MUNDO
Los costos de la curva de aprendizaje: Nuevas tecnologías, nuevos riesgos de fraudes y errores

Política Global, por Jorge López Portillo Basave //
Todos hemos escuchado o incluso algunos hemos sido víctimas de hackeos en celulares. Por otro lado, la mayoría de los países están inmersos en la modernización de los sistemas de generación de energía y de transporte para sustituir flotas de vehículos.
Las policías están empezando a utilizar el llamado reconocimiento facial para perseguir a presuntos delincuentes. Como todo en la vida, el desarrollo viene con una costosa curva de aprendizaje. México no será ni el primero ni el último en padecer abusos y errores.
Un largo camino desde la Electronic Numerical Integrator & Analyzer Computer o ENIAC por sus siglas en inglés. La ENIEAC fue pagada por el Departamento de Defensa de los EUA y fabricada por la Universidad de Pensilvania en 1945 y fue la primera computadora de uso general programable de la historia del mundo. Era una máquina gigantesca que necesitaba un equipo de ingenieros para mantenerla funcionando, pesaba 30 toneladas y ocupaba más de 600 M2 de espacio.
El primer uso importante de la ENIAC fue para calcular la bomba nuclear y la bomba de hidrógeno y cálculos de balística. De ahí en adelante todo fue casi un sueño, en 1948 se introdujo el transistor y de ahí el microprocesador allá por 1971.
En 1974 una empresa contrató a dos jóvenes llamados Bill Gates y Paul G. Allen para ayudarle con la programación y el lenguaje de sus computadoras. Con el pago por su trabajo, en 1975 los jóvenes fundaron la empresa llamada Microsoft.
Un año después, en febrero de 1976 otro joven llamado Steve Jobs fundaba la empresa Apple. En los primeros años de los 80s ya esto era un boom de computadoras en negocios y algunos particulares.
La primera laptop fue vendida en 1984. En 1991 el internet se creó y para el 92 el famoso browser fue puesto en uso por la universidad de Chicago. Pero la ética y claro la regulación siempre deben estar presentes para evitar abusos. Lo que empezó como una herramienta del peso y el tamaño de un Tiranosaurio Rex ahora es microscópico y está en camino de ser independiente.
El 2023-2024 será conocido como el periodo en el que la Inteligencia Artificial se generalizó para el uso institucional, y seguro en un par de años será para el uso particular, pero esto no viene gratis.
La semana pasada la Sra. Porcha Woodruff de 32 años de edad, residente de Detroit, sometió una demanda en contra de las autoridades de su Ciudad y de su Estado. Comenta que en febrero de este año escuchó el timbre de la puerta de su casa. Como estaba en su 8º mes del embarazo tardó un poco de tiempo en llegar a la puerta mientras pedía a sus dos otros hijos de 4 y 6 años de edad que no hicieran mucho ruido.
Al abrir la puerta se dio cuenta que era la policía quien le ordenaba salir de su casa para ser detenida. Ella preguntó si era una broma, a lo que respondieron que no. Después consultó la razón a lo que el jefe de los seis policías respondió que era por tener una orden de arresto por haber sido señalada como ladrona de actos por la Inteligencia Artificial del Reconocimiento Facial de la Procuraduría del Estado de Michigan.
Ella alegó que eso era mentira, y materialmente imposible por su enorme panza. A lo anterior se sumó su suegra quien les pidió ser lógicos y ver que en su estado la Sra. Woodruff no podía casi caminar, menos robar un auto a mano armada y con violencia como decía la acusación en su contra.
Pero como la orden de arresto era clara, los policías la detuvieron en frente de sus dos hijos quienes naturalmente estaban asustados y llorando mientras que sus vecinos veían este espectáculo.
En prisión fue fichada y detenida durante once horas, durante esas horas ella sintió que iba a parir ahí dentro o incluso a tener un aborto por el estrés lo que afortunadamente no sucedió. Unos días después el juicio fue desechado por falta de evidencia y su hijo nació sin mayor complicación.
Ahora la Señora demanda a las autoridades por cientos de millones de dólares, porque las mismas confiaron su decisión y en consecuencia la vida de la víctima a una cámara y a la interpretación de las imágenes a la inteligencia artificial quien buscó en las bases de datos y la señaló a ella con base en su licencia de manejo.
