MUNDO
Los negocios del hijo del presidente Biden: ¿Influyentismo? la Casa Blanca en el Museo Soumaya de Slim

Política Global, por Jorge López Portillo Basave //
Hace 30 años y 6 meses el ingeniero Carlos Slim logró concretar la operación que le cambiaría la vida a él y a muchos más. En ese no tan lejano mes de diciembre de 1990 adquirió –fiada- la empresa Telmex por poco más de $400 millones de dólares, es decir 17% por arriba de lo que era el valor accionario de la misma y como ya sabemos fue el negocio de su vida.
Para no entrar en detalles, Slim vio una oportunidad y la tomó, pero obviamente la compra no se pudo haber dado sin el apoyo de quien gobernaba el país, a pesar de eso, mucho se ha dicho sobre su posible relación de negocios con el entonces presidente Carlos Salinas, pero nada se ha demostrado. Lo que es un hecho es que a tres décadas de esa “milagrosa” adquisición Slim está en la cima del poder internacional no sólo por su capacidad económica sino por su creciente influencia en los círculos de los políticos de EUA.
Lo anterior se hace evidente con las revelaciones hechas hace unos días en algunos medios norteamericanos que hicieron públicos datos y fotos contenidos en la computadora abandonada del Jr. Biden quien habría organizado cuando menos un par de reuniones privadísima con dos empresarios mexicanos y su padre durante la era en que éste era vicepresidente de EUA.
La computadora habría sido abandonada hace muchos meses por el hijo –muy distraído- de Joe Biden en un taller de reparaciones y nunca habría sido recogida hasta que el dueño del taller la turnó a las autoridades a finales del 2019, pero su contenido no ha sido totalmente revelado, por lo que poco a poco nos hemos ido enterando de sus secretos desde fotos con menores hasta los secretos menos raros como estas reuniones y comunicaciones con magnates que felices acudían a ver al número dos de la Casa Blanca.
Según los datos e imágenes contenidas en dicha computadora, Miguel Alemán ahora perseguido por presunta evasión fiscal en México y Carlos Slim habrían tenido pláticas de negocios con el hijo de Biden –Hunter- y este les habría invitado cuando menos una ocasión a la residencia oficial del vicepresidente -su padre-.
El tiempo coincide con tres aspectos de la vida política de EUA y de México. El primero es la famosa “Reforma Energética” en nuestro país, de hecho, la reunión y los textos posteriores entre Hunter y sus contactos en México, hablan de que el objetivo de sus reuniones era realizar negocios relacionados con los energéticos. No debemos olvidar que Hunter Biden recibió millones de dólares de la viuda de un oligarca ruso, quien además de ser alcalde de Moscú era uno de los hombres de Vladimir Putin en los temas de petróleo. Es importante recordar que también en Ucrania habría empresarios involucrados en presuntos actos de corrupción por asuntos energéticos, en los que el Jr. de Joe Biden, era parte central.
El segundo hecho que coincidió con dicha reunión entre Joe Biden con Slim en la era de vicepresidente, fue que para el mes de enero del 2015 Carlos Slim adquiriría la mayoría accionaria del poderoso medio noticioso “The New York Times” o NYT por sus iniciales, a través del cual no sólo se sumó al selecto club de multimillonarios dueños de medios con influencia internacional como Jeff Bezos –dueño de Amazon- quien compró el Washington Post, sino que también se abrió asimismo la puerta a la influencia política territorial del país del Tío Sam y de la Tía Hillary.
El dinero en las elecciones de cualquier país te abre la puerta pero el dinero y el poder mediático te dan mucho más, no olvidemos que en nuestro propio país hay diputados y senadores que son propuestos a los partidos por los dueños de las cadenas de televisión y que muchos de los candidatos hacen fila para recibir el apoyo en especie de los dueños de los medios electrónicos como fue antes de los medios impresos.
Durante la campaña del 2016 el NYT y el propio empresario mexicano apoyaron a los candidatos demócratas y el 2020 no fue la excepción. Slim tiene dinero para asegurarse una vida llena de lujos y para asegurarla a varias generaciones de sus descendientes, pero el dinero sin poder puede no ser suficiente.
