OPINIÓN
Los partidos y su crisis: No han entendido, que no han entendido

A título personal, por Armando Morquecho Camacho //
Hace unos días, un pequeño pero interesante grupo de jóvenes universitarios que cursan la licenciatura en derecho en la misma casa de estudios de la que soy egresado, me buscaron para hablarme sobre su inquietud de formar un grupo de acción política para promover dentro de los estudiantes de la licenciatura una cultura de participación política.
Aunque estoy seguro que me buscaron para disipar algunas de sus dudas, debo de admitir que realmente era yo quien tenía más dudas, sobre todo porque en algunas conversaciones por mensaje que tuvimos previo a la reunión, me manifestaron su total ‘’rechazo’’ a los partidos políticos.
Aun cuando podía imaginarme a que se debía ese rechazo a la vida partidista, su comentario me generaba mucha inquietud, sobre todo porque creo que las experiencias de la ciudadanía que ve la política alejada de la vida interna de los partidos son fundamentales para poder reconstruir lo que está en ruinas.
Fue así que el día de la reunión, una vez que me aseguré de que las tazas de todos estuvieran llenas, inicié la conversación preguntándoles a qué se debía ese rechazo, uno de ellos tomó la palabra y me respondió, al principio, se notó algo nervioso, como si fuera a confesar algún crimen, pero lo único que estaba confesando era que habían intentado participar en un partido político.
Me explicó que al principio los líderes «juveniles» del partido les abrieron las puertas y les dieron cierta apertura dándoles la oportunidad de proponer actividades sociales y culturales, pero no había pasado ni un mes de su llegada cuando ya habían sido sometidos a la grilla interna del partido y a las críticas de aquellos que aseguraban no eran material para el partido, porque «no tenían tierra en los zapatos».
Ya entrados en la plática y después de unas tazas de café, cada uno comenzó a compartirme sus experiencias, pero fue la ultima la que más me llamó la atención.
Uno de ellos me dijo que era increíble que los partidos políticos y sus diferentes actores promovieran e incentivaran la participación política de los jóvenes, cuando es evidente, por las prácticas internas, que están totalmente alejados de la realidad, de las necesidades y de las demandas de un importante número de jóvenes que desean generar un cambio real.
En general, me dijo que su experiencia en el partido fue bastante triste y decepcionante, ya que a donde llegó esperando encontrar un espacio de diálogo, de intercambio de ideas, de autocrítica y de construcción de soluciones reales, encontró un espacio deteriorado, sin ánimos de innovar y en el que el otorgamiento de espacios aparentemente se mide en base al tiempo que los interesados invirtieran trabajando el territorio, situación que evidentemente, dejaba en desventaja a un joven universitario que debe invertir tiempo, esfuerzo y dinero en sacar adelante sus estudios.
Ahora bien, pese a esta catarsis que hicieron algunos de los jóvenes, uno de ellos me comentó que esto no significa que cierran sus puertas a la vida de los partidos políticos ya que están convencidos que los partidos son los espacios más importantes que el ciudadano tiene a su disposición para poder buscar incidir en la vida pública, solamente que por ahora, preferían comenzar a construir su proyecto como grupo de otra manera.
Dicho lo anterior, la plática siguió fluyendo por un buen rato, y lo que empezó como un café, terminó como un par de cervezas, que además, nos dieron la fluidez necesaria para poder hablar sobre el panorama político de México y sobre los retos que se enfrentan de cara al 2024, temas de los que también hubo conclusiones bastante interesantes, que espero poder contarles en otra edición.
Pero antes de esa otra edición, es necesario que comience a cerrar la de esta semana, y para hacerlo, es necesario que les comparta las breves conclusiones producto de otra importante conversación que tuve conmigo mismo ese día y en la que tuve la oportunidad de reflexionar más a fondo sobre mi reunión previa.
En primer lugar, creo que resulta bastante alentador saber que allá afuera hay jóvenes con la determinación necesaria para reinventarse y continuar construyendo un proyecto cuyo objetivo principal es poder incidir de manera positiva en la vida pública de su ciudad, creo que lo que Jalisco y México necesitan, son jóvenes con una iniciativa capaz de traspasar las herméticas fronteras de los partidos.
En segundo lugar, creo que estamos a tiempo de que aquellos políticos que buscan incentivar la participación de los jóvenes en temas públicos, entiendan que la participación ciudadana no es un juego, es el pilar de nuestra democracia y por ello, no debe de servir únicamente como una estrategia para ganar simpatías en los sectores juveniles, de hecho, apantallara a un determinado sector de la población con palabras bonitas, no los diferencia en nada de aquellos populistas a los que tanto critican desde la tribuna, al final, justamente eso es el populismo.
