OPINIÓN
Maximato en ciernes
Opinión, por Luis Manuel Robles Naya //
Si alguien piensa que el presidente López Obrador se retirará al término de su mandato es un ingenuo. Al concluir el sexenio, desde su refugio en Palenque, habrá de seguir influyendo y actuando en la vida política nacional porque no buscó el poder durante más de 18 años solo para mirar impasiblemente que su sucesor(a), de marcha atrás o se desvíe de su obra transformadora, de la que está convencido, aunque esté equivocado.
A nadie pasa desapercibido que es su figura lo que mantiene cohesionado al partido en el gobierno, que los votos y la presencia que ha obtenido se deben al hoy presidente y sus programas asistenciales clientelares y que sin él serían la misma colección de tribus endofágicas que ha sido la izquierda mexicana. Él lo sabe y convencido como está de que la transformación que impulsa puede ser flor de un sexenio ha convertido su administración en una campaña permanente en la que lo principal, gobernar, pasa a ser accesorio a su propósito de continuidad.
Transmitir el poder a un incondicional es un primer paso y asegurar su fidelidad al proyecto es lo que sigue dentro del modelo de dominación política que ha venido construyendo. Las reformas constitucionales que ha impulsado van en ese sentido, embozadas en un disfraz de democracia participativa.
Al introducir en la Constitución la figura de la revocación de mandato y aprobar la ley reglamentaria respectiva, aseguró el mecanismo que le permite, utilizando su clientela y voto cautivo, quitar o cuando menos desestabilizar al sucesor que se aparte de sus designios y poner a otro. Para ello fue el ensayo que se empeñó en realizar, convertido en ratificación.
Los resultados de ese ensayo le demostraron que quedó muy alto para sus fines, el que el 40% de participación haga vinculantes los resultados, que su “mayoría” no le da para tanto y por ello propone, en la reforma electoral anunciada, que ese porcentaje se reduzca a 30%
Un segundo paso es controlar el Instituto Electoral y demoler la estructura democrática institucional, para crear otra donde mayorías artificiales, que hoy considera propias, impongan representantes, diputados, senadores, regidores eligiendo entre listas presentadas por los partidos. Esta reforma, seguramente no prosperará porque ninguno de los partidos representados en la cámara tiene voluntad suicida. El presidente lo sabe y aun así la presenta porque si es rechazada por la oposición se encargará de cargarles el costo político de no haber permitido la reducción del gasto y prerrogativas de los partidos, y si por algún acaso o treta llegara a pasar estaría en el mejor de sus mundos imaginados.
El presidente juega a ganar perdiendo, porque conserva el posicionamiento necesario para mantener su base electoral activa para el proceso de 2024 y eso es lo que está detrás de esta reforma electoral presentada.
El fin último de esta administración es conservar el poder y asegurar que, suceda lo que suceda en el 2024, el sucesor quede acotado para seguir las directrices que actualmente toma el gobierno. El presidente ya creó el arma y sabe que él tiene el gatillo para disparar sin que nadie se lo impida o lo sancione porque su modelo de dominación política le ha funcionado, ya sea por servilismo de sus incondicionales o por temor o conveniencia de sus adversarios. Con el poder legislativo y el judicial, colonizados y obsecuentes, no habrá quien impida que transcurrido su mandato siga dictando y orientando el rumbo del gobierno siguiente. Incluso el ejército que se había mantenido como garante de la institucionalidad y al servicio de la república y no de un hombre, se encuentra mediatizado y convertido en un seguidor ferviente.
Esta es una señal ominosa por si misma pues la desestabilización sería una sombra permanente y con ella el estancamiento del desarrollo y la ampliación de la pobreza. Ya la cerrazón y el obcecamiento porque las cosas se hagan, “sin quitarles ni una coma”, está provocando una parálisis legislativa, ahora imaginar un activismo rampante en el próximo sexenio con mayorías legislativas, es verdaderamente alarmante para la vida democrática nacional. Afortunadamente hasta hoy, los contrapesos de la institucionalidad han impedido el asalto a la democracia, pero los apetitos políticos del presidente y adláteres siguen amenazando y agrediendo a las instituciones, pasando por encima de la ley.
Al presidente le urge conservar el poder, asegurar la transición y por ello, maneja a su antojo la nominación del candidato de su partido, y sea cual sea, que éste sienta que quien lo hizo presidente fue él. Y así será, porque estará presente en la campaña aun sin estar en la boleta electoral y por ello también, pretende modificar los términos de la propaganda y publicidad oficial para actuar con plena libertad haciendo política electoral desde la administración.
En el ajedrez que juega el presidente, las jugadas están pensadas desde que inició la partida y tiene varias antes de plantear el jaque en 2024 y de no resultarle, también tiene el gambito para jugar al rey desde la sombra, total, si otro López pudo llegar y asaltar el poder 11 veces, desde su rancho en Veracruz, porque no habría de hacerlo otro López desde Palenque.
