MUNDO
Política Global: El magante no pasa de la bravata a los hechos: Trump cuestiona el orden mundial, pero es incapaz de crear uno nuevo

Por Gabriel Ibarra Bourjac //
Muchas cosas se dicen sobre el rumbo que seguirá el mundo en los próximos años. Se debate si el mundo será de orden trilateral o multilateral, en el entendido que el unilateralismo que pretendió imponer Estados Unidos pasó a mejor vida.
Hoy en el ajedrez mundial además de Estados Unidos irrumpen Rusia y China, que presionan y buscan convertirse en contra peso del imperio norteamericano.
¿Y en ese contexto, cuál es el verdadero juego del Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump? ¿Realmente tiene un proyecto de orden mundial?
A Trump líderes políticos, expertos en temas internacionales de geopolítica, junto con analistas y politólogos señalan y acusan de estar destruyendo el Orden Mundial al debilitar las alianzas históricas, los valores occidentales, las organizaciones comerciales mundiales impulsadas por Estados Unidos y violando las constituciones de instituciones nacionales a internacionales.
Sin embargo, hechos no respaldan esa retórica.
DEL MUNDO POLAR AL UNILATERALISMO
Después de la segunda guerra mundial el mundo caminó por dos aguas con el enfrentamiento de dos visiones político económico y social que se le conoció por guerra fría y que representaba el capitalismo y el comunismo que se disputaban la hegemonía mundial como superpotencias. El mundo bipolar fue producto del acuerdo entre Estados Unidos y la URSS, tras concluir el conflicto bélico Europa del Este quedó bajo el dominio de Rusia, partiendo en en dos a Alemania.
En lo económico se dio un cambio relevante de posguerra en las relaciones financieras internacionales como resultado de lo acordado en la Conferencia de Bretton Wodds, registrada el 1 de julio de 1944 cuando aún no concluía la Segunda Guerra Mundial y en esa conferencia se crearon el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, que hoy es conocido como Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, que empezaron a operar al concluir la guerra.
Durante cerca de medio siglo, tras finalizar la Segunda Guerra Mundial se registró la llamada guerra fría entre las dos superpotencias y que concluyó con el desmoronamiento de la URSS por la incapacidad del sistema colectivista y estatista de generar mejores condiciones económicas para su sociedad, al fracasar la utopía de la igualdad que se dio en el empobrecimiento general, donde una pequeña casta burocrática disfrutaba de las mieles del poder.
Fue así como en 1991 se registró la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y el fracaso del comunismo. El 9 de noviembre de 1989 se registró un suceso en Alemania que se convirtió en una alegre sorpresa para el mundo occidental: El muro de Berlín, conocido como el muro de la ignominia y que había partido en dos al actual motor de la economía europea, convertido en el símbolo de la división del pueblo alemán durante la guerra fría, cayó tras 29 años de haber sido construido.
La caída del muro de Berlín fue la síntesis de lo que significó la lucha entre dos sistemas políticos y económicos: Capitalismo y Comunismo. Fue el triunfo del capitalismo. Al mismo tiempo, como sucede con las pirámides del ajedrez, se dio el desmoronamiento de la URSS al ser víctima de sus contradicciones y hundirse en un colapso económico que el mundo moderno no había presenciado.
¿HACÍA DONDE VA EL MUNDO?
En la última década del segundo XX con un escenario con una superpotencia colapsada y desaparecida del escenario internacional, el mundo se hizo bipolar y se creía que la humanidad podría caminar con la luz de la libertad y aspirar a la construcción de un mundo con mejores oportunidades sin la amenaza comunista y totalitarista, que negaba la libertad en todos los órdenes con un Estado que se imponía sobre todo y sobre todos.
Estados Unidos se quedaba como la única superpotencia e impulsa un nuevo orden mundial donde ellos pretendían ser los mandones, moviendo los hilos de lo que llamamos globalización, impulsando lo que conocemos como neoliberalismo. Entre 1990 y el 2015 Estados Unidos se erigió como el soldado del mundo, ejemplo de ello fueron sus intervenciones militares en Afganistán, Irak y Libia, para deponer a sus jefes de gobierno y apoderarse de un insumo que ha sido fundamental para el capitalismo como es el petróleo y sus derivados.
