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OPINIÓN

Mi amistad con Enrique Ibarra

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Mujeres y Hombres del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac //

Cuando iniciaba mi camino por el periodismo en Guadalajara, había llegado de mi natal Hermosillo, oficio que abrace motivado por mi gran pasión por el beisbol, que desde niño me nació; mi vida giraba en torno a este hermoso deporte que tanto hace sentir y vibrar.

El beisbol lo jugaba al lado de los amigos del barrio en la calle donde estaba la casa de mis padres, que como tantas de aquella ciudad estaban sin pavimentar, pero eran nuestras, allí convivíamos, armábamos nuestros equipos y cada quien se soñaba con ser un Héctor Espino, un Celerino Sánchez, un Alfredo “Zurdo” Ortiz o un Sergio “Kalimán” Robles.

Y como me emocionaba tanto el beisbol y admiraba a estos peloteros, me dio por hacerme periodista y así empecé a escribir de beisbol, invitado por quien era Director General de El Periódico El Sonorense, Enguerrando Tapia Quijada, que se convirtió en mi gran benefactor y padrino.

Así empecé a entrevistar a los peloteros, a las estrellas del beisbol, el retratarme con ellos, el poder platicar, comentar jugadas, récords y tantos tópicos. Y salía en las fotos con mis personajes favoritos. Me sentía lo máximo.

Me llegó la oportunidad de estudiar en Guadalajara, en la Escuela de Periodismo y Comunicación de la UAG. Además de estudiar lo que quería era escribir de beisbol.

Pero o decepción, era 1978 y aquí ya no había beisbol profesional, por un conflicto entre socios Charros había desaparecido.

Entonces, tuve que adaptarme a la circunstancia y fue así como de repente llegué al periodismo político.

Un día mi jefe de redacción en el extinto Diario Ocho Columnas, don Francisco Martín Sauceda, me envió a cubrir una manifestación de priistas descontentos con alguna postulación de candidato a la alcaldía de un municipio cuyo nombre no me acuerdo. Era presidente estatal del PRI el maestro Reyes Rodolfo Flores Zaragoza. Redacté una crónica de color, le gustó al maestro Sauceda y de pronto me convierto en el reportero de la fuente política, que comentario aparte, no me resultaba extraña y estaba al día de lo que en ese mundo sucedía, claro, con una perspectiva limitada de lo que significaba este mundo de poder.

Y fue en ese tiempo cuando conocí a un joven político inteligente, culto, agradable, fresco, ameno, empático que era regidor de deportes en el Ayuntamiento de Guadalajara, que presidía otro político brillante, como don Arnulfo Villaseñor Saavedra.

Ese joven político se llama Juan Enrique Ibarra, con quien desde el primer momento tuve empatía y el tema que nos identificó y que fue el inicio de una larga amistad fue y es el beisbol, que tiene mucha similitud con la política, ya que la estrategia es un elemento fundamental en la competencia; el trabajo en conjunto, fundamental para alcanzar el éxito. El manager -guía- y el coach.

La identificación del periodista y el político se dio en forma natural; aquel me compartía su visión de las cosas, me presentaba a otros actores de la política y el servicio público; me compartió a sus amigos y en el transcurso del tiempo parte de mi vida social empezó a desarrollarse en ese entorno.

Nació una amistad natural, movida por la empatía, tanto que cuando decidí pedir la mano de mi hoy esposa, le pedí a Enrique si me acompañaba a la petición, junto con otro joven que en aquel tiempo ya descollaba, como Alejandro Ontiveros, hoy también de mis grandes amigos.

Fue pasando el tiempo, fuimos madurando y fuimos caminando por la vida. Estoy convencido que he sido muy afortunado, porque gracias a esos amigos generosos que me compartieron parte de sus conocimientos, resulté beneficiado, sin que hubiera de por medio algún interés económico. Ese aprendizaje me permitió abrirme paso en el difícil mundo del periodismo en Guadalajara. Nunca tuve la inquietud de participar en el gobierno, en ningún campo.

Ni tampoco mis amigos me lo ofrecieron; otros sí lo hicieron y no acepté.

El pasado miércoles 5 de octubre cuando le organizaron a Enrique este homenaje por sus 55 años de una trayectoria con historia, al que acudieron cerca de mil personas que le tenemos reconocimiento y/o gratitud, me permití hacer una retrospectiva de mi vida y de cómo nuestros caminos se cruzaron, lo cual me hace sentirme afortunado.

Soy testigo de la destacada y útil vida política de Enrique, todo lo que se dijo en esas dos horas que duró el evento, es resultado de la siembra por la vida que ha hecho Enrique, que tomó la política como un proyecto de vida, basado en convicciones con las que ha sido congruente e intransigente.

Fue priista durante la mayor parte de su vida; lo representó en el IFE, donde dio sus grandes batallas, pero cuando lo engañaron y lo traicionaron, tomó lo que seguramente ha sido la decisión más difícil de su vida, su renuncia a la militancia de cerca de cuatro décadas.

Su decisión permitiría que un grupo de jóvenes soñadores lo siguieran, encabezado por Enrique Alfaro, Alberto Uribe, Ismael del Toro y Salvador Caro, para dar vida a lo que es hoy Movimiento Ciudadano, que gobierna Jalisco y Nuevo León y que aspira a más.
Este movimiento no se entendería sin aquella decisión disruptiva de Ibarra.

Como bien resaltó Alejandro Ontiveros en su intervención en el homenaje, Enrique Ibarra es un maestro formador de varias generaciones de políticos que destacan en diversas áreas del servicio público.

Enrique ha tenido grandes responsabilidades en la política y el servicio público, y como bien subrayó Lupita Gallo, su esposa y compañera, como Fray Antonio, personaje que tanto admira el de Tototlán, después de los 70 años tuvo su mayor vida productiva.

Enrique bien podría cerrar su carrera política con la suplencia en el último año de Enrique Alfaro, como gobernador interino, quien después de junio del 2023, seguramente solicitará licencia para participar en el proyecto presidencial y qué mejor que el maestro y formador de este grupo se quedé al frente del gobierno de Jalisco.

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