OPINIÓN
La sucesión adelantada por el presidente: El juego de Monreal, entre ser y no ser de Morena

Opinión, por Pedro Vargas Ávalos //
El superior objetivo de los partidos políticos es alcanzar el poder, con el fin de aplicar sus principios y cumplir compromisos cuando formen gobierno. Todas las demás metas, por importantes que sean, las sujetan a esos principios sustanciales. De allí que a veces se avisten escenarios como los que ahora contemplamos: institutos antes enemigos, resulta que son “amigos” (como el PAN, PRI y PRD) y forman la incongruente coalición “Va por México”.
Por otra parte, la victoriosa “Juntos Haremos Historia”, transformada en 2020 en “Juntos Hacemos Historia”, encabezada por MORENA, ha tenido aliados de chile y picadillo: organismos confesionales como el PES, o logreros como el Verde Ecologista (PVEM) e inexorables como el de los Trabajadores (PT).
La alianza morenista detenta el poder político fundamental, por lo que lógicamente, su principal lucha es conservarlo y en lo posible, incrementarlo sumando entidades federativas: para cristalizar sus ideales instrumentó lo que denomina la Cuarta Transformación, o sencillamente Cuatro T. En cuanto a la oposición, su búsqueda denodada es desbancar a los anteriores, y pugnar por no perder porciones de lo que aún conservan dentro de los ámbitos estatales; su principal defecto hasta ahora es la carencia de programa, inconveniente que todo mundo le echa en cara.
Por separado anotamos al partido Movimiento Ciudadano (MC): es la evolución de Convergencia Democrática (fundado como Agrupación Política en 1996, con registro como partido en 1999) que presidió su fundador Dante Delgado Rannauro -expriísta- quien se sumó a la “Alianza por México” en 2000 (con el PRD, PT y otros) apoyando al candidato presidencial Cuauhtémoc Cárdenas. En 2002 recortó su nombre a solo “Convergencia”, reeligiendo a su directiva, o sea, a Dante Delgado. En 2005 y 2006, obtuvo sus primeras gubernaturas (Guerrero y Chiapas) en alianzas con otros institutos, como el PRD. Con este formó nueva coalición (Por el Bien de Todos) para apoyar a Andrés Manuel López Obrador, candidato presidencial del PRD y PT en 2006. Luego constituyó distintas uniones, como el FAP (Frente Amplio Progresista) hasta el “Salvemos a México”, que sumó numerosos organismos, entre ellos el del sol azteca, para caminar unidos desde 2009.
Por fin en julio de 2011 adoptó su vigente denominación: Movimiento Ciudadano, que hoy por hoy “coordina” el senador Dante Delgado, virtual dueño de la institución, a la que había coordinado (eufemismo por dirigido) de 2012 a 2018. Los estados donde participó aliado el partido fueron 7 y solo ganó en Jalisco, donde quien realmente triunfó fue el alfarismo. Ahora tiene además Nuevo León, y podemos incluir a la ciudad de Monterrey con su flamante alcalde, el junior heredero del apellido mágico: Luis Donaldo Colosio -Riojas-.
La inquietud de quien sucederá al actual primer mandatario federal, desde el principio del sexenio ha sido motivo de acotaciones, porque para los mexicanos eso es un verdadero entretenimiento, instigado por los comentócratas con domicilio en la capital de la nación, quienes, si antes lo hacían por rutina, ahora, al perder favores, lo asumen como encomienda. Esa ocupación, encontró tierra fértil cuando AMLO mismo adelantó el tiempo de la sucesión, mencionando a varios de sus colaboradores (Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Tatiana Cloutier, Juan Ramón de la Fuente, etc.) como viables candidatos presidenciales: a todos los mexicanos asombró que entre ellos no incluyera al senador Ricardo Monreal Ávila, líder del Senado.
A la par se llevaron a cabo varias encuestas en las Entidades federativas donde habrá elecciones para gobernador este año: Aguascalientes, Durango, Hidalgo, Oaxaca, Quintana Roo y Tamaulipas. Las dos coaliciones y el partido MC, han ido nombrando sus candidatos, generando con tal causa, varias confrontaciones, pues en una y otra alianza, los que no fueron nominados han mostrado su inconformidad y amagan hasta con salirse de su partido. En tal tesitura destacan por lo general miembros de MORENA, y en menor grado, en la otra liga, integrantes del PRI o del PAN.
