MUNDO
Protestas golpean al turismo y economía: Racismo y deterioro social en Francia, un polvorín

Economía Global, por Alberto Gómez-R. //
Francia es un verdadero polvorín en estos momentos. Cada día se agrava más la tensa situación socio política en el país galo, sobre todo después del asesinato de un joven de origen migrante. Esto encendió la llama que hace visible el odio racial y el resquebrajamiento más que evidente de las estructuras sociales francesas, y de la Unión Europea.
Sin embargo, la violencia de los cuerpos del “orden” contra jóvenes no es algo reciente, pero lo que llama la atención es el porqué un hecho en apariencia aislado, haya logrado encender la llama de protestas violentas no sólo en Nanterre -donde sucedió el crimen en contra del joven Nahel, de 17 años de edad- sino en toda Francia, y que al parecer están fuera de control.
Francia, una nación con una rica historia, ha tenido un papel significativo en el desarrollo del colonialismo a lo largo de los siglos. Desde la expansión de sus fronteras en Europa hasta la formación de un vasto imperio ultramarino, el colonialismo francés dejó un impacto duradero tanto en la metrópolis como en las regiones colonizadas.
El colonialismo francés se inició en los siglos XV y XVI con la exploración y la expansión en las Américas y África. A través de exploradores como Jacques Cartier y Samuel de Champlain, Francia establecieron colonias en Canadá y el Caribe. Sin embargo, fue durante los siglos XVIII y XIX cuando el imperio colonial francés alcanzó su máxima extensión.
Durante el siglo XIX, Francia se involucró activamente en el imperialismo en África y Asia. La expansión en África se realizó en gran medida a través de la conquista militar, lo que llevó a la creación de vastas colonias en Argelia, Senegal, Costa de Marfil, Madagascar y otros territorios. En Asia, Francia adquirió el control de Vietnam, Laos y Camboya, formando la Indochina francesa.
El colonialismo francés tuvo un profundo impacto en las sociedades colonizadas. Las políticas coloniales promovieron la explotación de recursos naturales y el trabajo forzado, lo que llevó al empobrecimiento y a la pérdida de identidad cultural en muchas comunidades coloniales. Además, la imposición de la cultura y el idioma francés contribuyeron a la marginación de las culturas locales.
Durante los siglos XVII al XX, Francia estableció colonias en diferentes regiones del mundo, utilizando su poderío militar y económico para expandir su influencia. Estas colonias fueron explotadas para el beneficio económico y político de Francia, y se llevaron a cabo prácticas como la extracción de recursos naturales, el establecimiento de sistemas de plantaciones y la imposición de un gobierno y cultura francesa sobre las poblaciones locales.
A medida que avanzó el siglo XX, se produjeron cambios significativos en la visión y la política colonial de Francia. Las luchas por la independencia en las colonias francesas, como la Guerra de Independencia de Argelia (1954-1962), y el reconocimiento de los derechos de los pueblos colonizados llevados a la descolonización de muchos territorios.
A medida que el colonialismo francés se extendió, también aumentó la resistencia local. Los líderes y movimientos anticoloniales, como Amílcar Cabral en Guinea-Bissau y Ho Chi Minh en Vietnam, lucharon por la independencia de sus países. A pesar de la feroz oposición, muchas colonias finalmente obtuvieron su independencia después de la Segunda Guerra Mundial.
La descolonización no fue un proceso fácil, y en muchos casos, las antiguas colonias enfrentaron dificultades para construir naciones independientes y estables. La herencia del colonialismo, documentos oficiales débiles, fronteras artificiales y conflictos étnicos que aún persisten en la actualidad.
Aunque la mayoría de las colonias adquirieron su independencia, las relaciones entre Francia y las excolonias han sido complejas. Algunos países mantienen lazos cercanos con Francia debido a acuerdos económicos y culturales, mientras que otros han experimentado tensiones ya sea la inercia del imperialismo de mantener privilegios en las tierras que antes fueron sus colonias, o bien por instigar desde fuera, apoyando a movimientos sociales y grupos políticos opositores a los gobiernos democráticamente electos.
En el siglo XXI, Francia ya no es considerada una potencia colonial en el sentido clásico del término. Sin embargo, es importante destacar que el colonialismo francés en el pasado ha tenido un impacto significativo en muchas partes del mundo, especialmente en África, Asia y el Caribe.
