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MUNDO

El ataque de Israel al hospital en Gaza: Israel-Palestina, ¿otro 11 de septiembre?

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Actualidad, por Alberto Gómez Ramírez //

(Segunda parte)

El mundo está en vilo ante la incipiente amenaza de una conflagración bélica regional –incluso mundial- ante la inacción de las potencias occidentales de detener la masacre israelí sobre el pueblo palestino, lo que ha provocado la indignación y la ira de las naciones musulmanas y los adeptos al islam.

Los discursos de los líderes políticos mundiales se endurecen, unos a favor de Israel -la minoría- y otros en contra de la operación militar de “defensa”, que a todas luces es un genocidio sobre quienes son los auténticos ocupantes de Palestina, con profundas raíces milenarias en la región, a diferencia de los actuales israelíes, emigrados de distintas partes del mundo pero que no son de origen semita.

Los pueblos semitas son un conjunto de pueblos y culturas ubicadas en Oriente Medio y el norte de África que se caracterizan por hablar una lengua semítica. En esta familia lingüística se encuentran idiomas como el árabe, el hebreo y el arameo, con un total de 360 millones de hablantes en el mundo.

El término “semita”​ hace referencia a los pueblos citados en la Biblia, descendientes de Sem, primogénito de Noé. Jafet fue el segundo hijo de Noé (Génesis 10:21) y Cam el menor (Génesis 9:24). En el libro del Génesis (el primero de la Biblia) se encuentra la narración del diluvio universal y en ella está la “tabla de las naciones”, donde se hace referencia a la genealogía de los semitas. Los antiguos pueblos de habla semítica incluyen a los habitantes de Aram, Asiria, Babilonia, Siria, Canaán —incluidos los hebreos— y Fenicia.

El origen de los semitas, más allá de la interpretación bíblica -no del todo claro por la manipulación de la información histórica- se remonta desde el milenio IV a. C. en Oriente.

Entre las teorías de su procedencia está la que considera que provienen de África y que atravesaron Egipto alrededor del 4500 a. C. Otras teorías establecen su punto de origen en algún lugar del sudeste de Asia o en la península arábiga, desde donde migraron y alcanzaron las costas del Mediterráneo en busca de nuevas tierras más fértiles.

Los actuales israelíes no son un pueblo semita, si bien pueden tener algunas reminiscencias genéticas, más del 90 por ciento son descendientes de la diáspora judía –el exilio de los habitantes de Israel, comenzando con su expulsión por Tiglatpileser III, rey de Asiria, en el 733 a.C.

Según investigaciones socio-étnicas, muchas de las familias israelíes descienden de los judíos ashkenazi, de origen jázaro, creadores del movimiento sionista y propulsores de la creación de Israel y quienes lo han gobernado.

Los jázaros fueron un pueblo búlgaro procedente del Asia central, su nombre parece estar vinculado a un verbo búlgaro que significa “errante”.

Estos “judíos conversos” practicaban cultos fálicos y estaban en proceso degenerativo y amoral que fue detenido por uno de sus reyes, analizando las tres religiones monoteístas y eligiendo el judaísmo para su pueblo que se convertiría masivamente.

Los historiadores rusos consideraron a los jázaros como un pueblo indígena del norte del Cáucaso. Otros, como D.M. Dunlop, los creen vinculados a una tribu uigur, llamada K’o-sa en fuentes chinas. Sin embargo, la lengua jázara parece haber sido de origen huno, parecida a la hablada por los primeros búlgaros. Dado que los pueblos turcos nunca fueron étnicamente homogéneos, estas ideas no tienen por qué ser mutuamente excluyentes. Es posible que la nación Jázara hubiera estado compuesta de tribus de distintos componentes étnicos, ya que los pueblos de la estepa tradicionalmente absorbían a los conquistados. El historiador Sholomo Sand los considera el origen religioso y étnico de los judíos ashkenazís.

