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MUNDO

Europeos rechazan migración y votan por el orden: Reunión del G7 días después de la derrota de sus líderes en Europa

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Política Global, por Jorge López Portillo Basave //

A la sombra de unas elecciones en Europa que prácticamente barrieron el respaldo a los líderes europeos -salvo Italia- El G7 se reúne en la bella tierra de César y de Miguel Ángel con la presencia de EUA, Inglaterra, Francia, Japón, Canadá, Alemania y el anfitrión Italia. 

Debemos recordar que la mayoría de los países europeos llevan años siendo dirigidos por partidos de centro izquierda e incluso los de derecha han dejado pasar muchas medidas poco populares impulsadas por la izquierda en sus países. Así las cosas, quiero empezar diciendo que lo que se conocía como izquierda o derecha no necesariamente es lo que representan los partidos hoy en día en Europa o en América. Evidentemente los partidos de oposición a los gobiernos usan esas etiquetas y los medios las repiten, pero si analizamos a fondo la izquierda de hoy no es tan parecida a la izquierda de ayer y lo mismo podemos decir de la llamada derecha. 

Hace 9 días hubo elecciones en Europa para renovar el llamado parlamento europeo. Es decir, fueron elecciones supranacionales. Como usted sabe el parlamento europeo impone medidas generales incluidas comercio exterior, monetarias, migratorias, ambientales y energéticas a sus países miembros. Los países tienen autonomía en varios asuntos, pero claramente si ese parlamento se mueve para un lado o para otro tiene un gran peso en las políticas nacionales de cada país miembro, al grado que, si un país elige a parlamentarios europeos de una ideología totalmente distinta a la del gobernante de ese país, quien naturalmente apoya a candidatos de su mismo partido o ideología, por lo general se toma como un mensaje de rechazo y son invitados a renunciar. 

De momento la mayoría de los partidos que le dan estabilidad a la actual presidenta de la Unión Europea, la alemana Úrsula Von der Leyen mantienen la mayoría, lo que da idea de que ella también será reelecta para presidir esa Unión supranacional por otros 5 años.

El parlamento elige a su propio presidente como cualquier parlamento, pero también da su aval a la designación de quien preside a la Unión Europea que es propuesta por la mayoría de los jefes de gobierno de los 27 países miembros de la Unión. Obvio siempre hay intrigas palaciegas que ante los resultados del domingo proponen cambios más radicales, pero de momento no se ve cómo la alemana pueda no ser reelecta.

De cualquier forma, todo puede pasar en especial, porque algunos de los aliados aún, jefes de Estado podrían estar sin trabajo en fecha próxima, como lo es el presidente francés quien ante los resultados de la elección europea ha decidido disolver su propio parlamento francés y pedir elecciones anticipadas en ese país. Lo mismo pasó en Bélgica en donde el jefe de gobierno dejó el cargo el martes pasado.

 Así las cosas, empecemos con una relación de los principales países del bloque europeo en los que se notaron cambios y en especial de la popularidad de sus líderes al momento de la elección, de los que algunos como ya indicamos han renunciado o solicitado elecciones anticipadas para dejar el cargo. Iniciaremos con los integrantes del G7 que acudieron a la reunión de la semana pasada en Italia.

  1. En Inglaterra hay elecciones nacionales en julio, el actual primer ministro y su partido gozan de un 19% de popularidad en contra del 35% de su opositor, su peor nivel en casi una década. Inglaterra es un buen ejemplo de lo que comenté arriba. Actualmente ese país está gobernado por un partido de derecha, pero sus políticas no han sido de ese corte por lo que parece que el partido de izquierda ganará la mayoría del parlamento y con eso la designación del primer ministro.

  2. Francia es gobernada por un partido de centro que ha gobernado más como izquierda en los temas europeos de migración, energía y comercio. Lo anterior ha generado que su popularidad baje de forma considerable. Hoy en día Macron y su partido gozan de 24% de popularidad, su peor nivel en 5 años.

  3. Alemania y su canciller gozan de un penoso 14% de popularidad, su peor nivel en 4 años. En seguida estaría Italia, el último país de la UE que también es parte del G7. En este caso su lideresa de derecha recientemente electa goza de amplia popularidad y es una mujer con ideas contrarias a los otros integrantes del grupo y claramente de los dirigentes de la UE. La primera ministra Georgia Meloni y su partido gozan de un 60% de popularidad. Solo por no dejar, veamos la popularidad de los otros tres líderes del G7 que son EUA, Canadá y Japón.