Aunque Francia ya no tiene colonias formales, persisten relaciones complejas y asimétricas con antiguas colonias y territorios de ultramar. Algunas de estas relaciones se rigen por acuerdos políticos y económicos, pero también han surgido tensiones y conflictos debido a cuestiones como los derechos humanos, la autodeterminación y la influencia económica.
Por ejemplo, en la actualidad, la relación entre Francia y sus territorios de ultramar, como la Guayana Francesa y las Islas del Caribe, sigue siendo objeto de debate debido a desafíos socioeconómicos y políticos. Además, en el caso de África, existen críticas y debates sobre las relaciones neocoloniales, donde se argumenta que Francia mantiene una influencia significativa en la política, la economía y los asuntos militares de algunos países africanos.
Es importante destacar que las opiniones sobre el colonialismo francés en el siglo XXI son diversas y pueden variar según la perspectiva de cada persona. Mientras algunos argumentan que Francia ha avanzado hacia la cooperación y el respeto mutuo en sus relaciones con antiguas colonias, otros señalan que persisten formas sutiles de influencia y explotación. La comprensión completa de esta compleja dinámica requiere un análisis detallado de las relaciones históricas, políticas y económicas entre Francia y los territorios afectados por su pasado colonial.
Recientemente, Francia ha experimentado una serie de desafíos relacionados con el racismo y las protestas sociales que han surgido en respuesta a estos problemas. Es importante tener en cuenta que el racismo existe en diferentes formas y niveles en la sociedad francesa, y las opiniones y experiencias pueden variar considerablemente.
El racismo en Francia se manifiesta en varios alrededores, como la discriminación en el empleo, la vivienda, la educación y la justicia. Existen barreras estructurales y prejuicios arraigados que se rompen desproporcionadamente a las comunidades minoritarias, incluyendo a las personas de ascendencia africana, magrebí, asiática y otras.
Un tema importante en relación con el racismo en Francia es el debate sobre el concepto de laicidad o secularismo. La idea de laicidad en Francia tiene como objetivo garantizar la neutralidad del Estado en asuntos religiosos y promover la igualdad entre los ciudadanos. Sin embargo, en ocasiones se ha argumentado que estas políticas pueden llevar a la discriminación contra las minorías religiosas, particularmente las personas musulmanas, en el contexto de restricciones en el uso de símbolos religiosos en espacios públicos, como el velo islámico.
En los últimos años, ha habido un aumento de las protestas sociales relacionadas con el racismo en Francia. Por ejemplo, el movimiento «Black Lives Matter» ha tenido repercusiones en el país, presentando manifestaciones y debates sobre la brutalidad policial, la discriminación racial y la desigualdad sistémica. Estas protestas han destacado casos de violencia policial contra personas de origen africano y otras minorías étnicas, así como cuestionamientos sobre el trato y la representación de estas comunidades en la sociedad francesa.
Es importante reconocer que las opiniones sobre el racismo en Francia y las protestas sociales son diversas y a menudo generan intensos debates. Algunos argumentan que el racismo es un problema subestimado que requiere un mayor reconocimiento y acción, mientras que otros sostienen que la situación no es tan grave o que se exageran los casos de discriminación. La comprensión completa de estas cuestiones requiere una evaluación cuidadosa de las experiencias y perspectivas de las comunidades afectadas, así como de los diversos debates en curso en la sociedad francesa.
La afectación de las protestas sociales en Francia han afectado ya fuertemente a su de por si vapuleada economía, y alejado al turismo, una de sus principales entradas de divisas. Sin embargo, poco parece preocuparle a Emmanuel Macron, quien cumple con la agenda impuesta por quienes aún son sus patrones: los Rothchild.
Francia puede ser el inicio de un fuego de grandes proporciones en toda Europa, avivado por la guerra en Ucrania, que parece no tener salida pacífica, y a la que los países miembros de la OTAN continúan alimentando con enormes cantidades de armamento y dinero, otro factor que los ciudadanos europeos ya no están dispuestos a soportar, mientras sus condiciones de vida se deterioran día tras día. Sólo hay que observar a quiénes ha favorecido toda esta situación…
MUNDO
Rechaza ser deportado Hernán Bermúdez Requena de Paraguay

– Por Francisco Junco
Hernán Bermúdez Requena, el ex secretario de Seguridad Pública, nombrado por el entonces Gobernador de Tabasco, Adán Augusto López, ahora senador de la República, rechazó ser extraditado a México.
