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OPINIÓN

Regulación a Airbnb: ¿Un paso necesario o un ataque a la propiedad privada?

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

La reciente decisión de la Ciudad de México de limitar a 180 días el tiempo que una vivienda puede ser rentada a través de plataformas como Airbnb ha desatado una controversia. Como era de esperarse, no han faltado quienes acusan al gobierno de estar implementando medidas “comunistas” o interfiriendo indebidamente en el derecho de propiedad.

Uno de los argumentos más recurrentes en contra de la regulación de plataformas como Airbnb es que el gobierno no debería interferir en lo que los dueños hacen con sus propiedades. Sin embargo, este razonamiento ignora un hecho fundamental: el uso de la propiedad siempre ha estado sujeto a regulación. Desde los permisos de construcción hasta las zonas delimitadas para uso habitacional o comercial, el gobierno tiene la facultad de regular cómo y para qué se utiliza el suelo y los inmuebles en su jurisdicción.

De hecho, los límites al uso de la propiedad no son una excepción, sino la norma en todas las sociedades organizadas. ¿Acaso alguien podría construir una fábrica en medio de una zona residencial o abrir un club nocturno en una calle tranquila sin ningún tipo de restricción? La respuesta es no, porque las normativas urbanas existen para garantizar el bienestar común y el equilibrio en el desarrollo urbano. En ese sentido, la medida de limitar el tiempo que una propiedad puede ser utilizada para rentas temporales no es tan diferente de las regulaciones que ya existen para negocios o construcciones en zonas habitacionales.

Es importante mencionar que esta no es una medida aislada. Varias de las principales ciudades del mundo han implementado restricciones similares, buscando frenar la creciente gentrificación y el aumento de los precios de las rentas que se ha relacionado con plataformas como Airbnb. Ámsterdam, Barcelona, Nueva York y París son solo algunos ejemplos de ciudades que han limitado o regulado el uso de propiedades para rentas de corto plazo.

En muchos casos, estas medidas han sido una respuesta directa al impacto que Airbnb ha tenido en el mercado inmobiliario local, donde los propietarios prefieren alquilar a turistas a corto plazo, obteniendo más ganancias, en lugar de rentar a residentes permanentes. Esto ha provocado una disminución de la oferta de viviendas accesibles para quienes viven y trabajan en esas ciudades.

En la Ciudad de México, el problema no es tan diferente. En algunas zonas, como la colonia Roma o la Condesa, los precios de las rentas han aumentado de manera considerable en los últimos años, en parte debido a la proliferación de propiedades que se ofrecen en plataformas de alquiler temporal. Esto ha empujado a muchos residentes tradicionales fuera de sus vecindarios, ya que no pueden competir con los ingresos que los propietarios obtienen alquilando a turistas.

No obstante, aunque la regulación de Airbnb es necesaria en ciertos contextos, vale la pena reflexionar sobre un problema más profundo: el concepto de vivienda como activo financiero. En muchas ciudades, la vivienda ha dejado de ser vista como un derecho fundamental y se ha convertido en un vehículo para la especulación comercial. Los bienes raíces se compran no tanto para ser habitados, sino como inversiones a largo plazo que pueden generar rendimientos mediante la compra, venta o alquiler a precios elevados.

Este fenómeno ha distorsionado gravemente el mercado inmobiliario, llevando los precios de las propiedades a niveles que están fuera del alcance de una gran parte de la población. En lugar de ser un refugio para las familias, la vivienda se ha convertido en un bien de lujo. Mientras persista esta visión, el problema de la vivienda será difícil de resolver, con o sin plataformas como Airbnb.

Eso no significa que la vivienda no pueda ser vista como un activo financiero en absoluto. Después de todo, muchos propietarios dependen de sus propiedades para generar ingresos, ya sea mediante rentas a largo plazo o alquileres temporales. Lo que se necesita es un equilibrio que permita a los propietarios obtener un rendimiento justo de sus inversiones sin que esto signifique la exclusión de la población más vulnerable de los centros urbanos.

El verdadero problema que subyace en esta situación no es Airbnb en sí, sino la especulación descontrolada en el mercado inmobiliario. Los grandes inversionistas, fondos de inversión y desarrolladores han visto en el sector inmobiliario una mina de oro, comprando enormes bloques de propiedades con el único objetivo de maximizar sus beneficios. Este fenómeno ha generado una burbuja que eleva los precios de las viviendas, pero no mejora necesariamente la calidad de vida de quienes las habitan. En lugar de crear comunidades vibrantes, esta tendencia fomenta la creación de ciudades que son accesibles solo para unos pocos, mientras que el resto se ve obligado a mudarse a la periferia.