En MC los problemas son menores, porque se dedica a recoger aspirantes de cualquier origen. Dice el diario “Contrapeso Ciudadano” del 11 de este mes: “Dante Delgado a la pepena de inconformes de otros partidos”, aunque dicho personaje, veleidoso como ha sido (antes prefería perredistas) escoge panistas, pues 5 de sus 6 aspirantes provienen de las filas blanquiazules: Patricia Flores Elizondo, cercana colaboradora de Felipe Calderón, ya es abanderada naranja en Durango; Dulce Alejandra García Morlán, precandidata al gobierno oaxaqueño; en Aguascalientes, dos expanistas llegaron a la final del MC: Antonio Martín del Campo y Fernando Herrera Ávila, exvocero con Marko Cortés.
En Quintana Roo, Marybel Villegas Canché confía en darle una nueva entidad a Movimiento Ciudadano; y hasta al saltimbanqui Francisco Xavier Berganza, dos veces candidato a gobernador por el PAN, luego diputado morenista dimitente, ahora aceptó ser postulado a la gubernatura hidalguense. Solo le resta Tamaulipas, en donde el dueño de MC ya le echó la vista a la morenista inconforme, la ex alcaldesa de Reynosa, Maki Ortiz, antes panista.
En la coalición “Va por México”, también se han dado las confrontaciones, como la sostenida entre el gobernador hidalguense Omar Fayad contra Alejandro Moreno “Alito” -dirigente del partido tricolor-, a quien acusó de haber entregado al PAN la candidatura, siendo la elegida la señora Carolina Viggiano, secretaria del CEN priísta, pero primero postulada por el panismo. Como respuesta, “Alito” le dijo al “gober” Fayad, que gobernaba para que Hidalgo fuera para MORENA, por lo que no se le tomó en cuenta para la designación. Ahora ya fumaron la pipa de la paz y se toman fotos juntos, campantes cual si no hubiese pasado nada.
Sin embargo, gracias a una ductilidad increíble, los panistas postularon otros dos candidatos, de 4 en que acordaron ir unidos los de “Va por México”: la antedicha candidatura de Hidalgo (priísta, como ya dijimos) más Tamaulipas y Aguascalientes, donde aseguran que tienen mayorías para ganar; pendiente quedó Durango. En vilo están Oaxaca y Quintana Roo, donde Laura Fernández Piña, dejó al Verde para que la postulara el PRD, que, si no logra el respaldo de sus otros colegas, está destinado a perder.
En Oaxaca, la pesca está difícil porque la senadora Susana Harp, perdedora interna en Morena, declaró que “Ella no traiciona”, por lo que no oye cantos de sirena. De allí que ya se constituyeron dos ligas para competir contra el abanderado de Morena (senador Salomón Jara), el favorito para ganar la elección: esas alianzas son “Con Rumbo y Estabilidad por Oaxaca” (Creo), convenida por el alicaído PRD y el PAN; la otra se denomina “Juntos Hacemos Más”, compuesta por el PRI, el Verde Ecologista de México (PVEM) y Nueva Alianza (Panal).
En cuanto a MORENA, que se cree ganará 4 o 5 gubernaturas de las 6 que estarán en juego, por medio de encuestas muy sigilosas, ya nominó de entre 156 suspirantes, a sus seis abanderados: Por Aguascalientes, Nora Ruvalcaba: en Durango, Marina Vitela; Mara Lezama competirá en Quintana Roo; y Salomón Jara irá por Oaxaca. En Hidalgo y Tamaulipas se eligió a Julio Menchaca y Américo Villareal, respectivamente. Las inconformidades han estado presentes, según anotamos anteriormente, pero las más críticas y que ya impugnaron el proceso ante el Tribunal Electoral, son Durango, Oaxaca, Tamaulipas y Quintana Roo. Los argumentos de los perdidosos en general son de que las encuestas fueron amañadas, y que la solución para escoger vencedores, fue cupular. No se descarta que algunos de esos aspirantes frustrados, acepten ofertas de partidos distintos.