Veamos el caso de Miguel Alemán y de otros muchos que han caído en desgracia por pisar los intereses o el ego de los poderosos en turno o por abusar de su poder económico sintiéndose intocables, es decir por culpa o por inocencia, el poder siempre buscará dinero y el dinero siempre buscará poder para mantenerse mutuamente.
LOS MEJOR COTIZADOS
Según se sabe el Jr. Biden, ha pagado muchos de los gastos diarios a su padre durante años, incluso sus cuentas de teléfono celular según informes de dicha computadora, lo que sugiere que su buen hijo comparte su éxito económico con su buen e inocente padre ahora presidente. Y cómo no?, si el joven artista y empresario estrella ha tenido la fortuna de conocer, obvio de casualidad, a muchos empresarios y políticos del mundo como a de Don Carlos Slim.
A pesar de esto su padre aseguró durante la campaña que él nunca se había enterado ni platicado con su hijo sobre sus negocios en el extranjero, pero las fotos y documentos recientemente publicados parecen contradecir ese dicho.
De cualquier modo el joven cincuentón Hunter ahora presume ser artista de popote. ¡No es broma! Uno puede ver en YouTube al artista pintando con un popote sostenido con su boca -no con la mano-. Según sus representantes esos cuadros serán puestos a la venta por $500 mil dólares. Así es, la carrera meteórica de Hunter como empresario del petróleo que nació y floreció durante los ocho años de la vicepresidencia de su padre con Barack Obama, ahora es superada por sus capacidades artísticas que según sus promotores y representantes son tan valiosas como las de los grandes del Renacimiento o del Cubismo.
Esta comparación se hace con base en los precios de los cuadros del heredero Biden quien recibiría por compradores “anónimos” cientos de miles de dólares por cada una de sus creaciones de 30 a 40 centímetros de alto por otros 30 o 40 de ancho, lo mismo que valen cuadros de Picasso, Da Vinci o Renau que han sido subastados recientemente por la afamada firma Sothebys.
EQUIPO DE OBAMA DESTROZA A BIDEN
Walter Shaub quien fuera el director de ética en la Casa Blanca durante el mandato de Barack Obama, criticó severamente el movimiento de la familia Biden y de la actual administración vía Twitter diciendo… “están asegurándose de que nunca sepamos quién compró” las pinturas del hijo del presidente. “En lugar de declarar quién esta pagando sumas indignantes de dinero por el arte de Hunter Biden, de manera que podamos monitorear si la compra es para ganar acceso al gobierno, la Casa Blanca está asegurando que nunca sepamos quiénes son”.
Según Joe Biden, Hunter es el hombre más inteligente que conoce, lo anterior lo declaró el año pasado cuando en la campaña aparecieron críticas a la vida de negocios, de drogas y de insultos a mujeres por parte de su hijo. Tal vez sea verdad, una persona autodidacta que de ser expulsado del ejército de EUA por drogadicción pasó a ser empresario petrolero y ahora artista de altos vuelos en unos cuantos años.
SLIM SABE DÓNDE APOSTAR
Desde hace años Carlos Slim le ha metido lana a los políticos, no es raro que en México sea del equipo consentido del Presidente AMLO como lo fue de otros. Pero ahora su influencia y sus inversiones parecen llegar al corazón mismo del poder en Washington. Esperemos que las aportaciones de nuestro paisano sean menos penosas que otras que reciben otros juniors en bolsas de dinero o en compras a precios inflados. Slim se ha cuidado siempre de esto, ojalá y no lo terminen exhibiendo con la compra de una pintura del nuevo “Genio de la acuarela” para el Museo Soumaya.
Según datos de medios norteamericanos, los encuentros entre los Biden y los Slim se dieron a raíz de una visita del Presidente de México Felipe Calderón a la Casa Blanca y de ahí continuaron durante el sexenio de Peña hasta el mismo 2016 año de la elección de los EUA en la que ganó Trump.
