OPINIÓN
El autoritarismo no quiere una prensa libre: Libertad de prensa, un triunfo de la democracia
A título personal, por Armando Morquecho Camacho //
Sin lugar a duda, uno de los triunfos más importantes de nuestra democracia es la instauración de la libertad de prensa, a través de ella, se extiende y fortalece el ejercicio de nuestro invaluable derecho a la libre expresión, que al mismo tiempo, es uno de los valores fundamentales de nuestra sociedad.
En el caso de la libertad de prensa, ésta ha alcanzado gran relevancia en todos los sistemas democráticos, toda vez que este derecho, con el paso de los años, se ha convertido en un criterio legítimo para evaluar la transparencia y los valores democráticos de un país.
Aunque hay algunos casos, como el de Carlos Denegri, en que ciertos personajes del medio pueden ser utilizados por las autoridades como un mecanismo para ejercer presión e influencia sobre ciertos grupos, o bien, para promover algunos logros gubernamentales para así contrarrestar noticias negativas, la realidad es que oficios como el periodismo son y serán de vital importancia para el país, no por nada este gremio ha sido catalogado en muchas etapas históricas de México como el cuarto poder.
En ese sentido, partiendo de la idea de que la división de poderes, que dicho de manera muy simple, es el mecanismo de pesos y contrapesos que busca evitar que todo el poder recaiga en una sola persona, entonces, cuando afirmamos que la prensa y medios de comunicación constituyen un cuarto poder en nuestro sistema político, no es cosa menor.
Seamos claros: la democracia no se puede entender sin el periodismo libre, por lo tanto, nuestro gobierno, tiene una obligación de salvaguardar la integridad de aquellos que forman parte de este gremio y al mismo tiempo, tiene la obligación de dotarlos de las herramientas públicas necesarias para que puedan desarrollar su trabajo de la mejor manera posible.
Es decir, si el gobierno y la clase política tienen en realidad un compromiso con la democracia y las libertades, entonces, en congruencia a sus valores y principios democráticos deben tener apertura al diálogo con todos los ciudadanos, pero especialmente con aquellos cuyo trabajo es informar a la sociedad sobre temas que pueden tener un impacto positivo o negativo en su vida cotidiana.
En un país repleto de preguntas sobre nuestro futuro, la voz de la prensa nunca había sido tan importante.
Además, al igual que el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo, el famoso Cuarto Poder, tiene la tarea de consolidarse como un contrapeso de carácter informativo de todas y cada una de las decisiones que se toman no solo desde estos dos poderes, sino también, desde el poder político.
Ahora, lo interesante y noble de la prensa, y que es justamente aquello en que muchos representantes han fallado en entender, es que esta no responde a un partido en cuestión (o al menos no debería), ni mucho menos responde a los intereses de algún político, todo lo contrario, el único compromiso al que responden los medios comunicación, es a la verdad que se busca expresar través de páginas en periódicos, espacios de opinión en medios digitales o bien, a través de espacios televisivos.
La prensa es por naturaleza una voz crítica, y esto, no debe sorprendernos, ya que la única manera que tenemos para llegar a la verdad, es a través de cuestionamientos constantes, tal y como lo establece la mayéutica socrática, misma corriente de pensamiento filosófico que establece muy puntualmente que invariablemente, el proceso que nos permite adquirir nuevos conocimientos y desentrañar la verdad, será siempre doloroso.
No obstante, pese a la importancia que tiene este gremio en la vida pública y en el proceso de fortalecimiento de nuestra democracia, todos hemos sido testigos de cómo algunas personalidades de la vida pública han hecho de su hobby favorito el ataque y la desacreditación de la prensa cuando esta cuestiona más de lo que aplaude.
En ese orden de ideas, y atendiendo al contexto político y social tan complejo por el que atraviesa nuestro país, valdría la pena tener muy presente que hasta cierto punto, demeritar el trabajo informativo que realiza la prensa, implica demeritar también los valores democráticos que sostienen nuestra sociedad.
Y sí, probablemente mientras leen esto se puede venir a su mente una lista de comunicadores o periodistas que estuvieron o que están al servicio del poder y que ciertamente han desvirtuado a la profesión, y han provocado que la prensa sea un blanco para el discurso político, pero ¿qué acaso no son también los políticos los que aprovechan cada espacio para decirle a la sociedad que no pueden permitir que el actuar de unos irresponsable defina el actuar de los honorables?
Bajo esa premisa, entonces tampoco se puede permitir que el actuar de unos irresponsables defina la imagen de aquellos que desarrollan la profesión con nobleza y profesionalismo.
‘’El periodismo político no hace políticos, hace política’’. Esa frase definió enormemente la carrera de una persona a quien recuerdo con cariño y a quien le guardo un enorme respeto, mi tío Héctor Morquecho Ibarra, quien dedicó su vida a tan noble profesión.
Ahora, después de mucho leer esta frase y de escuchar como amigos tanto de mi padre como de mi tío la discuten, hoy puedo entender que no solamente representa una máxima con la que el periodista o el comunicador se deben de regir todos los días, sino que también, es una máxima que la clase política y gobernante debe tener muy presente si busca refrendar su compromiso con los valores democráticos.
La política la hacemos todos y aunque no lo crean, la hacemos todos los días, de una forma u otra, ya sea compartiendo u opinando sobre ciertos eventos, todos contribuimos a hacer política, algunos desde espacios de representación popular, otros desde la administración pública, otros la hacen desde los partidos, algunos la hacen desde las organizaciones de la sociedad civil, y otros, la hacen desde los medios de comunicación.
Y no importa desde dónde se hace, no podemos cometer el error de creer que algunos están más legitimados que otros para hacerla, al final, la política es para todos, y tal y como dijo alguna vez Eisenhower, la política debería ser la profesión a tiempo parcial de todo ciudadano.
