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OPINIÓN

Salud fifí

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Por Benjamín Mora //

La renuncia de Germán Martínez, como director general del Seguro Social, abrió la Caja de Pandora de la Cuarta Transformación que coincide con las acusaciones que penden en contra de Carlos Lomelí, súper delegado del Gobierno Federal en Jalisco, por beneficiarse –él o su familia y amigos- con asignaciones directas de contratos millonarios para proveer de medicamentos al gobierno AMLO… ¡La honestidad valiente parece tambalearse!

Nada nuevo yo podría agregar a lo dicho en torno de la determinación de Germán Martínez que no cayera en especulaciones; sin embargo, sí parece denotar algo que sucede al interior del Gobierno Federal que poco a poco podría exhibirse hasta derrumbar el proyecto de nación contenido en la 4T.

Las prioridades definen a las personas al igual que a los gobernantes y, hasta que se demuestre lo contrario, la salud pública no parece no ser prioridad para el secretario de Hacienda y Crédito Público, Carlos Urzúa, según se desprende de la carta de renuncia de Germán Martínez.

Los despidos de empleados y el recorte presupuestal en el Seguro Social lo podrían llevar a una parálisis generalizada y muy peligrosa… ¡costosísima en vidas!

En efecto, cientos de pacientes, o quizá miles, están en peligro de morir por la falta de medicamentos y atenciones de especialistas que han sido despedidos u obligados a renunciar, así como por falta de cuidados como el deshacerse de material quirúrgico usado y la falta de acceso a medicamentos obligándolos, incluso, a comprar lo necesario para una operación de emergencia. Todos esos potenciales casos de pacientes muertos deberán contabilizarse a Carlos Urzúa y al Gobierno Federal, si lo siguen tolerando.

Entendámoslo bien, la salud pública no es un asunto de fifís, y menos de fifís en el Seguro Social.

Si la realidad detrás de la renuncia de Germán Martínez es la injerencia de SHCP que manda recortes y ahorros presupuestales para financiar el Tren Maya o el Aeropuerto de Santa Lucía o cualquiera otra ocurrencia, entonces estamos ante un gravísimo problema de prioridades gubernamentales y si así fuese, entonces, por el bien de México, la 4T deberá fracasar.

Andrés Manuel López Obrador ahora está obligado a reconocer, ante los mexicanos, cuáles son las creencias y prioridades que norman su vida. Es la hora de conocer cuál es el yo ideal de López Obrador: El del Tren Maya o el de la Salud Pública.

Pero entendámoslo, México puede seguir sin el Tren Maya pero no sin la salud de su gente, y menos por una decisión que afecta a los más pobres.

Mi padre me insistía en que el único lujo que no me podría jamás darme sería el no saber cuáles son mis valores principales y prioridades de vida, y conculcarlos según soplasen los vientos. A mi entender, en el gobierno de López Obrador no logran conectarse con quienes son y con quienes desean ser recordados; vamos, parece que viven en el caos de lo que aún no logran descifrar: ¿Qué carambas es la Cuarta Transformación? ¿Honestidad, transparencia, austeridad cuando hay casos como la compra de las pipas de Pemex sin concursos y sin cumplir con las especificaciones que dan seguridad, o cuando se inician obras sin estudios de impacto ambiental, o cuando se asignan de forma directa contratos de compra medicamentos a funcionarios públicos, o cuando se recorta personal de salud y se pone en peligro la vida de miles de pacientes?

Tedros Adhanom Ghebreyesus, como director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha reiterado que “el goce del grado máximo de salud que se pueda lograr es uno de los derechos fundamentales de todo ser humano sin distinción de raza, religión, ideología política o condición económica o social”.

Según leo en un artículo de la OMS del 10 de diciembre de 2017, “el derecho a la salud para todas las personas significa que todo el mundo debe tener acceso a los servicios de salud que necesita, cuando y donde los necesite, sin tener que hacer frente a dificultades financieras. Nadie debería enfermar o morir solo porque sea pobre o porque no pueda acceder a los servicios de salud que necesita”. Hoy, por lo recortes y ahorros ordenados por Carlos Urzúa al director general del IMSS, en el gobierno de la Cuarta Transformación no se cumple tal mandato que México tiene por ser signante de la OMS.

Creo que Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores, debería fijar la posición del gobierno al que sirve frente a los compromisos de México ante la ONU, de cara a los compromisos de la Agenda 2030 en materia de salud.

