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OPINIÓN

La comprensión y la solidaridad: Educando en la empatía y la comprensión

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Educación, por Isabel Venegas //

En tiempos de crisis lo primero y más importante que deben aprender no solo los niños, sino los maestros, los directivos, padres de familia, etc. es a ser empáticos; término que puede ser definido de forma reducida como “ponerte en los zapatos del otro”, pero que al constreñir así a ese concepto puede dejar de contemplar muchos factores que también están en juego, además de que también tal vez genere imaginarios que no abonan mucho en la construcción social; ponerme en los zapatos del otro, significa partir de mis recursos, imaginar cómo actuaría yo ante esas circunstancias lo cual puede incluso alejarme más de la otra persona en lugar de conectar y abonar.

Es importante desarrollar la capacidad de entendimiento desde la perspectiva comprensiva, por la cual no necesariamente se debe estar viviendo la experiencia del otro para confiar en un aprecio a toda la situación desde la posición de ayuda o simplemente de acompañamiento. En muchos espacios esta idea es la que genera lineamientos como el hecho de que un representante dentro del ámbito público deba vivir en la zona en la que va a ser votado a fin de que pueda conocer a quiénes va a representar y entienda sus necesidades de forma vivencial.

Las problemáticas de nuestras comunidades son cada vez más diversas y la conformación de las poblaciones tiene tantas directrices como urgencias por atender; es así que uno se pregunta: ¿Cómo se hace para ser empático y compartir las experiencias de vida de una amplia comunidad? Se necesitaría entonces pertenecer a casi todos los grupos vulnerables para entender la complicación de cada uno de ellos, los retos de sus circunstancias y los recursos de los que se dispone a nivel personal y estructural.

La pobreza, la marginación, la desigualdad, o la enfermedad, la violencia y la inseguridad pueden ser factores que ataquen a una población vulnerable por carencias culturales y materiales, así como también puede sorprender a familias que ya estaban bien instaladas en un cómodo estilo de vida y cuyas posibilidades no parecían ser tan frágiles, sin embargo el dolor es el dolor, es un sistema dinámico ante el cual no siempre reaccionaremos igual a pesar de estar mejor o peor parados.

Hoy tenemos que aprender y enseñar a nuestros niños que no solo sufre el indígena ante una marginación de muchísimos años solo por el hecho de ser indígena, o que todas las mujeres enfrentan a la cultura machista tan fuertemente arraigada de manera mínimamente similar; sufren todas las personas que no cuentan con los recursos para modificar su propia historia, ya sean ricos o pobres, y por otro lado, hay un proceso muy complicado para quienes se aferran a un pasado que tomó por sorpresa al futuro, a esa constante llamada “cambio”. Es ese cambio permanente en el que se desarrollan nuestros niños, seres con mucha capacidad de formar un carácter fuerte y compasivo a la vez, pero que requiere de orientación y reflexión.

Enseñar desde pequeños a nuestros estudiantes a tender una mano respetuosa ante la necesidad del otro requiere formar en la tolerancia y el respeto, implica estar atentos a una respuesta que puede no parecernos adecuada, pero de la cual también debemos aprender porque es parte de la honestidad del discurso, de los procesos de duelo y transformación.

Muy pronto (porque el tiempo pasa volando), regresaremos a las escuelas y nos volveremos a ver las caras, aunque tal vez siga siendo con cubre bocas por un buen tiempo, pero al mirarnos a los ojos podremos encontrar muchas historias de dolor que van a requerir el apoyo de esa comunidad que intentó seguir comunicada por internet, pero que llegado ese momento volverá a tender los lazos de cercanía y fraternidad.

Habrá quienes sufran porque en su familia se tuvo la pérdida del empleo, el covid cobró la vida de más de alguno de sus seres queridos o quedaron endeudados por el pago de facturas derivadas de atender la enfermedad (hospitales, medicamentos, oxígeno, terapias de recuperación, etc.). Para muchos la vida no volverá a ser la misma, y la fuerza para volver a ponerse de pie puede estar en quienes lo rodean, en quienes articulen una serie de apoyos físicos, materiales, espirituales y/o emocionales.

No se necesita ser indígena para saber lo que sufren las comunidades marginadas, o mujer para imaginar lo que implica el acoso y la violencia de género. No se tiene que ser homosexual para entender los retos por los que pasa una persona que ha decidido vivir su vida de manera diferente a lo que el cánon estipula, así como tampoco se debe ser de la tercera edad para mirar que las personas mayores de sesenta años, seres con una enorme vitalidad y con agendas llenas de proyectos, se tuvieron que enfrentar a un concepto social que trataba de protegerlos, al mismo tiempo que reducía significativamente sus derechos universales.

La comprensión del otro debe significar una compañía respetuosa, un apoyo para que la lucha personal se dé dentro de un marco que comprende tanto la autonomía en la gestión de las emociones, como la interacción que arropa y que mantiene ese mensaje presente ¡Aquí estoy! ¡Cuentas conmigo! ¡Te escucho!

Desde la esfera personal debemos aprender a vivir la solidaridad y la compañía, el respeto y la tolerancia, así como en el ámbito público, la construcción de comunidad debe seguir avanzando para no perder los avances en las agendas democráticas, participativas y solidarias en las que hemos ido consiguiendo a lo largo de los años.

Mat. y M. en C. Isabel Alejandra María Venegas Salazar

E-mail: isa venegas@hotmail.com

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