Tesla ha admitido que hackers del gobierno chino han hackeado sus vehículos autónomos y en recientes demostraciones se ha demostrado que los vehículos sin conductor pueden ser hackeados e incluso obligados a seguir avanzando incluso cuando el pasajero presione el pedal de frenos.
Las tecnologías de la inteligencia artificial pueden ser aprovechadas por piratas de cualquier parte del planeta para controlar nuestros vehículos, hogares e instalaciones estratégicas como ya ha sucedido.
LA BUENA PRÁCTICA DE TIJUANA
En nuestro país, allá en Tijuana Baja California, el Gobierno Municipal ha ordenado a todos los centros nocturnos y bares conectar sus cámaras en tiempo real a las redes de la policía municipal. Lo anterior con el objeto de poder identificar a delincuentes y de poder responder con mayor eficacia en caso de ser necesario. Ya veremos quién más tiene acceso a esos circuitos de imágenes. Así el Big Brother nos vigila con el pretexto de la seguridad como siempre se ha dicho. Con el argumento o pretexto de la salud y de la seguridad los ciudadanos aceptan medidas que no aceptarían jamás.
Pero no solo los hackers pueden estar o están haciendo de las suyas. En fechas recientes se supo que la empresa norteamericana EV Proterra, fabricante de camiones de pasajeros eléctricos se fue a bancarrota, esto a pesar de que el gobierno de EUA ha destinado miles de millones de dólares en subsidios para el cambio de ese tipo de vehículos en los transportes públicos municipales y estatales. La empresa perdió $800 millones de dólares por malas prácticas lo que confirma que la corrupción y la ineficiencia no se han acabado con la tecnología, sino que se han encontrado nuevos modos de hacer cosas de manera incorrecta e inmoral.
La empresa EV Proterra fue promovida por el presidente Biden quien dijo en el 2021 que los éxitos de la misma le hacían verse bien a su administración. ¿Pensará lo mismo ahora?
El mercado de los autos eléctricos está creciendo, pero la demanda no ha crecido porque las naciones no tienen aún una red de abasto energético que garantice su operación, esto más allá de lo largo de las cargas y de lo riesgoso de los hackeos. La empresa Ford ha perdido $4 mil millones de dólares, GM ha perdido $3 mil millones de dólares en este tipo de vehículos. Hasta el momento las dos marcas han subsidiado sus pérdidas con dinero del gobierno y con ganancias de las ventas de los vehículos de gasolina.
Hablando de mercados, en los alimentos también la inteligencia artificial ha hecho debut con sus ideas dando recetas para cocinar con sustancias tóxicas. En Nueva Zelandia la cadena de supermercados PAKnSAVE a través de su app da recomendaciones incluías las recetas para aguas aromáticas con amoniaco, cloro y agua purificada. En la receta para arroz, sorpresa, se sugería el uso de cloro y para el postre se recomendaban unos besitos de metanol.
Si con el pretexto de la libertad muchos abusos se cometen, con el pretexto del progreso muchos más se cometerán hasta que las nuevas tecnologías sean tan comunes que nadie nos pueda estafar, engañar, robar, engañar o coercionar con o por el uso de las mismas.
CARTÓN POLÍTICO
Edición 807: Magistrada Fanny Jiménez revoca rechazo de pruebas y defiende Bosque de Los Colomos
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LAS CINCO PRINCIPALES:
MUNDO
Tolerancia en tiempos de algoritmos

– Opinión, por Miguel Anaya
¿Qué significa ser conservador en 2025? La etiqueta, lejos de significar a una persona o grupo de ellas, aglutinadas en torno a la Biblia o valores cristianos, se ha vuelto un acto de rebeldía. El conservadurismo pareciera significar a una nueva minoría (o una mayoría silenciosa) que enfrenta un prejuicio constante en redes sociales.
En sociedades donde la corrección política dicta el guion, ser conservador implica defender valores tradicionales —para algunos valores anacrónicos— en medio de un mar de redefiniciones. La sociedad dio un giro de 180 grados en tan solo 20 años y aquellos que señalaban hace dos décadas, hoy son señalados.
¿Y ser liberal? El liberalismo que alguna vez defendió la libertad frente al Estado hoy se ha transformado en progresismo militante: proclamar diversidad, reivindicar minorías, expandir derechos. Noble causa, sin duda.
El problema comienza cuando esa nobleza se convierte en absolutismo y se traduce en expulsar, callar o cancelar a quien no repite las consignas del día. El liberal de hoy se proclama abierto, pero con frecuencia cierra la puerta al que discrepa. Preocupante.
