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MUNDO

La amenaza ambiental de los autos eléctricos: Revolución energética ¿arma de doble filo?

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

La revolución de los autos eléctricos se encuentra en pleno auge, y muchos países están haciendo la transición hacia una flota de vehículos más limpia y sostenible. Sin embargo, esta transición no es completamente libre de impacto ambiental, y la falta de infraestructura para tratar los desechos generados por los autos eléctricos puede convertirse en un problema crítico a largo plazo.

Los autos eléctricos son una gran solución para reducir la contaminación del aire y disminuir la huella de carbono, pero a menudo se pasa por alto el impacto ambiental de la generación y gestión de sus baterías. Las baterías de iones de litio que se utilizan en los autos eléctricos son complejas y contienen una variedad de materiales tóxicos y peligrosos, como el cobalto, el níquel y el litio. Además, la producción de baterías de iones de litio consume mucha energía y emite gases de efecto invernadero.

Si bien se han realizado avances significativos en el reciclaje y la gestión de los desechos de las baterías de los autos eléctricos, muchas naciones no cuentan con la infraestructura adecuada para hacer frente a la creciente cantidad de desechos generados por los vehículos eléctricos. Esta falta de capacidad de gestión de los residuos puede ser un obstáculo significativo para el crecimiento de la industria de los autos eléctricos y puede tener un impacto ambiental importante.

En algunas partes del mundo, los residuos de los autos eléctricos son tratados de manera similar a otros tipos de residuos peligrosos. No obstante, en muchos países, el manejo de los residuos peligrosos no se lleva a cabo adecuadamente y se arrojan en vertederos o se queman, lo que puede causar contaminación ambiental y dañar la salud humana. Además, muchos países aún carecen de las instalaciones adecuadas para el reciclaje de baterías de iones de litio, lo que resulta en la falta de recuperación de materiales valiosos y en la necesidad de extraer más recursos para producir nuevas baterías.

La falta de infraestructura adecuada para el reciclaje y la gestión de los residuos de los autos eléctricos es un problema que debe ser abordado por los fabricantes de automóviles, los gobiernos y la sociedad en general. Para asegurar un futuro sostenible para la industria de los autos eléctricos, se deben establecer medidas concretas para gestionar de manera responsable los residuos generados por estos vehículos.

Los fabricantes de automóviles deben asumir la responsabilidad de la gestión de residuos y tomar medidas para minimizar el impacto ambiental de sus productos. Esto puede incluir la implementación de prácticas de diseño que reduzcan la cantidad de residuos generados durante la producción de baterías, así como la investigación y el desarrollo de nuevas tecnologías de baterías que sean más eficientes y menos dañinas para el medio ambiente. Además, los fabricantes de automóviles también deben colaborar con los gobiernos y otras partes interesadas para desarrollar programas de gestión de residuos que sean efectivos y estén adaptados a las condiciones locales.

Además, los gobiernos deben desempeñar un papel importante en la gestión de los residuos de los autos eléctricos. Los gobiernos pueden establecer regulaciones y políticas que fomenten la gestión responsable de los residuos y la creación de infraestructura para el reciclaje y la gestión de residuos peligrosos. Esto podría incluir incentivos financieros para el reciclaje de baterías, la construcción de instalaciones de reciclaje y la implementación de programas de educación pública para fomentar la conciencia sobre la importancia de la gestión adecuada de residuos peligrosos.

La sociedad en general también puede contribuir a la gestión responsable de los residuos de los autos eléctricos. Los consumidores pueden hacer su parte asegurándose de que las baterías de sus vehículos sean recicladas adecuadamente al final de su vida útil. Los consumidores también pueden optar por vehículos eléctricos que tengan una vida útil más larga y requieran menos cambios de batería. Además, los ciudadanos pueden presionar a los gobiernos y a las empresas para que inviertan en la gestión adecuada de los residuos peligrosos.

Es importante tener en cuenta que la gestión responsable de los residuos de los autos eléctricos no solo es un problema ambiental, sino también un problema social y económico. La falta de infraestructura para la gestión adecuada de residuos peligrosos puede tener un impacto negativo en la salud y el bienestar de las comunidades locales y puede limitar el crecimiento de la industria de los autos eléctricos.