Ahora bien, el otro reto electoral, de mayor escala que los de este año, es el de la elección federal de 2024. A simple vista, se ve distante, pero el mismísimo presidente de la republica abrió la competición, cuando el año pasado (muy anticipadamente, se asegura) puso sobre la mesa una lista de presuntos aspirantes, llamando la atención de que entre ellos no figurara Ricardo Monreal, notoria figura morenista y líder del Senado. Interrogado este zacatecano, exculpó a López Obrador, diciendo que su enumeración consideró el respeto a los demás poderes de la Unión, y él pertenece al legislativo.
Como es evidente, cada día que pasa se aviva el ambiente en torno a la sucesión de AMLO. Y hasta la fecha, lo claro es que los nombres que se barajan, son de MORENA, y en cuanto a la oposición todo son conjeturas e inferencias: recientemente el líder del PRI se dijo listo para participar, ante la incredulidad de los mexicanos. Por el panismo, sigue en su macho el desmerecido Ricardo Anaya, y a veces se mencionan sujetos como Claudio X. González jr., o hasta a Lorenzo Córdova, el del INE: pero todo son desazonadas suposiciones. Por su lado, MC sigue en su idea de no aliarse, y que con sus políticos mas destacados tiene suficiente para competir; estos no pasan de los gobernadores de Jalisco, de Nuevo León y el alcalde de Monterrey.
Según el primer mandatario nacional, la sucesión arrancó ya, porque, a diferencia del pasado, “ahora no habrá tapadismo” y los aspirantes deben estar a la vista de todos. El excluido, Ricardo Monreal, afirma que “Se vive una sucesión adelantada…sucesión precipitada, fuera de toda lógica institucional, y muy muy alejada de cualquier ortodoxia; para mí no fue oportuna, correcta ni conveniente, incluso no lo creí necesario”. (entrevista de Roberto Zamarripa, Reforma, 9.ene.22). Estas consideraciones ponen de manifiesto la confrontación entre el Presidente y el dirigente del Senado, lo cual puede devenir en lamentable fractura para el partido en el poder.
El adalid real de MORENA (AMLO), secunda la idea de que las encuestas determinen quien será el representante de su partido en esa contienda de 2024, subrayando que él apoyará a quien salga adelante en esos sondeos. En cambio, Monreal plantea como mejor método el de elecciones primarias, propuesta que al parecer no tiene mucha aceptación en las filas morenistas, ni en el movimiento lopezobradorista, que es más amplio. Esta confrontación aleja más al Senador, de su meta de ser candidato; empero, porfiado como es, alega que ganará la postulación.
Pedro Miguel, intelectual morenista importante, declaró: El Presidente ha sido claro, en decir que él no es el factor decisivo de quien será candidato. Que apoyará a quien las encuestas digan es el más popular, y si Monreal como dice, es el más popular, pues no hay problema, él sería el candidato. (Entrevista con Rubén Luengas, En contexto, 9-ene-22).
Según Juan Ignacio Zavala -panista- la actitud de Monreal es medida, al salir a declarar en medios hostiles a la Cuatro T., con lo cual persevera en su empeño. Pero a la vez lo acerca más al descarte, si quien puede (el mandatario), decide quitarlo de guía senatorial. Según Héctor Aguilar Camín, el juego de Monreal es ambiguo y hace valer sus buenas relaciones con diversos partidos, además de que en los comicios de junio hizo sentir su poder, factor por el que hubo fracasos morenistas. Finalmente, dice este intelectual orgánico, estamos en el juego democrático, y se debe tener en cuenta -para el caso de que Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard, se frustren- otros posibles jugadores de la sucesión, como el Secretario de Gobernación, al embajador en la ONU y hasta al coordinador de asesores de López Obrador, Lázaro Cárdenas Batel. (Botepronto, Milenio, 13-oct-2021).
