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MUNDO

Política Global: El magante no pasa de la bravata a los hechos: Trump cuestiona el orden mundial, pero es incapaz de crear uno nuevo

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Por Gabriel Ibarra Bourjac //

Muchas cosas se dicen sobre el rumbo que seguirá el mundo en los próximos años. Se debate si el mundo será de orden trilateral o multilateral, en el entendido que el unilateralismo que pretendió imponer Estados Unidos pasó a mejor vida.

Hoy en el ajedrez mundial además de Estados Unidos irrumpen Rusia y China, que presionan y buscan convertirse en contra peso del imperio norteamericano.

¿Y en ese contexto, cuál es el verdadero juego del Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump? ¿Realmente tiene un proyecto de orden mundial?

A Trump líderes políticos, expertos en temas internacionales de geopolítica, junto con analistas y politólogos señalan y acusan de estar destruyendo el Orden Mundial al debilitar las alianzas históricas, los valores occidentales, las organizaciones comerciales mundiales impulsadas por Estados Unidos y violando las constituciones de instituciones nacionales a internacionales.

Sin embargo, hechos no respaldan esa retórica.

DEL MUNDO POLAR AL UNILATERALISMO

Después de la segunda guerra mundial el mundo caminó por dos aguas con el enfrentamiento de dos visiones político económico y social que se le conoció por guerra fría y que representaba el capitalismo y el comunismo que se disputaban la hegemonía mundial como superpotencias. El mundo bipolar fue producto del acuerdo entre Estados Unidos y la URSS, tras concluir el conflicto bélico Europa del Este quedó bajo el dominio de Rusia, partiendo en en dos a Alemania.

En lo económico se dio un cambio relevante de posguerra en las relaciones financieras internacionales como resultado de lo acordado en la Conferencia de Bretton Wodds, registrada el 1 de julio de 1944 cuando aún no concluía la Segunda Guerra Mundial y en esa conferencia se crearon el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, que hoy es conocido como Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, que empezaron a operar al concluir la guerra.

Durante cerca de medio siglo, tras finalizar la Segunda Guerra Mundial se registró la llamada guerra fría entre las dos superpotencias y que concluyó con el desmoronamiento de la URSS por la incapacidad del sistema colectivista y estatista de generar mejores condiciones económicas para su sociedad, al fracasar la utopía de la igualdad que se dio en el empobrecimiento general, donde una pequeña casta burocrática disfrutaba de las mieles del poder.

Fue así como en 1991 se registró la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y el fracaso del comunismo. El 9 de noviembre de 1989 se registró un suceso en Alemania que se convirtió en una alegre sorpresa para el mundo occidental: El muro de Berlín, conocido como el muro de la ignominia y que había partido en dos al actual motor de la economía europea, convertido en el símbolo de la división del pueblo alemán durante la guerra fría, cayó tras 29 años de haber sido construido.

La caída del muro de Berlín fue la síntesis de lo que significó la lucha entre dos sistemas políticos y económicos: Capitalismo y Comunismo. Fue el triunfo del capitalismo. Al mismo tiempo, como sucede con las pirámides del ajedrez, se dio el desmoronamiento de la URSS al ser víctima de sus contradicciones y hundirse en un colapso económico que el mundo moderno no había presenciado.

¿HACÍA DONDE VA EL MUNDO?

En la última década del segundo XX con un escenario con una superpotencia colapsada y desaparecida del escenario internacional, el mundo se hizo bipolar y se creía que la humanidad podría caminar con la luz de la libertad y aspirar a la construcción de un mundo con mejores oportunidades sin la amenaza comunista y totalitarista, que negaba la libertad en todos los órdenes con un Estado que se imponía sobre todo y sobre todos.

Estados Unidos se quedaba como la única superpotencia e impulsa un nuevo orden mundial donde ellos pretendían ser los mandones, moviendo los hilos de lo que llamamos globalización, impulsando lo que conocemos como neoliberalismo. Entre 1990 y el 2015 Estados Unidos se erigió como el soldado del mundo, ejemplo de ello fueron sus intervenciones militares en Afganistán, Irak y Libia, para deponer a sus jefes de gobierno y apoderarse de un insumo que ha sido fundamental para el capitalismo como es el petróleo y sus derivados.