En conclusión, la transición hacia los autos eléctricos es una gran oportunidad para reducir la contaminación y combatir el cambio climático. Sin embargo, la falta de infraestructura adecuada para la gestión de los residuos de los autos eléctricos puede ser un obstáculo importante para el crecimiento de la industria y para el logro de un futuro sostenible.

Es esencial que los fabricantes de automóviles, los gobiernos y la sociedad en general trabajen juntos para desarrollar medidas concretas y responsables para gestionar de manera adecuada los residuos generados por los autos eléctricos. Solo de esta manera podemos garantizar un futuro limpio y sostenible para las generaciones futuras.

Mientras que en el caso de México, como muchos otros países en desarrollo, enfrenta muchos desafíos en lo que respecta a la gestión adecuada de los residuos de los autos eléctricos. Uno de los mayores retos es la gestión de residuos peligrosos. En muchos casos, las instalaciones de reciclaje y disposición final de residuos en México no están diseñadas para manejar los materiales tóxicos que se encuentran en las baterías de los autos eléctricos.

Otro reto importante es la carencia de políticas y regulaciones adecuadas para la gestión de residuos peligrosos. Aunque existen algunas regulaciones sobre la gestión de residuos peligrosos en México, a menudo no se aplican de manera efectiva y existen lagunas legales que dificultan la implementación adecuada de las políticas. Además, la escasez de recursos y personal capacitado en la materia puede limitar la capacidad del gobierno para implementar y hacer cumplir políticas y regulaciones adecuadas.

También es importante tener en cuenta que la falta de conciencia pública sobre la importancia de la gestión adecuada de residuos peligrosos puede ser un obstáculo para la implementación de políticas y programas efectivos. Muchas personas en México no están familiarizadas con los riesgos ambientales y de salud asociados con la gestión inadecuada de residuos peligrosos, lo que puede dificultar la movilización de la sociedad para abogar por políticas y programas efectivos.

En resumen, México enfrenta desafíos significativos en lo que respecta a la gestión adecuada de los residuos de los autos eléctricos. Es necesario desarrollar una infraestructura adecuada para la gestión de residuos peligrosos y crear políticas y regulaciones efectivas que se apliquen de manera efectiva.

Además, es importante aumentar la conciencia pública sobre la importancia de la gestión adecuada de residuos peligrosos y trabajar para movilizar a la sociedad en favor de políticas y programas efectivos. Solo de esta manera México puede garantizar un futuro sostenible y limpio para las generaciones futuras.

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JALISCO

Lleva Ballet Folclórico de Guadalajara cultura y tradición a Estados Unidos

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– Por Mario Ávila

El Ballet Folclórico de Guadalajara se presentó en el Rosemont Theatre de Chicago, en el evento estelar de la Segunda Ruta de la Gira Internacional 2025, México en el Corazón.

Los bailarines tapatíos compartieron escenario con el Mariachi Estelar de México en el Corazón y la Banda Orquesta Colores, y presentaron estampas, música y canciones de Guanajuato, Yucatán y Jalisco ante los más de 4 mil 400 asistentes.

Este espectáculo se realiza anualmente e incluye al Mariachi Estelar como uno de sus principales artistas, junto con el Ballet Folclórico Guadalajara y la Banda Orquesta Colores.

Participaron en el evento Sergio Suárez, presidente de NAIMA (North American Institute for Mexican Advancement); Ron Serpico, alcalde de Melrose Park; Susana Mendoza de Illinois Comptroller; Reyna Torres, cónsul general de México en Chicago; Andrea Blanco, coordinadora del Gabinete Social del Gobierno de Jalisco; y Manuel Romo, secretario de Gobierno del Gobierno de Guadalajara.

Esta es la segunda parada de la ruta de México en el corazón, la primera fue en la Ciudad de Sioux City, en Iowa en donde se presentó por primera vez, y más de mil personas asistieron a disfrutar de este espectáculo.