Otro frente de confrontación lo ilustra la declaración de Monreal a Roberto Zamarripa, sobre que, si se da opción a los radicales, estos acabarán al país. En su libro “La Larga Travesía” (repaso de la campaña presidencial de 2012), propone saber recorrerse de la izquierda al centro, para poder ganar; por ello, afirma que “Yo no estoy de acuerdo con radicalismos”, agregando, “…concuerdo más con la democracia social que con los extremismos de la izquierda. El presidente sabe que yo no soy de ninguna extrema posición, ni de derecha ni de izquierda”. (Reforma, 9 ene 22). Pedro Miguel opinó al respecto: ¿No habrá país? suena muy apocalíptico. (En contexto, 9-ene-22). AMLO abundó que ser radical, es profesar de raíz los principios de izquierda, y reiteró en una mañanera: que reprueba lo de correrse al centro, buscar quedar bien con todos; se debe ser auténtico, estar anclados en nuestros principios, no zigzaguear, pronunciándose siempre por los pobres y la justicia, para tener simpatía de los de abajo, de la zona lúcida y humana de la clase media y alta, con lo que es suficiente para derrotar a los reaccionarios.
A propósito de lo anterior, dice Alejandro Páez: Cada que replica Monreal, saca ventajas: la pasada vez en 2018, al perder la candidatura a la Ciudad De México, salió ganando senaduría y liderazgo de la Cámara Alta. Total, siempre tiene a donde ir, aunque sostiene: “Estoy en Morena, sigo en Morena, porque en Morena hay muchas visiones, hay quienes coinciden conmigo, hay quienes no, que han viciado este proceso anticipado de la sucesión …” (Sin Embargo, 10-ene-22). Y a Zamarripa le expresó que “estoy viviendo una etapa difícil en mi vida pública, en mi vida política, una etapa que a nadie se la deseo”.
Hace unos días, Monreal, en conjunto a Dante Delgado, se querelló contra Cuitláhuac García, ejecutivo veracruzano, por la detención del cercano colaborador en el Senado, el emecista José Manuel del Río, acusado de homicidio, con lo cual abrió otra confrontación intramorenista: Monreal acusa al juez del caso como “de consigna”, y a la fiscalía estatal como servidora del ejecutivo, calificando al asunto de absurdo, ilegal, “de risa” en cuanto a lo jurídico, porque a él le consta lo recto del detenido. López Obrador, advirtió que esas rencillas dañan a Morena y a la Cuatro T, y que el gobernador es muy recto.
Así las cosas, el senador morenista está confrontado con Cuitláhuac García, con Claudia Sheinbaum, con varios senadores que ya no lo siguen como líder, con muchísimos lopezobradoristas, y sobre ello, contesta: que fue fundador de Morena, que es independiente de criterio y de opinión, que tiene diferencias con quienes abusan del poder porque cometen los excesos que cuestiona Morena.
Dice no tener rencillas, sino diversos puntos de vista. Que él lucha por que las ideas predominen sobre “este proceso de aniquilamiento que pretenden instaurar las facciones”. Por ello, “voy a luchar en el interior del partido, aunque no en igualdad de circunstancias, porque no las hay, no hay piso parejo”: pero no es mi intención confrontarme con el mandatario, porque “creo que la aportación que él ha hecho a este capítulo de la vida nacional, es sorprendente y es admirable”, es un demócrata, lo conozco muy bien luego de luchar 24 años juntos; es muy fuerte, “goza de apoyos no solo en Morena, sino con aliados y fuerzas independientes, por lo que, lo que haga por uno u otro de los aspirantes, es muy pesado: a uno se le apapacha, a otro se le reconoce y a uno más se le ignora”, por lo que la expresión de la militancia es un reflejo de esa conducta; pero “yo estoy muy tranquilo, he jugado las reglas de la política toda mi vida, nunca he corrido con la ventaja de la nomenclatura, y no reclamo trato diferente, ni patrocinio ajeno, solo quiero que se democratice la decisión del partido en el momento de tomarla”. Por ello ahora no debe haber confrontación irracional, “estamos a tiempo de evitar que la pugna y purga sean características de Morena”, eso a nadie le conviene.
Por lo supra escrito, muchos opinadores estiman que la única boleta para que Monreal sea candidato, no es por Morena sino en la oposición. Según Alejandro Páez, Ricardo “no es del PRI, pero no lo descarten; no es de MC, pero tiene un pie ahí; no es del PRD, pero lo tienen de aliado; no es del PT, pero el PT ha sido de él; es de Morena, pero en Morena se entiende por sus propios mensajes que no lo es tanto: ahora está en el reniega y vencerás, caminando hacia el ganar perdiendo, sino es que se revienta la liga…”. A eso de abanderar otro partido, el senador contestó pronto: “Espero que no, ya pasó una historia con un presidente de la república”.
