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MUNDO

Las disputas por Mar de China Meridional: Tensión internacional aumenta, sube precio de los commodities

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Economía Global, por Alberto Gómez R. //

La escalada de tensiones internacionales se acrecienta. Al asumir el cargo presidencial el demócrata Joe Biden, era seguro que Estados Unidos buscaría por la vía bélica tratar de conservar su poderío ya en franco declive, ante el ascenso de nuevos poderes económicos, políticos y militares en el orbe, que han significado el fin de la hegemonía estadounidense.

Washington y sus aliados en Oriente –entre ellos Japón- evidencian a cada movimiento sus intenciones sobre su gran rival: China. Las disputas por el Mar de la China Meridional escalan de tono, a la par que se lanzan acusaciones de uno y otro bando tratando de legitimar su presencia militar en la región.

El mar de la China Meridional o el mar del Sur de China es el nombre usado comúnmente para referirse al principal cuerpo de agua del Sudeste Asiático, pues sus aguas bañan las costas de ocho países de la región. La Organización Hidrográfica Internacional (IHO, por sus siglas en inglés) acuñó el nombre South China Sea (su traducción en español es mar del Sur de China) en su publicación Limits of Oceans and Seas en 1953.

Los Estados que limitan con el Mar de China Meridional son los siguientes: Brunéi, Camboya, China, Indonesia, Malasia, Filipinas, Singapur, Taiwán, Tailandia y Vietnam.

Vietnam, Malasia y Filipinas desde hace algunos años han reclamado ante la Corte Internacional de Justicia su soberanía en las plataformas continentales que se extienden sobre esta región del Mar de China Meridional, logrando fallos a favor de estos, pero que China se niega a acatar, haciendo caso omiso, bajo el reclamo más del 80 por ciento de la región como suya.

Esta región es rica en recursos pesqueros, petróleo y gas natural, y las rutas marítimas que pasan por el Mar de China Meridional son de las más transitadas del mundo, es por ello que esta zona es tan importante para los países en disputa. Naciones occidentales como Estados Unidos y el Reino Unido también alegan que los conflictos en este mar comprometen la libre navegación en los mares y el comercio internacional, por lo que de escalar a un conflicto mayor, podrían adherirse otras naciones.

Los ejercicios militares llevados a cabo por las naciones circundantes a dicha zona, se han venido desarrollando con mayor frecuencia y amplitud cada vez. En 2019 Taiwán llevó a cabo los mayores ejercicios militares en su historia, bajo un escenario que simulaba la invasión de China sobre su territorio.

Taiwán es una nación insular (isla) a 180 km al este de China, reclamada por el gobierno popular chino como extensión de su territorio bajo argumentos históricos que datan de hace 1700 años, cuando comenzó la explotación de la isla por los chinos. Taiwán ha sido motivo de invasiones y guerras entre países no sólo de oriente, sino de países occidentales como Holanda, Reino Unido, Estados Unidos y Japón.

Aunque Taiwán es territorio de China, son dos gobiernos y visiones del mundo totalmente distintas; mientras el taiwanés es un gobierno democrático y abiertamente occidentalizado con reminiscencias de la China Imperial, el gobierno del Partido Comunista Chino (PCCH), impuso un nuevo orden totalmente cerrado a las influencias de occidente a partir del fin de la guerra civil china, en 1949.

Al incrementarse las tensiones políticas entre Taiwán y China, EE.UU. juega el papel de defensor del país insular, ya que es el pretexto ideal para su presencia militar en aquella zona, ahora continuamente patrullada por la armada china, que aumenta en poder y número su vigilancia, así como las maniobras militares que buscan demostrar el poderío del gigante asiático, y disuadir a sus adversarios de cualquier maniobra en su contra.

Las relaciones entre China y EE.UU. podrían desencadenar un conflicto bélico de alcances mayores si los halcones de Washington continúan con su discurso belicista y confrontador, aun a sabiendas que en una guerra armada con China, Estados Unidos perdería, según cálculos hechos por las súper-computadoras del Pentágono.

El clima de tensiones políticas internacionales, impactan directamente en la economía global, agregando a este coctel la crisis económica del covid-19, que ahora comienza a mostrar su verdadero impacto.