La regulación de Airbnb es, en ese sentido, solo una parte de la solución. Mientras no se tomen medidas más amplias para frenar la especulación inmobiliaria y garantizar que la vivienda sea accesible para todos, seguiremos enfrentando los mismos problemas de gentrificación y desplazamiento de comunidades. Es aquí donde el gobierno tiene un papel crucial que desempeñar, no solo regulando plataformas digitales, sino también estableciendo políticas de vivienda que pongan a las personas, y no a las ganancias, en el centro de la ecuación.

La medida de limitar a 180 días al año el uso de propiedades para Airbnb en la Ciudad de México tiene sentido en un contexto donde se busca regular el mercado de las rentas y evitar el desplazamiento de comunidades locales. No obstante, la discusión no debe centrarse exclusivamente en si el gobierno tiene el derecho de regular la propiedad privada, sino en cómo se puede encontrar un equilibrio entre permitir que los propietarios obtengan un rendimiento de sus inversiones y garantizar que la vivienda siga siendo accesible para quienes la necesitan.

Es posible, y de hecho necesario, que la vivienda sea vista tanto como un activo financiero como un derecho humano. Pero para lograr ese equilibrio, es esencial que se combata la especulación inmobiliaria que ha convertido a las ciudades en terrenos de juego para inversionistas y que se implementen políticas que pongan un límite a la comercialización indiscriminada de la vivienda. Si bien Airbnb puede no ser el problema de fondo, es un síntoma de un mercado inmobiliario desbalanceado que necesita una intervención cuidadosa y medidas que protejan tanto a los propietarios como a los inquilinos.

La regulación de Airbnb en la Ciudad de México es un paso en la dirección correcta para frenar el aumento desmedido de los precios de las rentas y combatir la gentrificación. Sin embargo, para abordar el problema de raíz, es necesario un cambio más profundo en cómo entendemos la vivienda.

Mientras sigamos viéndola únicamente como un activo financiero sujeto a especulación, seguiremos enfrentando los mismos desafíos. El gobierno tiene la responsabilidad de equilibrar los intereses de los propietarios con el derecho de las personas a tener acceso a una vivienda digna y asequible. Solo así podremos construir ciudades que sean justas, inclusivas y accesibles para todos.

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NACIONALES

La presidenta Sheinbaum: ¿Acatará tratados internacionales?

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De primera mano, por Francisco Javier Ruiz Quirrín //

EL CLAROSCURO de la reforma judicial. Por un lado, los opositores a esta reforma promovida por López Obrador y consumada por Claudia Sheinbaum, tienen en el Artículo Primero de la Constitución y en la actuación de los organismos internacionales que vigilan el cumplimiento de los ordenamientos jurídicos para la defensa de los derechos humanos, un argumento más de lucha.

Por el lado oficial, dueña de los tres poderes del Estado Mexicano y seguidora de la “cuarta transformación” -que ha hecho a un lado los criterios de organizaciones internacionales que exponen sus opiniones con respecto al gobierno de México-, la presidenta Sheinbaum podría promover de una vez por todas las reformas constitucionales que harían a un lado el actual ordenamiento contemplado en la Carta Magna para dejar de considerar todo tratado internacional como Ley Suprema.

No podemos olvidar que en el paquete de reformas constitucionales para establecer la “Ley Suprema” del Congreso de la Unión por encima del Poder Judicial Federal, se contemplaba una reforma para hacer a un lado del texto lo relativo a los “tratados internacionales”, pero al final del día no se contempló.

Hasta ahora, el Artículo 1 de la Constitución se contempla así:

“En los Estados Unidos Mexicanos todas las personas gozarán de los derechos humanos reconocidos en esta Constitución y en los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte, así como de las garantías para su protección, cuyo ejercicio no podrá restringirse ni suspenderse salvo en los casos y bajo las condiciones que esta Constitución establece”.

Por parte de los organismos internacionales dedicados a la defensa de los derechos humanos, hay un tema neurálgico en relación a México, luego de la reforma judicial y la expectativa de una posible violación a los derechos humanos ante la selección de los jueces, magistrados y ministros del Poder Judicial Federal a través del voto popular, porque los nuevos juzgadores podrían sujetarse a las consignas políticas y no a la Ley.

