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JALISCO

Se cosecha lo que se siembra: Alfaro y su desmoronamiento público

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Crónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco //

¡Fuera el pelón!”, “¡Fraude!”, “¡Fuera Alfaro!” y “¡No al fraude!” fueron los gritos que retumbaron en la plaza principal de Temacapulín, impidiendo al gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, pronunciar el discurso que tenía preparado. Durante cinco largos minutos, la multitud lo acalló, frustrando su intento de hablar.

Al inicio de su intervención, Alfaro mostró una mezcla de molestia y resignación, consciente de que el enfrentamiento era inevitable. A minuto y medio de los gritos, intentó retomar el control con una frase que pasará a la historia: “Les pido respetuosamente a todos que me permitan darle la bienvenida al señor presidente de la República, Licenciado Andrés Manuel López Obrador”. “Respetuosamente”, leyó usted bien, Enrique Alfaro dijo: “pido respetuosamente”.

Mientras tanto, Beatriz Gutiérrez Müller, esposa de López Obrador, intentaba sin éxito que los asistentes guardaran silencio, sus gestos reflejaban una creciente preocupación. Los gritos de “¡Gobernador! ¡Gobernador!” competían con los de “¡Fuera Alfaro! ¡Fuera Alfaro!”, hasta que, en un esfuerzo desesperado por calmar el tumulto, la señora Gutiérrez Müller se puso en pie, provocando que el presidente aplicara discretamente el “¡Ya siéntese, señora!”.

En el micrófono, la frustración de Alfaro era evidente. Levantó la mano en un vano intento por silenciar los coros de “¡Es un honor estar con Obrador!” y “¡Es un honor estar con Claudia hoy!”. La multitud lo ignoró, intensificando su irritación. Su sonrisa forzada, su mirada nerviosa hacia la primera fila, y los guiños de complicidad solo acentuaron su incomodidad.

Suenan los gritos de: ¡Gobernador! ¡Gobernador! ¡Gobernador! Eso en lugar de darle paz, lo irrita, sube la mano para pedir que guarden silencio,

En un momento, el sudor que corría por su frente se mezcló con la desesperación; al intentar secarse el ojo, golpeó el micrófono, aumentando su malestar al darse cuenta de que estaba perdiendo el control.

En un esfuerzo por recomponerse, Alfaro reanudó su discurso: “Ha sido así todo el sexenio, porque al final de cuentas, presidente, hay todavía muchas personas que esperan encontrar en la confrontación un camino para este país, hay todavía muchas personas que no han entendido…”. Pero una vez más, los gritos de “¡Fraude!”, “¡Fuera Alfaro!” lo interrumpieron, destrozando cualquier esperanza de restablecer el orden.

Tres minutos y medio habían transcurrido desde que Enrique Alfaro tomó el micrófono. El sudor bañaba su rostro, su boca estaba seca, y la frustración se apoderaba de él. Finalmente, se rindió ante el incontrolable público, pronunciando solo dos palabras cargadas de desesperación: “Por favor”.

El rostro de Claudia Sheinbaum, quien observaba la escena, inicialmente se iluminó con una sonrisa al ver la creciente molestia de Alfaro, cuyo lenguaje corporal delataba su desesperación ante la pérdida de control. Sin embargo, al notar el evidente derrumbe del gobernador, la presidenta electa de México se levantó junto a López Obrador y se acercó al estrado. Abrazaron al desconcertado Alfaro, quien, al sentir el respaldo, bajó los hombros y la mirada, en una clara señal de derrota, mientras la multitud aclamaba a los recién llegados.

A ver, vamos a… Es un día bueno hoy, ¿no? Bueno, vamos a dejar que hable el gobernador de Jalisco. ¿Les parece?”, dijo Sheinbaum al tomar el micrófono, luego de que le cediera el paso López Obrador. Con una mirada firme y un gesto de autoconfianza, añadió: “Yo sí”, y sin siquiera voltear a ver a Alfaro, remató: “Adelante, gobernador”. Quedaba claro que ahora ella tenía el control. López Obrador, en un acto casi simbólico, se interpuso entre el en ese momento sonriente Alfaro y el micrófono para añadir: “Yo también estoy de acuerdo”.

Mientras Sheinbaum y López Obrador hablaban, Alfaro asintió tímidamente, con una sonrisa que intentaba ocultar su abatimiento. Abrazó al presidente, y en un gesto casi desesperado, trató de incluir a Sheinbaum en la fotografía, pero ella evitó el contacto visual, dejando claro quién tenía la autoridad en ese momento. Cuando López Obrador regresó a su asiento, Alfaro murmuró un agradecimiento mientras buscaba a Sheinbaum, que pasaba a su espalda, pronunciando un zalamero “Gracias, Claudia”.

Aprovechando el breve momento de calma, Enrique Alfaro intentó criticar a quienes fomentan la confrontación, provocando una rechifla instantánea. Recordó su trabajo con López Obrador hace 20 años, pero su referencia a un supuesto fraude electoral volvió a encender los abucheos.

Enrique Alfaro regresó a su lugar, saludando de mano a todo el presídium. Se sentó, encorvado y visiblemente derrotado, sin siquiera levantar la mano cuando el presidente le dedicó un reconocimiento.

El sábado 17 de agosto, ante las comunidades de Temacapulín, Acasico y Palmarejo, Enrique Alfaro, un gobernador conocido por su carácter prepotente y altanero, luego de doce minutos de exposición a gritos, insultos y burlas, que le interrumpieron 17 veces, se dio cuenta de que su sexenio había terminado al rogarle impotente a la multitud solo dos palabras: “Por favor”.

En X @DEPACHECOS

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