Es inaceptable la intromisión de la SHCP en asuntos de salud pues ello ha implicado que el acceso oportuno, aceptable y asequible a servicios de atención de salud de calidad suficiente vaya en detrimento de quienes son derechohabientes del IMSS.

Si las afirmaciones de Germán Martínez fueras ciertas, estamos ante un gravísimo caso de violaciones o la inobservancia de los derechos humanos que pueden implicar graves consecuencias sanitarias para el resto de los mexicanos y mexicanas. La OMS ha referido casos en los que la faltan camas de hospital obliga a dar de alta prematuramente a personas que requieren más días de atención médica, dando lugar a altas tasas de readmisión y, en ocasiones, incluso a defunciones, constituyendo una violación de sus derechos a recibir tratamiento.

Me pregunto si esto es lo que sabe López Obrador del problema del IMSS, el ISSTE o el resto del sistema de Salud Pública.

Estamos ante un problema que, si no se reorienta, podría caer en algo muy cercano a un crimen de lesa humanidad.

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JALISCO

Requisitos para darse de alta ante el IMSS: Los desempleados pueden pensionarse con 9,400 pesos

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– Consejos para tu jubilación, por Arturo Pérez Díaz

En México, una parte significativa de la población ocupada trabaja por cuenta propia, para ellos se creó la modalidad de incorporación voluntaria al régimen obligatorio del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), Modalidad 10 y 40, para que puedan jubilarse aún sin empleo. Hablamos de casi 25 millones de personas que carecen de empleo formal, pero que si no actúan hoy, mañana se quedarán sin jubilación.

¿Con cuánto me puedo jubilar aún sin empleo?

Las Personas Trabajadoras Independientes (PTI), mediante las modalidades voluntarias permite que quienes no tienen un patrón puedan cotizar al Seguro Social y acceder a prestaciones, incluyendo una jubilación mínima garantizada en este año 2025, por 9 mil 400 pesos.

La Ley del Seguro Social (LSS) reconoce que el Instituto tiene la atribución de inscribir a los trabajadores independientes al régimen obligatorio a su solicitud, conforme a lo dispuesto en el artículo 251, fracción X, de la LSS. 

Este esquema aparece ya en el portal del IMSS bajo “Personas Trabajadoras Independientes (PTI)” como una modalidad de aseguramiento voluntario al régimen obligatorio; mediante ese mecanismo, el IMSS presta servicios médicos, prestaciones en dinero y cotización para pensión. 

El mecanismo voluntario, puede ser estratégico para quienes fueron despedidos a los 50 años, ya cerca de una edad de jubilación, dado que permite mantener continuidad para efectos de pensión y completar en ley 73, al menos 500 semanas de cotización, que dan derecho a una pensión desde los 60 años de edad.

REQUISITOS PARA DARSE DE ALTA ANTE EL IMSS

Para que una persona trabajadora independiente pueda incorporarse al IMSS bajo este régimen, debe cumplir ciertos requisitos y pasos:

1. Solicitud de incorporación voluntaria: la persona debe pedir su afiliación al Seguro Social bajo la modalidad de PTI o incorporación voluntaria al régimen obligatorio.

2. Identificación oficial y CURP: presentar documento de identidad reconocido.

3. Determinación del salario base de cotización (SBC): seleccionar un salario base de cotización sobre el cual hará sus aportaciones.

4. Pago de las cuotas correspondientes: pagar todos los conceptos asegurados (enfermedad y maternidad, riesgos de trabajo, invalidez y vida, retiro/cesantía/vejez) con cargo al asegurado, pues no hay patrón que haga aportaciones.

Además, para personas mexicanas en el extranjero, existe la posibilidad de afiliarse como trabajador independiente. 

Una vez que la persona trabajadora independiente se encuentra afiliada bajo este esquema, puede acceder a muchos de los derechos del régimen obligatorio, similares a los de los trabajadores asalariados:

Atención médica, hospitalaria, farmacéutica y atención obstétrica para el asegurado y sus beneficiarios. 

Incapacidades y subsidios por enfermedad o maternidad. 

Seguro de riesgos de trabajo (accidentes laborales) si aplica.

Pensión por invalidez y de vida para sus beneficiarios. 

Cotización para el fondo de retiro (el seguro de retiro/cesantía/vejez).

Conservación de derechos para efectos de pensión.