Una abogada experta en el sistema interamericano de derechos humanos –Tamara Taraciuk-, dijo a “Proceso” lo siguiente:

“Si el Estado Mexicano ignora las eventuales recomendaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, este organismo se transforma en una suerte de Fiscalía y lleva el caso a la Corte Interamericana de Derechos Humanos con sede en San José, Costa Rica y este tribunal inicia un proceso que podría culminar en una sentencia condenatoria vinculante que el Estado Mexicano tendría la obligación de cumplir como firmante de la Convención Interamericana de Derechos Humanos”

Aparte, de forma paralela, en la Organización de las Naciones Unidas se desarrolla un proceso en el que el Estado mexicano tiene que responder. La reforma también está en la mira de la relatora especial de la ONU para la Independencia de Jueces y Abogados y de la Comisión de Venecia, un organismo de la Unión Europea que vela por el constitucionalismo y el Estado de derecho y del cual México forma parte. De parte de estas organizaciones no hay sentencias vinculantes pero sí pronunciamientos políticos.

Aparte, el artículo 133 de la Constitución establece que los tratados internacionales son parte de la Ley Suprema de la Unión, junto con la Constitución y las leyes del Congreso.

Palabras más, palabras menos, ante el inminente riesgo de violaciones a los derechos humanos por la puesta en práctica de una reforma judicial cuyos jueces electos por el voto popular atenderían las recomendaciones de quienes los colocaron para “administrar la justicia” y no a la interpretación de la Constitución en sus primeros 29 artículos relativos a las garantías individuales o derechos del hombre y la mujer, el gobierno de México podría recibir una condena internacional y verse obligado a modificar parte de su reforma al Poder Judicial de la Federación.

Eso por un lado, pero por otro, podría ser una oportunidad para que el régimen impuesto por López Obrador y perfeccionado por Claudia Sheinbaum, quite los candados constitucionales que le oprimen aún, el propósito de establecer de una vez por todas un régimen en manos de una sola persona, es decir, una autocracia en la que las libertades y derechos humanos de sus ciudadanas y ciudadanos se sujetarían a la voluntad del Estado, el mismo que sería capaz de declarar de utilidad pública, toda propiedad privada.

NO HABRÁ DIÁLOGO CON LA OPOSICIÓN

SI LA presidenta Sheinbaum hizo de manera personal una crítica pública al nuevo dirigente nacional del PAN, Jorge Romero, es porque está enviando un mensaje de que no habrá diálogo alguno con la oposición… Decir que Romero es “el jefe del cartel inmobiliario” en la ciudad de México, podría haber corrido a cargo de la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez o de la presidenta de MORENA, Luisa María Alcalde, pero no fue así… Un asunto de bajo perfil fue tomado como un pretexto para decir a todos los mexicanos que esta “construcción del segundo piso de la cuarta transformación”, solo gobernará para los simpatizantes, haciendo a un lado a todo aquel o aquella que piense diferente… Adiós entonces a la aspiración de un llamado desde palacio nacional a la unidad de las y los mexicanos…

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JALISCO

Madruguete legislativo: El pacto silencioso que define la política jalisciense

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Crónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco //

El reloj marcaba las 2:33 de la madrugada cuando la 64 Legislatura del Congreso de Jalisco, bajo el tenue resplandor de la noche, decidió consumar lo que muchos en el recinto describieron como un “madruguete”. En una sesión cargada de tensión, se aprobó la integración de las 20 comisiones legislativas, un acto que, más que ser un simple trámite administrativo, reveló la maquinaria oculta que mueve los hilos del poder en el estado.

Mientras la mayoría de los legisladores dieron su voto favorable, los cinco integrantes del Partido Acción Nacional (PAN) se opusieron con firmeza. Claudia Murguía Torres, coordinadora de la bancada panista, alzó la voz contra lo que calificó como un “acuerdo vergonzoso” entre Movimiento Ciudadano (MC) y Morena. Con un tono severo, señaló la falta de transparencia y la premura innecesaria de una sesión que, según ella, podría haberse realizado con luz de día y mayor deliberación.

La crítica de Murguía resonaba más allá del recinto: “No hay urgente necesidad”, afirmó, cuestionando la prisa por votar cuando aún quedaban días para cumplir el plazo legal. Y, sin embargo, su voz parecía ahogarse en un entorno donde las alianzas veladas y los intereses partidistas ya habían definido el resultado.

