OPINIÓN
El derecho a abortar que demandan mujeres: Jugar a ser Dios con licencia para matar

Comuna México, por Benjamín Mora //
Hubo un tiempo que la mujer nos decía ¿Qué irás a pensar de mí?… nos conocía bien como hombres. Ella sabía con quién estaba y a quién, como mujer, también deseaba; hoy día, así actúa la mayoría de ellas. Había deseos igual que hoy, pero también conciencia moral y ética que les permitía comprender y asumir los alcances de sus elecciones y no buscaba sumar complicidades más allá de las de ella y del hombre elegido que les aliviaran, a ambos, moralmente y les apoyase en caso de resultar embarazada.
Hubo un tiempo en que los arrebatos de nuestros instintos y deseos amorosos no buscaban nublar la razón y la verdad de más y más gente ni encontrar complicidades que nos engañasen para hacernos sentir libres de culpas.
Al hablar de la verdad, Séneca nos recomendaba que deberíamos hacerlo de manera simple y sin artificios. Por su parte, mi madre solía decirme: Es de cobardes temer a la verdad y aún más cobarde el corromperla con nuestro silencio; mi padre me decía no convivas con los agachones porque su cobardía contagia, y me advertía: ¡Cuidado con volverte cobarde!
El gran Fernando Savater nos invitó a desarrollar tres virtudes: Coraje para vivir, generosidad para convivir, y prudencia para sobrevivir, hoy difíciles de encontrar en una sociedad tanto o más hedonista que la griega de Sócrates y Platón. Confundimos al placer con la felicidad o quizá, simplemente, tememos a la felicidad pues ésta no es para todos sino sólo para quienes son dignos de ella y la dignidad viene con una vida proba y valiente.
Esta semana, nuevamente mujeres salieron a las calles, principalmente en la Ciudad de México, a exigir el cumplimiento de sus derechos reproductivos, refiriéndose a abortar como la solución de un embarazo no deseado y a una vida en dónde la educación sexual y la forja del carácter han fallado; una vida de impulsos y satisfacción irracional de deseos sexuales. No tengo duda, la mentira hoy, como ayer y siempre, se bebe de un solo sorbo y la verdad amarga a quienes asientan sus vidas en el hedonismo y la irresponsabilidad de una noche o tarde de abandono a sus placeres. Hoy, hay quienes luchan por ser padres del engaño sin comprender que su paternidad ya tiene dueño desde siempre.
Piotr Kropotkin decía que la sociedad es responsable de las acciones antisociales cometidas en medio de ella y que el camino para su cambio está en la reorganización de la sociedad misma. Nuestro futuro común tiene un problema, como reconociera Bob Marley, estamos más preocupados por nuestra reputación –lo que otros piensan de nosotros- que por nuestra conciencia –lo que en verdad somos-; de aquí que mil likes en nuestras páginas sociales nos agraden más que saber que hemos actuado correctamente; likes de gente que navega en su soledad y aburrimiento igual a como es nuestra vida; gente que jamás conoceremos ni veremos en persona y que regala likes a diestra y siniestra pues no le cuestan.
En México, los derechos reproductivos de la mujer están protegidos por el Estado mexicano. Todas y todos tenemos acceso libre y gratuito a pastillas anticonceptivas y preservativos, y a operarnos para no embarazarse ni embarazar.
Nadie podría negarlo sin mentir ni mentirse. El discurso feminista de ampliar los derechos reproductivos al aborto legal –ya reconocido- me parece que cae en un juego interesante: Presentar una premisa falsa para llegar a una conclusión mentirosa. En México y en casi el resto del mundo, el aborto dejó de ser un crimen punible para convertirse en un crimen legal a partir, insisto, de premisas falsas. No es verdad que se aborta a un ser, aun no humano, de solo 12 semanas de gestación, sino que se quita la vida a un ser que debería tener derecho a vivir 50, 60, 70 o más años, a tener una infancia con toda su magia, a educarse y aprender, a tener amigos, a enamorarse y formar su propia familia, a trabajar y mejorar su entorno, a elegir en quién se habría de convertir. El aborto es un crimen porque se niega toda una vida a un ser para complacer a quien vive su sexualidad un tanto distraída. No, el ser que se anida y crece en el vientre de una mujer no es un invasor. Él se forma a partir de una verdad de vida reproductiva vigente desde siempre: Nadie se embaraza sin tener relaciones sexuales o, dicho de otra manera, todo embarazo viene de tener relaciones sexuales.