Henry Kissinger, quien fuera el gran operador durante las presidencias de Richard Nixon y Gerard Ford como Secretario de Estado, es quien mejor ha descrito cómo Estados Unidos pretende manejar el mundo con el Nuevo Orden Mundial que vino configurando antes de la llegada a la Presidencia de Donald Trump.
En su libro Orden Mundial, que se refiere al carácter de las naciones y el curso de la historia, Kissinger advertía que este modelo se veía amenazado por diversos factores, como la difusión de armas de destrucción masiva, la desintegración de los Estados (los nacionalismos), el impacto de la depredación ambiental, la persistencia de políticas genocidas y la expansión de nuevas tecnologías, que podrían salirse de control con consecuencias inciertas.
La globalización ha generado grandes tensiones sociales, si bien se acabó la amenaza comunista, pero hoy hay otros conflictos, la forma de ejercer el poder ha cambiado, los movimientos migratorios son los que se convierten en arietes desestabilizadores y confrontación de naciones, a la vez que el terrorismo y los fanatismos religiosos se hacen presentes. El sino de hoy parece ser el desorden.
LA RETÓRICA DE TRUMP
Con la llegada a la Presidencia de los Estados Unidos del magnate inmobiliario pareciera que se registra un replanteamiento a la política globalizadora de la primera potencia mundial. Pero a este controvertido personaje, más que su narrativa de confrontación hay que verla por los hechos y sus resultados.
A Trump líderes políticos, expertos en temas internacionales de geopolítica, junto con analistas y politólogos señalan y acusan de estar destruyendo el Orden Mundial al debilitar las alianzas históricas, los valores occidentales, las organizaciones comerciales mundiales impulsadas por Estados Unidos y violando las constituciones de instituciones nacionales a internacionales.
¿Existe realmente un quiebre de Trump con el pasado? ¿O es una tempestad en una tetera?, como lo pregunta James Petras, sociólogo estadunidense y profesor de la Binghamton University de Nueva York, quien es reconocido por sus estudios sobre imperialismo, la lucha de clases y los conflictos latinoamericanos.
Petras plantea que Trump ha provocado divisiones en la Unión Europea y ha amenazado a China, cuestionando el orden mundial existente, pero advierte que “no ha construido uno nuevo”.
“Trump ha heredado un mundo desordenado y dividido por prolongadas guerras regionales en África, Oriente Medio y el Sur de Asia. Durante las últimas presidencias, los valores imperiales sustituyeron a los ideales democráticos como lo atestiguan los millones de asesinados en Iraq, Siria, Libia, Yemen, Somalia y Palestina en el curso de las dos últimas décadas”.
“El presidente Trump está tratando de reconfigurar un orden mundial basado en la presión económica, la amenaza militar y las bravatas políticas”.
El sociólogo y catedrático de la Binghamton University de Nueva York, considera que en el proceso de “rehacer” un orden mundial centrado en EEUU, Trump genera caos y desorden con el propósito de reforzar su posición en futuras negociaciones y acuerdos. “La llamada locura de Trump es una táctica para asegurar los mejores arreglos, como es el caso en estos momentos con la Unión Europa. Un enfoque de corto plazo consigue resultados imprevistos en el mediano plazo”, apunta.
El analista internacional está convencido que mucho de lo que afirma Trump es retórica, ya que ha hecho muy poco por desmantelar el orden existente. Y así lo fundamenta: “EEUU rodeó militarmente a China durante la presidencia de Obama, una política que Trump sigue al pie de la letra. Washington continúa en la OTAN y comercia con la Unión Europea. El Pentágono eterniza sus guerras en Oriente Medio. El Tesoro de EEUU financia la limpieza étnica israelí”.
