MUNDO
¿Hacia dónde va el Nuevo Orden Mundial? que todo cambie para que todo siga igual

Política Global, por Jorge López Portillo Basave //
En la columna de la semana pasada platicamos sobre la cumbre del Global governance (gobernanza global) que se realizó en Arabia Saudita. Más allá de los comentarios y acuerdos que ahí se hicieron públicos, es importante reconocer que el ánimo del mundo está listo para lo que se ha llamado un Nuevo Orden Mundial.
Mezclando algunos temas que ahí se dijeron tratemos de analizar algunas de las conductas y objetivos formales y reales de ese aclamado Nuevo Orden en el que todos están de acuerdo debe llegar, pero nadie está de acuerdo en qué debe contener ni cómo alcanzarlo.
Retomemos las ideas del último párrafo para de ahí arrancar. El ánimo global da oportunidad para una nueva super potencia. El actual orden mundial se consolidó al final de la Segunda Guerra Mundial con una potencia que garantizaba o buscaba garantizar una estabilidad financiera global con el dólar como moneda de monedas y un comercio mundial con mares seguros garantizados por la fuerza militar de ese mismo país.
El orden mundial vigente tenía cuatro pilares fundamentales: Primero, el pilar de la fabricación y el comercio de mercancías diseñadas por empresas estadounidenses y europeas que se fabricaban casi todas en EUA y después en Japón, Corea y Europa, pasando desde los 80´s poco a poco a China.
Dicho sea de paso, en su momento Japón y Europa también quisieron desplazar a Estados Unidos en los 70 y 80´s como fábricas y empresas globales, pero fallaron principalmente porque sus economías fabricaban caro en comparación con lo que podía fabricar el vecino del norte, que además era el principal mercado destino de esas mercancías.
Segundo, el pilar de un sistema financiero que tenía al dólar como moneda de monedas acompañado por los bancos internacionales con sede en Nueva York como garantes de su flujo seguro y policías que sancionaban a los que se salían del redil. Esto ayudó a tener referencias económicas ciertas más que estables, pero le trajo a EUA el poder de la cartera con el cual verdaderamente arrolló a sus contrincantes.
Tercero, el pilar de la fuerza representado por un ejército temido, siempre presente en cielos y aguas de todos los continentes y activo en guerras regionales para mantener la supremacía de EEUU y de sus aliados. Finalmente el Orden Mundial se vendía y promovía a través de un pilar personificado en sistema de propaganda que se fortalecía con los noticieros, música y películas que desde Estados Unidos y parte de Europa nos vendían un nivel de vida que ellos tenían, pero que no todos podían alcanzar.
Podemos decir que el Orden Mundial es el sistema mediante el cual se relacionan entre grupos de personas agrupadas en países, empresas y religiones del mundo conocido e interconectado. En ese sistema, como en todo organismo vivo, hay grandes, ricos, poderosos, pequeños, débiles, pobres y multitud de elementos intermedios.
Podemos aseverar que el Orden Mundial no está diseñado ni estará para resolver los problemas de pobreza del mundo sino para cambiar el balance de poder de los países, de las religiones y de las empresas, pero dentro de cada país, de cada empresa y de cada religión habrá gigantes dominantes, grandes influyentes y un mundo de pequeños dependientes que seguirán el modelo impuesto, dejando a unos cuantos la tarea de luchar por cambios.
El Orden Mundial vigente no tiene como objetivo acabar con la pobreza, pero tampoco lo tiene el que viene. Siempre tienen el objetivo de imponer visiones del mundo con las cuales se dice se mejorará el nivel de vida de la mayoría, pero no de todos los países, ni de todas las personas en cada país.
La democracia no tenía como fin el desarrollo económico integral de los países que lo adoptasen, sino la corresponsabilidad en la toma de decisiones para los países en un ámbito de libertad individual y de respeto a la divergencia misma que ayuda al enriquecimiento de ideas. El autoritarismo y el totalitarismo tampoco tienen como objetivo el bien común, ambos sistemas políticos nos venden la idea de que todos viviremos mejor, pero eso es falso desde las primeras civilizaciones. El capitalismo y el socialismo pueden existir en regímenes autoritarios o democráticos como China y Rusia lo ha probado, incluso dentro de las propias democracias podemos ver ejemplos de socialismo o de autoritarismo para con los países ajenos o con los ciudadanos.