En México, el aborto que satisface supuestos derechos reproductivos es una aberración jurídica cuando la pena de muerte no forma parte de nuestro sistema jurídico penal. Respeto al aborto como opción libre y derecho para la mujer cuyo embarazo pone en peligro su vida o cuando éste es resultado de una violación, pero no cuando la mujer cedió a sus impulsos y confundió sus derechos reproductivos con sus deseos sexuales. Con el beneplácito de jueces y magistrados, y de médicos, en México se sentencia a muerte a miles de seres humanos sin ser oídos ni vencidos en juicio, solo y únicamente para complacer veleidades, descuidos, olvidos y deseos de algunas poquísimas mujeres. Mujeres que son minoría evidente y clara. Se juega a ser dioses tomando vidas sin comprender que ese ser, destruido por la más aterradora mutilación en el aborto, estaba llamado a una vida de eternidad en el amor de Dios… claro, eso no importa, se niega y causa de mofa. No nos engañemos ni caigamos en el engaño de quienes se dicen católicas por su derecho a decidir pues nadie cristiano elige nada que no complazca de Dios y menos a asesinar a un ser que habita en su seno, pero que es distinto de ella. Causar la muerte de un inocente jamás ha sido opción para quien sigue al Dador de Vida.
Día a día conozco a mujeres y hombres, a jóvenes, a niñas y niños, que asumen coraje para vivir, generosidad para convivir, y prudencia para sobrevivir. Solo una minoría, aunque con poder propio y de autoridades globales y nacionales, viven sin generosidad hacia quienes se condena sin juicio en un país sin pena de muerte declarada en sus leyes. Así es la verdad desnuda y así de evidente un crimen complacido y en complicidad del Estado mexicano.
E-mail: benja_mora@yahoo.com
CARTÓN POLÍTICO
Edición 805: Entrevista a Mirza Flores: «La silla del poder es prestada; no olvidemos de dónde venimos»
Si prefiere descargar el PDF en lugar de leer online: CLICK AQUÍ
Lectores en teléfono celular: Para una mejor lectura online, girar a la posición horizontal.
LAS CINCO PRINCIPALES:
Arranca el Sistema Estatal de Participación Ciudadana en Jalisco
La corrupción urbanística: Valle de los Molinos y Colomos III
JALISCO
La corrupción urbanística: Valle de los Molinos y Colomos III

– Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac
La autorización del Tribunal de Justicia Administrativa (TJA) para construir 17,000 viviendas en Valle de los Molinos y la presión de desarrolladores para levantar una torre de 15 pisos en Colomos III amenaza la sostenibilidad de Jalisco, evidenciando un sistema donde los intereses privados prevalecen sobre el bien público.
El gobernador Pablo Lemus, el alcalde de Zapopan, Juan José Frangie, al igual que la presidenta municipal de Guadalajara enfrentan una batalla jurídica contra desarrolladoras, mientras la sociedad exige proteger el patrimonio natural.
¿Es irreversible esta situación? ¿Qué revela sobre el desarrollo urbano en Jalisco?
COLOMOS III: UN PULMÓN EN PELIGRO
El Bosque Los Colomos, un Área Natural Protegida vital para el agua en Guadalajara, enfrenta una seria amenaza si el TJA accede a la demanda de la empresa Paseo Pabellón S.A. de C.V. para que construya 140 departamentos en Colomos III. Lemus ha jurado impedir esta obra, calificándola de atentado ecológico.
El TJA suele justificar sus fallos por omisiones de los gobiernos municipales, como no entregar información a tiempo, un ejemplo de lo que el especialista Jesús Ibarra llama la “mafia del ladrillo”. Este patrón, donde ayuntamientos fallan y tribunales favorecen a constructoras, pone en riesgo el derecho a un medio ambiente sano.
Lemus insiste en que Colomos III es una zona de protección hidrológica, pero el fallo del Sexto Tribunal Colegiado en Materia Administrativa del Tercer Circuito, que ordenó devolver 5.7 hectáreas de Colomos III a particulares, representa un revés para el gobierno de Jalisco.
Jurídicamente, la decisión no es irreversible: el gobierno y el Ayuntamiento pueden recurrir a amparos federales o revisiones extraordinarias, argumentando el impacto ambiental y la violación de planes parciales que prohíben urbanizar esta área. Sin embargo, la lentitud burocrática y omisiones pasadas han permitido avances de desarrolladores, complicando la defensa del bosque.
VALLE DE LOS MOLINOS: UN DESASTRE INMINENTE
En Zapopan, el TJA autorizó 17,000 viviendas en Valle de los Molinos, una zona frágil en infraestructura y recursos hídricos. Frangie advierte que este megaproyecto, que duplicaría la población con 65,000 habitantes, colapsaría servicios y agravaría inundaciones y cambio climático al reducir la filtración de agua.
Lemus respalda esta postura, prometiendo frenar el desarrollo. El Plan Parcial de Desarrollo Urbano de Zapopan limita la urbanización en esta área, y un amparo colectivo, coordinado con la Consejería Jurídica, busca revertir la autorización del TJA, priorizando el interés público y la sostenibilidad.