“En pocas palabras, Trump ha estado muy poco dispuesto y ha sido incapaz de sacar a los EEUU del caos político legado por sus predecesores”. Y entre las bravatas y los hechos ha aumentado el presupuesto militar pero no ha sido capaz de proyectar poder. Trump ha amenazado con una guerra comercial de ámbito mundial pero de hecho el comercio ha aumentado y los déficits siguen pesando”.
“A pesar de que el discurso de Trump habla de una gran transformación y sus enemigos lo acusan de destrucción sistemática, la pregunta sigue en pie: en realidad, ¿qué ha cambiado”.
Trump es más retórica que realidad, ya que pese a las bravatas y amenazas, pocos cambios destacables han tenido lugar, ya que pese a los cambios de personalidades, las estructuras políticas subyacentes siguen estando allí y prometen continuar, a pesar de las elecciones y las interminables investigaciones y revelaciones.
La llamada “guerra comercial” no ha tenido éxito en su objetivo de reducir el comercio mundial, el empleo continúa inalterable, y la igualdad no sólo persiste, sino que se agudiza. Las políticas que amenazan con más guerras se alternan con tentativas de paz.
EL ORDEN MUNDIAL SIGUE EN PIE
La sobrecogedora realidad es que ‘el caos’ –precisa Petras- es como la espuma en la cerveza desbravada –escasa, si acaso alguna-, ha habido muy pocos cambios.
“El Orden Mundial sigue en pie, la hueca guerra comercial entre Europa y América del Norte no lo ha afectado”.
“Las airadas voces de Washington son ahogadas ventosidades en comparación con la multimillonaria expansión de infraestructura materializada por China en la obra llamada Belt and Road, que atraviesa África Occidental”.
En el orden mundial en curso, Washington aumenta sus dádivas a Israel a 38 mil millones de dólares para el decenio que viene y presupuesta 4% de su PIB para robotizar el complejo militar-industrial.
LAS RELACIONES COMPLICADAS CON EUROPA
Recientemente, entre el 15 y 17 de febrero se realizó la Quinta Conferencia de Seguridad de Munich y se dedicó al tema ¿Quién recogerá las piezas?, pregunta referida al actual orden mundial en colapso, a dos años del gobierno de Donald Trump y su política exterior errática.
El debate se dio en torno al futuro del orden mundial, sobre si será unilateralismo o multilateralismo. Por Estados Unidos participó el Vicepresidente Mike Pence y en contraste la canciller alemana Angela Merckel se manifestó a favor de un orden mundial multipolar.
Allí el representante del Gobierno de los Estados Unidos exhortó a Europa a seguir el “liderato” norteamericano y así lo argumentó: “(Trump) tomó medidas decisivas para hacer todavía más fuertes las fuerzas armadas más poderosas de la historia del mundo, teniendo la mayor inversión en nuestra defensa nacional desde los días de Ronald Reagan. (…) Iniciamos la modernización de nuestro arsenal nuclear. Y, el mes pasado, el presidente Trump reveló la nueva estrategia de defensa contra proyectiles de nuestra nación. (…) Trump ha liderado a nuestros aliados de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) para renovar su compromiso con nuestra defensa común.”
Estados Unidos, exigió Pence, “espera que cada miembro de la OTAN ponga en marcha un plan creíble para alcanzar la meta de 2 por ciento (de su PIB, en la defensa ). Y hasta 2024, esperamos que todos nuestros aliados inviertan el 20 por ciento de los gastos de defensa en adquisiciones” (de armamentos y equipos ).
Pence hizo una fuerte crítica indirecta a Alemania, al afirmar que Estados Unidos no permitiría una alianza dividida por interferencia política o por el uso de recursos energéticos. Exigió que, imitando a Estados Unidos, “todos los socios de Europa deberían adoptar una posición fuerte contra el (gasoducto ruso-alemán) Nord Strem II. Y recomendamos que otros hagan lo mismo.” A manera de justificación, argumentó que Occidente no puede defenderse “si nuestros aliados siguen dependencia de oriente”.
El vicepresidente de los Estados Unidos, como era de esperarse, dedicó un ataque especial a Rusia en el que destacó que “luego de años de violaciones rusas de nuestro tratado de décadas, Estados Unidos anunciaron planes para retirarse del Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio.”