Finalmente, en cuanto a su relación con el primer magistrado, trata de poner punto final con el siguiente mensaje difundido en sus redes sociales: “Hace casi un cuarto de siglo inicié una larga travesía de lucha política con el Lic. Andrés Manuel López Obrador para transformar las instituciones de la nación. Fue la mejor decisión; nunca confrontaré al presidente ni me alejaré de mis ideales por un mejor país. ¡Viva México!”.
JALISCO
Un comienzo con luces y sombras de Lemus en tragedia de desaparecidos

Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac //
La crisis de desapariciones en México, y particularmente en Jalisco, es una herida abierta que refleja la descomposición del tejido social y la incapacidad del Estado para garantizar la seguridad y la justicia con gobernantes que han evadido su responsabilidad, minimizando el grave problema.
La llegada de Pablo Lemus al Gobierno de Jalisco despierta una mezcla de esperanza y escepticismo en un estado que carga con la vergüenza de ser líder nacional en desapariciones, con más de 15,000 personas perdidas en las sombras.
Lemus ha dado pasos iniciales que, al menos en el discurso, reconocen la gravedad del problema, algo que su predecesor, Enrique Alfaro, evitó con frases desafortunadas que culpaban a las víctimas, culpando a los medios de magnificar el problema.
La creación de la Secretaría de Inteligencia y Búsqueda de Personas Desaparecidas, aprobada en octubre de 2024 y jefaturada por Edna Montoya Sánchez, es una señal de intenciones. Promete centralizar esfuerzos, integrar tecnología forense y coordinarse con colectivos de buscadores, como Guerreros Buscadores de Jalisco. Reuniones con líderes como Indira Navarro, quien ha encontrado más fosas que muchas fiscalías, muestran una apertura que contrasta con el cerco de la administración anterior.
Sin embargo, las promesas no son nuevas. En 2018, Alfaro también anunció una “estrategia integral” que nunca llegó a puerto. La secretaría de Lemus, aunque bien intencionada, nace con dudas: el presupuesto de 65 millones 200 mil pesos se ve muy bajo si se trata de enfrentar y buscar solución al principal problema de Jalisco.
¿Evitará la burocracia que asfixia a la Comisión de Búsqueda? El anuncio de mesas de trabajo con la Universidad de Guadalajara y la FEU es positivo, pero suena a eco de iniciativas pasadas que se diluyeron en foros sin impacto.
Más preocupante es la falta de claridad sobre cómo enfrentará a la criminalidad tan poderosa en la entidad. Su respaldo a la investigación federal sobre el campo de entrenamiento y supuesto crematorio en el Izaguirre Ranch de Teuchitlán en marzo de 2025 sugiere disposición a colaborar con la Federación, pero delegar responsabilidades no basta en un estado donde la complicidad local es un secreto a voces.
Recursos, pero con condiciones
Jalisco no es cualquier estado. Con un presupuesto de 174 mil millones de pesos en 2024 y una economía pujante, Lemus tiene los medios para marcar una diferencia, pero solo si los usa con audacia. Puede transformar la Fiscalía Especial en Personas Desaparecidas, hoy un elefante blanco, con investigadores capacitados y libres de nexos con el crimen.
Puede invertir en un Centro Regional de Identificación Humana, como el de Coahuila, para procesar los restos de las más de 1,000 fosas clandestinas halladas en el estado desde 2018. Puede, también, liderar un esfuerzo legislativo que garantice derechos a las familias de los desaparecidos, desde permisos laborales hasta fondos de reparación, algo que estados como Chihuahua han implementado con éxito.
Un plan sin excusas
Si Pablo quiere ser recordado como el gobernador que enfrentó la crisis de desaparecidos, debe actuar con medidas concretas y medibles, no con discursos. Primero, dotar a la Secretaría de Inteligencia y Búsqueda de al menos 500 millones de pesos anuales, suficientes para contratar forenses, analistas de inteligencia y equipo de geolocalización. Esta secretaría debe rendir cuentas trimestrales, con metas claras: localizar 1,000 personas vivas o restos identificados en dos años. Los colectivos, que han hecho el trabajo del Estado, deben tener un asiento permanente en su consejo asesor, no solo reuniones protocolarias.