  4. Biden en plena campaña por reelección goza de un 39% de popularidad, lo que es alto en comparación con sus colegas europeos, salvo Italia, pero es la más baja aprobación que ha tenido un presidente de ese país durante un año de reelección. Justin Trudeau y su partido gozan de un 25% de popularidad, lo que los coloca en una situación difícil para las elecciones del año próximo. Finalmente, el primer ministro de Japón está en un penoso 26%. Así los líderes del G7 parecen estar muy por debajo de las preferencias de sus electores con la excepción de la italiana Georgia. 

Además de las derrotas de los partidos en el gobierno en Francia y Alemania, durante la selección de parlamentarios europeos, lo mismo sucedió en Austria, Bélgica, España, Suecia, Polonia y Holanda. En todos esos países la gente le dio la espalda al modelo de la actual Unión Europea y de sus propios gobernantes locales. En contraste en Italia y Hungría los gobiernos fueron respaldados y sus candidatos ganaron las elecciones.

Es interesante ver que en Dinamarca ganó la izquierda quien adoptó un mensaje en contra de la superinflación, de la migración masiva, del bloqueo de energías y en contra del enriquecimiento de traficantes de personas y buscando -como la derecha en Austria- que los países recuperen algunas facultades que se le han cedido a la Unión en materia de comercio, de energía y de tránsito de personas. Es decir, sonó como la llamada derecha que ganó en el resto de Europa. 

A diferencia de lo que en la mayoría de los medios se dice, no fue la ultra derecha la que ganó en Europa, sino lo que antes era el centro. Claro hubo avances de la ultraderecha y bajas del centro izquierda que se dice centro. Pero en realidad la gran mayoría de los europeos votaron por partidos que quieren orden público, migración ordenada, energías diversas y seguir siendo parte de la unión, pero rechazan la política de control del estado sobre tipos de alimentos y de energías.

Rechazan la idea de que Europa deba recibir a cualquiera en los montos que sean de inmigrantes que lleguen a sus costas y de que al llegar se les den beneficios económicos especiales que no gozan muchos de los nacionales y las presiones para aceptar que menores sean dotados por derecho de químicos para bloquear su pubertad.

 Estamos viendo una derecha y una izquierda aliadas en gasto desmedido y alianzas con grandes empresas mundiales, lo que parece más fascismo que liberalismo. Eso es lo que parece haber rechazado el electorado europeo que busca a líderes que, aunque globalmente responsables, también sean localmente responsables de sus electores y de sus necesidades. Buscan a dirigentes que estén en contacto con el mundo pero que estén conscientes de que trabajan para ellos sus electores.

Se dice que la nueva izquierda es en realidad una derecha disfrazada aliada con la vieja izquierda. En ambos lados hay populistas, pero unos buscan redistribución de lo mucho que generan unos pocos y otros buscan aumentar la generación y crecimiento horizontal. 

Entre los partidos llamados de centro derecha y de izquierda no hubo mucha diferencia, así las cosas, los electores que querían otra opción o no votaron o votaron por los partidos que eran de derecha salvo en Dinamarca como ya lo dijimos.

Vemos que en realidad sea como sea hay dos visiones para Europa una que busca seguir las políticas globales de desoccidentalización y otra que busca unidad internacional, pero conservando la identidad nacional en especial en temas de alimentos, de energía, de economía y de migración ya que muchos europeos se quejan de que los inmigrantes indocumentados están recibiendo dinero y beneficios superiores a los de los ciudadanos y que además estarían votando y cambiando la imagen de sus ciudades. Esto me recuerda a los reclamos en las elecciones de EUA y más recientemente en México. 

Por lo pronto veremos si los países que respaldaron a partidos distintos en el parlamento europeo ratifican su rechazo en elecciones locales. Si eso sucede podríamos ver cambios en Francia y en otros países del G7. A propósito del G7 uno de sus temas centrales también fue la migración indocumentada que genera billones a favor de las organizaciones criminales globales. 

Mientras tanto la UE y el G7 encabezados por EUA aseguran a Ucrania billones de dólares por los próximos 10 años para mejorar a su ejército. Es decir que sin consultar a sus congresos en especial EUA o el nuevo Parlamento Europeo, se embarcan en un gasto multianual para asegurar que Ucrania tenga miles de millones de dólares anuales, lana para continuar su defensa vs Rusia.

