OPINIÓN
Opinión: Usurpar el poder
Por Benjamín Mora //
Una vez leí que “el poder, en cualquiera de sus formas e intensidades, constituye una de las tentaciones más fuertes del ser humano” pues nace, generalmente, de la necesidad de autoafirmarse, lo cual, en sí mismo, no es negativo. Sin embargo, el abuso del poder, cabe señalar, se gesta en la mentira y el autoengaño al creer que se tiene derecho a ello.
En el ejercicio abusivo del poder es fácil encontrarse con claros ejemplos de políticos entretenidos en alimentar su ego, tal cual pudiera ser el caso del diputado por Movimiento Ciudadano, Jonadab Martínez García y su iniciativa legislativa para proscribir el derecho de los padres de elegir la educación de sus hijos, que se complementa de formación religiosa.
Recuerdo que mi padre me decía “nunca permitas que tus principios y valores sean avasallados por nadie sino quieres perder tu libertad”. Mi madre, por su parte, me enseñó que la defensa de los valores y principios son las únicas causas que han justificado toda sublevación popular en el pasado y lo serán siempre en el futuro.
El oscuro y falaz atrevimiento de Martínez García desborda sus ansias de control sobre los cimientos morales y éticos en que los padres de familia hoy forman a sus hijos e hijas, y se asume un derecho que no le pertenece… es, en palabras llamas, un ladrón de derechos. Que no se confunda este diputado, lo suyo no es ser liberal en el sentido juarista sino un rapaz insolente.
La historia es implacable ante quienes han pretendido erigirse en jueces de destinos populares llamándolos dictadores. Hay, como en todo, dictadores grandes y de muy reducida talla; por la manera en que actúa, Martínez García siempre será de ínfima medida.
Martínez García, al obnubilar sus razones, pierde el sentido del ejercicio de política y la práctica legislativa: Mejorar la convivencia en el contexto de cada persona y ello incluye, ante todo, a su familia. Pretender negar a los padres el derecho de elegir de entre las escuelas para sus hijos aquellas que incluyen la formación religiosa, es atribuir al gobierno un derecho que no le corresponde robando para sí el que es de los padres por derecho natural.
La posible oligofrenia de Martínez García le impide comprender que los padres tenemos el derecho y la obligación de alinear lo que trasciende y nos hace trascender a la formación de nuestros hijos e hijas, solo posible desde bases éticas y morales donde prevalecen, insisto, los principios y valores.
Martínez García abona, desde su ocurrencia, al desprestigio de la política, profundizando la brecha entre el Poder Legislativo y el ciudadano, y complica toda posible Reforma Educativa.
En el camino que ha elegido este diputado de Movimiento Ciudadano, la práxis política de su partido pierde sentido y rumbo pues desdeña la obligada búsqueda de las mejoras formas de organización de la vida familiar y comunitaria, así como del bienestar y la felicidad. ¿Cómo podría hacerse posible, desde la ocurrencia y la irreflexión, el reconocimiento por parte de los ciudadanos de la importancia, el sentido, la trascendencia y el mejor impacto que posee la política en nuestras vidas? ¿En qué momento perdieron sentido democrático las expectativas, los anhelos, los deseos, las exigencias y las potestades ciudadanas? ¿Cuándo dejó de emanar el poder desde el pueblo? ¿quién decidió que el mandato dejaba de ser popular y ciudadano?
Martínez García tergiversa a la razón primigenia de la política y olvida, o quizá desconoce, que las leyes deben contener el ideal de sociedad que la mayoría ciudadana anhela. Más allá de la formación religiosa por él atacada, está el derecho de los padres de elegir el mayor bien para sus hijos e hijas. La práctica legislativa no puede seguirse pensando como una actividad exclusiva de los legisladores, distante y negada a los ciudadanos. Jamás, ninguna ley debería aprobarse si ella limita derechos inherentes al ser humano por el solo hecho de ser parte de una sociedad.
Nadie, desde el poder, puede desdeñar las cogniciones ni las emociones ciudadanas y menos cuando hablamos de la mayor responsabilidad de los padres: Formar a sus hijos e hijas para hacer de ellos y ellas, ciudadanos de bien y exitosos en sus vidas.
He sostenido que el ejercicio de la política, como cualquier actividad humana, exige vocación de servicio, amor democrático, aptitudes, habilidades y empatía. Por lo que Jonadab Martínez ha mostrado, no lo creo digno para representar tan alto cargo pues no entiende la trascendencia de las relaciones que se establecen en el seno de la familia y por ello se atreve a atentar en su contra. ¿Cómo explicarle a alguien que mira con desprecio la transmisión de valores morales que estos son indispensables para la formación del llamado Cerebro Moral? ¿O cómo explicarle que los valores morales son fundamentales en el proceso de convertirse en persona de bien?
La escuela no puede quedarse en la simple transmisión de información que, en muchos casos, pronto dejará de tener vigencia. Los padres, al elegir una escuela pública o privada, laica o religiosa, esperan enriquecer su labor como creadores del ser humano que anida en cada uno de sus hijos e hijas, para que sean actores proactivos en la definición de un México más justo, inclusivo, competitivo y líder global.
Nuestros padres, al elegir los principios y valores éticos y morales que nos transmitieron y las escuelas en las que nos educaron, nos obsequiaron las capacidades y habilidades necesarias para la vida.
Difiero de quienes limitan a la democracia a una simple forma de vida; yo la entiendo y explico como aquella cosmovisión que organiza a cada sociedad según su propio devenir y destino, permitiéndole sortear todo con el mayor éxito, en el tiempo y forma, desde el consenso social para redimir sus problemas, dilemas, aspiraciones, particularidades y singularidades. La democracia debe, ante todo, cuidar la dignidad de la persona… ¿En dónde queda la dignidad de los padres a quienes el Estado arrebata el derecho de elegir la formación de sus hijos e hijas? ¿En dónde queda esa dignidad en su entender diputado Martínez García?
Quizá logren imponer la iniciativa de Martínez García, pero siempre habrá manera de que lo justo prevalezca o se recupere. Él pasará pero no así el derecho que tenemos los padres para velar por nuestros hijos e hijas. Su tiempo es tan efímero como la estrechez de su entendimiento.
Quiero terminar con un pensamiento de Mahatma Gandhi “Tus creencias se convierten en tus pensamientos, tus pensamientos se convierten en tus palabras, tus palabras se convierten en tus acciones, tus acciones se convierten en tus hábitos, tus hábitos se convierten en tus valores, tus valores se convierten en tu destino”.
