OPINIÓN
La economía que está por venir
 
																								
												
												
											Educación, por Isabel Venegas //
Estos días de encierro y trabajo digital aunque han sido sumamente intensos nos llevan obligatoriamente a la reflexión de muchas cosas. Desgraciadamente para ti querido lector, todo esto me sigue llevando al tema personal; pensaba en cómo será el mundo, mi mundo, cuando todo esto termine, recordaba cuando mis hijos eran pequeños y yo había decidido quedarme en casa para cuidar de ellos, acompañarlos y verlos crecer por lo menos el tiempo en el que tardaran para aprender a hablar, contarme cómo se sentían y poder escuchar que eran felices. Así fue que pausé mi vida profesional hasta el tiempo en el que entraron los tres a la escuela, era suficiente ver sus expresiones y saber que mientras ellos estaban ahí, yo podía retomar clases con toda tranquilidad.
Eso me costó que tardara mucho tiempo en volver a tomar vuelo por haberme desconectado de aquellos que siguieron tejiendo redes laborales y emprendiendo juntos, me esforcé y cuando ya traía una cartera de proyectos, viene una pandemia que me hace saber que el mundo que dejé ya no va a ser el mismo, que de hecho no debe ser el mismo. Para cuando salga tendré que volver a empezar, la mitad de esos proyectos ya quedó cancelada y probablemente el resto termine por no ser viable ya más.
Así como me siento, con una enorme ansiedad, me imagino que se pueden estar viendo todos esos negociantes, los micro y medianos empresarios, aquellos que con tanto esfuerzo empezaban a ver que sus negocios “pegaban”, que después del tiempo prudente en el que se suele solo invertir y reinvertir comienzan a ver el fruto para dar trabajo a más personas, ampliar el radio de mercado; años de sacrificio, de entregas, pero sobre todo de esperanzas que hoy por hoy amenazan con irse a pique.
Pero insisto en que, a pesar de las pérdidas, del hambre que se vendrá para muchos, de un gran sufrimiento, no deberíamos volver al mundo que dejamos porque en él ya había también una gran injusticia, una despiadada esclavitud y una tremenda precariedad que se simulaba solo para seguir aspirando a jugar roles que hoy repensamos desde una lógica muy diferente. Debería ser entonces la oportunidad para plantear verdaderos modos de vida solidarios, generosos y productivos.
¿Cómo podríamos plantearnos un mundo diferente? Asumiendo la realidad de pérdida, entendiendo que esta contingencia no es solo estar encerrado treinta días y volvernos a abrazar al día primero del siguiente mes, o (quémeseme en la hoguera), solicitando que venga el gobierno a salvar “mi” economía, sea grande, mediana o pequeña.
Creo que en este momento no hay gobierno que pueda patrocinar de manera justa y suficiente a ninguno de sus pueblos puesto que esta catástrofe es devastadora por dondequiera que se vea, pero es claro que hay economías cuyas reservas son tan robustas que por lo menos permitirán palear una tragedia que en muchas latitudes ni siquiera se vio venir.
México con su economía emergente, como la mía, como la de muchos medianos empresarios, apenas iba saliendo, esperaba tener un golpe de fortuna para seguir avanzando y había apostado más de lo que tenía en proyectos que para muchos no aseguraban gran viabilidad como la construcción de refinerías, en tanto al mismo tiempo los mercados marcaban pautas para bajar el precio del petróleo. Es decir, nos tundió por un lado y por el otro. Siendo muy honestos parece que nuestro capital seguirá a la baja y que la inflación que nos espera será brutal, pero como toda crisis, es también un llamado para aprovechar la oportunidad de hacerlo mejor. Tomará tiempo y costará muchos sacrificios, pero tenemos que asegurarnos de que valga la pena.