El coordinador de MC, José Luis Tostado, respondió con la habilidad retórica que caracteriza a los políticos experimentados. Negó cualquier pacto exclusivo con Morena y afirmó que los acuerdos fueron alcanzados con siete de los ocho grupos parlamentarios. Pero los hechos hablan más alto que las palabras, y el reparto de las presidencias de las comisiones legislativas parece contar una historia distinta.

EL REPARTO DEL PODER

Movimiento Ciudadano, como era de esperarse, se quedó con las comisiones clave: Hacienda y Presupuestos, Seguridad y Justicia, Movilidad y Transporte, entre otras. Con estas posiciones, MC asegura su dominio sobre los recursos financieros, la agenda de seguridad y los proyectos de movilidad, consolidando así su narrativa de partido hegemónico en Jalisco.

Morena, por su parte, tomó el control de comisiones que, aunque importantes, carecen del impacto presupuestal que caracteriza a las de MC. Igualdad Sustantiva y de Género, Vigilancia y Sistema Anticorrupción, y Participación Ciudadana son comisiones que encajan con la retórica progresista del partido, pero cuyo alcance real en términos de poder legislativo es limitado.

El PAN, relegado a un papel testimonial, mantuvo las comisiones de Asistencia Social, Familia y Niñez, así como Gobernación. Estas presidencias son más un consuelo simbólico que una herramienta de influencia real. Mientras tanto, el PRI y los partidos minoritarios —Hagamos, PVEM, PT y Futuro— obtuvieron presidencias que parecen más un intento de mantenerlos en la mesa de negociación que una concesión de poder auténtico.

LA SOMBRA DE UN PACTO NO TAN SILENCIOSO

El PAN, con razón o sin ella, parece haber sido el único partido dispuesto a denunciar públicamente lo que otros solo murmuran en los pasillos: la existencia de un acuerdo entre MC y Morena. Aunque ambos partidos lo niegan, su coordinación para sacar adelante esta votación en una sesión de madrugada sugiere que hay más en juego que el cumplimiento de un plazo legal.

En este contexto, la declaración de Julio Hurtado, diputado panista, resulta especialmente elocuente: “El que hoy estemos debatiendo este tema a las 2 de la mañana habla por supuesto de lo vergonzante que es para Movimiento Ciudadano arrancar esta Legislatura entregándole el control de lo que hoy es la gran coyuntura nacional”.

EL PESO DE LOS NOMBRAMIENTOS

La sesión no solo fue polémica por la distribución de las comisiones. También se tomó protesta a Eduardo Fabián Martínez Lomelí como secretario general del Poder Legislativo. Martínez Lomelí, cercano al gobernador Enrique Alfaro, es una figura clave en la operación legislativa y su continuidad refuerza la influencia de MC dentro del Congreso.

Su permanencia no es un detalle menor; representa el control administrativo y técnico del Legislativo, un poder que muchas veces opera lejos de los reflectores, pero que es crucial para la agenda de cualquier partido en el gobierno.

LA GLOSA 2024: OBRA DE TEATRO EN PUERTA

Otro de los puntos aprobados fue la realización de la Glosa 2024 los días 20, 21 y 22 de noviembre. Este ejercicio de rendición de cuentas, en teoría, debería ser una oportunidad para que los legisladores cuestionen a los titulares de las dependencias gubernamentales sobre su gestión. Sin embargo, los antecedentes nos enseñan que estas sesiones suelen ser más un espectáculo político que un verdadero ejercicio de fiscalización.

LA COREOGRAFÍA DEL PODER

Lo ocurrido en esta primera sesión de madrugada de la 64 Legislatura no es un hecho aislado; es una muestra del entramado político que define a Jalisco. Movimiento Ciudadano, Morena y los demás partidos están inmersos en un juego donde la prioridad no es el bien común, sino la consolidación de poder. Las críticas del PAN, aunque legítimas, también deben ser vistas con escepticismo; ningún partido está libre de pecados en esta danza de intereses y no podemos olvidar que, la legislatura pasada el PAN tenía en Claudia Murguía a la diputada más naranja de los azules.