La otra diana fue Irán. Pence afirmó, y con ello demostró la obsesión patológica de demonizar el país, que “el régimen iraní defiende abiertamente otro holocausto y busca los medios para conseguirlo. El mismo ayatola Jamanei dice que la misión de la República Islámica de Irán es borrar a Israel del mapa.”
En referencia a la reunión de Varsovia sobre Paz y Seguridad en Oriente Medio afirmó: “Llegó la hora de que todos nosotros actuemos. Llegó el momento de que nuestros socios europeos dejen de minar las sanciones de Estados Unidos contra este régimen revolucionario asesino (sic). Llegó el momento de que nuestros socios estén presentes con nosotros y con el pueblo iraní, nuestros aliados y amigos de la región. Llegó el momento de que nuestros socios europeos se retiren del “acuerdo nuclear con Irán” y se unan a nosotros, mientras hacemos las presiones económicas y diplomáticas para dar al pueblo iraní, a la región y al mundo la paz, la seguridad y la libertad que merecen.”
(Con información de MSI)
CARTÓN POLÍTICO
Edición 805: Entrevista a Mirza Flores: «La silla del poder es prestada; no olvidemos de dónde venimos»
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LAS CINCO PRINCIPALES:
Arranca el Sistema Estatal de Participación Ciudadana en Jalisco
La corrupción urbanística: Valle de los Molinos y Colomos III
MUNDO
La tradición del saqueo: Naturaleza depredadora del poder imperial

– Actualidad, por Alberto Gómez R.
(Parte 1) A lo largo de la historia de la humanidad, el poder económico de los grandes imperios se ha construido frecuentemente sobre pilares tan sombríos como la guerra, el saqueo sistemático y el sometimiento de pueblos enteros.
Este patrón de comportamiento, visible desde los primeros imperios de la antigüedad hasta las potencias contemporáneas, revela una lógica de acumulación basada en la extracción violenta de recursos más que en la productividad o la innovación endógena.
El historiador económico Douglas North, citado en uno de los documentos analizados, señalaba que los imperios antiguos establecían sistemas burocráticos sofisticados que permitían la expropiación sistemática de excedentes de las regiones conquistadas.
En el mundo actual, Estados Unidos representa la última encarnación de este impulso imperial, aunque sus métodos hayan evolucionado hacia formas más sofisticadas de dominación económica y militar.
Como se advierte en el panorama actual, esta potencia estaría experimentando un rápido declive relativo en el escenario global, lo que intensificaría sus comportamientos depredadores hacia naciones ricas en recursos que se resisten a someterse a su hegemonía.
Venezuela, con las mayores reservas petroleras certificadas del planeta, se encontraría en la mira de este mecanismo de saqueo contemporáneo, al igual que lo estuvieron Irak, Libia y Siria en las últimas décadas, solo por citar algunos ejemplos.
LOS CIMIENTOS HISTÓRICOS DEL SAQUEO IMPERIAL
Los primeros grandes imperios de la historia establecieron las bases de lo que sería una larga tradición de explotación económica mediante la conquista. En Mesopotamia, Egipto, China y la India, surgieron estructuras estatales centralizadas que «legislaban, impartían justicia y ejecutaban sobre un extenso territorio que agrupaba a muchas ciudades» (eumed.net).
Estos imperios perfeccionaron sistemas de extracción de riqueza mediante tributos, esclavitud y control de las rutas comerciales.
El Imperio de Alejandro Magno ofrece un ejemplo temprano de cómo la conquista militar servía como vehículo para la acumulación de riqueza. Como se describe en los documentos, Alejandro y sus falanges macedonias conquistaron todo el Imperio persa en tan sólo ocho años, apoderándose de inmensos tesoros y estableciendo un sistema de control sobre territorios que se extendían hasta la India. Patrón similar exhibiría el Imperio Romano, que transformó el Mediterráneo en su «Mare nostrum» y extrajo recursos de todos los territorios conquistados, desde las minas de plata hispanas hasta los graneros egipcios.
