JALISCO
Jaime Barrera y la tarea del periodista
Conciencia con texto, por José Calos Legaspi Íñiguez //
El “aviso” que le dieron a Jaime Barrera Rodríguez sus captores fue un “te lo digo Jaime para que lo entiendan…todos”. En la democracia el papel de la libre información es vital. No se comprende una sociedad desinformada y demócrata; aunque hay muchísimos “demócratas” muy, pero muy desinformados.
Pero eso no es culpa de la democracia, menos aún de los comunicadores. La tarea periodística, la seria, la profesional, se desempeña cada día con menos preparación.
De ahí que la calidad de las informaciones haya decaído y confirmado lo que se advirtió en un pasado no muy remoto. Que el chisme, la falsedad en las informaciones, la manipulación de los hechos, la trivialidad, la banalidad, la nota roja y los distractores, llenarían con su oquedad la difusión masiva.
Jaime Barrera, periodista en toda la extensión de la palabra, es uno de los especímenes en extinción. Cursó la carrera de Comunicación en el ITESO y, desde que lo conozco, se ha desempeñado con profesionalismo y propiedad. Comenzó como reportero, luego como conductor de radio y televisión. Logró el título de periodista, que no da ninguna institución educativa, al demostrar sus dotes reporteriles y su perspicacia al escribir columna o artículo de fondo.
Por eso creo que las malas interpretaciones que se han desatado a raíz de su liberación sano y salvo, carecen de sustento y más que denigrar a Jaime, deshonran a quienes, con suspicacias no probadas, pero sí difundidas pretenden descalificar al periodista.
No me considero ser amigo de Jaime, porque no hemos tenido oportunidad de convivir excepto en las talachas periodísticas. Sin embargo, siempre le he respetado su profesionalismo y laboriosidad.
Enhorabuena que liberaron a este periodista sano y salvo. Y si les parece raro, hay que revisar a cuántas personas les ha sucedido igual, pero que por amenazas o precauciones no se da a conocer públicamente.
Y, de que fue un aviso para que desista de informar o comentar hechos o noticias sobre el flagelo que aqueja a nuestra sociedad, sí que lo fue. Pero no sólo para Jaime. Los buenos entendedores, sabemos que es también una advertencia general.
La pregunta sigue siendo, por parte de los periodistas, ¿vale la pena arriesgar la vida por el trabajo? ¿Vale la pena informar a una sociedad apática, comodina, indolente de la realidad que los medios de información serios proponen, so pena de ser ejecutados o desaparecidos para siempre?
Lo más lógico sería suponer que no. Porque la vida es lo más valioso para cualquier persona. Porque ningún trabajo, sea cual fuere, está por encima de la conservación de la vida y menos el de periodista.
Y, sin embargo, los informadores profesionales continúan con las denuncias, exposiciones y señalamientos sobre la maldad, la perversidad y poderío de los grupos delincuenciales en nuestra entidad y el país entero.
La descalificación, las arengas en contra de los periodistas, los denuestos y “quejas” o calificativos han abonado al clima de inseguridad y de terror, en algunas entidades, para los profesionales de la comunicación masiva.
Al poner en la espalda de los periodistas un “blanco”, por parte de gobernantes, políticos, policías y de los “demócratas” fanatizados y azuzados por sus falsos profetas no sólo ponen en peligro la existencia de los colegas periodistas, sino de la democracia misma.
Como consecuencia de esa manera de abordar los temas de interés público (que más parecen de desinterés) en Guadalajara, que es el lugar donde más o menos sé cómo se desenvuelven los principales medios de información escritos, hay un fenómeno extraordinario: los periódicos poco a poco han desaparecido en la tradicional forma. La del papel. Quedan pocos que aún se pueden conseguir en los kioskos.
Las llamadas “redes sociales” llegaron para desplazar casi en su totalidad a los periódicos. Todo estaría bien y sería una evolución natural, por cuestiones de economía, de gasto, de inversión en insumos y…en pago de profesionales.
No es queja ni algo por el estilo, pero si hubiese un instrumento para supervisar a estos medios de información “sociales”, en su veracidad, redacción y verticalidad al servicio de la sociedad y no de los “patrocinadores” que pueden ser los políticos, los gobernantes, los que detentan poderes fácticos, seguramente una gran mayoría sería reprobada.
Colofón:
Si el gobernador Enrique Alfaro Ramírez creyó que elogiando la inteligencia de Raúl Padilla (post mortem, claro) lograría el aplauso universitario y llegaría el “borrón y cuenta nueva”, se equivocó. Su encono personal, sus “batallas”, no exentas de belicosidad, desafíos, descalificaciones y guerra declarada, no se olvidan entre los padillistas. Porque quizá esas circunstancias de animosidad, de malquerencia hubiesen contribuido a que el “licenciado” tomara la fatal decisión ya conocida. Y eso quizá lo puedan olvidar, pero jamás perdonar. Eso es lo que se oyó entre los Leones Negros.