Henry Kissinger, quien fuera el gran operador durante las presidencias de Richard Nixon y Gerard Ford como Secretario de Estado, es quien mejor ha descrito cómo Estados Unidos pretende manejar el mundo con el Nuevo Orden Mundial que vino configurando antes de la llegada a la Presidencia de Donald Trump.

En su libro Orden Mundial, que se refiere al carácter de las naciones y el curso de la historia, Kissinger advertía que este modelo se veía amenazado por diversos factores, como la difusión de armas de destrucción masiva, la desintegración de los Estados (los nacionalismos), el impacto de la depredación ambiental, la persistencia de políticas genocidas y la expansión de nuevas tecnologías, que podrían salirse de control con consecuencias inciertas.

La globalización ha generado grandes tensiones sociales, si bien se acabó la amenaza comunista, pero hoy hay otros conflictos, la forma de ejercer el poder ha cambiado, los movimientos migratorios son los que se convierten en arietes desestabilizadores y confrontación de naciones, a la vez que el terrorismo y los fanatismos religiosos se hacen presentes. El sino de hoy parece ser el desorden.

LA RETÓRICA DE TRUMP

Con la llegada a la Presidencia de los Estados Unidos del magnate inmobiliario pareciera que se registra un replanteamiento a la política globalizadora de la primera potencia mundial. Pero a este controvertido personaje, más que su narrativa de confrontación hay que verla por los hechos y sus resultados.

A Trump líderes políticos, expertos en temas internacionales de geopolítica, junto con analistas y politólogos señalan y acusan de estar destruyendo el Orden Mundial al debilitar las alianzas históricas, los valores occidentales, las organizaciones comerciales mundiales impulsadas por Estados Unidos y violando las constituciones de instituciones nacionales a internacionales.

¿Existe realmente un quiebre de Trump con el pasado? ¿O es una tempestad en una tetera?, como lo pregunta James Petras, sociólogo estadunidense y profesor de la Binghamton University de Nueva York, quien es reconocido por sus estudios sobre imperialismo, la lucha de clases y los conflictos latinoamericanos.

Petras plantea que Trump ha provocado divisiones en la Unión Europea y ha amenazado a China, cuestionando el orden mundial existente, pero advierte que “no ha construido uno nuevo”.

Trump ha heredado un mundo desordenado y dividido por prolongadas guerras regionales en África, Oriente Medio y el Sur de Asia. Durante las últimas presidencias, los valores imperiales sustituyeron a los ideales democráticos como lo atestiguan los millones de asesinados en Iraq, Siria, Libia, Yemen, Somalia y Palestina en el curso de las dos últimas décadas”.

El presidente Trump está tratando de reconfigurar un orden mundial basado en la presión económica, la amenaza militar y las bravatas políticas”.

El sociólogo y catedrático de la Binghamton University de Nueva York, considera que en el proceso de “rehacer” un orden mundial centrado en EEUU, Trump genera caos y desorden con el propósito de reforzar su posición en futuras negociaciones y acuerdos. “La llamada locura de Trump es una táctica para asegurar los mejores arreglos, como es el caso en estos momentos con la Unión Europa. Un enfoque de corto plazo consigue resultados imprevistos en el mediano plazo”, apunta.

El analista internacional está convencido que mucho de lo que afirma Trump es retórica, ya que ha hecho muy poco por desmantelar el orden existente. Y así lo fundamenta: “EEUU rodeó militarmente a China durante la presidencia de Obama, una política que Trump sigue al pie de la letra. Washington continúa en la OTAN y comercia con la Unión Europea. El Pentágono eterniza sus guerras en Oriente Medio. El Tesoro de EEUU financia la limpieza étnica israelí”.

En pocas palabras, Trump ha estado muy poco dispuesto y ha sido incapaz de sacar a los EEUU del caos político legado por sus predecesores”. Y entre las bravatas y los hechos ha aumentado el presupuesto militar pero no ha sido capaz de proyectar poder. Trump ha amenazado con una guerra comercial de ámbito mundial pero de hecho el comercio ha aumentado y los déficits siguen pesando”.

A pesar de que el discurso de Trump habla de una gran transformación y sus enemigos lo acusan de destrucción sistemática, la pregunta sigue en pie: en realidad, ¿qué ha cambiado”.