Durante su viaje a México como parte de la comitiva de su padre, Hunter recibió una visita privada al museo Soumaya, tal vez de ahí nació su idea de pintar para los poderosos. Eso no lo sabemos, pero sí sabemos que Hunter ha tenido problemas con las drogas y que ha seguido a su papi a los viajes y reuniones con mandatarios extranjeros de los que después “milagrosamente” obtiene relaciones y nuevas ideas de negocio.
Lo interesante es que en esas reuniones y en los viajes de Biden Jr. a México se hablaban de las inversiones en el sector energético, lo que confirma que desde EUA veían con gran interés y ya con pláticas concretas desde Calderón, la famosa reforma energética que se concretó con Peña y con el apoyo de todos los partidos políticos en el llamado “Pacto por México” del 2013.
En un futuro cercano podríamos ver parte de la colección Biden exhibida en los muros del Museo del magnate Slim y todos sabríamos que esos costosísimos cuadros tienen el valor del poder de la Casa Blanca. Por lo pronto Don Caros Slim es sin duda no solo por su dinero sino por su manejo de las relaciones políticas el mexicano con más influencia en el gobierno de los EUA y mejor aún en la familia Clinton y en la Familia Biden.
No seamos mal pensados, los familiares de los políticos del mundo, en especial sus hijos, son por lo general mucho muy exitosos e independientes y si de casualidad reciben fuertes sumas de dinero de personas que hacen negocios con el gobierno, eso no es corrupción ni influyentísimo sino pura casualidad. Y si se convierten en empresarios o artistas connotados de un día para otro es porque antes no se habían descubierto esas capacidades que siempre tuvieron pero que no habían explotado. ¿Usted cree que Slim sea amigo por interés político económico de los Biden o que ellos le busquen por su dinero? ¡Obvio no! Eso no pasa en EUA ni en ningún otro país.
Seguramente los Slim y los Biden se hicieron amigos por compartir temas de religión y de sociedad, aunque los documentos de la computadora de Hunter digan lo contrario. No seamos mal pensados. Ya veremos si cuando tome el poder Kamala se mantiene la buena estrella del Jr. o si la misma pasa a los descendientes de la Primera Mujer Presidente o a lo menor Jr. B puede iniciar con clases para los que serán los oligarcas y artistas del futuro.
CARTÓN POLÍTICO
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LAS NOTICIAS PRINCIPALES:
Crónica de una semana tensa en la UdeG: La rebelión estudiantil que desafía a la FEU
MUNDO
Tolerancia en tiempos de algoritmos

– Opinión, por Miguel Anaya
¿Qué significa ser conservador en 2025? La etiqueta, lejos de significar a una persona o grupo de ellas, aglutinadas en torno a la Biblia o valores cristianos, se ha vuelto un acto de rebeldía. El conservadurismo pareciera significar a una nueva minoría (o una mayoría silenciosa) que enfrenta un prejuicio constante en redes sociales.
En sociedades donde la corrección política dicta el guion, ser conservador implica defender valores tradicionales —para algunos valores anacrónicos— en medio de un mar de redefiniciones. La sociedad dio un giro de 180 grados en tan solo 20 años y aquellos que señalaban hace dos décadas, hoy son señalados.
¿Y ser liberal? El liberalismo que alguna vez defendió la libertad frente al Estado hoy se ha transformado en progresismo militante: proclamar diversidad, reivindicar minorías, expandir derechos. Noble causa, sin duda.
El problema comienza cuando esa nobleza se convierte en absolutismo y se traduce en expulsar, callar o cancelar a quien no repite las consignas del día. El liberal de hoy se proclama abierto, pero con frecuencia cierra la puerta al que discrepa. Preocupante.
He aquí la contradicción más notable de nuestro tiempo: vivimos en sociedades que presumen de “abiertas”, pero que a menudo resultan cerradas a todo lo que incomoda. Lo que antes era normal hoy puede costar reputación, trabajo o, en casos extremos, la vida. Hemos reemplazado la pluralidad por trincheras y el desacuerdo por el linchamiento mediático (“funar” para la generación Z).