Como lo indicamos la semana pasada, es emocionante ser testigos y protagonistas del nacimiento del Nuevo Orden Mundial, pero no se sabe cuál será el mismo. Sabemos que los que lo impulsan son los que tienen el poder para hacerlo, es decir los grandes poderes políticos y económicos del mundo.
Lo impulsan tratando de venderlo como algo mejor para todos, como buenos vendedores nos dicen que servirá para todo, para todos y para siempre, pero también sabemos que los que lo impulsan admiten que las reglas generales no les pueden aplicar a ellos, como lo admitió Bill Gates al decir que el uso de su avión privado y el de sus familiares “no son parte del problema porque él ayuda mucho a la lucha contra el calentamiento global”.
Es decir, él y los suyos son buenos por lo que las reglas que se busca imponer a todos en materia ambiental no le deben aplicar a los suyos. Así China habla del medio ambiente y de la comunidad internacional, mientras que sus procesos son mucho menos limpios que los de otros países y da a sus propios ciudadanos puntajes de libertad basados en sus comunicaciones en redes sociales.
En la reunión Gobernanza global se dijo que Europa era un lugar bonito para visitar, pero se admitió que su poder económico y político no estaba ya para competir por el liderazgo del Nuevo Orden Mundial. Los nuevos maestros del mundo se debaten entre la democracia y el neo-totalitarismo. Para cambiar el modelo se necesita imponer reglas a todos y la democracia es un obstáculo porque los habitantes de algunos países importantes podrían no estar de acuerdo.
Por ello es importante que los medios de comunicación masivos ayuden a convencer a todos de que quien no acate el nuevo orden no solo será un relegado, sino que será señalado como obstáculo del bienestar de sus propios congéneres y del planeta. Es decir, se dirá que su existencia misma es un peligro para la humanidad.
China tiene todo para encabezar el Nuevo Orden Mundial, las empresas del mundo producen ahí y venden al resto del planeta sus artículos, además tienen un mercado creciente muy importante como lo fue en su momento el de los EUA, las regulaciones locales son básicamente estar de acuerdo con el partido comunista quien es socio y tiene asiento en los consejos de administración de todas sus corporaciones.
Además, tiene un ejército creciente y moderno que podría garantizar la seguridad y ofrecerse de mediador como lo que en su momento hizo EUA; veamos como Ucrania le da esa oportunidad. Beijing controla inversiones en varios corporativos de información y los que aún no controla, son parte de los empresarios que ya son sus socios, finalmente está por sacudirse del dólar como moneda única mundial. Las mismas estrategias que le dieron el control a EEUU ahora están por caer en manos de Beijing.
Todo está ahí para que el Dragón (China) sea el nuevo líder, pero aún hay dos problemas que deben ser superados, el primero es que la idea de vivir bajo un régimen autoritario no es muy vendible para los ciudadanos de clase media de los países occidentales, que son parte del Actual Orden Mundial y que no quieren ser dependientes de los chinos, principalmente por el tema de la libertad de expresión y de acción que más o menos es garantizada y amplia en sus países en el actual modelo.
El segundo problema y muy ligado al primero es que el rey, es decir la súper potencia (Estados Unidos de Norteamérica) aún no ha muerto y como tal sigue siendo un riesgo para los que la quieren desplazar.
En este reacomodo del Actual Orden Mundial, como en todo reacomodo, hay aliados y gestores que pretenden sacar la mejor partida del momento. Ahí están Rusia, Corea del Norte, Sudáfrica y los países árabes a la alza y Japón, Corea del Sur, Canadá, Inglaterra a la baja. Alemania, Francia, la India, Australia, Egipto, Turquía e Israel en medio.