En ese orden de ideas y como respuesta a la autorización que dio Biden hace 8 días para que armas de EUA sean usadas por Ucrania para atacar territorio ruso, Putin envió un grupo de barcos y submarinos de guerra a las costas de Cuba frente a Miami lo que recuerda aquella crisis de los misiles en los 60s con Kennedy. ¿Qué pasaría si Rusia desembarca misiles en la Habana y los apunta hacia Washington?

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El nacionalismo de Donald Trump: ¿Una solución o un riesgo?

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Opinión, por Samantha Contreras Guerrero //

La victoria de Donald Trump, basada en un mensaje de fuerte nacionalismo, marca un cambio que impactará tanto a Estados Unidos como al resto del mundo. Sus promesas de traer empleos de vuelta y proteger la economía estadounidense responden al descontento de muchos de sus votantes.

Su idea de “América Primero” busca hacer que Estados Unidos sea más independiente y fuerte, pero en un mundo tan conectado, esta visión enfrenta muchos retos y posibles problemas.

Para los estadounidenses, en un mercado donde casi todo se produce a través de cadenas internacionales, enfocarse en lo nacional podría hacer que los precios aumenten y haya menos opciones para los consumidores. Este tipo de enfoque proteccionista no solo implica costos altos para las empresas, sino que podría dar una falsa idea de seguridad económica, ya que el crecimiento estaría limitado solo al mercado interno, dejando de lado oportunidades con otros países.

En el ámbito internacional, el enfoque nacionalista de Estados Unidos genera preocupación entre sus aliados. Países como México, que dependen en gran medida del comercio y la inversión estadounidense, ven en riesgo la posibilidad de mantener relaciones estables e igualitarias.

El decremento en sectores como el nearshoring —donde América Latina ha visto una oportunidad de crecimiento— podrían ser afectados con este tipo de políticas. Además, al alejarse de acuerdos internacionales, Estados Unidos podría debilitar el sistema de cooperación global, necesario para enfrentar problemas complejos como el conflicto en Oriente Medio o la crisis climática.

La gran pregunta es si este regreso al proteccionismo es una solución real a los problemas económicos actuales. La inflación y la desigualdad están en aumento en todo el mundo, y Estados Unidos no es la excepción. En lugar de cerrarse, podría beneficiarse de una política que tome en cuenta las necesidades de todos sus sectores, buscando reducir las diferencias internas como la acumulación de riquezas, sin renunciar a los beneficios del comercio global.

El nacionalismo de Trump es una reacción a los problemas de un sistema económico que ha dejado atrás a muchas personas en Estados Unidos. Sin embargo, en un mundo hiperconectado, el aislamiento no puede evitar generar preocupación. Aunque la intención de proteger a los ciudadanos es válida, esta ideología corre el riesgo de afectar a largo plazo a aquellos mismos sectores que busca ayudar, reduciendo la capacidad de Estados Unidos para influir y crecer en la economía global.

E-mail: samcg2002@gmail.com

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Querámoslo o no, Donald Trump ha vuelto

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Desde los campos del poder, por Benjamín Mora Gómez //

Lo recuerdo, era mi cumpleaños 20 y también domingo, y corría el año de 1973, y mi padre me regalaba “El Gran Gatsby”, la muy apasionante novela de F. Scott Fitzgerald, dos de sus ejes contenidos me cautivaron: La alienación y el impulso de Jay Gatsby por sentirse aceptado por una alta sociedad segregante, aun y a pesar de ser inmensamente rico, realidad que quizá se expresa más claramente en una frase de la obra: “La vida es una lucha de apariencias, una lucha de lograr y de tener más de lo que uno merece”.

Donald Trump es un claro ejemplo, muy actual y presente en el mundo, de la fuerza del impulso de tenerlo todo: Poder económico y poder político. Donal Trump está entre los hombres más ricos de Estados Unidos, y fue el 45º y será el 47º presidente de aquella nación.

Donald, quien perdió en 2020 ante Joe Biden al buscar reelegirse como presidente de Estados Unidos, cuatro años después descarriló a Biden en su también anhelada reelección, obligándolo a abandonar la carrera presidencial, y derrotó ampliamente a Kamala Harris, la relevo en el Partido Demócrata.