UN SISTEMA CORRUPTO Y LEYES LAXAS
Ambos casos reflejan un “triángulo de corrupción urbanística” entre el TJA, ayuntamientos y el Congreso de Jalisco. Omisiones municipales, como no proporcionar información completa, permiten fallos favorables a desarrolladoras, mientras el Congreso no ha fortalecido leyes ambientales ni revisado la designación de magistrados del TJA.
El ambientalista Miguel Magaña Virgen alerta que esta urbanización descontrolada convierte a Jalisco en una “isla de calor”, afectando el equilibrio ecológico y la calidad de vida.
El Plan Estatal de Desarrollo y Gobernanza 2024-2030 prioriza la agenda ambiental, pero casos como Colomos III y Valle de los Molinos prueban la capacidad del gobierno de Lemus para pasar de palabras a hechos.
Paula Bauche, titular de Semadet, subraya que el medio ambiente es una prioridad, especialmente para los jóvenes, y promete trabajar por un Jalisco sustentable. Sin embargo, el desafío es equilibrar el desarrollo económico con la preservación del patrimonio natural.
LA LUCHA POR EL BIEN COMÚN
Lemus, Frangie y Vero Delgadillo enfrentan un desafío monumental. La vía jurídica, con amparos respaldados por estudios técnicos, es la herramienta inmediata para frenar estos proyectos. La Consejería Jurídica, liderada por Tatiana Anaya, coordina estrategias con Zapopan y Guadalajara, involucrando a la sociedad civil para fortalecer la defensa.
Colectivos ciudadanos y propuestas como la del PRI Jalisco, que exige información pública y movilizaciones, refuerzan la presión social para proteger estas áreas.
Más allá de los tribunales, Jalisco necesita transformar su modelo de desarrollo urbano. Fortalecer planes parciales, regular la designación de magistrados y fomentar la participación ciudadana son clave para evitar que intereses privados prevalezcan.
La sociedad jalisciense, como actor crucial, debe mantener el activismo para defender el agua, los bosques y el derecho a la ciudad. Como ciudadanos, debemos preguntarnos: ¿permitiremos que el lucro de unos pocos destruya el patrimonio de todos?
No hay que bajar la guardia. Luchas como las que encabeza Laura Haro, activista defensora del medio ambiente, son muy loables, esa ha sido su bandera desde que se inició en el activismo social y que ha cambiado convertida en lideresa política.
Los casos de Valle de los Molinos y Colomos III exponen un sistema que favorece a desarrolladoras sobre el bien público. Lemus y Frangie, con el apoyo de la Consejería Jurídica, luchan por revertir estas decisiones mediante amparos y presión ciudadana, alineados con el Plan Estatal 2024-2030. La sociedad debe permanecer vigilante para garantizar un Jalisco sustentable, donde el medio ambiente y el interés público no sean negociables.
JALISCO
Gobierno desaparecido: La marcha que desnuda la impunidad

– Crónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco
Un niño preguntó en la marcha por qué su padre estaba en la lona y no en casa. La madre, con la voz rota por el cansancio de tres años, respondió lo que la Fiscalía de Jalisco calla desde el primer día: “porque aquí no buscan a nadie”.
Esa escena, tan breve como brutal, explica lo que ocurrió el 30 de agosto en Guadalajara: cientos de familias arrastrando fotografías en lugar de abrazos, nombres en carteles en lugar de voces en la mesa, retratos colgados en pancartas en lugar de vivos.
El escenario fue la avenida Chapultepec, convertida en galería macabra: paredes humanas de cartón y lona con rostros que se repiten como si fueran estampas de un álbum interminable. Colectivos de nombres luminosos —Luz de Esperanza, Madres Buscadoras de Jalisco, Corazones Unidos en Búsqueda, Entre el Cielo y Tierra— marcharon con la resignación activa de quienes saben que no habrá Estado que los acompañe. Más brigadas de madres con palas que ministerios públicos con oficio. Más plegarias y consignas que sentencias.
El archivo 15,838 es el verdadero expediente del estado. Así debería llamarse: “Caso Jalisco”. Son más de quince mil ochocientas treinta y ocho personas desaparecidas. No es un número: es la nómina macabra de un gobierno que tolera el secuestro permanente. Es el catálogo del fracaso institucional. Marta Leticia García, de Entre el Cielo y Tierra, lo resumió con precisión quirúrgica: “Cada 30 de agosto que pasa, las cifras siguen aumentando sin que haya medidas reales de prevención ni sanciones”.
El dato no miente: Jalisco concentra casi una tercera parte de los desaparecidos del país. Supera a Tamaulipas, a Veracruz, a Guanajuato. Si esto fuera un campeonato, Jalisco sería líder absoluto en la tabla del horror. Y las autoridades, en lugar de pedir disculpas, presumen avances que no existen, sentencias que se cuentan con los dedos de la mano, búsquedas que se hacen más en comunicados que en terrenos.