El sionismo judío-ashkenazi es una ideología política que defiende la necesidad de crear un Estado para el pueblo judío y que, desde sus orígenes a finales del siglo XIX, ha sido fundamental para entender la historia reciente de Israel.

El proyecto sionista se desarrolló asimismo a manos de Ber Borochov, marxista, sobre la base de una “concentración territorial” como solución para la cuestión judía. Fundó Poale Zion, un partido sionista marxista que apoyó la revolución rusa de 1917.

Uno de sus miembros fue David Ben Gurion –el padre del Estado de Israel– que llegó a Palestina a principios del s. XX. Ben Gurion se consideraba a sí mismo como un bolchevique y era partidario de la dictadura del proletariado en todos los países salvo en Palestina, donde aplicó directamente la dictadura del sionismo.

El sionismo, aunque ha sido disfrazado de una ideología socio-religiosa, lo que proclama en realidad es la supremacía judía por sobre todos los demás. Este principio fundamentalista es lo que ha provocado que los judíos no sean aceptados del todo, ya que desprecian a las demás religiones y etnias, incluyendo especialmente a las auténticamente semitas.

El proyecto sionista en Palestina estuvo acompañado de un proceso de separación de la población autóctona y, cuando fue posible, también de su expulsión. Esto fue consecuencia, por una parte, de la ideología sionista que buscaba la creación de un Estado étnico para el pueblo judío. Y por otra parte, fue producto de la victoria de los grupos de la izquierda sionista sobre el capital privado. Los primeros defendían un proyecto colonial “blanco”, con sustitución de la población indígena por población europea, mientras que los empresarios habrían preferido un modelo colonial clásico, con explotación de la mano de obra palestina. La separación étnica tuvo dos dimensiones ligadas entre sí: la defensa del trabajo judío y la limpieza étnica territorial.

LA COLONIZACIÓN DE PALESTINA

La colonización blanca de Palestina se plasmó en dos dinámicas complementarias: la defensa del trabajo judío y la judaización del territorio. La una y la otra eran consecuencia de la ideología nacionalista y también de la configuración del poder en el seno del sionismo. No se puede comprender la sociedad israelí, su demografía, sus tensiones y el conflicto con los palestinos sin tener en cuenta este proceso.

La expulsión-aniquilación de los palestinos ha sido gradual, lenta y silenciosa para occidente por el gran poder sionista de los medios de comunicación a nivel global.

Así, mientras cientos de miles de personas alrededor del mundo salen a protestar a las calles de las principales ciudades por el genocidio que está ocurriendo en Palestina, los misiles sionistas no dejan de caer sobre viviendas palestinas, incluyendo un hospital cuyo resultado fue la muerte de cientos de hombres, mujeres, niños y ancianos heridos por los ataques israelíes previos.

RECUADRO

EL ATAQUE DE HAMÁS CONTRA ISRAEL

UNA VERSIÓN OFICIAL QUE NO ES CREÍBLE

La versión oficial sobre el ataque del Hamás contra Israel no es creíble. Según CNN, Hamás entrenó a sus hombres durante año y medio en 6 instalaciones militares en Gaza, preparativos que fueron objeto de rumores en Líbano, desde el mes de mayo, y que incluso provocaron en septiembre una verdadera batalla entre facciones palestinas, en la ciudad libanesa de Sidón. El 30 de septiembre, el director de la inteligencia de Egipto, Kamal Abbas, telefoneó personalmente al primer ministro de Israel, Benyamin Netanyahu para ponerlo sobre aviso. Días después, una empresa israelí de seguridad privada también previno al Servicio General de Seguridad israelí (Shin Beit) y, finalmente, la CIA también avisó al Mosad, el 5 de octubre. Por consiguiente, Israel no estaba desprevenido. Además, como subraya Manlio Dinucci, los procedimientos de seguridad rutinarios no fueron aplicados ese día y el ejército israelí demoró 5 horas antes de intervenir. La interrogante que se plantea ahora es la siguiente: ¿Por qué Benjamín Netanyahu permitió la muerte de 1 300 de sus conciudadanos? (redvoltaire.com)

