspasó sus fronteras.
Y si algo nos enseña la historia es que, aun después de la conquista o aun después de la derrota, los pueblos que saben adaptarse y construir una narrativa de progreso se fortalecen.
Así fue con Japón, así fue con Alemania y así puede ser con México.