Trump es más retórica que realidad, ya que pese a las bravatas y amenazas, pocos cambios destacables han tenido lugar, ya que pese a los cambios de personalidades, las estructuras políticas subyacentes siguen estando allí y prometen continuar, a pesar de las elecciones y las interminables investigaciones y revelaciones.

La llamada “guerra comercial” no ha tenido éxito en su objetivo de reducir el comercio mundial, el empleo continúa inalterable, y la igualdad no sólo persiste, sino que se agudiza. Las políticas que amenazan con más guerras se alternan con tentativas de paz.

EL ORDEN MUNDIAL SIGUE EN PIE

La sobrecogedora realidad es que ‘el caos’ –precisa Petras- es como la espuma en la cerveza desbravada –escasa, si acaso alguna-, ha habido muy pocos cambios.

El Orden Mundial sigue en pie, la hueca guerra comercial entre Europa y América del Norte no lo ha afectado”.

Las airadas voces de Washington son ahogadas ventosidades en comparación con la multimillonaria expansión de infraestructura materializada por China en la obra llamada Belt and Road, que atraviesa África Occidental”.

En el orden mundial en curso, Washington aumenta sus dádivas a Israel a 38 mil millones de dólares para el decenio que viene y presupuesta 4% de su PIB para robotizar el complejo militar-industrial.

LAS RELACIONES COMPLICADAS CON EUROPA

Recientemente, entre el 15 y 17 de febrero se realizó la Quinta Conferencia de Seguridad de Munich y se dedicó al tema ¿Quién recogerá las piezas?, pregunta referida al actual orden mundial en colapso, a dos años del gobierno de Donald Trump y su política exterior errática.

El debate se dio en torno al futuro del orden mundial, sobre si será unilateralismo o multilateralismo. Por Estados Unidos participó el Vicepresidente Mike Pence y en contraste la canciller alemana Angela Merckel se manifestó a favor de un orden mundial multipolar.

Allí el representante del Gobierno de los Estados Unidos exhortó a Europa a seguir el “liderato” norteamericano y así lo argumentó: “(Trump) tomó medidas decisivas para hacer todavía más fuertes las fuerzas armadas más poderosas de la historia del mundo, teniendo la mayor inversión en nuestra defensa nacional desde los días de Ronald Reagan. (…) Iniciamos la modernización de nuestro arsenal nuclear. Y, el mes pasado, el presidente Trump reveló la nueva estrategia de defensa contra proyectiles de nuestra nación. (…) Trump ha liderado a nuestros aliados de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) para renovar su compromiso con nuestra defensa común.”

Estados Unidos, exigió Pence, “espera que cada miembro de la OTAN ponga en marcha un plan creíble para alcanzar la meta de 2 por ciento (de su PIB, en la defensa ). Y hasta 2024, esperamos que todos nuestros aliados inviertan el 20 por ciento de los gastos de defensa en adquisiciones” (de armamentos y equipos ).

Pence hizo una fuerte crítica indirecta a Alemania, al afirmar que Estados Unidos no permitiría una alianza dividida por interferencia política o por el uso de recursos energéticos. Exigió que, imitando a Estados Unidos, “todos los socios de Europa deberían adoptar una posición fuerte contra el (gasoducto ruso-alemán) Nord Strem II. Y recomendamos que otros hagan lo mismo.” A manera de justificación, argumentó que Occidente no puede defenderse “si nuestros aliados siguen dependencia de oriente”.

El vicepresidente de los Estados Unidos, como era de esperarse, dedicó un ataque especial a Rusia en el que destacó que “luego de años de violaciones rusas de nuestro tratado de décadas, Estados Unidos anunciaron planes para retirarse del Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio.”

La otra diana fue Irán. Pence afirmó, y con ello demostró la obsesión patológica de demonizar el país, que “el régimen iraní defiende abiertamente otro holocausto y busca los medios para conseguirlo. El mismo ayatola Jamanei dice que la misión de la República Islámica de Irán es borrar a Israel del mapa.”

En referencia a la reunión de Varsovia sobre Paz y Seguridad en Oriente Medio afirmó: “Llegó la hora de que todos nosotros actuemos. Llegó el momento de que nuestros socios europeos dejen de minar las sanciones de Estados Unidos contra este régimen revolucionario asesino (sic). Llegó el momento de que nuestros socios estén presentes con nosotros y con el pueblo iraní, nuestros aliados y amigos de la región. Llegó el momento de que nuestros socios europeos se retiren del “acuerdo nuclear con Irán” y se unan a nosotros, mientras hacemos las presiones económicas y diplomáticas para dar al pueblo iraní, a la región y al mundo la paz, la seguridad y la libertad que merecen.”