En una columna de opinión de The Wall Street Journal, el presidente de la Reserva Federal (Fed), Jerome Powell, racionalizó y defendió el rescate ultra radical -antes inimaginable y verdaderamente atroz- de los titulares de activos (acciones y bonos) desde hace un año por parte de la Fed, cuando en tan sólo tres meses emitió 3 billones de dólares y adquirió activos con ellos, anunciando en los medios tales adquisiciones, así como muchos más billones para futuras compras, para inflar aún más los precios de los activos, haciendo inmensamente ricos a sus titulares. Esta es la razón por la que la desigualdad de la riqueza sigue continua en aumento, incrementando así en 85.6 billones de dólares al 10% superior de los estratos más ricos en EE.UU. Esto quiere decir que el 1% de aquel país –los más ricos- entre el 4º. Trimestre del 2019 y el del 2020, han aumentado su riqueza en 11.7 millones de dólares por persona.

Sin embargo, todo este mar de dinero requiere de legitimidad para continuar su ciclo económico y alargarlo el mayor tiempo posible, porque saben que de ello depende su supervivencia como potencia mundial y es por ello que, como su negocio más rentable son las guerras, comienzan a provocar una oleada de inestabilidad en varias regiones del mundo y no únicamente en el Mar de la China Meridional, sino en Asia, Europa Oriental y Latinoamérica.

Las tensiones políticas internacionales generalmente tienen impacto en algunos commodities como el petróleo, oro, plata, granos, así como en acciones de empresas de logística y del ramo tecnológico, lo que genera un aumento en el precio de los insumos y productos elaborados. Aunado a lo anterior, los conflictos o problemas en puntos geoestratégicos para el tránsito marítimo y comercio internacional, como el Mar de China Meridional, el Canal del Suez –que estuvo cerrado durante 6 días y provocó pérdidas de miles de millones de dólares- o el estrecho de Ormuz –por donde transita el 21% del petróleo líquido mundial y un 1/3 del gas natural del mundo- con la tensión constante entre EE.UU. e Irán que ponen en riesgo ese importante paso marítimo, han provocado el aumento exagerado en el precio de los servicios logísticos, que se refleja en los bolsillos de los consumidores tan fuertemente golpeados desde 2020 con la caída de la economía mundial y el descenso de la demanda, que ha generado graves distorsiones al ciclo económico natural, incrementando las desigualdades económicas en todo el mundo.

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JALISCO

Frivolidad política devastadora: Mientras arde la ciudad

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

El mundo se tambalea en un vértigo de titulares y caos. Cada día trae una nueva grieta: un ataque quirúrgico de Israel a Irán que tensa el tablero global, protestas en Estados Unidos que hierven con furia contra el ICE, y un gobernador de Florida que, con desconcertante naturalidad, justifica atropellar manifestantes como si hablara del clima. La realidad parece un guion distópico donde la sensatez es una reliquia y los extremos han reclamado el centro del escenario.

En medio de este desorden, el poder, lejos de ser un ancla, a menudo se convierte en un espectáculo: líderes que prefieren el brillo de las cámaras al peso de las decisiones, que confunden gobernar con posar.

En esa obsesión por la imagen, en esa danza de vanidades, resuena el eco de un gobernante que convirtió su administración en una obra de teatro, donde el aplauso importaba más que la estabilidad y el bienestar de su pueblo.

Ese gobernante no cargaba con responsabilidades, sino con un espejo en el que se contemplaba con fascinación. Mientras sus consejeros urgían reformas, él organizaba fiestas. Cuando las calles ardían, ensayaba canciones. Si las crisis lo alcanzaban, las maquillaba con destreza. Su habilidad para evadir la realidad era casi poética: transformaba cualquier incendio en un fondo perfecto para su retrato. No gobernaba: posaba.

Su entorno, por supuesto, aprendió a adaptarse. Los colaboradores se convertían en cortesanos y el pueblo, acostumbrado a la miseria de la rutina, empezó a convencerse de que tal vez la frivolidad también podía ser una forma de liderazgo. Al menos era vistosa. Al menos era constante. Al menos sonreía.

La ciudad, mientras tanto, se agrietaba. Las calles eran menos seguras, los servicios más ineficientes, el ánimo más crispado. Pero todo eso quedaba fuera del encuadre. Porque el verdadero país era el que se veía en sus retratos: moderno, brillante, alegre, superficial. Un país de fachada.