Durante años, los diversos gobiernos dirigidos por Benjamín Netanyahu adoptaron una política que dividió la franja de Gaza y Cisjordania entre dos poderes diferentes, debilitando al presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, y favoreciendo al Hamás. Este último fue tratado como un socio en detrimento de la Autoridad Palestina para impedir que Mahmud Abbas avanzara hacia la creación de un Estado palestino. El Hamás fue promovido de la categoría de grupo terrorista a la de organización con la que Israel mantuvo negociaciones a través de Egipto y la que se le permitió recibir de Qatar, a través de los pasos fronterizos de Gaza, valijas que contenían millones de dólares”. (timesofisrael.com)

Es notoria la similitud del actual escenario palestino-israelí con el acontecido el 11 de septiembre del 2001, cuando todo el sistema estadounidense de inteligencia y de defensa se vio «tomado por sorpresa» por el ataque de al-Qaeda. Pruebas irrefutables –oficialmente ignoradas o catalogadas como «complotismo» o «conspiracionismo»– demuestran que los hechos del 11 de septiembre de 2001 fueron una operación montada por elementos de la CIA, probablemente con la participación también de elementos del Mosad, para justificar la «guerra mundial contra el terrorismo», con la invasión de Afganistán y de Irak y las guerras que vinieron después.

De la misma manera que el auto-atentado de las Torres Gemelas del World Trade Center en Nueva York, cuyo objetivo era justificar una nueva escalada de intervenciones militares en Oriente Medio –en otras palabras, una invasión y saqueo de Afganistán e Irak- esta “guerra” (que no es tal porque en el sentido estricto su significado, no hay respuesta bélica de Palestina) pretende tener una reacción multidimensional en cadena: por una parte busca provocar la total desestabilización en la región ante la pérdida de poder e influencia de los países occidentales –Estados Unidos, Israel y las potencias europeas- sobre el territorio árabe confrontando a Irán y demás países musulmanes; la desocupación de los aún territorios palestinos (Gaza y Cisjordania) para concluir la invasión israelí; el genocidio palestino (judeo-semita), auténticos ocupantes del territorio en disputa; reactivar la economía de guerra estadounidense, ante las complicaciones de la guerra ruso-ucraniana; y tratar de mantener el declinante poderío económico del dólar estadounidense a como dé lugar, ya que su caída determinará el tiempo de vida restante de la hegemonía anglosajona en un mundo que se mueve ya a otro ritmo y en otras direcciones.

 

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La trampa de la desinformación: El canto de las sirenas digitales

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

En La Odisea de Homero, Ulises nos deja una lección que, siglos después, sigue siendo asombrosamente actual. Durante su travesía de regreso a Ítaca, Ulises y su tripulación enfrentan el peligro de las sirenas, criaturas que con sus voces irresistibles atraen a los navegantes hacia un destino fatal.

La solución de Ulises no fue intentar silenciar el canto de las sirenas, sino prepararse para resistirlo. Se hizo atar al mástil de su barco, mientras su tripulación, con los oídos bloqueados por cera, continuaba remando. Ulises pudo escuchar el canto sin sucumbir a su seducción, y así evitó el naufragio.

Hoy, en nuestra era digital, las sirenas han adoptado nuevas formas. Sus cantos no provienen de islas remotas, sino de las pantallas de nuestros dispositivos, en forma de fake news y desinformación. La promesa sigue siendo la misma: verdades ocultas, revelaciones sorprendentes, un conocimiento especial al que pocos tienen acceso. Y al igual que en la mitología, la seducción de este canto puede ser devastadora, no solo para quienes lo escuchan, sino para sociedades enteras que se enfrentan a un naufragio colectivo en el mar de la mentira.

El atractivo de las noticias falsas no es casual. La desinformación es diseñada cuidadosamente para captar nuestra atención, provocar una reacción emocional y, sobre todo, para ser compartida. Las redes sociales han amplificado este fenómeno, convirtiéndolo en una epidemia global. Un titular alarmante, una imagen manipulada o una narrativa conspirativa tienen el poder de viajar más rápido que la verdad.

