OPINIÓN
La crisis que vive el mundo: La pesadilla globalizadora vs el sueño bolivariano
Economía Global, por Alberto Gómez-R. //
Aunque el Foro Económico Mundial (WEF por sus siglas en inglés) 2022 tuvo relativo éxito por el sólo hecho de volverse a reunir las élites económicas y políticas del mundo, luego de una pausa de dos años por la pandemia, no dejaron de aparecer posturas contrastantes de algunos invitados al Foro.
Por una parte, esta edición del evento procuró promover el regreso a la moribunda globalización, argumentando que se iba por buen camino y que durante los años que vivió, se lograron grandes avances en la lucha contra la desigualdad económica y disminuir los niveles de pobreza mundial.
La pandemia y las rupturas en las cadenas de suministro han provocado una revisión de la globalización agudizada por las tensiones geopolíticas derivadas de la agresión rusa a Ucrania. «Debemos resistir la fragmentación geoeconómica. Sólo la cooperación internacional puede abordar problemas mundiales urgentes como solucionar la escasez de alimentos y otros productos, eliminar las barreras al crecimiento y salvar nuestro clima», asegura la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, antes de intervenir este lunes en el Foro. Esta fragmentación «dañaría a todos sea cual sea su renta».
En un artículo junto a sus colaboradores, la búlgara hace un resumen desolador de la situación: «La invasión de Ucrania por parte de Rusia ha agravado la pandemia de Covid-19, una crisis sobre otra, devastando vidas, arrastrando el crecimiento y haciendo subir la inflación. Los elevados precios de los alimentos y la energía están afectando a los hogares de todo el mundo».
En paralelo, «el endurecimiento de las condiciones financieras está presionando aún más a las naciones, empresas y familias altamente endeudadas. Y los países y las empresas están reevaluando las cadenas de suministro mundiales en medio de las persistentes interrupciones».
Agrega: «Si a esto le añadimos el aumento de la volatilidad en los mercados financieros y la amenaza continua del cambio climático, nos enfrentamos a un cúmulo de calamidades» que, en su opinión, someten «a la economía mundial a su prueba más difícil desde la Segunda Guerra Mundial».
La formación de bloques tras la guerra en Ucrania golpea la globalización, pero ya venía arrastrando problemas, según admite Georgieva. Sólo la incertidumbre en torno a ella en 2019 recortó en un punto el crecimiento de la economía mundial y actualmente «unos 30 países han restringido el comercio de alimentos, energía y otros productos básicos clave».
¿Cómo evitar este regreso al proteccionismo? El FMI recuerda el éxito de la globalización: «En las últimas tres décadas, los flujos de capital, bienes, servicios y personas han transformado nuestro mundo, ayudados por la difusión de nuevas tecnologías e ideas. Estas fuerzas de integración han impulsado la productividad y el nivel de vida, triplicando el tamaño de la economía mundial y sacando a 1.300 millones de personas de la pobreza extrema». Pero también admiten problemas que en el Foro, incluidos tiburones de Wall Street como Ray Dalio, asumen que hay que afrontar para que no se derrumbe el sistema. «Las desigualdades de ingresos, riqueza y oportunidades han seguido empeorando dentro de demasiados países durante mucho tiempo, y también entre países en los últimos años. Las personas se han quedado atrás a medida que las industrias tenían que adaptarse en medio de la competencia mundial», afirma la directora gerente del FMI. (elmundo.es)
La globalización, un complejo concepto que tanto prometió durante su época de difusión y expansión, tuvo argumentos convincentes que coadyuvaron en su implantación; sin embargo la realidad ha sido muy distinta a lo pregonado por sus precursores.