El personaje en cuestión tenía un talento muy particular: sabía producir momentos. No políticas, no resultados, no estrategias. Momentos. Instantáneos momentos cuidadosamente orquestados donde él era siempre el centro, el héroe, el mesías. Lo mismo aparecía abrazando a un anciano que bailando en una plaza pública, rodeado de luces y cámaras.

Era adorado por su carisma, celebrado por su estilo, temido por su egocentrismo. Su capacidad para desviar la atención era absoluta. Nadie podía mirar a otro lado cuando él estaba presente, aunque nada relevante estuviera ocurriendo. Y es que, en el fondo, él no quería cambiar el mundo. Quería que el mundo lo aplaudiera.

Pero el culto a la imagen tiene una condena inevitable: necesita crecer, siempre. Cada selfie debe superar a la anterior. Cada evento debe ser más estridente. Cada sonrisa más amplia. Es un ciclo adictivo, y también profundamente frágil. Porque cuando la realidad irrumpe —cuando el fuego ya no puede disimularse con luces de neón—, el telón se cae y deja al descubierto lo que siempre estuvo ahí: la incompetencia, la vanidad, el vacío.

Hubo un día —el más recordado de su administración — en que las llamas consumieron la ciudad. Las teorías abundaron: que fue un accidente, que fue un castigo divino, que fueron sus enemigos. Pero todos sabían, en el fondo, que el incendio no era nuevo. Que la ciudad llevaba años ardiendo lentamente, bajo el disfraz de la fiesta. Y que él, en lugar de apagarlo, bailó.

Y no metafóricamente: bailó, cantó, recitó. Mientras miles lo perdían todo, él organizó concursos de poesía. Mientras las estructuras colapsaban, él afinaba su lira. Mientras su pueblo gritaba, él ensayaba su mejor nota. No por maldad, sino por indiferencia. No por crueldad, sino por vanidad.

Y así terminó: solo, odiado, desfigurado por la historia. No por sus políticas, que nadie recuerda. No por sus reformas, que nunca existieron. Sino por haber confundido el gobierno con una puesta en escena. Por haber creído que el poder es una extensión del ego y no un contrato con los otros.

A veces, cuando veo cómo algunos gobernantes actuales se obsesionan con el encuadre perfecto, con la pose milimétrica, con la marca personal por encima del bien público, pienso en él, en Nerón, aquel emperador romano. Pienso en su brillo momentáneo. En su frivolidad devastadora. En su capacidad para construir una burbuja de halagos mientras su pueblo caminaba entre cenizas.

Pienso en los que creen que gobernar es un acto de autopromoción permanente. En los que prefieren las luces del espectáculo al trabajo discreto. En los que huyen de las decisiones difíciles y se aferran al aplauso fácil. En quienes usan el poder como un espejo, y no como una herramienta de transformación.

Y es que no hay nada más frágil que un gobierno sostenido por la imagen: la popularidad es volátil, los reflectores se apagan, el público se cansa. Pero el daño queda. Como entonces, también hoy hay quienes olvidan que la historia no recuerda a los que mejor posaron, sino a los que, incluso entre las llamas, supieron sostener el rumbo.

Los pueblos no se salvan con coreografías ni con filtros, sino con compromisos reales, con la incómoda pero necesaria sobriedad de quienes entienden que el poder es servicio, no espectáculo. La historia nos lo advierte: el culto a la imagen es un castillo de naipes que se derrumba ante la primera ráfaga de realidad. Mientras los líderes se pierden en la búsqueda del aplauso efímero, las ciudades se agrietan, los puentes se quiebran y la confianza se desvanece.

La frivolidad puede llenar titulares, pero no construye futuros. Hoy, cuando el escenario global parece repetir los mismos errores —líderes obsesionados con la pose, discursos que maquillan crisis, promesas que se disuelven en el humo de la indiferencia—, el riesgo es el mismo: un líder solo, atrapado en su propio reflejo, rodeado de cenizas mientras su pueblo, agotado de espejismos, deja de aplaudir.

Pero la historia también nos ofrece una elección: apostar por quienes, aun en medio de las llamas, eligen el trabajo silencioso, las soluciones incómodas, el liderazgo que no busca reflectores, sino resultados. Solo así, con la claridad de quienes ven el poder como un deber y no como un escenario, los pueblos pueden reconstruirse, no sobre los escombros del espectáculo, sino sobre la solidez de la responsabilidad.