(Con información de MSI)

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El nacionalismo de Donald Trump: ¿Una solución o un riesgo?

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Opinión, por Samantha Contreras Guerrero //

La victoria de Donald Trump, basada en un mensaje de fuerte nacionalismo, marca un cambio que impactará tanto a Estados Unidos como al resto del mundo. Sus promesas de traer empleos de vuelta y proteger la economía estadounidense responden al descontento de muchos de sus votantes.

Su idea de “América Primero” busca hacer que Estados Unidos sea más independiente y fuerte, pero en un mundo tan conectado, esta visión enfrenta muchos retos y posibles problemas.

Para los estadounidenses, en un mercado donde casi todo se produce a través de cadenas internacionales, enfocarse en lo nacional podría hacer que los precios aumenten y haya menos opciones para los consumidores. Este tipo de enfoque proteccionista no solo implica costos altos para las empresas, sino que podría dar una falsa idea de seguridad económica, ya que el crecimiento estaría limitado solo al mercado interno, dejando de lado oportunidades con otros países.

En el ámbito internacional, el enfoque nacionalista de Estados Unidos genera preocupación entre sus aliados. Países como México, que dependen en gran medida del comercio y la inversión estadounidense, ven en riesgo la posibilidad de mantener relaciones estables e igualitarias.

El decremento en sectores como el nearshoring —donde América Latina ha visto una oportunidad de crecimiento— podrían ser afectados con este tipo de políticas. Además, al alejarse de acuerdos internacionales, Estados Unidos podría debilitar el sistema de cooperación global, necesario para enfrentar problemas complejos como el conflicto en Oriente Medio o la crisis climática.

La gran pregunta es si este regreso al proteccionismo es una solución real a los problemas económicos actuales. La inflación y la desigualdad están en aumento en todo el mundo, y Estados Unidos no es la excepción. En lugar de cerrarse, podría beneficiarse de una política que tome en cuenta las necesidades de todos sus sectores, buscando reducir las diferencias internas como la acumulación de riquezas, sin renunciar a los beneficios del comercio global.

El nacionalismo de Trump es una reacción a los problemas de un sistema económico que ha dejado atrás a muchas personas en Estados Unidos. Sin embargo, en un mundo hiperconectado, el aislamiento no puede evitar generar preocupación. Aunque la intención de proteger a los ciudadanos es válida, esta ideología corre el riesgo de afectar a largo plazo a aquellos mismos sectores que busca ayudar, reduciendo la capacidad de Estados Unidos para influir y crecer en la economía global.

E-mail: samcg2002@gmail.com

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Querámoslo o no, Donald Trump ha vuelto

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Desde los campos del poder, por Benjamín Mora Gómez //

Lo recuerdo, era mi cumpleaños 20 y también domingo, y corría el año de 1973, y mi padre me regalaba “El Gran Gatsby”, la muy apasionante novela de F. Scott Fitzgerald, dos de sus ejes contenidos me cautivaron: La alienación y el impulso de Jay Gatsby por sentirse aceptado por una alta sociedad segregante, aun y a pesar de ser inmensamente rico, realidad que quizá se expresa más claramente en una frase de la obra: “La vida es una lucha de apariencias, una lucha de lograr y de tener más de lo que uno merece”.

Donald Trump es un claro ejemplo, muy actual y presente en el mundo, de la fuerza del impulso de tenerlo todo: Poder económico y poder político. Donal Trump está entre los hombres más ricos de Estados Unidos, y fue el 45º y será el 47º presidente de aquella nación.

Donald, quien perdió en 2020 ante Joe Biden al buscar reelegirse como presidente de Estados Unidos, cuatro años después descarriló a Biden en su también anhelada reelección, obligándolo a abandonar la carrera presidencial, y derrotó ampliamente a Kamala Harris, la relevo en el Partido Demócrata.

Donald Trump ha vuelto al poder más fuerte de lo jamás imaginado para cumplir con sus planes de preeminencia y grandeza norteamericana e imponer su visión conservadora de Estados Unidos ante sí mismo y ante el mundo. Trump es un hombre transparente; jamás deja nada a la imaginación y dudas de sus seguidores y detractores. Así, por ejemplo, para él, la Teoría de Género tiene los días contados en EEUU y sus promotores sabrán que tienen ante sí a su peor pesadilla.