Continuidad en la historia laboral formal, lo cual es relevante para acceso a créditos, prestaciones y financiamientos.

Uno de los propósitos centrales de afiliarse al IMSS, es que la persona pueda aspirar en el futuro a una pensión. En el régimen del IMSS, las pensiones conocidas como “Cesantía en Edad Avanzada” y “Vejez” aplican según la edad del solicitante al momento de la petición y las semanas cotizadas. 

Acorde a la ley 73, si la persona está entre 60 y 64 años, y ya causó baja del régimen obligatorio, puede solicitar pensión por cesantía en edad avanzada. Si tiene 65 años o más, la pensión solicitada será por vejez. 

El importe de la pensión de cesantía en edad avanzada se calcula con un porcentaje que depende de la edad al momento de pensionarse:

  – 60 años → 75 %

  – 61 años → 80 %

  – 62 años → 85 %

  – 63 años → 90 %

  – 64 años → 95 %

  – Si la persona cumple los 65 años (o 64 años y 6 meses con un día) → 100 %. 

MERCADO LABORAL: TRABAJADORES POR CUENTA PROPIA

Para dimensionar el segmento de personas que podrían beneficiarse de este esquema, revisemos datos del INEGI. Según los más recientes boletines de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), las personas trabajadoras por cuenta propia representaron 41.9 % de la población ocupada en México, con una caída anual de 3.0 puntos porcentuales. 

En el segundo trimestre de 2025, la población ocupada fue de 59.4 millones de personas. Si 41.9 % de esa población está en trabajo por cuenta propia, eso implicaría aproximadamente 24.9 millones de personas que laboran sin subordinación.

Estos números son consistentes con las estimaciones que vinculan el alto nivel de informalidad en México: el 54.8 % de la población ocupada se considera informal, muchas de ellas precisamente trabajadores por cuenta propia sin seguridad social. 

Este universo es el mercado potencial para la afiliación voluntaria como PTI, pues son personas que hoy laboran sin cobertura formal.

En 2025 se reportaron pérdidas de empleo formal en varios meses; por ejemplo, en junio de 2025 se eliminaron 46,378 puestos formales en un solo mes, la mayor caída para un mes similar en más de una década (excluyendo pandemia). 

Durante el segundo trimestre de 2025 también se reportó una pérdida neta de plazas formales. Eso aumenta la población sin seguridad social y en consecuencia sin futuro de jubilación.

Muchas personas que pierden su empleo alrededor de los 55 años enfrentan un dilema crítico: ya han acumulado tiempo de cotización, pero están demasiado cerca del final de su vida laboral para “empezar de cero”. Si no consiguen un empleo formal inmediato, corren el riesgo de no completar las semanas requeridas para pensión. En esos casos, afiliarse como PTI puede ser una estrategia de salvaguarda.

PENSIÓN SIN EMPLEO

Si eres parte de esos 25 millones de mexicanos que siguen siendo productivos, pero está sin IMSS, debes asesorarte y asegurarte por cuenta propia, no dejar tu pensión en la incertidumbre, cada vez más personas se acercan a preguntarme por esta opción, es una gran satisfacción que ya estén cotizando en modalidad voluntaria , asegurando su futuro.

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Arturo Pérez Díaz, es periodista independiente, ha sido docente de Política, Opinión Pública y Mercadotecnia Política, así como asesor profesional de Comunicación Pública.

E-mail: amper61@hotmail.com

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JALISCO

Merilyn Gómez y Alberto Uribe

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– De Frente al Poder, por Óscar Ábrego

Parece que el viento sopla a favor de la diputada federal, Merilyn Gómez Pozos, para que se convierta en la abanderada de Morena a la presidencia municipal de Guadalajara.

A la distancia –porque nunca he tenido la oportunidad de conocer a la legisladora-, en efecto, las señales dicen que es la favorita de la nomenclatura del partido.

Sin embargo, me parece oportuno compartir algunas reflexiones que podrían resultar valiosas a la luz de la coyuntura.

Es cierto, la marca partidista en la capital supera –al menos por seis puntos porcentuales- a Movimiento Ciudadano.

Lo anterior ha elevado el optimismo en las filas guindas, al grado que hay quien asegura que Guadalajara será en el 2027 la nueva gran conquista del Movimiento de Regeneración Nacional.