Durante la audiencia inicial, donde un juez dictó prisión preventiva, se le ofreció la extradición voluntaria, pero Bermúdez Requena, presunto líder del cartel de “La Barredora”, no aceptó.
Ahora se iniciará un proceso ordinario, que podría tardar hasta 60 días, en tanto, Bermúdez Requena, continuará bajo la custodia de la Secretaría Nacional Antidrogas de Paraguay.
En tanto, en México se informó que la Fiscalía General de la República ya presentó la solicitud de extradición contra Hernán Bermúdez Requena al gobierno guaraní.
“El Abuelo” o “El Comandante H”, como se le conoce al exfuncionario del gobierno del morenista Adán Augusto López en Tabasco, e identificado como el presunto líder del Cártel de “La Barredora”, fue detenido la madrugada del sábado, en Paraguay, en una residencia ubicada en la zona exclusiva de Marino Roque Alonso, donde permanecía escondido.
Este fin de semana, el presidente Santiago Peña, dio a conocer, en un pequeño video de 45 segundos, cómo fue el arresto de Bermúdez Requena.
En las imágenes, primero se ven aspectos de la residencia, se ve cómo las fuerzas especiales, revisaron la finca y derribaron la puerta, suben una escalera y someten a ex secretario de seguridad, lo encañonaron y lo tiraron al suelo, donde lo tenían sometido, bocabajo y un elemento le pone un pie en la espalda.
Después, el presunto líder de La Barredora, quien cuenta con una ficha roja activa de la Interpol, aparece sentado en un sillón con ropa deportiva, pelo más largo y canoso, barba larga.
Cuenta con una orden de captura en México por asociación delictuosa, extorsión y secuestro exprés.
En el video, se muestra que en la residencia, donde permanecía escondido, había fajos de dólares y guaraníes, moneda uruguaya, así como joyas, tarjetas bancarias, identificaciones y una camioneta de alta gama.
Manuel Doltane, titular de Asuntos Internacionales de la Fiscalía de Paraguay, reveló que Bermúdez, entró de manera ilegal al país.
Y es que en febrero de este año, después de hacer pública la orden de aprehensión en su contra, el ex funcionario estatal huyó del país.
De acuerdo con las autoridades, viajó primero a Panamá, después a España, más tarde a Brasil, para terminar en Paraguay.
En medios locales del país sudamericano, como el diario ABC, informaron que la detención del ex funcionario de Adán Augusto López, se logró, gracias a que en el mes de julio se detuvo a Gerardo Bermúdez Arreola, sobrino del presunto líder de “La Barredora”.
CARTÓN POLÍTICO
Edición 807: Magistrada Fanny Jiménez revoca rechazo de pruebas y defiende Bosque de Los Colomos
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LAS NOTICIAS PRINCIPALES:
Crónica de una semana tensa en la UdeG: La rebelión estudiantil que desafía a la FEU
MUNDO
Tolerancia en tiempos de algoritmos

– Opinión, por Miguel Anaya
¿Qué significa ser conservador en 2025? La etiqueta, lejos de significar a una persona o grupo de ellas, aglutinadas en torno a la Biblia o valores cristianos, se ha vuelto un acto de rebeldía. El conservadurismo pareciera significar a una nueva minoría (o una mayoría silenciosa) que enfrenta un prejuicio constante en redes sociales.
En sociedades donde la corrección política dicta el guion, ser conservador implica defender valores tradicionales —para algunos valores anacrónicos— en medio de un mar de redefiniciones. La sociedad dio un giro de 180 grados en tan solo 20 años y aquellos que señalaban hace dos décadas, hoy son señalados.
¿Y ser liberal? El liberalismo que alguna vez defendió la libertad frente al Estado hoy se ha transformado en progresismo militante: proclamar diversidad, reivindicar minorías, expandir derechos. Noble causa, sin duda.
El problema comienza cuando esa nobleza se convierte en absolutismo y se traduce en expulsar, callar o cancelar a quien no repite las consignas del día. El liberal de hoy se proclama abierto, pero con frecuencia cierra la puerta al que discrepa. Preocupante.