El presidente Donald Trump, a partir del 20 de enero próximo, actuará con todo el poder para poner orden en su frontera con México en dos temas fundamentales, las acciones de los cárteles de la droga, declarándolos terroristas, y el tráfico humano, ambos vistos como gravísimas omisiones del expresidente Andrés Manuel López Obrador. Marco Rubio, próximo secretario de Estado norteamericano, lo ha acusado públicamente, y nos lo recordará todos los días. Rubio es de palabra dura y mano aún más dura. Para Trump y Rubio los narcotraficantes son terroristas y los perseguirá con toda la fuerza del Estado norteamericano.

La esperanza nunca debería sustentarse en la venganza. No entiendo a quiénes cifran la satisfacción de su venganza hacia López Obrador en Marco Rubio. Sea cual fuere el resultado de la dureza del nuevo secretario de Estado norteamericano, es mi deseo que México vuelva, de mutuo propio, al orden y la paz, y que el gobierno y el congreso mexicanos no nos convoquen a rasgarnos las vestiduras ante las exigencias norteamericanas. Son justas.

En México, muchos de quienes estaban a favor de Kamala Harris, hoy se muestran muy a favor de Donald Trump. Su nacionalismo se mantiene muy firme; sin embargo, aceptan que ya es tiempo de poner en orden las cosas en México pues el estado mexicano, sin duda, está doblegado y resquebrajado ante los cárteles de la droga. Claudia Sheinbaum no ha demostrado estar dispuesta a cumplir a cabalidad con su mandato presidencial en materia de seguridad a pesar de los buenos oficios de Omar García Harfuch pues, peor, no desea tomar el mando que aun detenta López Obrador.

Sheinbaum deberá entender que solo tiene de dos sopas, o se arma de valor ante los cárteles y los traficantes de gente y los combate con toda la fuerza del Estado mexicano, o los gringos cumplirán con esa su obligación constitucional, interviniendo aun en nuestro territorio. Que de nada le valdrán las bravatas de Marcelo Ebrard en materia económica ante los gobiernos norteamericano y canadiense.

Que esto nos es pleito entre escolapios en donde uno echará al otro a su padre que es bombero y lo mojará con su manguera, y el otro a su padre que es policía y lo llevará a la cárcel. Que en cosas de gobierno se actúa conforme a la ley y se cumple con los tratados internacionales. Que Naciones Unidas tiene un centro en contra del terrorismo que a México obliga.

Un adelanto de la presión internacional que el gobierno de México enfrentará en los años próximos ya lo recibimos en esta semana. La calificadora Moody’s cambió de estable a negativa la perspectiva económica de México por el debilitamiento de nuestro Estado de derecho por la reforma judicial y el deteriorado entorno institucional gubernamental, el esperado aumento en el costo de la deuda internacional de México y la mayor rigidez del gasto público, que podrían socavar nuestros resultados fiscales y económicos.

Tanto Moody’s, como los principales analistas de los futuros económicos en el mundo, coinciden en calificar como de muy alto riesgo la reciente reforma aprobada por Morena, PT y Verde al Poder Judicial. Sheinbaum, obedeciendo a López Obrador, ha decidido alterar los controles y equilibrios del poder político y económico en México, y eso se le, se nos, cobrará muy caro.

Quiero invitarte a pensar en que Trump no está para salvarnos, ni Rubio para vengarnos. Ellos tienen sus tareas más allá del Rio Bravo. De este lado, todo depende de nosotros. Vamos, ni Sheinbaum hará nada para salvarnos; a ella solo le interesa obedecer a López.

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En riesgo la hegemonía estadounidense: El retorno de Donald Trump; retos económicos y sociales

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Actualidad, por Alberto Gómez R. //

En los últimos cuatro años, la economía y la cohesión social de Estados Unidos han enfrentado un deterioro significativo, marcando uno de los periodos más complicados en su historia reciente.

La administración de Joe Biden, aunque intentó implementar políticas para estimular la recuperación tras la pandemia de COVID-19, dejó profundas brechas económicas y sociales que ahora desafían al presidente electo Donald Trump. Con un escenario global en transformación y un entorno interno polarizado, Estados Unidos se encuentra en un momento crítico de redefinición de su papel como potencia mundial.