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MUNDO

El cumpleaños de Trump

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Opinión, por Gerardo Rico //

“Si Estados Unidos viera lo que Estados Unidos está haciendo en Estados Unidos, Estados Unidos invadiría Estados Unidos para liberar a Estados Unidos de la tiranía de Estados Unidos”, así versa un copy que circula desde hace días en redes sociales y es un fiel retrato del galimatías en que se ha convertido el gobierno del presidente Donald Trump, con apenas 147 días en el poder.

En los últimos días, EE.UU. ha vivido deportaciones masivas, operativos de ICE y marines en centros de trabajo, migrantes esposados o escondiéndose, y protestas en Los Ángeles y 30 ciudades. El gobernador Newsom chocó con Trump, quien acusó a Sheinbaum de incitar manifestaciones. 

EE.UU. enfrenta deportaciones masivas, operativos de ICE y marines, migrantes detenidos y protestas en Los Ángeles y 30 ciudades. El gobernador californiano confrontó a Trump, quien acusó a Sheinbaum de provocar manifestaciones. La semana culminó con un desfile militar en Washington por el 250 aniversario del ejército, coincidiendo con el cumpleaños 79 de Trump.

En su discurso del 4 de marzo en el Congreso, Trump destacó su cruzada contra la inmigración irregular, el desmantelamiento de agencias estatales, despidos federales liderados por Elon Musk, y atacó a los demócratas. Amenazó con expansión en Panamá y Groenlandia, y sobre Ucrania, dijo que Zelenski está listo para la paz, sugiriendo un acuerdo.

Pero ¿a dónde nos lleva todo esto? Cuando en la realidad observamos una administración deficiente que a toda costa pretende ocultar los problemas internos que le aquejan, con una caída económica en lo que va de la gestión y una popularidad en picada a menos de cinco meses del inicio de su segundo mandato:

1.- La economía no despega y es evidente cada día que pasa el complicado estado de las finanzas en el vecino país del norte. La economía estadounidense cayó 0,3 % en el primer trimestre de 2025, en gran medida por el impacto de las tensiones comerciales desatadas por el presidente. El dato contrasta con el crecimiento del 2,4 % de los últimos tres meses de 2024.

2.- La situación fiscal presenta un panorama complejo con desafíos en el déficit presupuestario y la deuda pública. El déficit federal aumentó, superando los 1.4 billones de dólares en los primeros ocho meses del año fiscal 2025, según la Oficina de Presupuesto del Congreso. Se espera que la deuda pública estadounidense supere el 120% del PIB en 2026, lo que representa un desafío para la sostenibilidad fiscal, y el crecimiento del PIB se estima en apenas 2.6% para este 2025.

3.- El 2 de abril, Trump anunció el “Día de la Liberación”, imponiendo aranceles por prácticas comerciales “injustas”. Esto desató un desplome bursátil, una guerra comercial global y profunda incertidumbre económica nacional e internacional, con significativas consecuencias para los mercados.

4.- Originado de esto tuvo que ceder a las presiones de China en una guerra comercial que él mismo inició y no reconoce.Trump buscaba un trato más justo para las empresas estadounidenses y presionó a China para que hiciera cambios. En resumen, la guerra comercial entre las dos economías más grandes del mundo se desencadenó por acusaciones de prácticas comerciales desleales, lo que llevó a una escalada de aranceles y tensiones económicas entre las dos potencias mundiales. En los últimos días, reiniciaron negociaciones.

5.- Enfrentó una crisis en su gabinete. En los últimos meses, la relación entre Musk y el presidente Trump, fue objeto de atención y controversia. El hombre más rico del mundo señaló que Trump aparece en los expedientes y archivos fotográficos del escandaloso caso de pederastia del empresario Jeffrey Epstein, amigo cercano del presidente republicano.