Con la era de los descubrimientos, las potencias europeas perfeccionaron el arte del saqueo imperial a escala global. España y Portugal inauguraron lo que podría considerarse el primer «imperio global» de la historia: «por primera vez un imperio abarcaba posesiones en todos los continentes del mundo» (eumed.net).
El flujo de metales preciosos desde América hacia Europa financió las guerras y el desarrollo económico europeo durante siglos, a costa del exterminio y la explotación de poblaciones indígenas.
El Imperio británico llevaría este modelo a su máxima expresión, estableciendo una red global de colonias y territorios controlados que proveían de recursos naturales y mercados cautivos a la metrópoli. El comercio de esclavos, la extracción de recursos en condiciones de cuasi-esclavitud y la destrucción de industrias locales competitivas fueron algunas de las estrategias empleadas para consolidar su hegemonía económica.
ESTADOS UNIDOS, LA SUPERPOTENCIA DEPREDADORA
Estados Unidos emergió como potencia global practicando una versión modernizada del juego imperial tradicional. Bajo la Doctrina Monroe y su corolario Roosevelt, se autoproclamó potencia hegemónica en América Latina y el Caribe, interviniendo militarmente en múltiples ocasiones para proteger sus intereses económicos. La diplomacia de las cañoneras y las intervenciones directas aseguraban el acceso a mercados, recursos y rutas comerciales estratégicas.
Tras la Segunda Guerra Mundial, con las potencias europeas debilitadas, Estados Unidos ascendió a la condición de superpotencia global, rol que se consolidaría tras el colapso de la Unión Soviética.
Como se señala en uno de los documentos, «después de que se desintegrase la Unión Soviética a principios de 1990, Estados Unidos quedó como la única superpotencia restante de la Guerra Fría». Esta posición hegemónica le permitió moldear las instituciones internacionales a su medida y establecer un sistema económico global que privilegiara sus intereses.
La economía estadounidense se ha vuelto profundamente dependiente de lo que el presidente Eisenhower denominó el «complejo militar-industrial». Con un presupuesto militar que supera al de los siguientes diez países combinados, Estados Unidos ha convertido la guerra en un negocio extraordinariamente lucrativo para sus corporaciones de defensa.
Como se documenta en uno de los artículos revisados, la administración Biden ha solicitado al Congreso «842 mil millones de dólares para el Pentágono en el año presupuestario 2024», lo que representa «la solicitud más grande desde el pico de las guerras de Irak y Afganistán» (france24.com).
Este apetito insaciable por el gasto militar requiere enemigos externos y conflictos perpetuos, creando un círculo vicioso de intervencionismo que justifique tales desembolsos. Los resultados son visibles en las sucesivas guerras e intervenciones que han marcado las últimas décadas, desde Vietnam hasta Afganistán, pasando por Irak, Libia y Siria.
EL SAQUEO CONTEMPORÁNEO
La invasión de Panamá en 1989 constituye un ejemplo paradigmático de cómo Estados Unidos utiliza pretextos para justificar intervenciones militares que persiguen objetivos geoeconómicos estratégicos. Como se documenta extensamente en varios de los materiales consultados, la llamada «Operación Causa Justa» fue oficialmente justificada como una medida necesaria para detener el narcotráfico y defender la democracia.
El general Manuel Antonio Noriega, quien había sido durante años un aliado útil para Washington y colaborador de la CIA, fue convertido de pronto en enemigo público número uno. Como se describe en los documentos, Noriega «había sido aliado clave de Estados Unidos durante el final de la Guerra Fría, trabajando como agente de la CIA, al tiempo que tejía vínculos con el narcotráfico» (elnacional.com). Cuando dejó de ser funcional a los intereses estadounidenses, fue acusado de narcotráfico y derrocado mediante una invasión militar que causó entre 500 y 4 mil víctimas panameñas, según distintas fuentes.
