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OPINIÓN

En la Mira: Enanos mentales

Publicado

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Por Óscar Constantino //

Don't you, forget about me.

Don't, don't, don't, don't.

Keith Forsey y Steve Schif.f

El compositor Jim Steinman ofreció dos canciones al cantante Meat Loaf, pero la disquera del intérprete no quiso pagarlas. El autor terminó brindándoselas a Bonnie Tyler y Air Supply: estas piezas fueron Total Eclipse of the Heart y Making Love Out of Nothing at All, que en 1983 obtuvieron el primer y segundo lugar del Billboard Hot 100, la lista estadounidense de los 100 sencillos más vendidos.

En la historia de la música del siglo XX no se recuerda al ejecutivo que se rehusó a pagar estas obras, pero sí se mantiene un registro de su tontería. Bonnie Tyler tuvo su más grande éxito, un número 1 transatlántico, en Total Eclipse of the Heart: no fue ni la primera ni la última metida de pata de un directivo musical que se convirtió en el éxito de otro. Algunos de estos errores están plenamente constatados y otros simplemente sepultados por sus causantes o beneficiarios (si alguien piensa en Billy Idol y Simple Minds o en Emmanuel y Franco, es mera coincidencia).

Esta forma de llevar los asuntos —a lo torpe— es común en el mundo de los negocios, pero es casi permanente en los gobiernos. ¿Qué nivel de ignorancia, combinada con soberbia, terquedad y estulticia, se tiene que poseer para rechazar canciones, evidentemente redondas, por no pagar algo de dinero? El mismo nivel de incompetencia que muchos directivos públicos despliegan en su labor cotidiana y que da al traste con proyectos consolidados o excelentes propuestas de acciones de gobierno.

«Lo doctor no quita lo tarugo» es una frase de un conocido académico —por cierto, con grado de doctor—, esto es evidente cuando el que acumula grados toma decisiones sobre áreas que no domina o de las que tiene una experiencia nula o meramente testimonial. La administración de Atari, en su momento encabezada por un directivo textil; o la de Apple, conducida en su peor época por un ex gerente refresquero; dan muestra patente de que la habilidad en un área no es fácilmente trasladable a otra. Cuando en una empresa se comete este tipo de errores, los amortizan los inversionistas: por el contrario, estas pifias, en el sector público, las pagan los gobernados.

Seguramente alguien en Columbia Records se preguntó por qué su subsidiaria Epic Records dejó ir un par de hits como Total Eclipse of the Heart y Making Love Out of Nothing at All. La respuesta no la conocemos: Epic Records había lanzado Thriller, el álbum más vendido del mundo; en la visión de sus ejecutivos, un par de canciones perdidas no significaban gran cosa.

No obstante, las organizaciones no tienen siempre esa fortuna. Por ejemplo, Apple dejó el liderazgo de su segmento luego de dos errores: fabricar con fallas al Apple III y el alto precio del Macintosh. Tardaron 17 años en ponerse nuevamente en camino. A otros les fue peor: Atari nunca se recuperó del error de haber extendido la vida del 2600, en lugar de haber ofrecido una plataforma mejorada, que, por cierto, tenían lista desde 1977. Los malos juegos y hardware obsoleto los sacó del mercado. Han pasado 36 años del crash de la industria de los videojuegos y Atari aún no se recupera, incluso en Japón a este suceso lo llaman Atari shock, por si queda alguna duda de su responsabilidad en esa crisis.

La vocación de los gobiernos tercermundistas a reinventar, cada nuevo periodo, al hilo negro y al agua tibia, es la versión patética de los errores de Atari. Al menos la compañía de Sunnyvale fue líder indiscutible de su ámbito: en contraste, muchos burócratas llegan sin mayor mérito que los compromisos personales o partidistas que los sientan en una silla. Ni siquiera echan a perder lo que lograron, porque nunca han hecho algo verdaderamente relevante. Eso sí, llegan a destruir lo que otros han alcanzado: son semejantes al junior que hace quebrar la empresa fundada por su abuelo (sí, esos directivos públicos parecen la versión chiquita de Javi Noble o Chava Iglesias: la misma incompetencia, pero en empaque mini).

El enanismo mental del que toma decisiones ignorantes no es sólo un problema de incompetencia, sino de deshonestidad intelectual: cuando se da en el gobierno, es un robo a toda la sociedad. Actualmente, Epic Records se encuentra altamente cuestionada. En oposición, los gobernantes torpes suelen ser como las hormigas, polillas u otras plagas: destruyen y se largan, desvaneciéndose en la misma niebla de irrelevancia en la que llegaron. Por eso los burócratas ineptos son peores que los directivos privados incapaces: las empresas, al menos, arriesgan su capital y crean riqueza; los gobiernos viven de la que los contribuyentes aportan. Si, luego de leer este texto, a usted le enoja el doble lo que va a pagar en su declaración anual, no es exagerada su reacción.

El raquitismo intelectual se resuelve con respeto al talento y resultados demostrados. Lo malo es que, usualmente, los enanos mentales tienen una soberbia gigante

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