6.- Trump repitió en varias ocasiones durante su última campaña electoral que, si era elegido, acabaría con la guerra Rusia-Ucrania en 24 horas después de asumir el cargo, pero casi cinco meses después su promesa chocó con la realidad. Trump ha retrocedido en su compromiso; extendió el plazo autoimpuesto a seis meses y después dijo que estaba siendo “un poco sarcástico” sobre el plazo de 24 horas. Más recientemente, dijo en una entrevista que Moscú podría estar “dando largas” a un acuerdo de alto al fuego, luego de correr de la Casa Blanca al presidente ucranio el uno de marzo.

7.- Y lo más reciente: las manifestaciones en su contra en prácticamente todo el territorio de Estados Unidos por su política migratoria.

Para celebrar su cumpleaños, el arrebatado jefe de la Casa Blanca organizó un desfile militar en Washington; su regalo fueron las manifestaciones contra la cacería de inmigrantes en los 50 estados de la Unión Americana y los avisos de divisionismo que ya originó en la nación que gobernará hasta el 21 de enero del 2029.

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MUNDO

Redefiniendo alianzas y el tejido social: El mundo ante la batalla definitiva por el futuro de la globalización

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Actualidad, por Alberto Gómez R. //

La pandemia fue el cisne verde que desnudó las entrañas podridas de un sistema. No un cisne negro imprevisible, sino un desenlace anunciado de desequilibrios ambientales y socioeconómicos que aceleró una pugna subterránea que hoy emerge con virulencia: la guerra entre fuerzas que buscan desmantelar la globalización neoliberal y poderes que intentan perpetuarla a toda costa. Esta disputa redefine alianzas, reconfigura mapas y tensa el tejido social global hasta el punto de ruptura.

FRACTURAS DEL MODELO: DE LA CURVA DEL ELEFANTE AL “CAPITALISMO ZOMBIE”

La globalización opera en tres esferas simultáneas: económica (deslocalización productiva), financiera (especulación desregulada) y petrolera (control geoestratégico de recursos). Un triángulo perverso donde el 20% de la «plutocracia global» concentra beneficios mientras el 80% sufre exclusión (Alfredo Jalife Rahme http://www.scielo.org.mx/).

El economista serbio-estadounidense Branko Milanovic aportó la metáfora definitiva para entender el malestar: la «curva del elefante». Su gráfico reveló cómo entre 1988 y 2008, el 1% más rico y las nuevas clases medias asiáticas ganaron terreno, mientras las clases trabajadoras occidentales y los más pobres del planeta quedaron estancados. «La globalización benefició a los ricos globales y a los pobres emergentes, pero destrozó a la clase media occidental», sentencia Milanovic.

Hoy ese modelo exhibe síntomas de agotamiento terminal:

Japonización económica: Crecimiento anémico y productividad estancada.

Deuda global en niveles estratosféricos: 247 por ciento del PIB mundial.

Fábricas fantasmas: Occidente ya no produce bienes, solo especula.

LOS CAMPOS DE BATALLA: ESTADOS UNIDOS, EL PACIENTE CERO

EEUU, epicentro del proyecto globalizador, vive su descomposición interna. La administración Biden heredó un país donde:

40 millones sobreviven con cupones de alimentos -y la cifra va en aumento-.

Ohio y Michigan albergan «zonas rojas» industriales devastadas.

La esperanza de vida cae por tercera vez desde la gripe española.

Este paisaje social alimentó el nacionalismo económico trumpista, que intentó frenar la hemorragia con aranceles y repatriación de empleos. Pero como advierte el analista francés Thierry Meyssan, «Trump declaró la guerra a los arquitectos del 11-S y nadie en el establishment lo apoyó». Su proyecto fracasó porque el Estado Profundo prefería otras salidas: desde la doctrina Rumsfeld-Cebrowski de guerras por recursos hasta el proyecto NEOM en Arabia Saudí, una ciudad-Estado para multimillonarios en el desierto.

LOS DESGLOBALIZADORES: DE BEIJING AL “EJE DE LA SOBERANÍA”

Frente al Occidente en crisis, emergen alternativas que plantean una desconexión controlada:

China ha pasado de taller del mundo a contrapeso geopolítico. Con reservas por encima del billón de dólares y una expansión tecnológica sin precedentes, Pekín impulsa la regionalización asiática mientras compite con el dólar mediante acuerdos en yuanes. Su estrategia, según Esteban Actis y Nicolás Creus, no busca destruir el orden liberal, sino reformarlo desde dentro.