Esto no es solo una observación anecdótica; un estudio publicado en Science demostró que las noticias falsas se comparten con mayor rapidez y alcance que las verdaderas. Esto ocurre porque las mentiras suelen ser más novedosas, impactantes y emocionales, mientras que la verdad, con su carácter sobrio y a menudo complejo, carece del mismo atractivo inmediato.

El problema de la desinformación no es nuevo, pero en el mundo hiperconectado en el que vivimos, sus efectos son más visibles y peligrosos. Hemos visto cómo las fake news han influido en procesos electorales, como las elecciones presidenciales en Estados Unidos en 2016 y 2020, donde las teorías conspirativas y las mentiras deliberadas no solo polarizaron a la sociedad, sino que incluso llevaron al asalto al Capitolio. Las sirenas digitales cantaron con fuerza, y muchos sucumbieron al encanto de un relato que ofrecía certezas simples en medio de un panorama complejo.

El impacto de la desinformación también se hizo evidente durante la pandemia de COVID-19. Desde teorías absurdas que vinculaban las vacunas con microchips, hasta remedios caseros sin fundamento que prometían curas milagrosas, la desinformación costó vidas. Lo más alarmante es que muchas de estas narrativas no surgieron de la ignorancia, sino de estrategias deliberadas para desviar la atención, sembrar desconfianza en las instituciones y dividir a las comunidades. La pandemia nos mostró que la desinformación no es solo un problema de percepción o debate; tiene consecuencias tangibles, letales incluso.

En este contexto, las redes sociales han jugado un papel crucial. Plataformas como Facebook, Twitter (ahora X) y TikTok se han convertido en los nuevos escenarios donde las sirenas digitales despliegan su canto. Su modelo de negocio, basado en maximizar la atención del usuario a través de algoritmos, ha demostrado ser terreno fértil para la propagación de desinformación. Cuanto más polémico o impactante sea el contenido, mayor será su alcance, y con ello, mayor será el beneficio económico para las plataformas. Así, la verdad queda relegada mientras el ecosistema digital premia la mentira.

No obstante, culpar únicamente a las plataformas sería simplista. La desinformación encuentra eco porque apela a nuestras emociones más básicas: el miedo, la ira, la indignación. Somos, en muchos sentidos, cómplices involuntarios. Compartimos noticias sin verificarlas, reaccionamos impulsivamente ante titulares llamativos y, al hacerlo, nos convertimos en eslabones de la cadena que perpetúa las mentiras. En un mundo donde la información viaja a la velocidad de un clic, la responsabilidad individual se vuelve más crucial que nunca.

¿Qué podemos aprender de Ulises para enfrentar este problema? Su estrategia nos ofrece una metáfora poderosa. En primer lugar, reconoció el peligro. No subestimó a las sirenas ni confió en su capacidad para resistirlas sin preparación. Esto es algo que debemos adoptar como sociedad: aceptar que todos somos vulnerables a la desinformación y que combatirla requiere un esfuerzo deliberado.

La cera en los oídos de la tripulación podría interpretarse como el pensamiento crítico y la alfabetización mediática, herramientas esenciales para navegar el mar de la información. Sin embargo, estas herramientas deben ser accesibles para todos. La educación en medios y la capacidad de distinguir entre fuentes confiables y dudosas deberían ser prioridades en nuestras políticas educativas.

El mástil al que Ulises se ató representa un compromiso con la verdad. Como ciudadanos, necesitamos construir ese mástil a través del fortalecimiento de los medios independientes, el apoyo al periodismo ético y la promoción de un diálogo público basado en hechos. Sin embargo, este compromiso también debe extenderse a las plataformas digitales, que tienen la responsabilidad de regular el contenido que difunden y de priorizar la veracidad sobre la viralidad.