Auditar la Fiscalía Estatal y la Comisión de Búsqueda. Casos como el de Teuchitlán, donde colectivos hallaron restos ignorados por las autoridades, son una bofetada a la confianza ciudadana. Depurar a funcionarios corruptos o negligentes es impostergable.
Crear un fondo estatal de 100 millones de pesos para las familias de los desaparecidos, cubriendo asistencia psicológica, legal y económica, como lo pidió Blanca Yolanda, cuyo caso sigue sin respuesta desde 2024.
Las buscadoras, como Indira Navarro, necesitan escoltas en zonas de riesgo, tras episodios como la emboscada de Tlajomulco en 2023 que dejó seis policías muertos. Quinto, impulsar una campaña estatal que use estadios, escuelas y medios para educar y movilizar. Los Charros de Jalisco podrían dedicar juegos a las víctimas, y los artistas locales, como Alejandro Fernández, podrían sumarse a un mensaje de unidad.
El papel de la sociedad
La sociedad también tiene un rol. He visto cómo la indiferencia ciudadana perpetúa estas tragedias. Lemus debe convocar a los jaliscienses a romper el silencio, denunciando anónimamente fosas o apoyando a colectivos. Pero no puede cargar solo con la responsabilidad: la Comisión Estatal de Derechos Humanos, que dirige Luz del Carmen Godínez, designada en los tiempos del gobernador Enrique Alfaro, que ha sido tibia en el tema de los desaparecidos, debe asumir una actitud responsable y comprometida con las víctimas y un rol más protagónico, ya que se requiere su voz a favor de la justicia y poner un alto a esta tragedia que tanto dolor ha ocasionado entre las familias jaliscienses.
Pablo tiene mucho por hacer y sin duda este tema de los desaparecidos es su principal desafío: si logra resolverlo pasará a la historia como el mejor gobernador de los nuevos tiempos, un gobernador comprometido y responsable. Eso es lo que anhelan los jaliscienses, que hable menos y actúe con más determinación, con metas y resultados tangibles y medibles.
JALISCO
Simulación vestida de protocolo: Los balcones del poder y la tragedia de los desaparecidos

Crónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco //
Nada más ridículo, nada más infame, que la simulación vestida de protocolo. El jueves 10 de abril, mientras 20 rostros de estudiantes desaparecidos clamaban justicia desde las fichas pegadas en los muros del centro de Guadalajara, el equipo de comunicación del gobernador de Jalisco, Pablo Lemus, montó su propio espectáculo desde el balcón del Palacio de Gobierno. No fue un acto de Estado. Fue un montaje. Un burdo teatro de crisis con telón de fondo, luces naturales y actores de reparto con cargo académico.
Allí estaban: la rectora general de la Universidad de Guadalajara, Karla Planter Pérez; la presidenta de la Federación de Estudiantes Universitarios, Zoé García Romero; y el secretario general universitario, César Barba Delgadillo. Todos ellos en fila, al sol, como si el guion les exigiera mostrar compromiso a base de insolación y sonrisa. Abajo, el dolor; arriba, la pose.
La escena no fue casual, fue deliberada. Y como suele ocurrir con las puestas en escena del poder, el tiempo fue el mejor cómplice. La cita originalmente pactada entre la rectora y el gobernador se iba a realizar en Casa Jalisco a las 11:30. Pero –¡oh divina coincidencia! – el encuentro se trasladó a Palacio de Gobierno a las 13:00 horas: justo cuando los estudiantes y familiares, con lágrimas y pancartas, tenían planeada su concentración frente al mismo edificio… ¡pura coincidencia!
¿Quién cree en coincidencias en política? Nadie con tres neuronas activas. Lo que vimos no fue la interrupción de una reunión para atender una protesta, sino la escenificación planeada de una falsa atención.
Lemus salió al balcón solo después de que los gritos desde la plaza lo obligaran. “¡gobernador, escúchanos, por favor!”, “¡somos estudiantes, no somos delincuentes!”, clamaban. Pero Lemus no se bajó a la plaza. En cambio, montó una mesa de trabajo a cielo abierto, en pleno balcón, como si los rayos del sol purificaran la hipocresía. ¿A quién carajos se le ocurrió ese patético espectáculo?