He aquí la contradicción más notable de nuestro tiempo: vivimos en sociedades que presumen de “abiertas”, pero que a menudo resultan cerradas a todo lo que incomoda. Lo que antes era normal hoy puede costar reputación, trabajo o, en casos extremos, la vida. Hemos reemplazado la pluralidad por trincheras y el desacuerdo por el linchamiento mediático (“funar” para la generación Z).
La polarización actual funciona como un espejo roto: cada bando mira su fragmento y cree que posee toda la verdad. Los conservadores se refugian en la nostalgia de un mundo que quizá nunca existió, mientras que los liberales se instalan en la fantasía de que el futuro puede aceptar todo, sin limitantes.
Ambos lados olvidan lo esencial: que quien piensa distinto no es un enemigo para destruir, sino un ciudadano con derecho a opinar, a discernir y, por qué no, a equivocarse humanamente.
La violencia y la polarización que vivimos, no son fenómenos espontáneos. Son herramientas. Benefician a ciertas cúpulas que viven de dividir, a las plataformas digitales que lucran con cada insulto convertido en tema del momento.
El odio es rentable; la empatía, en cambio, apenas genera clics. Por eso, mientras unos gritan que Occidente se derrumba por culpa de la “ideología woke”, otros insisten en que el verdadero peligro son los “fascistas del siglo XXI”. Y en el ruido de esas etiquetas, el diálogo desaparece.
Lo más preocupante es que ambos discursos se han vuelto autorreferenciales, encerrados en su propia lógica. El conservador que clama por libertad de expresión se indigna si un artista satiriza sus valores; el liberal que defiende la diversidad se escandaliza si alguien cuestiona sus banderas.
Todos piden tolerancia, pero solo para lo propio. Lo vemos en el Senado, en el país vecino, tras el triste homicidio de Charlie Kirk y hasta en los hechos recientes en la Universidad de Guadalajara.
En buena medida, este mal viene precedido de la herramienta tecnológica que elimina todo el contenido que no nos gusta para darnos a consumir, solo aquello con lo que coincidimos: EL ALGORITMO.
El algoritmo nos muestra un mundo que coincide totalmente con nuestra manera de pensar, de vivir, de vestir, nos lleva a encontrarnos únicamente con el que se nos parece, creando micromundos de verdades absolutas, haciendo parecer al que piensa un poco distinto como ajeno, loco e incluso peligroso. Algo que debe ser callado o eliminado.
Occidente, en 2025, parece olvidar que lo que lo hizo fuerte no fue la homogeneidad, sino la tensión creativa y los equilibrios entre sus diferencias. Quizá el desafío es rescatar el principio básico de que la idea del otro no merece la bala como respuesta.
Solo la palabra, incluso aquella que incomoda, puede mantener vivo un debate que, aunque imperfecto, sigue siendo el único antídoto contra el silencio y la complicidad impuestos por el miedo o la ignorancia.
MUNDO
De espectador a jugador: El Plan México y los nuevos aranceles

– A título personal, por Armando Morquecho Camacho
En la historia de la política internacional, las decisiones económicas suelen asemejarse a partidas de ajedrez: cada movimiento no solo busca ganar terreno en el presente, sino también anticipar jugadas futuras que podrían definir la victoria o la derrota.
México, con el anuncio de aranceles de hasta un 50% a productos provenientes de países sin acuerdos comerciales —particularmente China—, ha hecho una jugada que puede parecer arriesgada, pero que revela un cálculo estratégico más amplio: equilibrar una balanza comercial desigual y, al mismo tiempo, alinearse con el tablero donde Estados Unidos y China libran una guerra cada vez más abierta.
La presidenta Claudia Sheinbaum ha justificado la medida bajo dos argumentos centrales: primero, la necesidad de equilibrar la balanza comercial con China, que hoy refleja una brecha difícil de ignorar; y segundo, el impulso del llamado Plan México, su proyecto estrella para transformar la economía y fomentar la producción nacional.
Visto desde esa óptica, el arancel no es un simple impuesto, sino un muro de contención frente a la dependencia excesiva de productos chinos y, al mismo tiempo, una palanca para reconfigurar las cadenas de valor en territorio mexicano.