Al respecto, recomiendo mucha cautela, ya que en los estudios de opinión que he tenido a la vista, elaborados recientemente a petición de grupos empresariales y un par de ayuntamientos, la presidenta de la Comisión de Presupuesto y Cuenta Pública de la Cámara Baja, aún no figura, lo que sugiere que si bien es verdad que cuenta con la simpatía de un buen número de correligionarios, deberá apretar el paso para colocarse en el ánimo de la población.

Recordemos que en Morena las encuestas serán determinantes para saber quién estará en condiciones competitivas –sea militante o simpatizante- para definir postulaciones en nuestro próximo encuentro con las urnas.

Cosa distinta ocurre con Alberto Uribe, ex alcalde de Tlajomulco.

El actual coordinador del Corredor Pacífico del Bienestar de la Secretaría de Economía, aparece bien posicionado en las mediciones realizadas en las últimas fechas, aunque carece del respaldo de funcionarios, especialmente federales, como el que -por ahora- tiene Gómez Pozos.

Pero el asunto se pone más interesante cuando colocamos en la mesa del análisis, el hecho de que ambos se profesan respeto político y profesional, algo poco visto en estas tierras.

Hasta donde se sabe, si Morena opta por Mery, Alberto se sumaría a su causa con todo y la estructura que está construyendo; mientras que de darse lo contrario, Gómez Pozos apoyaría a Uribe.

A mí me agrada esta dupla.

Se trata de dos perfiles con un mínimo de negativos de frente al electorado.

Insisto, miro desde la lejanía, a Merilyn Gómez Pozos como alguien que viene a refrescar el ambiente político de la ciudad.

En tanto, Alberto Uribe ofrece las mejores cartas credenciales en cuanto a experiencia en la administración pública se refiere, y por si fuera poco, cuenta con el apoyo de Marcelo Ebrard, hoy por hoy, uno de los más serios aspirantes a suceder a Claudia Sheinbaum en el aún lejano 2030.

Así pues, tenemos a los primeros finalistas de la Cuatro T rumbo a la alcaldía tapatía.

@DeFrentealPoder

*Óscar Ábrego es empresario, consultor en los sectores público y privado, activista, escritor y analista político.

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JALISCO

La toga en campaña: Jalisco ante la reforma judicial del voto popular

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– Crónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco

En Jalisco, el Poder Judicial se prepara para una cirugía mayor. Lo que hasta hace poco parecía un rumor lejano —la elección popular de jueces y magistrados— se ha convertido en un dictamen con estructura, calendario y reglas claras. El Congreso local, en su Comisión de Puntos Constitucionales y Electorales, ha puesto sobre la mesa una reforma que, si se aprueba, transformará la justicia jalisciense en un terreno inexplorado: los tribunales convertidos en campo electoral.

La propuesta no surge del vacío. Deriva de la reciente reforma al artículo 116 de la Constitución Federal, que obliga a los estados a adecuar sus constituciones para permitir la elección directa de las personas juzgadoras. En cumplimiento de ese mandato, el dictamen jalisciense reforma y deroga múltiples artículos de la Constitución local, bajo el argumento de que el modelo de designaciones internas y cuotas políticas ha agotado su legitimidad.

El documento, resultado del análisis de reformas similares en 16 entidades federativas, sostiene que Jalisco no puede quedarse al margen del nuevo paradigma: jueces y magistrados elegidos por voto ciudadano, campañas de sesenta días, y una estructura administrativa renovada.

Pero el cambio no es menor: la justicia, que por décadas se mantuvo en el terreno técnico y reservado de las élites jurídicas, pasará a la arena política. A partir de 2027, los magistrados del Supremo Tribunal de Justicia y los jueces de primera instancia deberán conquistar las urnas como cualquier candidato a un cargo público. No habrá elección en 2025, lo cual deja dos años para preparar la maquinaria electoral judicial.

El dictamen prevé que los 34 magistrados del Supremo Tribunal de Justicia y los jueces locales sean elegidos por voto popular. Cada uno tendrá un mandato de nueve años con posibilidad de reelección. Los segundos lugares en las votaciones fungirán como suplentes, replicando el modelo federal.

Las campañas serán de 60 días, con la prohibición de recibir financiamiento público o privado. El Congreso, el Ejecutivo y el Supremo Tribunal conformarán comités de evaluación para filtrar aspirantes, quienes deberán acreditar un título en Derecho con promedio mínimo de ocho —nueve en materias especializadas— y cinco años de práctica profesional.