¿Y qué resultó de ese bochornoso espectáculo? La promesa de que habrá mesas de trabajo. Que habrá información. Que habrá coordinación con los tres niveles de gobierno. Palabrería hueca, reciclada de las promesas que no han impedido que Jalisco sea epicentro nacional de desapariciones. Que lo diga Teuchitlán. Que lo griten las familias que ya no duermen, que buscan en fosas y hospitales, en redes sociales y servicios forenses sobrepasados de cuerpos.
Lo más triste no fue Lemus. Fue ver a la rectora Karla Planter, a la dirigente estudiantil Zoé García y al secretario César Barba prestarse para semejante pantomima. ¿Qué hace una rectora sentada en un balcón mientras sus estudiantes exigen respuestas desde la calle? ¿A quién representa una líder estudiantil que se deja retratar como ornamento de la simulación institucional? ¿Dónde está la autonomía universitaria si el rectorado y su representación estudiantil se convierten en comparsa del Ejecutivo?
Planter, en un tuit posterior, habló de “coincidencias”. García Romero no cuestionó el cambio de sede ni de hora. Barba, en silencio. Y mientras tanto, la FEU difundía en sus redes: “¡Nos faltan estudiantes!”. ¿Nos faltan? Sí. Pero también nos sobran funcionarios indiferentes y dirigentes estudiantiles obedientes.
Los manifestantes pedían justicia, no una sesión de fotos. Exigían presencia del Estado, no una escena grotesca de conciliación ficticia. Lemus, experto en manejar el escaparate político, hizo lo que mejor sabe: montarse en una crisis para aprovechar una oportunidad. Nada nuevo. Así gobernó Zapopan. Así deslumbró en Guadalajara. Así inaugura su sexenio en Jalisco: entre cortinas, cámaras y balcones.
El mensaje no fue para las familias. Fue para los likes, para los reels, para los medios. Lo que logró el equipo de comunicación del gobierno de Jalisco fue una producción de redes sociales disfrazada de política pública. Una respuesta oportunista a una crisis estructural.
Pero lo más ofensivo fue que todo ocurrió unos días antes de Semana Santa, cuando los estudiantes están de vacaciones, cuando las escuelas están cerradas, cuando los pasillos universitarios están vacíos.
Este es el fondo del problema: mientras el dolor se expresa con marchas, el poder responde con puestas en escena. Mientras los familiares pegan fichas de búsqueda, el equipo de comunicación del gobernador pega frases hechas. Mientras se juega con el sufrimiento ajeno, se manipula a los medios con imágenes producidas desde Casa Jalisco.
Y no se engañen. Esto no es un error de cálculo, ni una falla de protocolo. Es estrategia. Es una narrativa de control que busca normalizar el horror con mesas, actas, sillas al sol y comunicados institucionales.
Pero hay cosas que no se maquillan. La ausencia de 20 estudiantes no se borra con videos. La responsabilidad del Estado no se elude con balconazos. La dignidad de una universidad pública no se entrega por un lugar en la escenografía oficial, olvidando que el líder moral del Grupo Universidad prefirió morir antes que claudicar… precisamente aprovechando las vísperas de una Semana Santa.
La gran pregunta que queda es: ¿hasta dónde están dispuestos los actores universitarios a prestarse al juego del Ejecutivo? Porque hoy, frente a todo Jalisco, su papel no fue el de contrapeso, sino el de patiños. Y si ese será el tono de los próximos seis años, entonces el guion está claro: los balcones seguirán llenos de sonrisas vacías, mientras las calles se llenan de nombres, rostros y ausencias.
Y ahí sí, ni con todos los reflectores del mundo podrán ocultar el vacío.
En X @DEPACHECOS
NACIONALES
Daniel Cosío Villegas y el dominio presidencial

Conciencia con Texto, por José Carlos Legaspi Íñiguez //
Muy certero el dicho aquel de “quien no conoce la historia está condenado a repetirla”.
Daniel Cosío Villegas, historiador, economista, catedrático, intelectual reconocido por tirios y troyanos, escribió varios libros que dieron luz para comprender cómo se hizo y cómo funcionó el Sistema Político Mexicano, confeccionado por revolucionarios, entre los que sobresalen, Álvaro Obregón, Venustiano Carranza, Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas y otros.