El gesto tiene también una lectura geopolítica. Estados Unidos ha reactivado una estrategia de confrontación comercial contra China y la Unión Europea ha hecho lo propio. México, tercer socio comercial de Estados Unidos y pieza clave en la industria automotriz de Norteamérica, no podía permanecer neutral. Imponer aranceles de este calibre es enviar una señal de lealtad estratégica a Washington, asegurando que México no será el eslabón débil en la cadena norteamericana.
La analogía podría entenderse si imaginamos un puente colgante sobre un río. Durante décadas, México ha cruzado ese puente que fue construido con materiales chinos y que servían de soporte a la industria nacional. Ahora, la decisión de elevar aranceles implica retirar varios de esos tablones y reemplazarlos con productos propios o con piezas de otros socios.
No es una tarea sencilla. Estos cambios en un inicio podrían debilitar el puente, pero esto se hace con la finalidad de consolidar la estructura y hacerla menos dependiente de un solo proveedor.
Los críticos señalan que el golpe puede resultar contraproducente. La industria automotriz mexicana, uno de los grandes motores de la economía, ha construido buena parte de su competitividad sobre la base de insumos chinos.
No obstante, esta medida podemos verla desde otra perspectiva y no solo como una medida para eliminar de golpe la presencia china, sino que esta busca generar incentivos para que la inversión y la producción se instalen en territorio mexicano o en países con reglas más claras.
Esta jugada puede entenderse también como una apuesta al futuro del nearshoring, el fenómeno que ha llevado a empresas globales a trasladar operaciones de Asia a países más cercanos al mercado estadounidense. México, por su ubicación geográfica y su red de tratados, se ha convertido en uno de los destinos más atractivos.
Para capitalizar esa ventaja era necesario enviar una señal firme: que el país está dispuesto a reordenar su comercio exterior y a reducir su dependencia de un socio con el que no comparte compromisos de largo plazo.
No obstante lo anterior, en lo político, México también gana margen de maniobra. Al mostrar una postura clara frente a China, fortalece su posición en la relación con Estados Unidos, con quien compartimos más que fronteras. Recordemos que, en el contexto sociopolítico actual, el T-MEC exige disciplina y coordinación en temas comerciales, especialmente en la industria automotriz, que es clave tanto en México como en Estados Unidos.
El reto, sin embargo, será enorme. La transición hacia cadenas de suministro menos dependientes de China implicará costos de corto plazo, ajustes en la industria y tensiones con empresarios acostumbrados a la eficiencia y el bajo precio de los insumos chinos.
Pero en la economía, como en la vida, no siempre se trata de elegir el camino más fácil, sino el que garantiza mayor estabilidad y desarrollo a largo plazo. Si el Plan México logra que las fábricas, en lugar de importar piezas, empiecen a producirlas en territorio nacional, la apuesta habrá valido la pena.
Imaginemos por un momento la industria del automóvil como un gran árbol. Sus raíces se extienden en múltiples direcciones: hacia Estados Unidos, hacia Europa y, en las últimas dos décadas, con fuerza, hacia China. Lo que hoy propone el gobierno mexicano es podar algunas de esas raíces para que el árbol no dependa en exceso de un solo suelo.
Es verdad que hay incertidumbre. Nadie puede asegurar que los aranceles funcionarán como palanca de desarrollo interno y no como un freno a la producción. Nadie puede anticipar hasta qué punto las tensiones con China podrían derivar en represalias.
Pero lo que sí es claro es que seguir con una dependencia de 130 mil millones de dólares en importaciones de China, frente a apenas 15 mil millones en exportaciones de México, es caminar sobre una cuerda floja demasiado delgada.
México está intentando, con esta decisión, dejar de ser un simple espectador en la guerra comercial de Estados Unidos contra China, para convertirse en un jugador que elige con quién y cómo quiere relacionarse. El Plan México puede ser la brújula que oriente esta transición, y los aranceles, la herramienta que marque el rumbo.
No se trata de cerrarse al mundo, sino de abrirse de manera más inteligente, cuidando que el intercambio económico no se convierta en una relación de dependencia.
Al final, lo que está en juego no es solo la balanza comercial con China ni la competitividad de la industria automotriz, sino la posibilidad de que México aproveche este momento de reconfiguración global para fortalecerse como un país capaz de producir, innovar y sostener su crecimiento sin depender de los caprichos de una sola potencia. El puente que hoy tambalea puede convertirse, si se refuerza con visión, en la vía sólida hacia un futuro de mayor autonomía económica.