He aquí la contradicción más notable de nuestro tiempo: vivimos en sociedades que presumen de “abiertas”, pero que a menudo resultan cerradas a todo lo que incomoda. Lo que antes era normal hoy puede costar reputación, trabajo o, en casos extremos, la vida. Hemos reemplazado la pluralidad por trincheras y el desacuerdo por el linchamiento mediático (“funar” para la generación Z).
La polarización actual funciona como un espejo roto: cada bando mira su fragmento y cree que posee toda la verdad. Los conservadores se refugian en la nostalgia de un mundo que quizá nunca existió, mientras que los liberales se instalan en la fantasía de que el futuro puede aceptar todo, sin limitantes.
Ambos lados olvidan lo esencial: que quien piensa distinto no es un enemigo para destruir, sino un ciudadano con derecho a opinar, a discernir y, por qué no, a equivocarse humanamente.
La violencia y la polarización que vivimos, no son fenómenos espontáneos. Son herramientas. Benefician a ciertas cúpulas que viven de dividir, a las plataformas digitales que lucran con cada insulto convertido en tema del momento.
El odio es rentable; la empatía, en cambio, apenas genera clics. Por eso, mientras unos gritan que Occidente se derrumba por culpa de la “ideología woke”, otros insisten en que el verdadero peligro son los “fascistas del siglo XXI”. Y en el ruido de esas etiquetas, el diálogo desaparece.
Lo más preocupante es que ambos discursos se han vuelto autorreferenciales, encerrados en su propia lógica. El conservador que clama por libertad de expresión se indigna si un artista satiriza sus valores; el liberal que defiende la diversidad se escandaliza si alguien cuestiona sus banderas.
Todos piden tolerancia, pero solo para lo propio. Lo vemos en el Senado, en el país vecino, tras el triste homicidio de Charlie Kirk y hasta en los hechos recientes en la Universidad de Guadalajara.
En buena medida, este mal viene precedido de la herramienta tecnológica que elimina todo el contenido que no nos gusta para darnos a consumir, solo aquello con lo que coincidimos: EL ALGORITMO.
El algoritmo nos muestra un mundo que coincide totalmente con nuestra manera de pensar, de vivir, de vestir, nos lleva a encontrarnos únicamente con el que se nos parece, creando micromundos de verdades absolutas, haciendo parecer al que piensa un poco distinto como ajeno, loco e incluso peligroso. Algo que debe ser callado o eliminado.
Occidente, en 2025, parece olvidar que lo que lo hizo fuerte no fue la homogeneidad, sino la tensión creativa y los equilibrios entre sus diferencias. Quizá el desafío es rescatar el principio básico de que la idea del otro no merece la bala como respuesta.
Solo la palabra, incluso aquella que incomoda, puede mantener vivo un debate que, aunque imperfecto, sigue siendo el único antídoto contra el silencio y la complicidad impuestos por el miedo o la ignorancia.
MUNDO
De espectador a jugador: El Plan México y los nuevos aranceles

– A título personal, por Armando Morquecho Camacho
En la historia de la política internacional, las decisiones económicas suelen asemejarse a partidas de ajedrez: cada movimiento no solo busca ganar terreno en el presente, sino también anticipar jugadas futuras que podrían definir la victoria o la derrota.
México, con el anuncio de aranceles de hasta un 50% a productos provenientes de países sin acuerdos comerciales —particularmente China—, ha hecho una jugada que puede parecer arriesgada, pero que revela un cálculo estratégico más amplio: equilibrar una balanza comercial desigual y, al mismo tiempo, alinearse con el tablero donde Estados Unidos y China libran una guerra cada vez más abierta.
La presidenta Claudia Sheinbaum ha justificado la medida bajo dos argumentos centrales: primero, la necesidad de equilibrar la balanza comercial con China, que hoy refleja una brecha difícil de ignorar; y segundo, el impulso del llamado Plan México, su proyecto estrella para transformar la economía y fomentar la producción nacional.
Visto desde esa óptica, el arancel no es un simple impuesto, sino un muro de contención frente a la dependencia excesiva de productos chinos y, al mismo tiempo, una palanca para reconfigurar las cadenas de valor en territorio mexicano.