Como en todo, hay los que acuden a ser casi de relleno, peones que serán sacrificados, ahí están la mayoría de los países de África, América Latina y muchos países de Asia que tratarán de vender su amor al mejor postor pero que serán nuevamente relegados y solo utilizados como lo es Ucrania y casi todo Europa en este nuevo episodio. Naturalmente la migración puede hacer que esto cambie para bien o para mal por los efectos económicos de los movimientos masivos, pero también por los efectos individuales de dichos movimientos.
Para el Nuevo Orden Mundial se venden varias ideas: la idea del medio ambiente, aunque sea solo para presionar, porque los que lo promueven en su mayoría lo violentan. Esta la idea de los derechos humanos, aunque sean los primeros en promover gobiernos globales no electos que impongan obligaciones y limitaciones a los ciudadanos de cada país.
Está la idea del desarrollo económico, pero no se dice para quién exactamente, porque se busca reducir el número de empleos con la tecnificación y la dotación de un salario universal para subsistir ingresos, algo así como las raciones en el comunismo.
Pero para la gente de todo el mundo en lo general el Nuevo Orden no será gran cosa, menos libertades a cambio de algunos bonos tipo canastas o despensas a cambio de su aplauso y de su voto en caso de ser necesario. Los que más sufrirán serán las clases medias que o se adaptan o se friegan.
Para los países como México el riesgo-oportunidad es muy importante, en especial porque nosotros dependemos en gran parte de nuestro vecino del norte que al morir nos dejará económicamente huérfanos. Pero puede ser que el Nuevo Orden Mundial también se de en forma híbrida con la subsistencia de Estados Unidos, América Continental y Europa como tierras por colonizar, por ser adquiridas con sus riquezas a precio barato si eres parte de la nueva élite.
A la caída de cada imperio hay alianzas no solo de organizaciones sino también de personas físicas, la muestra son las sabinas y los romanos, los españoles y los nativos mesoamericanos, los matrimonios de la familia Medici con la nobleza de Europa, los comerciantes y la nobleza caída en la revolución francesa y mil ejemplos más.
Las crisis son una gran oportunidad, hay que ver cómo se cuelan usted y sus hijos a este Nuevo Orden Mundial que se promueve incluso desde el seno del propio imperio decadente. Como país podríamos, pero no estamos unidos, ni siquiera queremos estarlo. Nuestros empresarios podrían ser parte y nuestros jóvenes, solo hace falta que deseen ver las señales en el cielo digital.
Pero, así como los partidos políticos de todo el mundo prometen y luego no cumplen, el Nuevo Orden Mundial es una campaña global que debemos entender o tratar de entender antes de aplaudir o de suscribir, porque en ella hay muchos actores como partidos políticos, que están buscando llegar o mantener el poder.
La democracia nos propone ser corresponsables de las decisiones colectivas, aunque siempre hay unos que influyen más que otros, pero el autoritarismo es dejar que otros decidan por nosotros y esperar que sean buenos. Ninguno de los dos es cien por ciento seguro, de hecho, la demagogia es lo único que es siempre presente, tratando de seducir a los habitantes para que acepten lo que se les dice con la menor resistencia o cuestionamiento posibles.
MUNDO
Declaran desde Estados Unidos “decapitado” al Cártel de Sinaloa

– Por Mario Ávila
Como un triunfo no solo para la justicia de Estados Unidos, sino para las víctimas de la organización terrorista del Cártel de Sinaloa, fue considerada esta mañana la declaración de culpabilidad de Ismael “el Mayo” Zambada García, quien admitió ser líder de grupo delincuencial desde 1989, haber contado con el apoyo de políticos, militares y policías y haber obtenido ganancias de más de 15 mil millones de dólares.