La gira continuará por el Medio Oeste, Sur y la Costa Este de los Estados Unidos.

Para fechas y ciudades entrar en este sitio web: http://www.mexicoenelcorazon.org

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CARTÓN POLÍTICO

Edición 805: Entrevista a Mirza Flores: «La silla del poder es prestada; no olvidemos de dónde venimos»

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Lectores en teléfono celular: Para una mejor lectura online, girar a la posición horizontal.

Edición 805: Entrevista a Mirza Flores: «La silla del poder es prestada; no olvidemos de dónde venimos»

LAS CINCO PRINCIPALES:

Los retos de Mirza Flores como líder de MC: «La silla del poder es prestada; no olvidemos de dónde venimos»

Arranca el Sistema Estatal de Participación Ciudadana en Jalisco

95 aniversario del natalicio de Porfirio Cortés Silva: Deja legado de política, amistad y generosidad

La disputa del agua entre Jalisco y Guanajuato: Debe ser un reparto justo, no uno político, Arturo Gleason

La corrupción urbanística: Valle de los Molinos y Colomos III

 

 

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MUNDO

La tradición del saqueo: Naturaleza depredadora del poder imperial

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– Actualidad, por Alberto Gómez R.

(Parte 1) A lo largo de la historia de la humanidad, el poder económico de los grandes imperios se ha construido frecuentemente sobre pilares tan sombríos como la guerra, el saqueo sistemático y el sometimiento de pueblos enteros.

Este patrón de comportamiento, visible desde los primeros imperios de la antigüedad hasta las potencias contemporáneas, revela una lógica de acumulación basada en la extracción violenta de recursos más que en la productividad o la innovación endógena.

El historiador económico Douglas North, citado en uno de los documentos analizados, señalaba que los imperios antiguos establecían sistemas burocráticos sofisticados que permitían la expropiación sistemática de excedentes de las regiones conquistadas.

En el mundo actual, Estados Unidos representa la última encarnación de este impulso imperial, aunque sus métodos hayan evolucionado hacia formas más sofisticadas de dominación económica y militar.

Como se advierte en el panorama actual, esta potencia estaría experimentando un rápido declive relativo en el escenario global, lo que intensificaría sus comportamientos depredadores hacia naciones ricas en recursos que se resisten a someterse a su hegemonía.

Venezuela, con las mayores reservas petroleras certificadas del planeta, se encontraría en la mira de este mecanismo de saqueo contemporáneo, al igual que lo estuvieron Irak, Libia y Siria en las últimas décadas, solo por citar algunos ejemplos.

LOS CIMIENTOS HISTÓRICOS DEL SAQUEO IMPERIAL

Los primeros grandes imperios de la historia establecieron las bases de lo que sería una larga tradición de explotación económica mediante la conquista. En Mesopotamia, Egipto, China y la India, surgieron estructuras estatales centralizadas que «legislaban, impartían justicia y ejecutaban sobre un extenso territorio que agrupaba a muchas ciudades» (eumed.net).

Estos imperios perfeccionaron sistemas de extracción de riqueza mediante tributos, esclavitud y control de las rutas comerciales.

El Imperio de Alejandro Magno ofrece un ejemplo temprano de cómo la conquista militar servía como vehículo para la acumulación de riqueza. Como se describe en los documentos, Alejandro y sus falanges macedonias conquistaron todo el Imperio persa en tan sólo ocho años, apoderándose de inmensos tesoros y estableciendo un sistema de control sobre territorios que se extendían hasta la India. Patrón similar exhibiría el Imperio Romano, que transformó el Mediterráneo en su «Mare nostrum» y extrajo recursos de todos los territorios conquistados, desde las minas de plata hispanas hasta los graneros egipcios.

Con la era de los descubrimientos, las potencias europeas perfeccionaron el arte del saqueo imperial a escala global. España y Portugal inauguraron lo que podría considerarse el primer «imperio global» de la historia: «por primera vez un imperio abarcaba posesiones en todos los continentes del mundo» (eumed.net).