Desaparece el viejo método de insaculación, ese eufemismo que disfrazaba la tómbola institucional con la que se sorteaban nombres a conveniencia de los grupos de Poder Judicial. En su lugar, la ley establecerá mecanismos técnicos y objetivos de evaluación, prometiendo meritocracia donde antes hubo discrecionalidad.

El actual Consejo de la Judicatura desaparecerá para dar paso a un Órgano de Administración Judicial de cinco miembros: uno designado por el Gobernador, tres electos por el Congreso y uno por el Supremo Tribunal de Justicia, todos por un periodo de seis años.

A su lado operará un Tribunal de Disciplina Judicial, integrado por tres magistrados electos popularmente, encargados de sancionar conductas indebidas y garantizar la rendición de cuentas. Este tribunal, dicen los redactores del dictamen, eliminará la discrecionalidad que durante décadas convirtió la disciplina judicial en un juego de favores.

El rediseño presupuestal también es revelador: el 70% del presupuesto que antes manejaba el Consejo de la Judicatura se dividirá ahora entre el Órgano Administrativo (50%) y el Tribunal de Disciplina (20%). La reforma pretende blindar la autonomía financiera con la figura del “Presupuesto Constitucional”, para impedir que futuros gobernadores reduzcan arbitrariamente los recursos judiciales.

El dictamen proclama un propósito noble: fortalecer la transparencia judicial y acercar la justicia a la ciudadanía. Sostiene que, al permitir la elección directa de jueces y magistrados, se refuerzan los lazos entre sociedad e instituciones. La justicia, dicen, dejará de impartirse desde la torre de marfil y bajará a la plaza pública.

El problema es que la plaza pública no siempre garantiza independencia. En los países donde se han ensayado modelos similares —como ciertos estados de Estados Unidos— los jueces terminaron dependiendo de la popularidad y no de la legalidad, moldeando sus sentencias al humor social o al poder económico que domina las campañas.

En México, donde la frontera entre justicia y política ya es porosa, la pregunta es inevitable: ¿quién financiará las campañas de los jueces si no hay dinero público ni privado permitido? ¿Y quién podrá competir en igualdad si la exposición mediática y los recursos informales se convierten en la nueva moneda judicial?

El documento introduce además una reforma simbólica, pero cargada de ideología: ningún servidor público podrá ganar más que el Presidente de la República. Una cláusula que lleva la huella discursiva del presidente López Obrador, aunque el gobierno jalisciense pertenezca a Movimiento Ciudadano. El gesto parece buscar legitimidad popular en una reforma que, paradójicamente, podría someter a los jueces al mismo escrutinio mediático que a los políticos.

También se incluye lenguaje neutral de género, eliminando el uso exclusivo de “magistrado” o “magistrada” y sustituyéndolo por “personas juzgadoras”, en concordancia con la perspectiva inclusiva del nuevo constitucionalismo mexicano.

El dictamen no se engaña: reconoce que el texto constitucional no basta. Propone la expedición de dos leyes clave:

La Ley Especial Electoral del Poder Judicial, que regulará el proceso de registro, campañas y elección de jueces y magistrados.

La Ley de Carrera Judicial, orientada a la profesionalización y formación continua, con la creación de una Escuela Judicial Estatal articulada con el Sistema Estatal de Servidores Públicos del Poder Judicial.

Ambas leyes serán el terreno real donde se juegue la independencia judicial. Porque una cosa es proclamar la democratización de la justicia y otra muy distinta operarla sin que se convierta en una parodia electoral.

El dictamen se presenta como una pieza del proyecto nacional de transformación del Poder Judicial. Su narrativa se alinea con el discurso federal: un Poder Judicial que debe “servir al pueblo” y no a sí mismo. Pero también revela la tensión entre los órdenes de gobierno: el federalismo judicial mexicano está siendo redibujado, y Jalisco —que históricamente ha reclamado su autonomía— parece ceder terreno al nuevo paradigma centralizador disfrazado de democracia participativa.

El corazón de la reforma late entre dos promesas: democratizar y modernizar. Pero como toda cirugía política, puede dejar cicatrices. Si las campañas judiciales se convierten en concursos de popularidad, la justicia podría volverse un botín más de la política electoral.