En rueda de prensa efectuada al término de la audiencia de procedimiento frente al juez Brian Cogan, donde “El Mayo” Zambada admitió su culpabilidad, la Fiscal General de los Estados Unidos, Pamela Bondi, expuso con satisfacción lo que considera una victoria histórica para el Departamento de Justicia y todas las fuerzas del orden en Estados Unidos, porque “ha sido decapitado el cártel de Sinaloa, ahora que “El Chapo” y “El Mayo” están condenados por haber construido un imperio criminal que creció como el cáncer en todo el hemisferio e inundó Estados Unidos con droga, cocaína, heroína, metanfetamina y ahora con fentanilo”.
Expusieron en la rueda de prensa que “El Mayo” Zambada enfrentará una cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional, una vez que se ha declarado culpable, en principio de dos, de los 17 delitos de los que se le acusa.
Aseguraron que “El Mayo” pasará el resto de su vida tras las rejas y que incluso morirá en una prisión federal estadounidense, “lo que nos acerca un paso más a lograr nuestro objetivo, de la eliminación de los carteles de la droga y el crimen organizado transnacional a lo largo nuestro país”, expusieron los funcionarios estadounidenses.
Garantizaron que bajo el liderazgo del presidente Trump, el Departamento de Justicia estará en primera línea de esta lucha, “con todas nuestras fuerzas del orden, en contra de los narcoterroristas que asesinaron brutalmente a varias personas e inundaron nuestro país con drogas”.
Después de la admisión de culpabilidad, Ismael Zambada se ha convertido ya en testigo protegido o cooperante y ya no habrá proceso judicial, por ello la siguiente cita en la Corte será hasta el próximo 13 de enero.
Finalmente los funcionarios de las organizaciones de seguridad de los Estados Unidos, presumieron haber utilizado con el ‘Mayo’ Zambada, “el mismo modelo que usamos cuando derribamos al ‘Chapo’ y a García Luna, no fimos tras las drogas, sino tras los tomadores de decisiones”.
CARTÓN POLÍTICO
Edición 804: Lo piden los expertos: Una nueva Corte de Justicia sin extremos ideológicos
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MUNDO
Los retos del Siglo XXI: El estado de bienestar en la era de la globalización

– A título personal, por Armando Morquecho Camacho
Imagina un mundo donde nadie tema quedarse sin un hogar, sin atención médica o sin la oportunidad de educarse. Un mundo donde el progreso económico sea un puente hacia la equidad, no un abismo que separe a unos de otros. Ese es el ideal que dio vida al estado de bienestar, un contrato social nacido en el siglo XX para sanar las heridas de guerras, crisis económicas y desigualdades profundas.
Hoy, en un contexto de globalización acelerada, hiperconexión digital y avances tecnológicos que transforman la vida a un ritmo vertiginoso, este modelo enfrenta preguntas urgentes, principalmente ¿qué significa el estado de bienestar en un mundo donde la inteligencia artificial redefine el trabajo, las plataformas digitales reconfiguran las relaciones sociales y las economías están más interconectadas que nunca?
En su esencia, el estado de bienestar es un compromiso colectivo para proteger a los más vulnerables y fomentar la cohesión social. Surgió en un momento histórico de reconstrucción, cuando países como los nórdicos, Reino Unido o México, con sus sistemas de salud y educación pública, apostaron por garantizar derechos básicos y redistribuir la riqueza.
No se trataba solo de aliviar la pobreza, sino de construir sociedades donde el progreso beneficiara a todos. Pero el mundo ha cambiado. La globalización ha tejido una red de interdependencia económica, pero también ha profundizado desigualdades dentro de los países.
Las nuevas tecnologías, como la automatización y la inteligencia artificial, están remodelando el mercado laboral, mientras que la hiperconexión digital crea nuevas formas de inclusión, pero también de exclusión. En este escenario, el estado de bienestar debe evolucionar para seguir siendo relevante, no solo como proveedor de servicios, sino como un mediador de oportunidades en un entorno donde las reglas cambian constantemente.
El impacto de la tecnología en el empleo es uno de los mayores desafíos. La automatización amenaza con reemplazar una parte significativa de los trabajos actuales en la próxima década, según estimaciones internacionales.