El flujo de metales preciosos desde América hacia Europa financió las guerras y el desarrollo económico europeo durante siglos, a costa del exterminio y la explotación de poblaciones indígenas.

El Imperio británico llevaría este modelo a su máxima expresión, estableciendo una red global de colonias y territorios controlados que proveían de recursos naturales y mercados cautivos a la metrópoli. El comercio de esclavos, la extracción de recursos en condiciones de cuasi-esclavitud y la destrucción de industrias locales competitivas fueron algunas de las estrategias empleadas para consolidar su hegemonía económica.

ESTADOS UNIDOS, LA SUPERPOTENCIA DEPREDADORA

Estados Unidos emergió como potencia global practicando una versión modernizada del juego imperial tradicional. Bajo la Doctrina Monroe y su corolario Roosevelt, se autoproclamó potencia hegemónica en América Latina y el Caribe, interviniendo militarmente en múltiples ocasiones para proteger sus intereses económicos. La diplomacia de las cañoneras y las intervenciones directas aseguraban el acceso a mercados, recursos y rutas comerciales estratégicas.

Tras la Segunda Guerra Mundial, con las potencias europeas debilitadas, Estados Unidos ascendió a la condición de superpotencia global, rol que se consolidaría tras el colapso de la Unión Soviética.

Como se señala en uno de los documentos, «después de que se desintegrase la Unión Soviética a principios de 1990, Estados Unidos quedó como la única superpotencia restante de la Guerra Fría». Esta posición hegemónica le permitió moldear las instituciones internacionales a su medida y establecer un sistema económico global que privilegiara sus intereses.

La economía estadounidense se ha vuelto profundamente dependiente de lo que el presidente Eisenhower denominó el «complejo militar-industrial». Con un presupuesto militar que supera al de los siguientes diez países combinados, Estados Unidos ha convertido la guerra en un negocio extraordinariamente lucrativo para sus corporaciones de defensa.

Como se documenta en uno de los artículos revisados, la administración Biden ha solicitado al Congreso «842 mil millones de dólares para el Pentágono en el año presupuestario 2024», lo que representa «la solicitud más grande desde el pico de las guerras de Irak y Afganistán» (france24.com).

Este apetito insaciable por el gasto militar requiere enemigos externos y conflictos perpetuos, creando un círculo vicioso de intervencionismo que justifique tales desembolsos. Los resultados son visibles en las sucesivas guerras e intervenciones que han marcado las últimas décadas, desde Vietnam hasta Afganistán, pasando por Irak, Libia y Siria.

EL SAQUEO CONTEMPORÁNEO

La invasión de Panamá en 1989 constituye un ejemplo paradigmático de cómo Estados Unidos utiliza pretextos para justificar intervenciones militares que persiguen objetivos geoeconómicos estratégicos. Como se documenta extensamente en varios de los materiales consultados, la llamada «Operación Causa Justa» fue oficialmente justificada como una medida necesaria para detener el narcotráfico y defender la democracia.

El general Manuel Antonio Noriega, quien había sido durante años un aliado útil para Washington y colaborador de la CIA, fue convertido de pronto en enemigo público número uno. Como se describe en los documentos, Noriega «había sido aliado clave de Estados Unidos durante el final de la Guerra Fría, trabajando como agente de la CIA, al tiempo que tejía vínculos con el narcotráfico» (elnacional.com). Cuando dejó de ser funcional a los intereses estadounidenses, fue acusado de narcotráfico y derrocado mediante una invasión militar que causó entre 500 y 4 mil víctimas panameñas, según distintas fuentes.

El verdadero objetivo de la invasión, sin embargo, habría sido asegurar el control estratégico del Canal de Panamá en vísperas de su traspaso completo a soberanía panameña, previsto para el año 2000 según los Tratados Torrijos-Carter de 1977. Como se señala en uno de los documentos, estos tratados «condicionaba la defensa del canal de manera conjunta, a través de un tratado adicional, dando la posibilidad de intervenir militarmente en Panamá si la operación del canal se viese comprometida».

La invasión aseguró que, aunque panameño en papel, el canal permaneciera bajo control efectivo estadounidense.

Continuará…

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