OPINIÓN
La muerte del PRI
Opinión, por Iván Arrazola //
Una pregunta recurrente entre la opinión pública en semanas recientes es si el PRI es un partido en estado terminal o simplemente se encuentra en proceso de adaptación a las nuevas condiciones del juego político.
La pregunta no es sencilla de responder, pero tiene algunos puntos que puedan ayudar a entender el momento que atraviesa el llamado en otros tiempos “partidazo”.
Hay quienes aseguran que en realidad el viejo partido no ha muerto y está más vivo que nunca, porque mutó en Morena. Esa es una afirmación equivocada, una de las características del sistema político desde los años 80 ha sido el transfuguismo político, de esa manera se puede explicar la formación de nuevas agrupaciones políticas.
Cuando las carreras de políticos como Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo o Andrés Manuel López Obrador llegaron a su fin en el PRI, formaron un nuevo partido, de ahí se vino una desbandada de políticos del PRI que llegaron al PRD o formaron nuevos partidos, en realidad Morena forma parte de ese movimiento de tránsfugas que recorre lo ancho y largo del país y que ha incorporado panistas, priistas, ecologistas, etc.
Al hacer un recuento de los daños desde que Morena llegó a la presidencia, el PRI ha perdido un 80% de su militancia, de tener poco más de 6 millones en 2019, reportaba millón y medio en 2021, previo a la elección de 2018 el PRI tenía 203 diputados, en 2021 tiene 69, de hecho se recuperó porque al inicio del sexenio solo tenía 48, de 19 entidades que gobernaba en 2015 al día de hoy solo gobierna 2, de tener 52 senadores previo a las elecciones de 2018, ahora solo tiene 13, de gobernar 553 municipios en el 2018 disminuyó a 320 en el 2021.
Y a pesar de estos magros resultados hay que señalar que este no ha sido el único momento critico que el partido ha vivido en años recientes. En el año 2000 cuando pierde el PRI por primera vez la presidencia del país, se auguraba la muerte del partido, alegando había operado desde el poder y que como oposición no podría adaptarse, nada más alejado de la realidad, tan aprendió a operar que pudo torpedear a Acción Nacional a lo largo de dos sexenios y demostrarle que sin su apoyo sería imposible gobernar el país.
No solo eso, a partir del año 2006 el PRI cogobernó junto con Felipe Calderón, quien entendió que sin el apoyo del PRI su gobierno naufragaría, sobre todo con una izquierda recalcitrante que no estaba dispuesta a negociar nada con el gobierno. La lección de 2006 fue clara en el PRI, quien intentara operar la candidatura presidencial desde la presidencia del partido, sería castigado desde las instancias de gobierno, de ahí que varios gobernadores operaron en contra del candidato de su propio partido, pero al final continuaron disfrutando de las mieles del poder, presupuestos y cargos públicos en el ámbito estatal y federal.
Hoy la crisis se agrava con un Alito Moreno que bien podría ser un síntoma o una consecuencia de la crisis del PRI, o como dice el dicho, al perro más flaco se le cargan las pulgas, al dirigente del PRI no solo se le juntaron los magros resultados de la elección del 5 de junio, además se revelaron unos audios en los que da cátedra de cómo opera parte de la clase política en México o quizás lo más preocupante es que así lo hace la mayoría.
Seguramente los días de Alito Moreno están contados al frente de la presidencia, mientras expresidentes del partido inician la cacería de brujas sin que necesariamente hagan propuestas concretas para fortalecer al partido.
Para los agoreros que al día de hoy pronostican la muerte del Revolucionario Institucional habría que recodarles que el poder no se opera desde las presidencias de los partidos, se opera desde las instancias de gobierno, el eclipse morenista durará lo que dure el sexenio, después la lucha será abierta por el poder, siempre habrá un municipio, un distrito, o un estado desencantado desde el cual se inicie el cambio, desde ahí se podrá reconstruir un partido y con un poco de suerte, una candidatura carismática y un programa social que llame la atención de la ciudadanía ayudará a ese propósito.
La lección que deja la coyuntura que vive el PRI es que, en realidad, lejos de que los partidos en México estén más abiertos a la ciudadanía en momentos de crisis, son las cúpulas las que siguen controlando el proceso de cambio y lo hacen desde arriba y no desde la base, lo que reafirma su desprecio o el poco interés por lo que piensa la ciudadanía.