¿Sería momento de darle una oportunidad al libre mercado? ¿Podría el gobierno optar por la regulación cero? Según palabras del presidente Andrés Manuel López, no habrá ningún mecanismo que se pueda ni remotamente parecer al Fobraproa, pero al contrario de eso se mostró estricto en el cobro de impuestos porque dijo: “si no, ¿de dónde vamos a tener dinero para ayudar a los ancianitos, a los niños con discapacidad y a los jóvenes con futuro?”
Es un hecho, no va a tener modo de recaudar, no hay lógica en exigirle a empresas que hoy están a punto de cerrar; tampoco el negocio petrolero va bien y se avecina una reconversión de la pequeña y mediana empresa al ámbito de la informalidad por obvias razones. Si el gobierno entonces no tiene para rescatar en medio de una crisis a los mismos que solía fiscalizar, entonces no le queda más que liberarlos de su control. Finalmente, hoy tenemos que enfrentar esta crisis desde la libertad, desde la responsabilidad y tal parece que es nuestra única opción a pesar de ver que a muchos la conciencia social está lejos de significarle algo importante.
Los trámites eternos, la enorme burocracia, la supervisión del aparato regulador que al mismo tiempo no regula, que ha permitido la manipulación de la empresa a sabiendas de la operación de grandes monopolios, en donde la ambición y el control igual terminan siendo tanto en la empresa formal como en el tianguis porque siempre hay un cacique que “administra” los espacios y permite que venda solo quien él quiere que lo haga.
Para que hoy opere una libertad de comercio se necesita una condición mínima: asumir la realidad del costo social, entender que todos le vamos a tener que perder para después ganar. Quienes no asuman eso, quienes sigan ponderando el capital material por el valor social, serán los responsables de impedir una verdadera transformación. De un listado de 162 países el Instituto Fraser colocó el año pasado en el lugar 76 a México con su reporte “Libertad económica global” señalando que su sistema legal y los derechos de propiedad; la salud del dinero, su poder adquisitivo y costosas regulaciones en el mercado laboral fueron áreas que se debilitaron respecto al año anterior.
Hoy el gobierno está superado por una crisis en la que convergen los temas de la devaluación del precio del petróleo, la contingencia sanitaria internacional, la falta de inversión local a causa de la cancelación de contratos y los temas pendientes en las agendas de seguridad: narcotráfico, secuestro y crimen organizado. Si yo fuera presidente teniendo tan pocos recursos y tanta emergencia, colocaría centros de refugio para abastecer a aquellos que verdaderamente tengan hambre o necesidad de protección; los indigentes, las mujeres y niños que sufren de violencia al interior de sus hogares, y los que por haber cerrado sus negocios se quedaron sin qué comer. Entre eso y los hospitales debería estar centrada toda su atención, por lo demás tendría que abrir las puertas a los negocios, diferir pagos de impuestos, luz y agua en por lo menos tres meses, contando también con el apoyo de la banca a través de prórrogas y restructuración de carteras que se empiezan a vencer, y programar que a partir del 4° mes se comenzara una paulatina requisición de impuestos mínima para fondear proyectos de alcance genérico y no asistencialismos de corte populista.
Estamos a punto de entrar a una era en la que, si no somos fraternos y seguimos sin entender la urgencia de la responsabilidad, el discurso por la exigencia de una intervención del Estado para rescatar a las empresas será el justificante para que él salga –a su vez- a buscar un patrono, ya sea para controlar en las calles el caos que se puede venir o bien para que financie eso que le están reclamando (por cierto, a un año de elecciones intermedias) pero ¿Quién tendría ese poder y ese capital? ¿Cuánto se estaría comprometiendo un plan de pacificación nacional y de erradicación del crimen organizado? Recordemos lo que dice el viejo refrán, ten cuidado con lo que pides, porque en una de esas hay alguien que se preocupa porque te sea cumplido.
Badiraguato, ya te vi.
Mat. y M. en C. Isabel Alejandra María Venegas Salazar
E-mail: isa venegas@hotmail.com