La lucha contra la desinformación no será fácil. Las sirenas digitales seguirán cantando, perfeccionando su melodía para seducirnos. Pero como en el mito de Ulises, el objetivo no es silenciarlas, sino aprender a resistirlas. Esto requiere un esfuerzo colectivo, un compromiso con la verdad y la disposición para enfrentar la complejidad de los problemas en lugar de sucumbir a soluciones simplistas.

El naufragio que enfrentamos no es inevitable. Si algo nos enseña la historia de Ulises es que, con previsión y determinación, podemos superar incluso los desafíos más seductores. Pero el tiempo apremia. Cada día que permitimos que las fake news se propaguen sin control, cada vez que compartimos un contenido sin verificarlo, nos alejamos más de la verdad y nos acercamos al caos.

Hoy, más que nunca, necesitamos líderes que, como Ulises, tengan la valentía de enfrentar el canto de las sirenas sin perder el rumbo. Necesitamos ciudadanos dispuestos a remar contra la corriente, conscientes de que la verdad no siempre es atractiva, pero es imprescindible. Y necesitamos un compromiso colectivo para construir un mástil lo suficientemente fuerte como para resistir las tormentas de la desinformación. Porque, al final, nuestra travesía depende de ello.

 

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MUNDO

Participación de México en la cumbre del G20: Claudia Sheinbaum, una presidenta de clase mundial

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Opinión, por Pedro Vargas Ávalos //

México acrecentó su presencia en nivel internacional el pasado lunes 18 de noviembre, cuando la presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo (CSP), participó brillantemente en el Grupo de los 20 -G20- la junta multilateral más importante sobre economía en el mundo.

Ese foro intergubernamental especializado en coordinación económica y financiera mundial tiene repercusión en temas de variada naturaleza, entre otros tópicos además de lo económico. En efecto, sus acuerdos inciden en el ámbito ambiental, político, migratorio, social y de lucha contra diversas desigualdades que flagelan a la humanidad. Así pues, todas sus acciones tienen como objetivo contribuir al logro de soluciones para resolver o al menos atenuar los rompecabezas más agudos de la problemática intercontinental.

El G20 es el escenario donde se reúnen -anualmente- las economías que representan al 85% del Producto Interno Bruto (PIB) del mundo, el 80% de la inversión, el 75% del comercio mundial y el 66% de la población mundial. También asisten instituciones como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial del Comercio, el Banco Interamericano de Desarrollo, la Organización Internacional del Trabajo”, entre otras. (Lidia Arista, Expansión Política, 18-XI-2024).

En su periodo presidencial, Andrés Manuel López Obrador salió muy poco y el excanciller Marcelo Ebrard, lo representó en diversos eventos internacionales y sobre todo en las ediciones de la Cumbre del G20; y el papel de Ebrard fue más que bueno, pero no era el mandatario nacional, lo cual marca gran diferencia. Ahora que se convocó al G20 para dialogar los días 18 y 19 de este mes de noviembre en Río de Janeiro, Brasil, nuestra flamante primera magistrada acudió y su participación fue excelente.

Desde su salida de la capital azteca, la abanderada de México dio muestras de que lo que pregona lo practica; de esa manera, dejando atrás el fausto y derroche de los exgobernantes nacionales anteriores al 2018, cuyos viajes costaban al país verdaderas fortunas, ella, ceñida a la austeridad republicana que sostiene, abordó aeronave comercial y con escala en Panamá, que solo costó catorce mil pesos, arribó a la bulliciosa sede del cónclave de los 20.

Al día siguiente, en primera plana, la prensa publicó que en la Cumbre del G20, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo destacó que México es un país de democracia y libertades, presentando palmariamente la reforma judicial que permitirá la elección popular de jueces, magistrados y ministros de la SCJN en 2025, lo que es un parteaguas en tal materia en todo el orbe. (24 Horas, La Razón, Reporte Índigo, El Financiero, etc.). Al respecto hemos de anotar que también enalteció las reformas sobre pueblos indígenas y afroamericanos, así como la igualdad integral entre mujeres y hombres.