Noam Chomsky, uno de los intelectuales más importantes e influyentes de la segunda mitad del siglo XX y hasta la actualidad, definía en 2005 a la globalización:
“Primero aclaremos el concepto. Si usamos el término de forma neutra, «globalización» significa simplemente la integración internacional, sea o no bienvenida, dependiendo de las consecuencias. En los sistemas doctrinales de Occidente, predominantes en el resto del mundo debido al poder occidental, el término tiene un significado ligeramente diferente y más restringido: hace referencia a ciertas formas específicas de integración internacional cuya implantación ha sido promovida con especial intensidad en los últimos 25 años. Esta integración está concebida sobre todo en beneficio de ciertas concentraciones de poder privado; los intereses de todos los demás implicados son incidentales. Una vez establecida la terminología, la gran masa de la población mundial opuesta a estos programas puede ser categorizada como «antiglobalización», como se hace siempre. La fuerza de la ideología y del poder es de tal magnitud que la gente acepta incluso esta designación ridícula. Se les puede llamar «primitivistas» que quieren regresar a la «Edad de Piedra» para perjudicar a los pobres, y otros términos insultantes a los que ya estamos acostumbrados.
Esta es la manera en que cabe esperar que funcione un sistema de propaganda bien enfocado en su tarea, pero no deja de ser sorprendente en el sentido de que resulta tan eficaz que hasta sus víctimas lo aceptan, y no deberían. Ninguna persona en su sano juicio se opondría a la globalización. La cuestión es en qué forma se adopta.
La forma específica de integración internacional que se está promoviendo se llama «neoliberal», pero esto también es altamente engañoso. No se trata de orientaciones «nuevas» y de ninguna manera son «liberales».
Con el tiempo, tras una evolución que sin duda hubiera horrorizado a los fundadores del liberalismo clásico, un radical activismo judicial logró que las empresas adquiriesen los derechos de personas inmortales, y en recientes acuerdos económicos internacionales han adquirido derechos mucho más amplios que los de las personas. Por ejemplo, General Motors puede exigir un «tratamiento nacional» en México, pero un mexicano de carne y hueso no saldría muy bien parado si exigiera un tratamiento similar tras cruzar la frontera en Texas, suponiendo que lograra entrar vivo (muchos no lo logran).
Los derechos de estas tiranías privadas, –ya que eso es lo que son– se están ampliando en los acuerdos comerciales actuales, los cuales permiten que estas concentraciones privadas de poder ataquen las regulaciones gubernamentales sobre salud (sanidad), protección medioambiental, derechos laborales, etc. alegando que tales regulaciones son «equivalentes a la expropiación» ya que van en detrimento de las futuras ganancias. En un asalto aún más intenso a los principios del liberalismo clásico, estos enormes sistemas de poder privado, que no rinden cuentas a nadie, asumen la función de administradores de los mercados. Esto incluye transferencias intraempresariales (transferencias de fondos a través de fronteras dentro de una determinada entidad corporativa), subcontrataciones, alianzas estratégicas y toda una serie de mecanismos diversos para evadir la disciplina del mercado, los cuales, de hecho, constituyen la mayoría de lo que se llama erróneamente «comercio». Cuando nos dicen que el comercio está en aumento, lo más probable, en términos clásicos, es que esté disminuyendo. (Chomsky, N. 2005)
En América Latina, además de la disponibilidad de recursos financieros internacionales y de los ajustes en política monetaria, se requerirá de políticas oportunas para mitigar los riesgos expuestos y de estrategias extraordinarias para proteger a los grupos más vulnerables. Las respuestas que exige este complejo contexto no se podrán sustentar en retórica populista, sino que se requiere de un dialogo político que atempere la polarización y las divisiones ideológicas y permita consensos amplios. La calidad de los liderazgos latinoamericanos y la resiliencia de la región se pone a prueba en este contexto crítico y brinda una nueva oportunidad para renovar la confianza, promover una mejor cooperación local y una mayor integración regional. La acción colectiva es clave para responder a los desafíos emergentes con mayor efectividad e impulsar la recuperación sin dejar de lado la visión de largo plazo que permita avanzar hacia un desarrollo sostenible e incluyente en la región latinoamericana. (es.weforum.org)
El alejamiento del modelo neoliberal de los más recientes gobiernos progresistas de los países latinoamericanos cierra el camino al modelo globalizador para replantearse nuevas maneras de hacer frente a los retos ya presentes y futuros luego del desencanto del sueño de la globalización; un mayor entendimiento entre los pueblos hermanos busca ahora conformar una unión geopolítica y económica natural para expandir los mercados locales, fortalecer la cooperación mutua, y promover el bienestar general, para así poder materializar el Sueño Bolivariano ampliado, para que América Latina se consolide como uno de los bloques regionales más poderosos del siglo 21.