Ahora bien, como tercer punto, creo que esta pequeña experiencia que me confió este grupo de jóvenes evidencia que uno de los problemas más grandes que enfrenta nuestro país en términos políticos se debe a que aquellos partidos que pueden y deben representar una alternativa para la ciudadanía, se continúan oponiendo firmemente, como si se tratara de un elemento de su naturaleza, a renunciar a esas prácticas partidistas añejas que desgastan su actuar y su imagen, pero que además, los aleja totalmente de la realidad, situación que a su vez, los aleja más y más de las causas ciudadanas.
Yo me pregunto: ¿cuándo se darán cuenta de que la política no es una actividad exclusiva de sus comités? O bien, ¿cuándo se darán cuenta que afuera de sus comités, hay más causas sociales que las de sus sectores y organizaciones?
Seamos puntuales: cuando los proyectos que buscan ‘’revolucionar’’ y “reinventar’’ se construyen única y exclusivamente desde la experiencia de la militancia activa, y no desde la experiencia ciudadana que vive día a día las injusticias producto de la desigualdad que se manifiesta con todos sus rostros, estos están condenados a fracasar.
Los ciudadanos no podemos costear más fracasos partidistas, especialmente si estos partidos forman parte de la oposición.
NACIONALES
La integración del nuevo Poder Juidcial

Conciencia con Texto, por José Carlos Legaspi Íñiguez //
Desde siempre la Suprema Corte de Justicia de la Nación (en México es el único país con esa denominación; en el resto del mundo es la Corte Suprema) ha sido un blanco político, aunado a su innegable vocación jurídica. Los ires y venires jurídico-políticos del Poder Judicial en México van desde antes de declarar la independencia del país hasta nuestros días.
Antaño, debates entre «conservadores» y «liberales» definieron poderes y alcances de legislativos, ejecutivos y jurídicos, marcando responsabilidades y límites.
Actualmente, se ha revelado al abogado mixteco Hugo Aguilar Ortiz como presunto presidente del Supremo Tribunal de Justicia al obtener la mayor cantidad de votos para su designación como magistrado en la elección del 1º de junio de este año.
Antaño, cuando el entonces presidente de la república, Juan Álvarez nombró a Benito Pablo Juárez García como ministro de justicia (1855) se llevó al cabo dicha designación como lo ordenaba la Constitución: el presidente de la república tenía esa facultad.
Es hasta el 15 de junio de 1861 que don Benito asume la presidencia del Supremo Tribunal de Justicia que, entonces, significaba ser vicepresidente de la república.
Comonfort, presidente que fue destituido y que había encarcelado a Juárez por no “comulgar” con sus ideas conservadoras, dio paso a la primera presidencia de Benito Pablo Juárez García, pues ocupaba la presidencia del STJN. Surgen entonces las Leyes de Reforma y la guerra intestina que trajo a Maximiliano de Habsburgo como emperador.
A los 12, Juárez dejó Guelatao por Oaxaca, sin hablar español, pero su inteligencia brilló en el seminario de Santa Cruz, aprendiendo filosofía y latín. Estudió abogacía, se casó con Margarita Maza, tuvieron 12 hijos, la mayoría fallecidos.
Juárez fue regidor, diputado local, diputado federal y gobernador de Oaxaca. Santa Anna lo desterró a New Orleans; al caer Santa Anna, regresó para ocupar una magistratura en la SCJN.
La biografía de Juárez da para escribir una enciclopedia, pero esta parte sirve para entender que don Benito no era un ingenuo juez o magistrado. Aprendió a nadar entre tiburones de la política decimonónica que era feroz e implacable hacia los cambios, sobre todo los relativos a los fueros, posesiones e injerencias sociales de la Iglesia.
Como jurista fue parte de la creación de las Leyes de Reforma (independencia del Estado respecto a la Iglesia, ley sobre matrimonio civil, del Registro Civil, de Panteones y Cementerios y el paso de los bienes eclesiásticos a la nación); también promulgó la llamada Ley Juárez, que atendía a situaciones administrativas.
Las presidencias de Juárez son otros capítulos de su historia personal y de México.
¿Cómo entonces comparar la trayectoria de Benito Pablo Juárez García con la del flamante electo presidente del nuevo Supremo Tribunal de Justicia de la Nación, el mixteco Hugo Aguilar Ortiz?
Por cierto, “polvos de aquellos lodos”, Juárez no “masticaba” a Porfirio Díaz no sólo por ser enemigos políticos, sino por pertenecer a etnias oaxaqueñas diferentes: la zapoteca y la mixteca, respectivamente. Igual correspondía Porfirio Díaz Mori a su rival, al que intentó destituir mediante un golpe militar.