El verdadero objetivo de la invasión, sin embargo, habría sido asegurar el control estratégico del Canal de Panamá en vísperas de su traspaso completo a soberanía panameña, previsto para el año 2000 según los Tratados Torrijos-Carter de 1977. Como se señala en uno de los documentos, estos tratados «condicionaba la defensa del canal de manera conjunta, a través de un tratado adicional, dando la posibilidad de intervenir militarmente en Panamá si la operación del canal se viese comprometida».
La invasión aseguró que, aunque panameño en papel, el canal permaneciera bajo control efectivo estadounidense.
Continuará…
MUNDO
Inteligencia artificial: La arquitectura del nuevo orden mundial

– Análisis, por Victor Hugo Celaya Celaya
El mapa del poder mundial se ha reorganizado. Hoy, la influencia no se mide únicamente en arsenales o acuerdos comerciales, sino en algoritmos y capacidad de procesamiento.
Nos enfrentamos a un nuevo tablero geopolítico y geoeconómico definido por tres grandes polos de poder: Estados Unidos, con su enfoque en el desarrollo tecnológico, las finanzas y la seguridad; China, que ha apostado por la manufactura avanzada, la innovación y la inversión masiva en infraestructura; y Rusia, que basa su estrategia en el control de energía, minerales estratégicos y su poder militar.
Esta reconfiguración global plantea preguntas cruciales para el resto del mundo. ¿Cómo coexistir con estos bloques? ¿Cómo aprovechar las corrientes de innovación que emanan de ellos sin sacrificar nuestra soberanía? Y, sobre todo, ¿cómo podemos acompasar nuestras políticas públicas y nuestros esfuerzos nacionales para no quedarnos atrás en esta nueva era de equilibrios de poder?
La visión de una «aldea global» que definimos en los años noventa, unida por la apertura del comercio, ha dado paso a una realidad más compleja. La interconexión actual se teje con redes de inteligencia artificial (IA), investigación científica y ecosistemas digitales.
Aunque las tensiones militares persisten, el verdadero campo de batalla se ha trasladado a la biotecnología, la robótica y, de manera central, a la inteligencia artificial. Esta revolución ya impacta nuestra vida diaria, transformando la educación, la salud, el trabajo y la seguridad. Ninguna sociedad puede sustraerse a ella.
LA CARRERA POR EL FUTURO: ESTRATEGIAS EN COMPETICIÓN
Cada una de las grandes potencias ha trazado una ruta clara para liderar esta era tecnológica, obligando al resto de los países a replantear la cooperación y la competencia.
Estados Unidos ha optado por un modelo que prioriza la innovación impulsada por su dinámico sector privado. En 2023, la inversión privada en IA en este país alcanzó los $67.2 mil millones, una cifra superior a la suma de los siguientes 14 países.
El gobierno actúa como un catalizador estratégico, como lo demuestra la Orden Ejecutiva 14110 para el desarrollo seguro y confiable de la IA, o la Ley CHIPS y de Ciencia, que destina más de $52 mil millones a revitalizar la fabricación de semiconductores, el hardware fundamental sobre el que corre toda la inteligencia artificial.
Esta estrategia se materializa en proyectos monumentales como ‘Stargate’, el centro de datos de $100 mil millones de Microsoft y OpenAI, o la Alpha School en Virginia, que ya personaliza el aprendizaje con IA.
China avanza con un enfoque centralizado y dirigido por el Estado, con la meta clara de alcanzar el liderazgo mundial en IA para 2030. A través de iniciativas como «AI+», integra soluciones de IA en sectores clave. El resultado es un ecosistema robusto: se estima que el valor de la industria de IA en China superará los $220 mil millones para 2026.
Este esfuerzo se refleja en su dominio de la propiedad intelectual, acumulando casi la mitad de todas las solicitudes de patentes de IA en el mundo. Gigantes tecnológicos como Baidu, Alibaba y Tencent no son solo empresas, sino instrumentos de la estrategia nacional para establecer estándares globales.
Rusia, por su parte, enfoca su estrategia de IA en la soberanía digital y la seguridad nacional. A través del proyecto nacional “Economía de Datos”, que se extenderá hasta 2030, busca reducir su dependencia de la tecnología extranjera e integrar la IA en sectores gubernamentales clave.