Si algo dejó claro esta sesión inaugural, es que el Congreso de Jalisco no será el espacio para el debate plural. Los acuerdos entre MC y Morena marcarán la pauta, mientras el resto de las fuerzas políticas se adaptan o perecen. En la penumbra de la madrugada, las decisiones se tomaron con una urgencia cuestionable y una opacidad indignante. Para los ciudadanos, queda la amarga certeza de que, en este juego de poder, su voz sigue siendo un eco perdido en el vacío legislativo.

En X @DEPACHECOS

 

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NACIONALES

El costo de la transparencia

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Opinión, por Salvador Romero Espinoza //

La propuesta de reforma al artículo 116 de la Constitución para desaparecer a los 32 institutos de transparencia locales del país, nos costará casi 20 veces más de lo que actualmente nos cuestan dichos institutos, de acuerdo a la distribución de funciones y obligaciones que establece para las contralorías de cada una de las casi 7,000 autoridades estatales y municipales del país.

En primer lugar, hay que señalar que el presupuesto aproximado del Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI) es de 1,000 millones de pesos anuales, mientras que el presupuesto aproximado de los 32 institutos de transparencia locales del país, ronda los 1,300 millones de pesos al año; el Instituto de Transparencia Jalisciense (ITEI), por ejemplo, tiene un presupuesto aproximado de 60 millones de pesos anuales, básicamente el mismo desde hace 12 años; es decir, la totalidad de los 33 institutos de transparencia cuestan a cada mexicana y mexicano alrededor de $17 pesos al año, menos de lo que cuesta un refresco.

De esos presupuestos, alrededor del 70% de los recursos se destina a lo que se conoce como “Capítulo 1000”, es decir, al pago de sueldos, salarios, prestaciones y honorarios de las personas que apoyan a dichos institutos de transparencia a cumplir con sus funciones, que en el INAI son alrededor de 800 personas y en el resto de los institutos de transparencia del país alrededor de 1,200 personas; el ITEI, por ejemplo, tiene una plantilla de personal de 94 personas.

Por su parte, la propuesta de reforma constitucional, denominada de “simplificación administrativa”, cuya finalidad es la destrucción de 39 organismos constitucionales autónomos (creados como contrapesos al poder público), establece también una propuesta de modificación al artículo 116 (relativo a las atribuciones de las entidades federativas), que violenta completamente el esquema federalista mexicano y el principio de soberanía de los estados que forman nuestra República, pues prohíbe a las entidades el que puedan preservar a sus institutos de transparencia, a pesar que dicho artículo fue concebido para reconocerles atribuciones a las entidades federativas, no para imponerles prohibiciones.

En dicha propuesta de reforma se establece la desaparición obligatoria de los 32 institutos de transparencia del país para que cada contraloría o equivalente de cada autoridad, realice las atribuciones que actualmente realizan dichos institutos, entre otras, conocer de las quejas, impugnaciones, recursos e inconformidades que presente la sociedad en contra de la opacidad de las instituciones públicas, así como las verificaciones a sus portales de transparencia y la capacitación a su personal y a la sociedad civil.

Este esquema conllevaría un enorme gasto presupuestal, dado que -haciendo a un lado a la Federación- actualmente existen casi 7,000 sujetos obligados (o autoridades) estatales y municipales (en Jalisco rondan los 600), por lo que una debida tutela de los derechos fundamentales a la información y a la protección de datos personales, que actualmente está encomendada a los institutos de transparencia, implicaría que en cada contraloría de cada autoridad se contrataran, al menos, 3 tres nuevas personas: una responsable de la resolución de recursos en materia de acceso a la información y de las denuncias por incumplimiento de obligaciones de transparencia; otra responsable de las verificaciones a los portales de transparencia y de la capacitación; y otra especializada en resolver controversias relacionadas con la protección de datos personales.

En otras palabras, en el discurso oficial para justificar la destrucción de los institutos de transparencia, se ha señalado que son costosos para el presupuesto y que su desaparición implicaría un ahorro para el erario público, sin embargo, con el esquema propuesto, si en verdad se quieren proteger adecuadamente estos derechos humanos, se tendrían que contratar a alrededor de 21,000 personas nuevas para tutelarlos de manera eficiente por los sujetos obligados estatales y municipales (en contraste con las alrededor de 1,200 personas que actualmente laboran en los 32 institutos locales), por lo que, en realidad, este esquema propuesto, además de todas las implicaciones negativas que tiene, también nos costaría a las y a los mexicanos, cuando menos 17 veces más de lo que actualmente nos cuestan los institutos de transparencia locales del país.

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