Según se ha dicho, la mayoría de los votos (cuatro millones 883 mil 3897) se dieron para Aguilar Ortiz por lo que será presidente de la SCJN dos años y será ministro 12 años. La presidencia será rotativa y, según los votos obtenidos la irán ocupando. los nuevos magistrados durarán en el cargo entre ocho y 12 años.
Los otros ministros serán: Lenia Batres; Yasmin Esquivel; Loretta Ortiz; Sara Irene Herrerías; María Estela Ríos González; Giovanni Figueroa Mejía; Arístides Guerrero e Irving Espinoza Betanza.
Como es lógico, los dimes y diretes en torno a la integración de la nueva Suprema Corte de Justicia de la Nación, han circulado profusamente. Se ha acusado a Aguilar Ortiz de ser un incondicional del expresidente Andrés Manuel López Obrador y, por consecuencia de la 4T.
Sobre la mayoría de los magistrados y magistradas pesa también la sombra de estar bajo la batuta del partido Morena, o lo que es lo mismo, del gobierno que encabeza la presidente Sheinbaum y que se extiende a las cámaras legislativas.
Los mexicanos (que votaron o no lo hicieron) estaremos a la expectativa para observar si en verdad se cumplen las expectativas en las que basaron la integración del nuevo Poder Judicial. Por lo pronto, será determinante la posición personal de cada uno de los ministros, en especial de quien habrá de presidir a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, respecto a la muy importante tarea que tendrán a su cargo desde sus magistraturas.
NACIONALES
La elección que nadie entendió

Opinión, por Miguel Anaya //
El pasado 1 de junio de 2025, México escribió un capítulo inédito en su historia electoral: por primera vez se votó de manera directa a jueces, magistrados y ministros, una reforma promovida bajo la bandera de la “democratización del Poder Judicial”. Una jornada que prometía ser histórica, pero que terminó pasando de noche para la mayoría de los ciudadanos.
La participación fue baja, los votos nulos, muchos, y el desconcierto, generalizado. ¿Por qué? Porque cuando se convoca a votar sin contexto, sin información y sin conexión real con la ciudadanía, lo que se obtiene no es democracia participativa, sino un teatro cívico.
Para entender lo ocurrido, hay que remontarse a los orígenes de esta elección. Tras años de confrontaciones entre el Ejecutivo y el Poder Judicial, el discurso presidencial encontró terreno fértil: el Poder Judicial era elitista, lejano e inamovible. Y es verdad que, por años, la justicia en México se administró alejada de las necesidades ciudadanas. Sin embargo, el remedio propuesto fue igual de drástico que riesgoso: abrir la elección de jueces y magistrados a voto popular, sin construir antes las condiciones necesarias para que la ciudadanía supiera qué estaba votando.
El resultado: millones de mexicanos se enfrentaron a boletas con nombres que no reconocían, cargos que no entendían y funciones que nadie les explicó. Lo anterior ahuyentó a muchos y a otros tantos los llevó a votar sin las herramientas mínimas de información, terminando en millones de votos nulos.
La elección del 1 de junio fue como entrar a una librería, cerrar los ojos y elegir un libro al azar esperando que sea un buen texto de derecho constitucional. ¿Quiénes eran los candidatos? ¿Cuál era su trayectoria judicial? ¿A qué corriente respondían? ¿Quién los propuso? La mayoría de los votantes no lo sabía.
Y no es que el mexicano promedio no quiera participar. Lo que ocurre es que el mexicano no vota por lo que no entiende. Y en esta ocasión, no hubo campañas de información claras, ni debates, ni biografías públicas, ni nada que acercara el proceso judicial al lenguaje ciudadano, solo listas extensas, boletas complejas y la promesa de que “ahora tú eliges a tus jueces”, y eso no basta para una ciudadanía escéptica de las elecciones y de las instituciones políticas.
En redes sociales circularon cientos de memes con frases como: “Yo fui a votar por mi juez favorito, pero no me atendieron en la oficializa de partes”, “Había más gente en la fila de las tortillas qué en la casilla” o, “¿Y si mejor echamos un volado?” La sátira popular reflejó un sentimiento auténtico: la elección fue tan abstracta, que parecía más un ejercicio electoral entre amigos que de democracia real.
El voto informado es la base de cualquier sistema democrático. Pero este ejercicio fue una anomalía: Fue como invitar a toda la nación a elegir al nuevo director del Instituto Nacional de Física Cuántica sin siquiera explicar qué es un bosón. Un ejercicio tan enredoso y técnico que no acercó al Poder Judicial a la ciudadanía, sino lo contrario.
En fin. Lo que sigue es un reacomodo de piezas. ¿Podrán ser independientes jueces que llegaron al cargo por campaña electoral, con estructuras políticas establecidas? El tiempo dirá.