Más que competir en el mercado de consumo global, su prioridad es aplicar la IA para la optimización de sus industrias estratégicas (energía, defensa) y la administración pública. Su marco regulatorio es estricto y busca asegurar un uso responsable de la tecnología, priorizando el control estatal y el desarrollo de talento local a través de iniciativas educativas supervisadas.
La Unión Europea ha decidido jugar un papel distinto, posicionándose como el gran regulador global. Su enfoque no es competir en una carrera de velocidad, sino establecer las reglas del juego. Con su Ley de Inteligencia Artificial (AI Act), aprobada en 2024, introduce el primer marco legal integral para la IA, basado en niveles de riesgo. Este prohíbe aplicaciones consideradas inaceptables (como el «social scoring» estatal) y regula estrictamente los sistemas de alto riesgo.
Este poder normativo se complementa con fuertes inversiones a través de programas como Horizonte Europa y Europa Digital, que movilizan miles de millones de euros para construir una infraestructura de datos soberana bajo iniciativas como GAIA-X y apoyar a un ecosistema de IA «confiable y centrado en el ser humano».
EL DESPERTAR DE AMÉRICA LATINA: PRIMEROS PASOS
Frente a estas estrategias consolidadas, América Latina no es un simple espectador; la región ha comenzado a mover sus propias piezas. Aunque de manera desigual y con retos importantes, están surgiendo iniciativas notables.
En México, la coalición multisectorial IA2030MX ha impulsado una agenda para el desarrollo de una Estrategia Nacional de Inteligencia Artificial. Polos de innovación como Monterrey y Guadalajara concentran talento y startups, mientras que universidades como la UNAM y el Tec de Monterrey lideran la investigación.
Otros países también marcan el paso. Chile fue pionero en la región al lanzar su Política Nacional de Inteligencia Artificial en 2021, centrada en el desarrollo de talento, la ética y la adopción de IA en la industria. Brasil cuenta con una robusta red de centros de investigación en IA y debate activamente un marco legal propio. Por su parte, Colombia ha establecido un marco ético para la IA en el sector público y promueve proyectos de datos abiertos para fomentar la innovación. Estos esfuerzos, aunque incipientes, demuestran una conciencia creciente sobre la urgencia de participar activamente en esta revolución.
DE ESPECTADORES A PROTAGONISTAS
Ante este escenario, la pregunta para nuestros países es ineludible: ¿nos conformaremos con estos primeros pasos o aceleraremos el ritmo para jugar un rol protagónico? Si queremos dejar de ser simples compradores de tecnología para convertirnos en creadores, necesitamos una hoja de ruta clara y acciones inmediatas.
La interconexión de hoy, definida por algoritmos, nos obliga a innovar. Para ello, es fundamental avanzar en tres áreas estratégicas:
- Formar talento e invertir en educación digital. Esto debe empezar desde la educación primaria y extenderse hasta los posgrados.
- Crear alianzas estratégicas entre universidades, gobierno y empresas. Los esfuerzos aislados son insuficientes.
- Diseñar políticas públicas con visión de futuro. Debemos impulsar el uso integral de la IA y desarrollar un marco ético sólido que garantice la equidad y la protección de datos.
Esto implica fomentar centros de inteligencia artificial que apoyen a startups y consoliden proyectos de investigación propios, aprendiendo de las experiencias globales. La tecnología no debe ser vista como algo «importado» o lejano, sino como un campo fértil donde podemos liderar.
Nos encontramos en un punto de inflexión histórico. La inteligencia artificial está redefiniendo las reglas del desarrollo económico y social a una velocidad sin precedentes. No podemos permitirnos el lujo de la duda o la postergación. La tarea es clara: debemos alinear nuestros recursos, talentos y voluntades para integrarnos de manera soberana y estratégica a esta nueva era. Lo que hagamos, o dejemos de hacer, durante esta década determinará las oportunidades de las próximas generaciones.