Donald Trump ha vuelto al poder más fuerte de lo jamás imaginado para cumplir con sus planes de preeminencia y grandeza norteamericana e imponer su visión conservadora de Estados Unidos ante sí mismo y ante el mundo. Trump es un hombre transparente; jamás deja nada a la imaginación y dudas de sus seguidores y detractores. Así, por ejemplo, para él, la Teoría de Género tiene los días contados en EEUU y sus promotores sabrán que tienen ante sí a su peor pesadilla.

El presidente Donald Trump, a partir del 20 de enero próximo, actuará con todo el poder para poner orden en su frontera con México en dos temas fundamentales, las acciones de los cárteles de la droga, declarándolos terroristas, y el tráfico humano, ambos vistos como gravísimas omisiones del expresidente Andrés Manuel López Obrador. Marco Rubio, próximo secretario de Estado norteamericano, lo ha acusado públicamente, y nos lo recordará todos los días. Rubio es de palabra dura y mano aún más dura. Para Trump y Rubio los narcotraficantes son terroristas y los perseguirá con toda la fuerza del Estado norteamericano.

La esperanza nunca debería sustentarse en la venganza. No entiendo a quiénes cifran la satisfacción de su venganza hacia López Obrador en Marco Rubio. Sea cual fuere el resultado de la dureza del nuevo secretario de Estado norteamericano, es mi deseo que México vuelva, de mutuo propio, al orden y la paz, y que el gobierno y el congreso mexicanos no nos convoquen a rasgarnos las vestiduras ante las exigencias norteamericanas. Son justas.

En México, muchos de quienes estaban a favor de Kamala Harris, hoy se muestran muy a favor de Donald Trump. Su nacionalismo se mantiene muy firme; sin embargo, aceptan que ya es tiempo de poner en orden las cosas en México pues el estado mexicano, sin duda, está doblegado y resquebrajado ante los cárteles de la droga. Claudia Sheinbaum no ha demostrado estar dispuesta a cumplir a cabalidad con su mandato presidencial en materia de seguridad a pesar de los buenos oficios de Omar García Harfuch pues, peor, no desea tomar el mando que aun detenta López Obrador.

Sheinbaum deberá entender que solo tiene de dos sopas, o se arma de valor ante los cárteles y los traficantes de gente y los combate con toda la fuerza del Estado mexicano, o los gringos cumplirán con esa su obligación constitucional, interviniendo aun en nuestro territorio. Que de nada le valdrán las bravatas de Marcelo Ebrard en materia económica ante los gobiernos norteamericano y canadiense.

Que esto nos es pleito entre escolapios en donde uno echará al otro a su padre que es bombero y lo mojará con su manguera, y el otro a su padre que es policía y lo llevará a la cárcel. Que en cosas de gobierno se actúa conforme a la ley y se cumple con los tratados internacionales. Que Naciones Unidas tiene un centro en contra del terrorismo que a México obliga.

Un adelanto de la presión internacional que el gobierno de México enfrentará en los años próximos ya lo recibimos en esta semana. La calificadora Moody’s cambió de estable a negativa la perspectiva económica de México por el debilitamiento de nuestro Estado de derecho por la reforma judicial y el deteriorado entorno institucional gubernamental, el esperado aumento en el costo de la deuda internacional de México y la mayor rigidez del gasto público, que podrían socavar nuestros resultados fiscales y económicos.

Tanto Moody’s, como los principales analistas de los futuros económicos en el mundo, coinciden en calificar como de muy alto riesgo la reciente reforma aprobada por Morena, PT y Verde al Poder Judicial. Sheinbaum, obedeciendo a López Obrador, ha decidido alterar los controles y equilibrios del poder político y económico en México, y eso se le, se nos, cobrará muy caro.

Quiero invitarte a pensar en que Trump no está para salvarnos, ni Rubio para vengarnos. Ellos tienen sus tareas más allá del Rio Bravo. De este lado, todo depende de nosotros. Vamos, ni Sheinbaum hará nada para salvarnos; a ella solo le interesa obedecer a López.

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En riesgo la hegemonía estadounidense: El retorno de Donald Trump; retos económicos y sociales

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Actualidad, por Alberto Gómez R. //

En los últimos cuatro años, la economía y la cohesión social de Estados Unidos han enfrentado un deterioro significativo, marcando uno de los periodos más complicados en su historia reciente.