Las primeras planas de diarios como Reforma, El Universal, El Economista, La Jornada, El Heraldo y La Crónica informaron sobre la participación de la presidenta, enfatizando la propuesta de emplear el uno por ciento del gasto militar global para abatir la pobreza y redoblar la reforestación; en este sentido, Milenio, Excélsior y Diario de México destacaron las coincidencias de cooperación entre Sheinbaum, el canadiense Trudeau y el estadounidense Joe Biden, en temas migratorios y de seguridad.

Nuestro vecino yanki, el presidente Biden, “expresó sus felicitaciones por su reciente elección y reafirmó el compromiso de Estados Unidos de construir una América del Norte próspera con empleos bien remunerados», según afirmó un comunicado de la Casa Blanca. En su diálogo con el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, ambos mandatarios coincidieron con el buen resultado del Tratado Comercial entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) para la región de América del Norte. Aunado a que conversaron sobre la buena relación que hay entre los pueblos de ambas naciones y sus gobiernos.

En reunión con el presidente de China, Xi Jinping, agradeció el apoyo de este país en la recuperación de Acapulco a través de la producción y entrega de enseres domésticos, tras las afectaciones que sufrió dicho municipio por fenómenos meteorológicos. Con el presidente de Francia, Emmanuel Macron, acordaron cooperar en temas de agua, salud e infraestructura, así como impulsar desde ambas naciones la igualdad de género. Con el primer ministro de Vietnam, Pham Minh Chinh, la jefa del Ejecutivo Federal acordó estrechar la relación cultural con el pueblo vietnamita.

Como el tiempo es oro, Sheinbaum conversó y afirmó la relación de nuestra patria con los grandes países sudamericanos, distinguidos por tener los líderes progresistas de América Latina, Brasil, Colombia y Chile, consolidando la unión de estos países fraternos. Pero no dejó de hablar también con los miembros de MIKTA, la comunidad que México forma con Indonesia, República de Corea, Turquía y Australia.

La reportera de La Jornada, Alma Muñoz, hizo el mismo día 19 una excelente relatoría de la actuación de esta científica ahora Presidenta de la República: “Frente a los lideres de las principales economías del planeta, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo propuso establecer un fondo al que se destine «uno por ciento del gasto militar de nuestros países», equivalente a unos 24 mil millones de dólares al año, para replicar a nivel mundial el programa Sembrando Vida, esquema emblema de la Cuarta Transformación en México, y convertirlo en el plan de reforestación más grande de la historia a escala mundial. Con ello, mitigar el calentamiento global y restaurar el tejido social, «ayudando a las comunidades salir de la pobreza».

Ese fondo que representa 12 veces más de lo que México destina a ese programa sería para apoyar a 6 millones de sembradores de árboles que «reforestarían 15 millones de hectáreas, algo así como cuatro veces la superficie de Dinamarca, toda la de Guatemala, Belice y el Salvador juntos, o 30 por ciento de la de Suecia», planteó la presidenta al participar por primera vez en la cumbre del G-20. La propuesta es «dejar de sembrar guerras; sembremos paz y vida», sostuvo la mandataria mexicana, flanqueada durante su exposición por el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, y el presidente de Francia, Emmanuel Macron. Atrás de ella estaba el secretario de Estado estadunidense, Antony Blinken.

Y a dos sillas de su lugar, apenas separada por Macron, el mandatario de Estados Unidos, Joe Biden, quien usó traductor para escuchar el mensaje de su par mexicana. En la misma sesión se encontraba el presidente de China, Xi Jinping, y una delegación de Rusia, tres países que, de acuerdo con el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo, forman parte de las 10 naciones que más gastaron en armas en 2023”.

Singulares fueron las frases y reflexiones que con certeza manifestó la distinguida mexicana quien dignamente enarbola nuestro emblema nacional, ante un foro de inigualable importancia. Allí les dijo: “¿Qué está pasando en nuestro mundo que en tan solo dos años el gasto en armas creció casi el triple que la economía mundial? ¿Cómo es que la economía de la destrucción alcanzó un gasto de 224 billones de dólares? ¿Cómo es que 700 millones de personas en el mundo aún viven en pobreza extrema?