La polarización actual funciona como un espejo roto: cada bando mira su fragmento y cree que posee toda la verdad. Los conservadores se refugian en la nostalgia de un mundo que quizá nunca existió, mientras que los liberales se instalan en la fantasía de que el futuro puede aceptar todo, sin limitantes.
Ambos lados olvidan lo esencial: que quien piensa distinto no es un enemigo para destruir, sino un ciudadano con derecho a opinar, a discernir y, por qué no, a equivocarse humanamente.
La violencia y la polarización que vivimos, no son fenómenos espontáneos. Son herramientas. Benefician a ciertas cúpulas que viven de dividir, a las plataformas digitales que lucran con cada insulto convertido en tema del momento.
El odio es rentable; la empatía, en cambio, apenas genera clics. Por eso, mientras unos gritan que Occidente se derrumba por culpa de la “ideología woke”, otros insisten en que el verdadero peligro son los “fascistas del siglo XXI”. Y en el ruido de esas etiquetas, el diálogo desaparece.
Lo más preocupante es que ambos discursos se han vuelto autorreferenciales, encerrados en su propia lógica. El conservador que clama por libertad de expresión se indigna si un artista satiriza sus valores; el liberal que defiende la diversidad se escandaliza si alguien cuestiona sus banderas.
Todos piden tolerancia, pero solo para lo propio. Lo vemos en el Senado, en el país vecino, tras el triste homicidio de Charlie Kirk y hasta en los hechos recientes en la Universidad de Guadalajara.
En buena medida, este mal viene precedido de la herramienta tecnológica que elimina todo el contenido que no nos gusta para darnos a consumir, solo aquello con lo que coincidimos: EL ALGORITMO.
El algoritmo nos muestra un mundo que coincide totalmente con nuestra manera de pensar, de vivir, de vestir, nos lleva a encontrarnos únicamente con el que se nos parece, creando micromundos de verdades absolutas, haciendo parecer al que piensa un poco distinto como ajeno, loco e incluso peligroso. Algo que debe ser callado o eliminado.
Occidente, en 2025, parece olvidar que lo que lo hizo fuerte no fue la homogeneidad, sino la tensión creativa y los equilibrios entre sus diferencias. Quizá el desafío es rescatar el principio básico de que la idea del otro no merece la bala como respuesta.
Solo la palabra, incluso aquella que incomoda, puede mantener vivo un debate que, aunque imperfecto, sigue siendo el único antídoto contra el silencio y la complicidad impuestos por el miedo o la ignorancia.
MUNDO
De espectador a jugador: El Plan México y los nuevos aranceles

– A título personal, por Armando Morquecho Camacho
En la historia de la política internacional, las decisiones económicas suelen asemejarse a partidas de ajedrez: cada movimiento no solo busca ganar terreno en el presente, sino también anticipar jugadas futuras que podrían definir la victoria o la derrota.
México, con el anuncio de aranceles de hasta un 50% a productos provenientes de países sin acuerdos comerciales —particularmente China—, ha hecho una jugada que puede parecer arriesgada, pero que revela un cálculo estratégico más amplio: equilibrar una balanza comercial desigual y, al mismo tiempo, alinearse con el tablero donde Estados Unidos y China libran una guerra cada vez más abierta.
La presidenta Claudia Sheinbaum ha justificado la medida bajo dos argumentos centrales: primero, la necesidad de equilibrar la balanza comercial con China, que hoy refleja una brecha difícil de ignorar; y segundo, el impulso del llamado Plan México, su proyecto estrella para transformar la economía y fomentar la producción nacional.
Visto desde esa óptica, el arancel no es un simple impuesto, sino un muro de contención frente a la dependencia excesiva de productos chinos y, al mismo tiempo, una palanca para reconfigurar las cadenas de valor en territorio mexicano.
El gesto tiene también una lectura geopolítica. Estados Unidos ha reactivado una estrategia de confrontación comercial contra China y la Unión Europea ha hecho lo propio. México, tercer socio comercial de Estados Unidos y pieza clave en la industria automotriz de Norteamérica, no podía permanecer neutral. Imponer aranceles de este calibre es enviar una señal de lealtad estratégica a Washington, asegurando que México no será el eslabón débil en la cadena norteamericana.