La administración de Joe Biden, aunque intentó implementar políticas para estimular la recuperación tras la pandemia de COVID-19, dejó profundas brechas económicas y sociales que ahora desafían al presidente electo Donald Trump. Con un escenario global en transformación y un entorno interno polarizado, Estados Unidos se encuentra en un momento crítico de redefinición de su papel como potencia mundial.

LA ECONOMÍA BAJO LA ADMINISTRACIÓN DE BIDEN

La inflación se convirtió en uno de los mayores retos durante la administración Biden. La epidemia de Covid-19 dejó tras de sí trastornos económicos; en junio de 2022, la inflación alcanzó un pico histórico del 9.1%, las tasas más altas que los estadounidenses han experimentado en 40 años, según la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS) lo que, por supuesto, en la práctica suponía un recorte salarial. La explosión del gasto militar para apoyar las guerras en Ucrania y Gaza también ha alimentado la inflación.

Como resultado, el nivel de vida de las y los trabajadores estadounidenses ha disminuido bajo la administración Biden, mientras que el auge del mercado de valores ha ayudado a las y los estadounidenses más ricos a hacerlo bastante bien. Este fenómeno, impulsado por interrupciones en las cadenas de suministro globales, estímulos fiscales masivos y el aumento de los precios de la energía, erosionó el poder adquisitivo de las familias estadounidenses. Aunque las medidas de la Reserva Federal lograron reducir la inflación a un 3.7% al cierre de 2024, esta cifra seguía por encima del objetivo del 2%, lo que refleja un entorno económico aún frágil.

El aumento del costo de vida se manifestó en productos esenciales. Según la Administración de Información Energética (EIA), el precio promedio de la gasolina aumentó un 40% entre 2020 y 2024. Asimismo, los alimentos básicos experimentaron un incremento promedio del 25%, afectando especialmente a las familias de ingresos medios y bajos. Esta situación exacerbó la desigualdad, ya que los salarios reales apenas crecieron un 3% durante el mismo periodo, según el Economic Policy Institute.

DÉFICIT FISCAL Y DEUDA PÚBLICA

El déficit fiscal alcanzó los $1.7 billones en 2024, mientras que la deuda pública superó los $36 billones, según la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO), un incremento alarmante respecto a los $27 billones reportados al inicio de la administración Biden. Este nivel de endeudamiento, alimentado por programas de estímulo económico y políticas de infraestructura, limita la capacidad del gobierno para responder a futuras crisis económicas. Además, el creciente costo del servicio de la deuda, derivado del aumento de las tasas de interés, se ha convertido en una carga significativa para el presupuesto federal.

La brecha económica continuó ampliándose durante la administración Biden. El 1% más rico de la población concentró el 38% de la riqueza total en 2023, mientras que los sectores más vulnerables enfrentaron mayores dificultades para acceder a empleos estables, y apenas aumentaron un 4% en términos reales, según un informe de la Oficina del Censo. Según el Departamento de Trabajo, el empleo precario representó el 30% de los nuevos puestos creados entre 2020 y 2024, con un aumento notable en los contratos temporales y trabajos a tiempo parcial. Esto ha exacerbado la pobreza en comunidades vulnerables, con un índice de pobreza que aumentó del 11.4% en 2020 al 14.7% en 2024.

En 2016, Hillary Clinton demostró su desprecio por los partidarios de Trump, entonces abrumadoramente blancos, etiquetándolos como “los deplorables”, en lugar de tratar de reconocer la fuente de su ira: la gran desigualdad en el statu quo económico. Ocho años después, con un apoyo a Trump mayor en prácticamente todos los grupos demográficos, es imposible ignorar la desesperación económica que alejó del Partido Demócrata a las y los electores, cuando Biden seguía presumiendo de que la economía estadounidense durante su mandato es “la más fuerte del mundo”.

FACTORES SOCIALES: POLARIZACIÓN Y RADICALIZACIÓN

La polarización política se ha intensificado, dando lugar a movimientos separatistas que, aunque minoritarios, representan una amenaza para la unidad del país. Uno de los fenómenos más alarmantes es el resurgimiento de movimientos secesionistas en estados como Texas y California.

Líderes locales y organizaciones políticas han planteado referendos para separarse de la unión federal, alegando incompatibilidades políticas y económicas. Aunque estos movimientos no tienen un apoyo mayoritario, su existencia refleja una fragmentación preocupante en la unidad nacional. Grupos como «Texit», que abogan por la independencia de Texas, han ganado tracción en sectores conservadores descontentos con las políticas federales. Estas iniciativas reflejan el creciente desencanto con el sistema político.