Jalisco, laboratorio de modernidades y excesos, experimentará ahora con la justicia en campaña. En el papel, los ciudadanos elegirán a quienes los juzgarán. En la práctica, veremos si los partidos y los intereses económicos renuncian al apetito de intervenir en el nuevo escenario judicial.

El desafío no es menor: lograr que la justicia sea cercana al pueblo sin volverse rehén del pueblo. Que la independencia no se vote cada tres años, sino que se construya todos los días.

Porque si algo enseñó la historia política mexicana es que cuando la toga se mezcla con la propaganda, lo que se pierde no es el voto… es la justicia.

En X @DEPACHECOS

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JALISCO

La vida en condominio

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– Opinión, por Miguel Anaya

Hace aproximadamente doce años, tuve la oportunidad de conocer a Toni Puig, especialista en gestión cultural, comunicación y mercadotecnia gubernamental. Un personaje brillante, recordado por haber sido uno de los responsables de crear la marca ciudad de Barcelona.

En una cena, mientras se hablaba sobre urbanismo y ciudadanía, Toni expresó su preocupación por el crecimiento desordenado de los condominios en la Zona Metropolitana de Guadalajara. Decía que, sin una regulación adecuada y un plan de desarrollo integral, el fenómeno podía derivar —a mediano plazo— en serios problemas de movilidad, cohesión social y seguridad. Hoy, el paso del tiempo le ha dado la razón.

Guadalajara, como muchas ciudades latinoamericanas, se acostumbró a vivir detrás de muros. Lo que comenzó como una alternativa habitacional se convirtió en una manera de entender la vida urbana: el condominio como refugio ante un Estado que no garantiza seguridad, ante servicios públicos cada vez más deficientes y ante la creciente desconfianza hacia el otro. “Afuera está el peligro, adentro la tranquilidad”, parece ser la consigna invisible que sostiene este modelo de vida cerrada.

Sin embargo, esa promesa de tranquilidad tiene consecuencias poco tratadas. Cada coto o fraccionamiento cerrado es, también, una renuncia a lo colectivo. Al amurallar grandes extensiones de tierra, se fractura la ciudad: se privatizan calles, se interrumpen vialidades, se encarecen los traslados y se bloquea la posibilidad de un tejido urbano continuo. El resultado es una Guadalajara fragmentada, donde el miedo dicta la forma de los barrios y la movilidad se ahoga entre plumas y garitas.

Además, los condominios no solo transformaron la arquitectura: modificaron la relación entre los ciudadanos y el Estado. Dentro de estos espacios, los vecinos adquirieron funciones propias del gobierno: contratan vigilancia, pagan por la recolección de basura, mantienen sus áreas verdes e, incluso, crean sus propias reglas de convivencia.

De alguna forma, el Estado es ajeno a lo que sucede en los condominios y lo aceptó, porque esto, le quitó responsabilidad. Así, lo que debería ser un modelo de corresponsabilidad se ha convertido en un experimento de autogobierno aislado, donde la seguridad y el orden dependen del saldo de mantenimiento, no de una política pública.

Ejemplos de cómo las murallas han ahogado la movilidad de la ciudad hay varios: López Mateos, sin posibilidad de construir salidas viales que permitan alimentar otras alternativas viales; lo mismo sucede en la zona norte de Zapopan con Santa Margarita y Juan Gil Preciado. Qué decir de la entrada a la ciudad por la carretera a Vallarta que se convierte en un martirio diario.

Y pese a todo, el condominio no es un error que deba desaparecer. Es un síntoma. Refleja una época de incertidumbre y desconfianza sobre las autoridades gubernamentales, pero también de búsqueda de comunidad, de orden y de control sobre el entorno. Lo que no se encuentra en lo público, se busca en lo privado. Por eso, más que condenarlo, es urgente repensarlo.

El reto está en diseñar políticas urbanas que integren estos espacios a la lógica de ciudad, que sean desarrollos que no ahoguen vialidades, que garanticen conectividad y aseguren que la vida privada pueda convivir con la vida pública. Que logre que los condominios se conviertan en parte del municipio y no en entes aislados del mismo.

Porque al final, el verdadero peligro no está afuera del condominio: está en la idea sectaria y maniquea de que solo adentro vale la pena vivir; de que adentro es un mundo que se rige con sus propias reglas, olvidando las leyes y los códigos civiles. Replanteemos los condominios. Pensemos en términos de ciudad y de nación. De sociedad incluyente que atiende los derechos y obligaciones del país que conforma.

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