Rusia encabeza el nacionalismo petrolero, estatizando recursos y tejiendo alianzas con Venezuela y Arabia Saudí. Las «nuevas siete hermanas» ya no son corporaciones privadas, sino gigantes estatales que desafían a Wall Street.

En Europa, fuerzas soberanistas de izquierda y derecha impulsan proyectos de autonomía estratégica. El italiano Manlio Dinucci documenta cómo la OTAN intenta sabotear estos movimientos, como ocurrió con Syriza en Grecia: «Alexis Tsipras llegó prometiendo solidaridad con Palestina, pero terminó firmando un pacto militar con Israel que solo tenía parangón con el de EEUU» (rebelión.org).

LA INGENIERÍA DEL CAOS: PANDEMIAS Y PASAPORTES DIGITALES

Cuando Trump fracasó y NEOM se estancó, la pandemia ofreció un nuevo tablero de juego. Según Meyssan, el equipo de Rumsfeld (incluyendo a Fauci y Hatchett) vio en el COVID-19 la oportunidad para:

Acelerar la deslocalización masiva mediante el teletrabajo.

Imponer pasaportes sanitarios como mecanismos de control social.

Legitimar el endeudamiento ilimitado de los Estados.

Klaus Schwab del Foro de Davos lo llamó «El Gran Reinicio». Su libro homónimo, descrito por Meyssan como «una mezcolanza de clichés catastróficos», anunciaba una sociedad orwelliana donde los datos reemplazan a la producción. Detrás de la retórica «inclusiva», Schwab es un operador de la CIA desde los años 70, cuando violó sanciones al apartheid sudafricano con tecnología nuclear (voltairenet.com).

EL MUNDO ENTRÓPICO: HACIA UN BIPOLARISMO CAÓTICO

Actis y Creus proponen el concepto de «bipolarismo entrópico» para definir el nuevo orden: dos polos (EEUU y China) cuya rivalidad genera caos sistémico en lugar de equilibrio. El peligro inmediato no es una guerra (la «Trampa de Tucídides»), sino el vacío de poder de la «Trampa de Kindleberger»: cuando el hegemón saliente no quiere liderar y el emergente no puede hacerlo (Dario, Leandro. scielo.org.ar).

Esta entropía se manifiesta en:

Cadenas de suministro rotas (como durante la crisis de semiconductores).

Guerras híbridas (Ucrania como campo de pruebas).

Alianzas líquidas (Arabia Saudí uniéndose a los BRICS).

LA REBELIÓN DE LOS PERDEDORES: CUANDO EL SAQUEO GENERA RESISTENCIA

Los conflictos actuales no son solo interestatales, sino revueltas contra el expolio:

En América Latina, el nacionalismo de recursos resurge en México y Bolivia, expulsando a corporaciones que operaban en condiciones neocoloniales. Mientras Jalife-Rahme señala la hipocresía occidental: «EEUU predica libre mercado, pero practica el ‘patriotismo económico’, protegiendo sus empresas estratégicas».

En Europa, la rebelión fiscal de agricultores y camioneros contra el libre comercio desregulado paraliza capitales, mientras partidos como el Rassemblement National en Francia ganan terreno con consignas proteccionistas.

Hasta las corporaciones tecnológicas juegan doble: Alphabet o Meta defienden la globalización digital mientras construyen búnkeres apocalípticos en Nueva Zelanda, preparándose para el colapso que ayudaron a crear.

El mundo enfrenta su desconexión definitiva, pero la pregunta crucial es: ¿desconexión para quién? Se perfilan tres escenarios:

1. Globalización reformada (el modelo Schwab/Soros): Mantiene estructuras de saqueo con rostro humano.

2. Regionalización con economías mixtas: Bloques como ASEAN o MERCOSUR con bancos y monedas propias.

3. Neorrenacimiento humanista: Utopía donde el humano reemplaza al mercado como centro.

Lo que ya no es viable es el fundamentalismo de mercado que convirtió naciones en zonas francas de explotación. Como sentencia Dinucci: «El verdadero muro no era el de Trump con México, sino el NAFTA que empobreció a ambos lados de la frontera» (Dinucci, Manlio. Rebelión.org). En esta guerra silenciosa, la única certeza es que el siglo XXI será el escenario donde se define si la desglobalización significa emancipación o simplemente, un saqueo más eficiente.

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