LA ECONOMÍA BAJO LA ADMINISTRACIÓN DE BIDEN

La inflación se convirtió en uno de los mayores retos durante la administración Biden. La epidemia de Covid-19 dejó tras de sí trastornos económicos; en junio de 2022, la inflación alcanzó un pico histórico del 9.1%, las tasas más altas que los estadounidenses han experimentado en 40 años, según la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS) lo que, por supuesto, en la práctica suponía un recorte salarial. La explosión del gasto militar para apoyar las guerras en Ucrania y Gaza también ha alimentado la inflación.

Como resultado, el nivel de vida de las y los trabajadores estadounidenses ha disminuido bajo la administración Biden, mientras que el auge del mercado de valores ha ayudado a las y los estadounidenses más ricos a hacerlo bastante bien. Este fenómeno, impulsado por interrupciones en las cadenas de suministro globales, estímulos fiscales masivos y el aumento de los precios de la energía, erosionó el poder adquisitivo de las familias estadounidenses. Aunque las medidas de la Reserva Federal lograron reducir la inflación a un 3.7% al cierre de 2024, esta cifra seguía por encima del objetivo del 2%, lo que refleja un entorno económico aún frágil.

El aumento del costo de vida se manifestó en productos esenciales. Según la Administración de Información Energética (EIA), el precio promedio de la gasolina aumentó un 40% entre 2020 y 2024. Asimismo, los alimentos básicos experimentaron un incremento promedio del 25%, afectando especialmente a las familias de ingresos medios y bajos. Esta situación exacerbó la desigualdad, ya que los salarios reales apenas crecieron un 3% durante el mismo periodo, según el Economic Policy Institute.

DÉFICIT FISCAL Y DEUDA PÚBLICA

El déficit fiscal alcanzó los $1.7 billones en 2024, mientras que la deuda pública superó los $36 billones, según la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO), un incremento alarmante respecto a los $27 billones reportados al inicio de la administración Biden. Este nivel de endeudamiento, alimentado por programas de estímulo económico y políticas de infraestructura, limita la capacidad del gobierno para responder a futuras crisis económicas. Además, el creciente costo del servicio de la deuda, derivado del aumento de las tasas de interés, se ha convertido en una carga significativa para el presupuesto federal.

La brecha económica continuó ampliándose durante la administración Biden. El 1% más rico de la población concentró el 38% de la riqueza total en 2023, mientras que los sectores más vulnerables enfrentaron mayores dificultades para acceder a empleos estables, y apenas aumentaron un 4% en términos reales, según un informe de la Oficina del Censo. Según el Departamento de Trabajo, el empleo precario representó el 30% de los nuevos puestos creados entre 2020 y 2024, con un aumento notable en los contratos temporales y trabajos a tiempo parcial. Esto ha exacerbado la pobreza en comunidades vulnerables, con un índice de pobreza que aumentó del 11.4% en 2020 al 14.7% en 2024.

En 2016, Hillary Clinton demostró su desprecio por los partidarios de Trump, entonces abrumadoramente blancos, etiquetándolos como “los deplorables”, en lugar de tratar de reconocer la fuente de su ira: la gran desigualdad en el statu quo económico. Ocho años después, con un apoyo a Trump mayor en prácticamente todos los grupos demográficos, es imposible ignorar la desesperación económica que alejó del Partido Demócrata a las y los electores, cuando Biden seguía presumiendo de que la economía estadounidense durante su mandato es “la más fuerte del mundo”.

FACTORES SOCIALES: POLARIZACIÓN Y RADICALIZACIÓN

La polarización política se ha intensificado, dando lugar a movimientos separatistas que, aunque minoritarios, representan una amenaza para la unidad del país. Uno de los fenómenos más alarmantes es el resurgimiento de movimientos secesionistas en estados como Texas y California.

Líderes locales y organizaciones políticas han planteado referendos para separarse de la unión federal, alegando incompatibilidades políticas y económicas. Aunque estos movimientos no tienen un apoyo mayoritario, su existencia refleja una fragmentación preocupante en la unidad nacional. Grupos como «Texit», que abogan por la independencia de Texas, han ganado tracción en sectores conservadores descontentos con las políticas federales. Estas iniciativas reflejan el creciente desencanto con el sistema político.