La radicalización ideológica también se ha intensificado. Los crímenes de odio aumentaron un 18% entre 2020 y 2024, según el FBI, afectando principalmente a comunidades afroamericanas, asiáticas, judías y musulmanas. Este aumento está vinculado al resurgimiento de grupos extremistas y al uso de las redes sociales como plataformas para propagar discursos de odio.

RETOS ECONÓMICOS Y SOCIALES

Con la reelección de Donald Trump, Estados Unidos se adentra en un periodo de grandes desafíos. Su promesa de «recuperar la grandeza estadounidense» enfrenta múltiples obstáculos, tanto internos como externos.

Trump ha anunciado un ambicioso plan para reindustrializar Estados Unidos y reducir la dependencia de las cadenas de suministro globales. Sin embargo, implementar esta estrategia requerirá superar barreras como la resistencia de aliados comerciales y la necesidad de inversiones masivas en infraestructura. También deberá manejar las tensiones con China, el principal socio comercial de Estados Unidos, en un momento en que las relaciones bilaterales están en su punto más bajo en décadas.

El presidente electo ha prometido recortes de impuestos para estimular el crecimiento económico, pero esta medida podría agravar el déficit fiscal si no se acompaña de reducciones en el gasto público. Además, la capacidad de implementar estas políticas dependerá de su habilidad para negociar con un Congreso dividido, donde los demócratas probablemente resistirán cualquier iniciativa que reduzca programas sociales.

El enfoque de Trump en políticas ultraderechistas, incluida la restricción de la inmigración y la eliminación de regulaciones ambientales, podría generar más divisiones. Aunque estas medidas cuentan con el apoyo de su base electoral, enfrentan la oposición de sectores progresistas y moderados, lo que podría derivar en mayores tensiones sociales.

EL FIN DE LA HEGEMONÍA ESTADOUNIDENSE

El bloque BRICS+ ha emergido como un desafío significativo para la hegemonía estadounidense. Con la inclusión de nuevos miembros como Arabia Saudita, este grupo busca crear un sistema financiero alternativo que reduzca la dependencia del dólar. Según el Banco Mundial, el comercio intrabloque creció un 15% anual durante los últimos cuatro años, fortaleciendo su influencia económica y política.

El dólar, pilar del sistema financiero internacional, está perdiendo su posición dominante. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), la proporción de reservas globales en dólares cayó del 61% en 2020 al 55% en 2024. Este descenso refleja una creciente diversificación hacia monedas como el yuan chino y el euro, impulsada por iniciativas del BRICS+ y otros bloques emergentes.

En el ámbito militar y geopolítico, Estados Unidos enfrenta el ascenso de China como potencia dominante en el Pacífico y la reactivación de Rusia en Europa del Este. Además, la influencia de potencias regionales como Irán y Arabia Saudita en el Medio Oriente limita la capacidad de Estados Unidos para mantener su dominio en esta región estratégica.

El futuro socioeconómico de Estados Unidos dependerá en gran medida de la capacidad de la administración Trump para manejar una economía debilitada, una deuda insostenible y una sociedad fracturada. La reconciliación política y la creación de un camino inclusivo para el desarrollo serán cruciales para evitar una crisis prolongada.

Aunque Trump tiene un historial de promover el crecimiento económico, los riesgos asociados con su estilo confrontacional y sus políticas divisivas no pueden ser ignorados. El equilibrio entre reformar el status quo y evitar una mayor radicalización será la prueba definitiva para su liderazgo.

Estados Unidos enfrenta uno de los periodos más complejos de su historia contemporánea. La administración Biden dejó un legado de desafíos económicos y sociales que el presidente electo Donald Trump deberá abordar en un contexto de polarización interna y competencia internacional.

El éxito o fracaso de las políticas de Trump determinará no solo el rumbo de Estados Unidos, sino también el equilibrio de poder en el mundo. Sin embargo, para superar estos retos, será necesario un liderazgo que trascienda la retórica divisiva y busque soluciones inclusivas y sostenibles. En un mundo cada vez más multipolar, el destino de Estados Unidos dependerá de su capacidad para adaptarse a las nuevas realidades globales sin perder de vista los principios democráticos y la cohesión interna que alguna vez lo definieron como nación.

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