Don Daniel Cosío Villegas, quien tuvo que aclarar la mentirijilla que propagó de haber nacido en Colima, en 1900, cuando en verdad nació en la Ciudad de México en 1898, estableció en varios de sus libros, ensayos y textos, que México vivió alrededor de 70 años un sistema autoritario, presidencial y con un partido dominante.
Habrá que estar muy atentos a lo escrito por este sociólogo y diplomático que desnudó y encabritó a no pocos miembros de la élite que gobernó nuestro país desde que la Revolución se bajó del caballo hasta que llegó Fox con sus botas piteadas.
Don Daniel consideró que los poderes metaconstitucionales, de por sí concesionados en la Magna Carta de 1917, motivaron la Centralización del Poder en los rubros de política, economía y geografía. Esta concentración fue perversa, centralista y castrante para el resto de las entidades de la República. Tiempos hubo que en política “no se movía una hoja del árbol” sin la aprobación del Presidente de la República (así con mayúsculas) porque su poder era inmenso, total y arbitrario.
La subordinación de las autoridades municipales, estatales, así como de los poderes Legislativo y Judicial, al omnímodo poder presidencial se tornó, incluso, patético, absurdo y kafkiano.
El presidente priista en turno era un dios sexenal, que hacía y deshacía según su voluntad, su ánimo y sus intereses personales y de grupo. ¡Ay de aquél o aquellos que osaran ir en contra de la voluntad del todopoderoso presidente! Le esperaba cárcel, muerte política o… de veras.
Con esas condicionantes se canceló así la actividad política como factor de movilidad social; brilló la ausencia de un programa político claro y se apoderó del poder el oportunismo descarado y descarnado de las huestes “hienas” que pululan siempre buscando la carroña que dejan los “leones” de la grilla.
Un factor más fue el partido único, mediante el cual se legitimaron los cambios sexenales para aparentar la democracia hacia afuera, hacia los observadores mundiales. Mientras se mostraba esa falsa careta democrática al interior del partidazo y de otros partidos paleros, se practicaba la sumisión total al detentador del poder político.
Don Daniel Cosío Villegas publicó en 1972, bajo el auspicio de la Universidad de Texas, su ensayo “El sistema político mexicano, las posibilidades de cambio”.
Estableció que la creación del Partido Nacional Revolucionario, ideado en 1920, pero nacido hasta 1929, fue creado para eliminar el caudillismo de los neopolíticos postrevolucionarios, la mayoría hombres de armas, y así disminuir la violencia. Esto generó la “pax post revolución”, con el beneficio de sentar bases sólidas de la economía y algunos programas con objetivos sociales.
Octavio Paz, premio Nóbel de Literatura, solía decir que Cosío Villegas, “nos hizo conscientes de la dignidad humana”. Cosío Villegas fue director de la Escuela de Economía de la UNAM en 1933. Fue el primer director del Fondo de Cultura Económica, de 1934 a 1948 y presidente del Colegio de México de 1957 a 1963. Justamente don Daniel, siendo diplomático en Portugal, sugirió al entonces presidente Lázaro Cárdenas del Río, traer a México a los intelectuales españoles perseguidos por Francisco Franco por su afán republicano.
Ellos, los refugiados españoles fundaron la Casa de España, a la postre convertida en el Colegio de México. En 1943 el presidente Manuel Ávila Camacho aprueba y se crea el Colegio Nacional. Entre sus iniciadores está don Daniel Cosío Villegas y los jaliscienses, José Clemente Orozco, Enrique González Martínez, Mariano Azuela, acompañados por Manuel Sandoval Vallarta, Carlos Chávez, Alfonso Reyes, Alfonso y Antonio Caso, Ignacio Ochoterena, Diego Rivera, José Vasconcelos e Ignacio Chávez.
Cosío Villegas estableció que “el dominio presidencial mata todo espíritu cívico y convierte la vida política del país en una farsa profundamente aburrida”.
A este gran pensador mexicano se le consideró un liberal constitucionalista. Sus palabras parecieran resonar en estos tiempos de regresión al tiempo en que el sistema político mexicano se regía por el autoritarismo, la descalificación de los adversarios, la sumisión de los poderes, la compra de voluntades, el absolutismo y totalitarismo encarnado en un partido único al servicio del presidente en turno.
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