La radicalización ideológica también se ha intensificado. Los crímenes de odio aumentaron un 18% entre 2020 y 2024, según el FBI, afectando principalmente a comunidades afroamericanas, asiáticas, judías y musulmanas. Este aumento está vinculado al resurgimiento de grupos extremistas y al uso de las redes sociales como plataformas para propagar discursos de odio.

RETOS ECONÓMICOS Y SOCIALES

Con la reelección de Donald Trump, Estados Unidos se adentra en un periodo de grandes desafíos. Su promesa de «recuperar la grandeza estadounidense» enfrenta múltiples obstáculos, tanto internos como externos.

Trump ha anunciado un ambicioso plan para reindustrializar Estados Unidos y reducir la dependencia de las cadenas de suministro globales. Sin embargo, implementar esta estrategia requerirá superar barreras como la resistencia de aliados comerciales y la necesidad de inversiones masivas en infraestructura. También deberá manejar las tensiones con China, el principal socio comercial de Estados Unidos, en un momento en que las relaciones bilaterales están en su punto más bajo en décadas.

El presidente electo ha prometido recortes de impuestos para estimular el crecimiento económico, pero esta medida podría agravar el déficit fiscal si no se acompaña de reducciones en el gasto público. Además, la capacidad de implementar estas políticas dependerá de su habilidad para negociar con un Congreso dividido, donde los demócratas probablemente resistirán cualquier iniciativa que reduzca programas sociales.

El enfoque de Trump en políticas ultraderechistas, incluida la restricción de la inmigración y la eliminación de regulaciones ambientales, podría generar más divisiones. Aunque estas medidas cuentan con el apoyo de su base electoral, enfrentan la oposición de sectores progresistas y moderados, lo que podría derivar en mayores tensiones sociales.

EL FIN DE LA HEGEMONÍA ESTADOUNIDENSE

El bloque BRICS+ ha emergido como un desafío significativo para la hegemonía estadounidense. Con la inclusión de nuevos miembros como Arabia Saudita, este grupo busca crear un sistema financiero alternativo que reduzca la dependencia del dólar. Según el Banco Mundial, el comercio intrabloque creció un 15% anual durante los últimos cuatro años, fortaleciendo su influencia económica y política.

El dólar, pilar del sistema financiero internacional, está perdiendo su posición dominante. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), la proporción de reservas globales en dólares cayó del 61% en 2020 al 55% en 2024. Este descenso refleja una creciente diversificación hacia monedas como el yuan chino y el euro, impulsada por iniciativas del BRICS+ y otros bloques emergentes.

En el ámbito militar y geopolítico, Estados Unidos enfrenta el ascenso de China como potencia dominante en el Pacífico y la reactivación de Rusia en Europa del Este. Además, la influencia de potencias regionales como Irán y Arabia Saudita en el Medio Oriente limita la capacidad de Estados Unidos para mantener su dominio en esta región estratégica.

El futuro socioeconómico de Estados Unidos dependerá en gran medida de la capacidad de la administración Trump para manejar una economía debilitada, una deuda insostenible y una sociedad fracturada. La reconciliación política y la creación de un camino inclusivo para el desarrollo serán cruciales para evitar una crisis prolongada.

Aunque Trump tiene un historial de promover el crecimiento económico, los riesgos asociados con su estilo confrontacional y sus políticas divisivas no pueden ser ignorados. El equilibrio entre reformar el status quo y evitar una mayor radicalización será la prueba definitiva para su liderazgo.

Estados Unidos enfrenta uno de los periodos más complejos de su historia contemporánea. La administración Biden dejó un legado de desafíos económicos y sociales que el presidente electo Donald Trump deberá abordar en un contexto de polarización interna y competencia internacional.

El éxito o fracaso de las políticas de Trump determinará no solo el rumbo de Estados Unidos, sino también el equilibrio de poder en el mundo. Sin embargo, para superar estos retos, será necesario un liderazgo que trascienda la retórica divisiva y busque soluciones inclusivas y sostenibles. En un mundo cada vez más multipolar, el destino de Estados Unidos dependerá de su capacidad para adaptarse a las nuevas realidades globales sin perder de vista los principios democráticos y la cohesión interna que alguna vez lo definieron como nación.

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