Esto reduce los ingresos fiscales que sostienen los sistemas de bienestar y, al mismo tiempo, aumenta la demanda de apoyo social, como subsidios por desempleo o programas de capacitación, lo que nos obliga a preguntarnos ¿cómo financiar un estado de bienestar cuando el mercado laboral se encoge?
Algunas propuestas, como la renta básica universal, sugieren garantizar un ingreso mínimo para todos, independientemente de su situación laboral. Países como Finlandia han experimentado con esta idea, pero su implementación requiere decisiones audaces, como gravar a las grandes tecnológicas, principales beneficiarias de la automatización. Este debate pone en evidencia la necesidad de un estado de bienestar que no solo redistribuya recursos, sino que también regule el impacto de las innovaciones tecnológicas para que sirvan al bien común.
La globalización, con su promesa de interconexión, también plantea retos. Las economías están más entrelazadas que nunca, pero esta interdependencia ha generado tensiones. Las cadenas de suministro globales, por ejemplo, pueden colapsar ante crisis como pandemias o conflictos geopolíticos, afectando la capacidad de los estados para proveer servicios esenciales.
Además, la competencia económica global presiona a los gobiernos a reducir impuestos corporativos, lo que limita los recursos disponibles para financiar el bienestar. La solución no está en cerrar fronteras económicas, sino en diseñar políticas que equilibren la apertura al comercio global con la protección de los derechos sociales. Esto implica fortalecer sistemas fiscales que prioricen la redistribución y la inversión en sectores clave como la salud y la educación, asegurando que los beneficios de la globalización lleguen a todos.
La digitalización, otro pilar de la modernidad, transforma la forma en que trabajamos, nos comunicamos y accedemos a servicios. Sin embargo, también ha creado nuevas brechas. En un mundo donde el acceso a internet es casi tan esencial como el acceso al agua, millones de personas, especialmente en regiones como África Subsahariana o América Latina, siguen desconectadas o sin las habilidades necesarias para navegar el entorno digital.
Esta brecha tecnológica es una nueva forma de desigualdad que el estado de bienestar debe abordar. No basta con proveer infraestructura; es crucial invertir en educación digital y regular a las grandes plataformas para evitar que concentren poder económico y social. Un estado de bienestar moderno debe garantizar que la tecnología sea un vehículo de inclusión, no un obstáculo que margine aún más a los vulnerables.
¿Por qué sigue siendo crucial el estado de bienestar en este contexto? Porque actúa como un amortiguador frente a las crisis. La pandemia de COVID-19 mostró que los países con sistemas de bienestar sólidos pudieron responder mejor, ofreciendo apoyo económico, atención médica y protección a los más afectados. También porque fomenta la cohesión social en un mundo cada vez más polarizado.
Cuando las personas sienten que el sistema las respalda, es menos probable que caigan en narrativas divisivas. Además, el estado de bienestar es clave para aprovechar las oportunidades de la globalización y la tecnología.
Países como Dinamarca han demostrado que un sistema flexible, combinado con educación continua y apoyo a la innovación, puede generar economías competitivas y sociedades equitativas. En un mundo donde el cambio es constante, el estado de bienestar debe ser un motor de adaptación, no solo un proveedor de seguridad.
Reimaginar el estado de bienestar en el siglo XXI exige audacia. Los gobiernos deben explorar nuevos modelos de financiación, como impuestos a la riqueza digital o a las emisiones de carbono, para sostener sistemas que respondan a las realidades actuales. También deben priorizar la educación y la capacitación continua, preparando a las personas para un mercado laboral en transformación. Y, sobre todo, deben fomentar un diálogo global sobre el bienestar, reconociendo que los desafíos de la globalización no respetan fronteras.
El estado de bienestar no es solo un conjunto de políticas; es un reflejo de nuestros valores colectivos. En un mundo hiperconectado, donde la tecnología y la globalización pueden tanto unir como dividir, debe ser un faro de equidad, un recordatorio de que el progreso verdadero solo es posible cuando nadie queda atrás. Reimaginarlo no es solo una necesidad práctica, sino un imperativo moral para construir un futuro más humano.