¿Qué sigue? El futuro inmediato está marcado por una alineación creciente entre los poderes del Estado. Un Poder Judicial renovado bajo una lógica electoral, un Poder Legislativo acomodado mayoritariamente con el Ejecutivo y una sociedad que observa, por un lado, con escepticismo los procesos y, por otro, con un bono de credibilidad hacia la presidenta.
Es evidente remarcar que, si no se invierte en educación cívica profunda, en información clara, en candidaturas transparentes y en participación genuina, lo que nos espera no es una democracia fortalecida, sino una coreografía de legitimidad vacía, y en la vida social de cualquier entidad, cuando hay vacíos de legitimidad, hay movimientos reaccionarios.
Aún es tiempo de corregir, de mejorar y de construir verdadera democracia para nuestra nación, con ejercicios auténticos, transparentes e incluyentes. Que lo sucedido sirva como lección, no como justificación ni como cacería.
JALISCO
¿Qué hacer con tantas motos?

De Frente al Poder, por Óscar Ábrego //
Angie (así le decimos de cariño) circulaba al mediodía de norte a sur sobre López Mateos. A la altura de la colonia Las Fuentes, un motociclista que llevaba una mochila con el logotipo de entrega de comida, de esas de plataforma, iba zigzagueando entre los carriles centrales cuando de pronto derrapó, justo en frente de mi amiga, quien para evitar atropellarlo frenó de golpe, provocando que el carro que veía detrás de ella impactara al suyo ocasionando un daño bastante notorio.
El sujeto, luego de incorporarse, simplemente se alejó de la escena, dejando a su espalda un caos vial y un montón de problemas para quienes sufrieron por su tremenda imprudencia.
El anterior, es uno de los veinticinco accidentes diarios que en promedio suceden en la zona metropolitana.
Hay mediciones oficiales que datan del 2023 que indican que al menos un motociclista muere cada día como consecuencia de este tipo de percances.
Y es que algo ocurre en la mente de un buen número de motociclistas que se transforman en una especie de cirqueros viales, poniendo en peligro su vida y en riesgo la seguridad de los automovilistas.
Pareciera que pierden la noción de la gravedad que implica maniobrar por las calles a altas velocidades en medio de camiones de carga o de pasajeros.
¡Cuántos jóvenes han perdido la vida debajo de las llantas de una unidad del transporte público!
Es como si en algún momento de su viaje se sintieran impunes, elásticos o inmortales.
Pero la cosa no para ahí, a pesar de la violación a los reglamentos en la materia, si los conductores no les abrimos espacio para que puedan avanzar a su ritmo, se molestan a un nivel de insulto como una mentada de madre.
Más aún, todo apunta a que persiste la idea de que, en un incidente en el que estén involucrados un motociclista y un automovilista, este último es el que resultará culpable, aunque no lo haya sido.
Al respecto, este fin de semana, El Informador publicó un trabajo de investigación revelador e inquietante.
Cito: “De acuerdo con la Secretaría de Transporte (SETRAN), hasta el 6 de mayo, apenas 168 mil motociclistas contaban con licencia vigente en el estado. En contraste, el padrón vehicular estatal registra más de un millón 16 mil motocicletas, según datos de la Secretaría de Hacienda. Esto indica que solo dos de cada diez motociclistas tienen su licencia al día, mientras que ocho de cada diez manejan sin permiso”.
Si a ello agregamos que hay más de un millón de unidades rodando por la entidad, concentrando la mayor cantidad en la metrópoli, el asunto se complica más en virtud de que no hay regulación del tipo ni del modelo.
Por eso vemos pasar por igual a motos de alto cilindraje, enduro o vespas. Claro que el tema es en extremo complejo, pues todos tenemos derecho a ganarnos la vida; sin embargo la situación debe ser controlada de algún modo.
Tengamos en cuenta que en Guadalajara los delitos más comunes cometidos en motocicleta son el robo, el asalto y las ejecuciones porque los agresores aprovechan la agilidad de estos vehículos para escapar.
Tlaquepaque, por ejemplo, reporta que tres de cada cuatro delitos se cometen utilizando motocicletas.
Especialistas y diputadas en el Congreso local concentran su atención en campañas de concientización y la aplicación de la ley con más rigor.
En lo personal, estimo conveniente también acudir a experiencias internacionales con el ánimo de contener el crecimiento de este delicado problema.
De continuar así, en breve vamos a lamentar no haber tomado las medidas necesarias cuando aún teníamos tiempo para hacerlo.
En X: @DeFrentealPoder
*Óscar Ábrego es empresario, consultor en los sectores público y privado, activista social, escritor y analista político.
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