MUNDO
Principal productor de amapola en el mundo: Economía política injerencista en Afganistán
Economía Global, por Alberto Gómez-R. //
Durante la gestión de Donald Rumsfeld como secretario de Defensa de Estados Unidos bajo el mandato de George W. Bush, el almirante estadounidense Arthur Cebrowski elaboró un proyecto que divide el mundo en dos zonas: una para los Estados globalizados o industrializados y otra donde quedan los demás países. Estos últimos se ven condenados a convertirse en simples reservas de riquezas naturales y de fuerza de trabajo.
A partir de los hechos del 11 de septiembre de 2001, la misión del Pentágono ya no es ganar guerras sino destruir las estructuras mismas de los Estados en los países destinados a ser simples reservas de riquezas naturales y sembrar allí el caos para apoderarse fácilmente de esas riquezas.
El entonces secretario Rumsfeld solicitó la creación de la Oficina de Transformación de Fuerzas en apoyo del amplio mandato del presidente Bush para transformar las capacidades militares de la nación. La transformación tenía la intención de desafiar el status quo con nuevos conceptos para la defensa estadounidense a fin de garantizar una ventaja competitiva abrumadora y continua para el ejército de Estados Unidos en las próximas décadas.
Las recientes escenas de pánico en el aeropuerto de Kabul, difundidas mundialmente a través de medios de comunicación y redes sociales, evocan las que se vieron en Saigón el 30 de abril de 1975, a raíz de la derrota de Estados Unidos en Vietnam. Es, en efecto, un fenómeno idéntico.
Los afganos que intentan huir colgados de los aviones de las fuerzas armadas estadounidenses no son precisamente traductores de las embajadas occidentales sino agentes de la “Operación Omega”, iniciada bajo la presidencia de Barack Obama (Woodward, Simon y Schuster, 2010). Son miembros de la Khost Protection Force (KPF) y de la Dirección Nacional de Seguridad (NDS) y se encargaban de torturar y asesinar afganos que se oponían a la ocupación extranjera. Esos elementos cometieron tantos crímenes que los talibanes, en comparación con ellos, son almas inocentes. (De Lauri, Suhrke, 2020)
Afganistán es un país montañoso sin salida al mar ubicado en Asia, concretamente en la región de Oriente Medio. Limita con Pakistán al sur y al este, con Irán al oeste, con Turkmenistán, Uzbekistán y Tayikistán al norte, y con China al noreste a través del corredor de Waján. Con una población de 37,4 millones de habitantes (estimado julio, 2021), su población es predominantemente joven (62% de los 0-24 años de edad). Kabul es la capital y ciudad más grande, con una población estimada de 4,6 millones compuesta mayormente por pastunes, tayikos, hazaras y uzbekos. Afganistán está de facto gobernada por el Emirato Islámico de Afganistán, controlado por los talibanes, tras el colapso de las instituciones de la internacionalmente reconocida República Islámica de Afganistán ocurrido el 15 de agosto de 2021 tras la caída de la capital, Kabul.
Bajo la tierra de Afganistán se esconden importantes y valiosos recursos naturales como hierro, cobre, cromo, zinc, plomo o mármol. Asimismo, existe una gran cantidad de piedras preciosas y materiales clave para la tecnología, como el litio o el cobalto. Por otra parte, en la zona norte hay reservas de petróleo y gas natural.
En 2020 se estimaba que el 90% de los afganos vivía por debajo del umbral de la pobreza. En un último informe del Banco Mundial, se describió la economía afgana como “frágil y dependiente de ayuda”. Sin embargo, los recursos naturales del país podrían impulsar su economía y por tanto mejorar la situación social.
En 2010, un informe realizado por expertos militares y geólogos, estimó que Afganistán posee recursos minerales por un valor cercano a los 850,000 millones de dólares: hierro, cobre, litio, cobalto y tierras raras.
En la pasada década, la mayor parte de esos yacimientos no ha sido explotada. Y el valor de esas materias primas entretanto ha tenido aumentos sin precedentes.
Otro reporte de 2017, realizado por el gobierno afgano, estimó que la riqueza mineral del país asciende a unos 3 billones de dólares, incluyendo los combustibles fósiles.
El litio, utilizado en baterías para automóviles eléctricos, teléfonos celulares y laptops, experimenta una demanda sin precedentes, con un aumento anual del 20 por ciento.
El documento del Pentágono calificó a Afganistán como la Arabia Saudita del litio, y calculó que sus depósitos podrían igualar a los de Bolivia, que se cuentan entre los mayores del mundo. (dw.com)
En general, la economía afgana tiene muy bajo desarrollo debido a la situación de guerra permanente, a la falta de un gobierno central efectivo, y a la fragmentación de la sociedad en grupos tribales.
La agricultura es la principal fuente de ingreso de este país, pues se cultiva principalmente trigo, maíz, arroz, cebada, hortalizas, varios tipos de frutos secos, nueces, tabaco, algodón, remolacha y amapola, esta última cultivada de manera ilícita para la fabricación de opio y sus derivados como la heroína, siendo el primer productor y exportador ilegal en el mundo.
Desde la invasión y ocupación de Estados Unidos en diciembre de 2001, Afganistán incrementó sus cultivos de amapola, de la cual se extrae el opio, que genera cerca del 92 por ciento de la producción mundial de heroína.
Diez kilogramos son equivalentes a uno de heroína. Esta droga mantiene a este país islámico centroasiático en el primer lugar de drogas del planeta. (voltairenet.org)
El máximo histórico estimado de producción de opio se estableció en 2017 en 9,900 toneladas por un valor de unos 1,400 millones de dólares en ventas de los agricultores o aproximadamente el 7% del PIB de Afganistán, informó la ONUDD.
Pero en términos globales, esas amapolas cultivadas abastecen un mercado de 65 mil millones de dólares en heroína y opio, que llega a 15 millones de adictos y mata unas 100 mil personas anualmente.
Esto figura en un informe intitulado “Adicción, crimen e insurgencia: la amenaza transnacional del opio afgano”, elaborado por la Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés).
Estados Unidos no ha perdido absolutamente nada en Afganistán porque Washington no quiere que la paz vuelva a ese país. A los políticos de Washington no les interesa el millón de muertos que su guerra de 20 años provocó en Afganistán. Sólo quieren que la región siga siendo inestable, que ningún gobierno sea capaz de controlar allí la explotación de sus riquezas naturales.
El objetivo de Washington es que las empresas, de cualquier país desarrollado que vengan, tengan que aceptar la protección de Estados Unidos para poder explotar las riquezas afganas. (voltairenet.org)
Ese es el esquema del mundo que Hollywood ha popularizado: la imagen de un mundo globalizado protegido por un muro y cuyas fuerzas especiales se encargan de proteger los yacimientos de riquezas en regiones “salvajes”.
Las mismas tácticas se han repetido en otras naciones árabes como Irak, Libia, Siria, y en países africanos y de América Latina desde hace décadas, en estos últimos en su actual curso de acción utilizando a grupos paramilitares –en algunos casos de la delincuencia organizada, tales como cárteles de las drogas- en las conocidas como “guerras de baja intensidad”, cuyo objetivo es la desestabilización de los países y su gobernabilidad, para justificar la invasión militar “humanitaria” y apropiarse de sus codiciados recursos naturales, bajo la falsa premisa de la defensa de los ideales de la “democracia internacional”.