La analogía podría entenderse si imaginamos un puente colgante sobre un río. Durante décadas, México ha cruzado ese puente que fue construido con materiales chinos y que servían de soporte a la industria nacional. Ahora, la decisión de elevar aranceles implica retirar varios de esos tablones y reemplazarlos con productos propios o con piezas de otros socios.
No es una tarea sencilla. Estos cambios en un inicio podrían debilitar el puente, pero esto se hace con la finalidad de consolidar la estructura y hacerla menos dependiente de un solo proveedor.
Los críticos señalan que el golpe puede resultar contraproducente. La industria automotriz mexicana, uno de los grandes motores de la economía, ha construido buena parte de su competitividad sobre la base de insumos chinos.
No obstante, esta medida podemos verla desde otra perspectiva y no solo como una medida para eliminar de golpe la presencia china, sino que esta busca generar incentivos para que la inversión y la producción se instalen en territorio mexicano o en países con reglas más claras.
Esta jugada puede entenderse también como una apuesta al futuro del nearshoring, el fenómeno que ha llevado a empresas globales a trasladar operaciones de Asia a países más cercanos al mercado estadounidense. México, por su ubicación geográfica y su red de tratados, se ha convertido en uno de los destinos más atractivos.
Para capitalizar esa ventaja era necesario enviar una señal firme: que el país está dispuesto a reordenar su comercio exterior y a reducir su dependencia de un socio con el que no comparte compromisos de largo plazo.
No obstante lo anterior, en lo político, México también gana margen de maniobra. Al mostrar una postura clara frente a China, fortalece su posición en la relación con Estados Unidos, con quien compartimos más que fronteras. Recordemos que, en el contexto sociopolítico actual, el T-MEC exige disciplina y coordinación en temas comerciales, especialmente en la industria automotriz, que es clave tanto en México como en Estados Unidos.
El reto, sin embargo, será enorme. La transición hacia cadenas de suministro menos dependientes de China implicará costos de corto plazo, ajustes en la industria y tensiones con empresarios acostumbrados a la eficiencia y el bajo precio de los insumos chinos.
Pero en la economía, como en la vida, no siempre se trata de elegir el camino más fácil, sino el que garantiza mayor estabilidad y desarrollo a largo plazo. Si el Plan México logra que las fábricas, en lugar de importar piezas, empiecen a producirlas en territorio nacional, la apuesta habrá valido la pena.
Imaginemos por un momento la industria del automóvil como un gran árbol. Sus raíces se extienden en múltiples direcciones: hacia Estados Unidos, hacia Europa y, en las últimas dos décadas, con fuerza, hacia China. Lo que hoy propone el gobierno mexicano es podar algunas de esas raíces para que el árbol no dependa en exceso de un solo suelo.
Es verdad que hay incertidumbre. Nadie puede asegurar que los aranceles funcionarán como palanca de desarrollo interno y no como un freno a la producción. Nadie puede anticipar hasta qué punto las tensiones con China podrían derivar en represalias.
Pero lo que sí es claro es que seguir con una dependencia de 130 mil millones de dólares en importaciones de China, frente a apenas 15 mil millones en exportaciones de México, es caminar sobre una cuerda floja demasiado delgada.
México está intentando, con esta decisión, dejar de ser un simple espectador en la guerra comercial de Estados Unidos contra China, para convertirse en un jugador que elige con quién y cómo quiere relacionarse. El Plan México puede ser la brújula que oriente esta transición, y los aranceles, la herramienta que marque el rumbo.
No se trata de cerrarse al mundo, sino de abrirse de manera más inteligente, cuidando que el intercambio económico no se convierta en una relación de dependencia.
Al final, lo que está en juego no es solo la balanza comercial con China ni la competitividad de la industria automotriz, sino la posibilidad de que México aproveche este momento de reconfiguración global para fortalecerse como un país capaz de producir, innovar y sostener su crecimiento sin depender de los caprichos de una sola potencia. El puente que hoy tambalea puede convertirse, si se refuerza con visión, en la vía sólida hacia un futuro de mayor autonomía económica.