El gesto tiene también una lectura geopolítica. Estados Unidos ha reactivado una estrategia de confrontación comercial contra China y la Unión Europea ha hecho lo propio. México, tercer socio comercial de Estados Unidos y pieza clave en la industria automotriz de Norteamérica, no podía permanecer neutral. Imponer aranceles de este calibre es enviar una señal de lealtad estratégica a Washington, asegurando que México no será el eslabón débil en la cadena norteamericana.
La analogía podría entenderse si imaginamos un puente colgante sobre un río. Durante décadas, México ha cruzado ese puente que fue construido con materiales chinos y que servían de soporte a la industria nacional. Ahora, la decisión de elevar aranceles implica retirar varios de esos tablones y reemplazarlos con productos propios o con piezas de otros socios.
No es una tarea sencilla. Estos cambios en un inicio podrían debilitar el puente, pero esto se hace con la finalidad de consolidar la estructura y hacerla menos dependiente de un solo proveedor.
Los críticos señalan que el golpe puede resultar contraproducente. La industria automotriz mexicana, uno de los grandes motores de la economía, ha construido buena parte de su competitividad sobre la base de insumos chinos.
No obstante, esta medida podemos verla desde otra perspectiva y no solo como una medida para eliminar de golpe la presencia china, sino que esta busca generar incentivos para que la inversión y la producción se instalen en territorio mexicano o en países con reglas más claras.
Esta jugada puede entenderse también como una apuesta al futuro del nearshoring, el fenómeno que ha llevado a empresas globales a trasladar operaciones de Asia a países más cercanos al mercado estadounidense. México, por su ubicación geográfica y su red de tratados, se ha convertido en uno de los destinos más atractivos.
Para capitalizar esa ventaja era necesario enviar una señal firme: que el país está dispuesto a reordenar su comercio exterior y a reducir su dependencia de un socio con el que no comparte compromisos de largo plazo.
No obstante lo anterior, en lo político, México también gana margen de maniobra. Al mostrar una postura clara frente a China, fortalece su posición en la relación con Estados Unidos, con quien compartimos más que fronteras. Recordemos que, en el contexto sociopolítico actual, el T-MEC exige disciplina y coordinación en temas comerciales, especialmente en la industria automotriz, que es clave tanto en México como en Estados Unidos.
El reto, sin embargo, será enorme. La transición hacia cadenas de suministro menos dependientes de China implicará costos de corto plazo, ajustes en la industria y tensiones con empresarios acostumbrados a la eficiencia y el bajo precio de los insumos chinos.
Pero en la economía, como en la vida, no siempre se trata de elegir el camino más fácil, sino el que garantiza mayor estabilidad y desarrollo a largo plazo. Si el Plan México logra que las fábricas, en lugar de importar piezas, empiecen a producirlas en territorio nacional, la apuesta habrá valido la pena.
Imaginemos por un momento la industria del automóvil como un gran árbol. Sus raíces se extienden en múltiples direcciones: hacia Estados Unidos, hacia Europa y, en las últimas dos décadas, con fuerza, hacia China. Lo que hoy propone el gobierno mexicano es podar algunas de esas raíces para que el árbol no dependa en exceso de un solo suelo.
Es verdad que hay incertidumbre. Nadie puede asegurar que los aranceles funcionarán como palanca de desarrollo interno y no como un freno a la producción. Nadie puede anticipar hasta qué punto las tensiones con China podrían derivar en represalias.
Pero lo que sí es claro es que seguir con una dependencia de 130 mil millones de dólares en importaciones de China, frente a apenas 15 mil millones en exportaciones de México, es caminar sobre una cuerda floja demasiado delgada.
México está intentando, con esta decisión, dejar de ser un simple espectador en la guerra comercial de Estados Unidos contra China, para convertirse en un jugador que elige con quién y cómo quiere relacionarse. El Plan México puede ser la brújula que oriente esta transición, y los aranceles, la herramienta que marque el rumbo.
No se trata de cerrarse al mundo, sino de abrirse de manera más inteligente, cuidando que el intercambio económico no se convierta en una relación de dependencia.
Al final, lo que está en juego no es solo la balanza comercial con China ni la competitividad de la industria automotriz, sino la posibilidad de que México aproveche este momento de reconfiguración global para fortalecerse como un país capaz de producir, innovar y sostener su crecimiento sin depender de los caprichos de una sola potencia. El puente que hoy tambalea puede convertirse, si se refuerza con visión, en la vía sólida hacia un futuro de mayor autonomía económica.