En medio de la marcha, familiares de desaparecidos sostenían las fotografías de sus hijos, padres, esposos y amigos. Algunos con años de búsqueda que no han dado frutos. Años de puertas cerradas en la Fiscalía.
El comentario es generalizado: “Voy a pedir informes de la investigación y siempre es lo mismo, casi yo tengo que hacer la investigación para llevarles pruebas a ellos”, denuncian los familiares de los desaparecidos. La frase es un dardo en el corazón del sistema: el Estado obliga a las víctimas a convertirse en detectives improvisadas.
No es exageración. Madres que pagan investigadores privados, familias que rastrean llamadas, colectivos que cavan con picos comprados en ferreterías de barrio. Mientras tanto, la Fiscalía, con presupuesto millonario, produce carpetas de papel mojado.
Entre 2018 y 2024, Jalisco apenas consiguió 35 condenas por desaparición cometida por particulares y ocho por desaparición forzada. En 2025, suman nueve sentencias. Haga cuentas: con más de quince mil casos, la impunidad roza el 99.9%. Dicho en lenguaje llano: desaparecer en Jalisco es un delito de bajo riesgo, casi un negocio seguro.
Los nombres ya forman un rosario: rancho Izaguirre, La Vega, Las Agujas. Cada sitio descubierto añade más cuerpos a la lista, más bolsas negras al conteo. Espacios donde la tierra se convierte en archivo, donde la pala sustituye al expediente. Cada hallazgo, lejos de ser un triunfo de la Fiscalía, es la confirmación de su fracaso. No encuentran vivos; encuentran muertos. Y casi nunca por ellos mismos, sino por las familias que insisten en buscar.
Héctor Flores, de Luz de Esperanza, lo dijo sin rodeos: “Encontramos a nuestros hijos despedazados, torturados o esclavizados en vida”. La palabra “esclavitud” no es metáfora: es literal. En los testimonios se documenta el reclutamiento forzado para sicariato, para la producción de drogas, pero también para la pizca de aguacate, de limón, de caña. Mano de obra gratuita para el crimen. El desaparecido convertido en jornalero, en recurso explotable, en herramienta descartable.
El contraste es grotesco. Mientras miles de familias buscan a sus seres queridos, la Fiscalía apenas acumula expedientes como si fueran objetos perdidos. Más que ministerio público, parece la Oficina Nacional de Extraviados. “Se le perdió un hijo, vuelva en seis meses”, parece ser la consigna tácita. La ironía duele: la institución creada para proteger a las personas funciona como bodegón de papeles sin salida.
Y cuando detienen a algún sospechoso, el resultado es igual de indignante: pruebas débiles, carpetas mal integradas, jueces que liberan. El caso de Teuchitlán fue emblemático: policías municipales que operaban como escoltas de criminales. ¿Qué puede esperar el ciudadano cuando la patrulla es taxi de secuestro?
La justicia se vuelve simulacro: se detienen “sospechosos” para la foto, se filtran comunicados que hablan de avances, pero la realidad es que la impunidad se recicla una y cuando la marcha llegó a Palacio de Gobierno, las paredes de cantera fueron cubiertas con lonas de desaparecidos. La sede del poder convertida en muro de acusaciones. Cada rostro colgado era una denuncia silenciosa: usted, señor gobernador, no busca. Usted, señor fiscal, no previene. Usted, señor Estado, no sanciona.
La imagen fue brutal: el poder custodiado por policías, rodeado de fotografías de sus propios fracasos. Un espejo incómodo que no puede maquillarse con ruedas de prensa.
El clamor no fue solo un acto de memoria, fue un interrogatorio político: ¿Dónde están? ¿Quién los desapareció? ¿Quién se beneficia de su ausencia? Preguntas que la Fiscalía archiva en la gaveta equivocada. Preguntas que ningún funcionario se atreve a responder.
Mientras tanto, la sociedad mira de lejos, como si el dolor ajeno no fuera una advertencia propia. Pero la desaparición no es un problema de colectivos: es un crimen de lesa humanidad que erosiona la estructura del Estado. Hoy son las madres las que cavan, mañana serán comunidades enteras las que entierren su confianza en las instituciones.
Jalisco arde en la paradoja: tierra del tequila y de la innovación tecnológica en los discursos oficiales, pero territorio de fosas clandestinas en la realidad. Valle del Silicio en los folletos de inversión, pero valle del silencio en las fiscalías. Estado de modernidad en el eslogan, pero estado de madres con palas en el campo.
Con 15 mil desaparecidos, lo que se tambalea no es solo la seguridad pública, sino la idea misma de Estado. Porque un gobierno que no busca a sus ausentes es, él mismo, un gobierno desaparecido.
En X: @DEPACHECOS