OPINIÓN
«Sopa de Wuhan»: Construir un nuevo mundo a partir de la conciencia

Educación, por Isabel Venegas //
Hace poco vi un gráfico que proponía la síntesis de las propuestas de dos grandes pensadores contemporáneos en virtud de la pandemia del Covid. Slavoj Zizek es un filósofo, sociólogo y psicoanalista crítico cultural. El eslavo que basa sus principios en el marxismo, afirmaba los siguientes puntos:
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El capitalismo está a punto de morir tras la pandemia.
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La colaboración global dará la pauta a un control y regulación de la economía.
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A partir de una organización internacional se inaugura una nueva era de “comunismo”.
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Las fronteras y la cooperación entre países irán derrumbando los conceptos de nacionalismo cerrado.
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La solidaridad y la colaboración global no son un idealismo, sino un acto racional, que es lo único que puede salvarnos.
En contraparte se muestran las ideas de Byung-Chul Han, filósofo surcoreano experto en estudios culturales. Byung-Chul, desde su residencia en Berlín propone:
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Los mercados solo afianzan sus mecanismos y el capitalismo tomará fuerza tras la pandemia
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El miedo a la enfermedad ha legitimado el control y autoritarismo de los gobiernos, ya sea por los cuerpos policíacos, como por los medios digitales.
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El virus logrará lo que el terrorismo no pudo conseguir: el estado de excepción pasará a ser la situación normal.
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El virus no genera ningún sentimiento colectivo fuerte, cada uno se preocupa de su propia supervivencia.
Estas notas se resumen de una publicación titulada “Sopa de Wuhan” en la que los filósofos, entre otros intelectuales, compartían sus ideas al principio de la pandemia; publicado por la editorial ASPO (Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio) fue un material difundido en el primer trimestre del 2020. Cada ensayo y notas ahí plasmadas son de un altísimo valor; sin embargo a pesar de su enorme capacidad para advertir lo que se vendría, no pudieron imaginar que en tan poco tiempo el mundo hubiera tenido una transformación de estas dimensiones. El esbozo de lo que podría ocurrir tras un evento que se ha llegado a comparar con la segunda guerra mundial, ahora se puede contrastar con suficiente información sobre su devastador impacto en la economía, la educación, la salud, e incluso en los procesos políticos.
Pocos atinaron al cálculo de que a estas fechas ya se tuviera una vacuna que permitiera transitar a un modo de vida más cómodo y seguro, en tanto que la brecha de desigualdad marca la diferencia entre países que avanzan a pasos agigantados en sus procesos de vacunación, y el resto de aquellos que enfrentan caos total en sus registros de contagio y defunción; por otro lado la cotidianidad sigue y los procesos políticos no se detienen. Vimos cómo en los Estados Unidos vivieron su jornada electoral dentro del ojo del huracán, o México que comienza con sus campañas sin saber a ciencia cierta cómo hacerlo sin perder movilización al mismo tiempo que se mantienen los protocolos sanitarios.
En medio de un cúmulo de información sobre la eficacia de las vacunas, los poderes fácticos y el control de los gobiernos ante la administración de la crisis, la pregunta se vuelve cada vez más personal ¿Cómo percibes al mundo que te rodea? y ¿Cuáles son las posibilidades de establecer un modo de vida más pacífico?
En definitiva el reto al que nos enfrentamos plantea muchas más preguntas, y cada toma de decisiones irá empujando hacia una nueva dirección al enorme barco en el que vamos juntos, precisamente por eso debemos ser conscientes de que las acciones que se derivan tienen repercusión en un corto, mediano y largo plazo. La mayoría hemos abrazado al mundo que conocemos y duele dejar partir una economía establecida en un orden que pudiera representar crueldad e injusticia pero que al ya estar instalada, genera condiciones claras para poderse regular (o por lo menos eso plantea la teoría).
Cambiar esas estructuras, buscar mejores formas de vida tanto en lo individual como en lo colectivo, implican una reflexión que reconozca que no hemos dejado la barbarie para pasar a la civilización, que “aprovechar” los recursos hasta su máxima explotación ha traído grandes desgracias para la naturaleza y ha significado también el abuso de seres humanos en muchos aspectos. Muy cierto es que el equilibrio se da al encontrar el deseo de poseer, al mismo tiempo que el reconocimiento a los límites de la transgresión se da por la valoración de la persona que no permite el abuso en sí misma, pero es ahí donde la educación puede y debe recuperar urgentemente su compromiso en la habilitación de herramientas individuales que le permitan a cada ser humano el reconocimiento de sus deseos y aspiraciones auténticos, sin manipulaciones mediáticas, ni corrientes absolutistas que arrastran masas a modos de organización sin considerar la realización de cada uno.
El impacto de la pandemia ya deja ver sus altos costos en la economía, pero el ánimo de las personas, su fe en la recuperación, o en contraste el aumento de los niveles de ansiedad y depresión deben ser tratados con profunda seriedad. Debemos pensar en la transformación de medios que no se basen en solo dos o tres conceptos ya agotados; no es el capitalismo, el socialismo o el comunismo, es la renuncia a la barbarie que nos sigue pareciendo atractiva en tanto se es el pez más grande que se come al más pequeño, desgraciadamente nuestro mundo se transforma, la digitalización y automatización debiera concebir a las personas de manera diferente, y no como simples consumidores o productores de lo mismo que necesita adquirir.
Si bien es cierto que el mundo que conocemos está llegando a su agotamiento por los límites que él mismo ha debido definir, coincido con Byung-Chul Han en su máxima: El capitalismo no colapsará por un virus, sino por la revolución humana…, las revoluciones más ineficaces son las que no se sustentan en la conciencia, sino en la redundancia de la crueldad a través de la manipulación.
Mat. y M. en C. Isabel Alejandra María Venegas Salazar
E-mail: isa_venegas@hotmail.com