Como taladrante instrumento, prosiguió CSP: “Resulta absurdo, sinsentido, que haya más gasto en armas que atender la pobreza o el cambio climático. Reduciríamos migración, el hambre, si tan solo elevamos la palabra “amor” por encima del odio; la generosidad de la persona humilde y desposeída, por encima de la avaricia y el deseo de dominación. Me niego a pensar que somos capaces de crear la inteligencia artificial e incapaces de dar la mano al que se quedó atrás”.

Luego, les recordó a quienes representa y por quienes habla: “Vengo a nombre de un pueblo, generoso, solidario y sabio, a hacer un llamado a las grandes naciones a construir y no a destruir; a forjar la paz, la fraternidad y la igualdad. Llámenos “idealistas”, pero lo prefiero, a ser conformistas”. Y tras plantear los remedios concretos que ayudarían al desarrollo de los pueblos más necesitados, les subrayó a sus atentos oyentes que se decidieran a dejar de sembrar guerras, para en su lugar sustentar la paz, cosechar prosperidad y enaltecer la vida.

Y así, Claudia Sheinbaum Pardo, científica, ama de casa, política orgullosamente mexicana, demostró que es una presidenta con talla de figura mundial.

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El nacionalismo de Donald Trump: ¿Una solución o un riesgo?

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Opinión, por Samantha Contreras Guerrero //

La victoria de Donald Trump, basada en un mensaje de fuerte nacionalismo, marca un cambio que impactará tanto a Estados Unidos como al resto del mundo. Sus promesas de traer empleos de vuelta y proteger la economía estadounidense responden al descontento de muchos de sus votantes.

Su idea de “América Primero” busca hacer que Estados Unidos sea más independiente y fuerte, pero en un mundo tan conectado, esta visión enfrenta muchos retos y posibles problemas.

Para los estadounidenses, en un mercado donde casi todo se produce a través de cadenas internacionales, enfocarse en lo nacional podría hacer que los precios aumenten y haya menos opciones para los consumidores. Este tipo de enfoque proteccionista no solo implica costos altos para las empresas, sino que podría dar una falsa idea de seguridad económica, ya que el crecimiento estaría limitado solo al mercado interno, dejando de lado oportunidades con otros países.

En el ámbito internacional, el enfoque nacionalista de Estados Unidos genera preocupación entre sus aliados. Países como México, que dependen en gran medida del comercio y la inversión estadounidense, ven en riesgo la posibilidad de mantener relaciones estables e igualitarias.

El decremento en sectores como el nearshoring —donde América Latina ha visto una oportunidad de crecimiento— podrían ser afectados con este tipo de políticas. Además, al alejarse de acuerdos internacionales, Estados Unidos podría debilitar el sistema de cooperación global, necesario para enfrentar problemas complejos como el conflicto en Oriente Medio o la crisis climática.

La gran pregunta es si este regreso al proteccionismo es una solución real a los problemas económicos actuales. La inflación y la desigualdad están en aumento en todo el mundo, y Estados Unidos no es la excepción. En lugar de cerrarse, podría beneficiarse de una política que tome en cuenta las necesidades de todos sus sectores, buscando reducir las diferencias internas como la acumulación de riquezas, sin renunciar a los beneficios del comercio global.

El nacionalismo de Trump es una reacción a los problemas de un sistema económico que ha dejado atrás a muchas personas en Estados Unidos. Sin embargo, en un mundo hiperconectado, el aislamiento no puede evitar generar preocupación. Aunque la intención de proteger a los ciudadanos es válida, esta ideología corre el riesgo de afectar a largo plazo a aquellos mismos sectores que busca ayudar, reduciendo la capacidad de Estados Unidos para influir y crecer en la economía global.

E-mail: samcg2002@gmail.com

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